viernes, 23 de noviembre de 2007

Réquiem por el espacio público

Las calles y las plazas de la ciudad tradicional han servido durante cientos de años como contenedores de la urbanidad. Sin embargo, en el momento actual, cuestionada la necesidad de esta urbanidad por el abandono de lo colectivo a favor de lo individual, estos espacios probablemente hayan perdido su sentido. Con la disculpa de la seguridad, nuestras ciudades tienden a una segregación feroz, y las clases medias instaladas en un verdadero pavor ante la realidad de una lucha cada vez más dura por el territorio, tienden a refugiarse en simulacros urbanos. Así, los parques temáticos y los centros comerciales se han convertido, los primeros en ideales cinematográficos de vida y los segundos en refugios seguros, donde no hay que preocuparse más que de consumir. Estas tendencias, que se van consolidando en todo el planeta, se advertían con especial nitidez ya hace más de veinte años en la sociedad que, probablemente vaya décadas por delante de las demás: la sociedad norteamericana. Sus elementos básicos pueden rastrearse en una publicación ya con unos años (el original en inglés es de 1992 pero no ha sido traducida al castellano hasta el 2004). Su titulo es ya ilustrativo: Variaciones sobre un parque temático, la nueva ciudad americana y el fin del espacio público. Está publicada por Gustavo Gili y su coordinador es Michael Sorkin.

Ver ficha de la editorial

Pienso que es un libro necesario, muy bien escrito y que complementa perfectamente al de “La Modernidad Líquida” ya comentado. El libro de Bauman indaga sobre los procesos sociales profundos y este ejemplifica casos concretos describiendo algunos fenómenos que todavía son emergentes en las ciudades europeas. En algunos casos (Los Ángeles, Irving o Lincon Valley) ya han cumplido incluso su período vital pero en otros están en plena evolución. Se trata de ocho ensayos y una introducción de Sorkin con una cierta relación que no es otra que el espacio público. De los ocho (si dejamos aparte esta "Introducción") pienso que todavía están de plena actualidad el capitulo que Davis dedica a la militarización del Espacio Urbano, el de Neil Smith sobre la renovación de la ciudad y, por supuesto, el que Margaret Crawfort llama “El mundo en un centro comercial”. En algunos casos, la sociedad europea se ha separado de las tendencias expuestas, sobre todo las casi imposibles en cualquier otro contexto que no sea USA, y en otros sencillamente todavía no ha llegado.

La importancia de algunas de estas cuestiones en nuestro país es manifiesta. Según un informe de la consultora Cushman & Wakefield titulado “Centros comerciales en Europa” España es el país europeo que más superficie de centros comerciales inaugurará en el período 2007/2008. Y eso en un momento, año 2007, en que Europa bate el record de aperturas con 6,4 millones de metros cuadrados (claro que este record será pulverizado en el 2008 con 10,5 millones). Además, la mayor parte de estos centros se sitúa en las afueras de los grandes núcleos urbanos consolidando una fragmentación del territorio a la que ya he hecho referencia en una entrada anterior. El ranking de inauguraciones es el siguiente, en metros cuadrados de superficie bruta:

01 España 1.929.520
02 Polonia 1.878.780
03 Turquía 1.651.240
04 Reino Unido 1.377.350
05 Italia 1.293.460
06 Francia 1.283.460
07 Alemania 1.143.780
08 Rusia 1.067.590

Luego, por debajo del millón, Rumanía, Portugal, Lituania, Holanda… Así hasta un total de 17.010.200 de metros cuadrados en toda Europa en el período 2007/2008. En el momento actual, resulta que a cada 1.000 españoles nos corresponden 255 metros cuadrados de centro comercial (claro que si se trata de madrileños sube a 415). Son cifras impresionantes que deberían hacernos meditar sobre el profundo cambio que se están produciendo en la organización y funcionamiento de las áreas urbanizadas.

Al tema de la seguridad en el espacio público ya le he dedicado más de un artículo en este blog (ver Espacios urbanos seguros y Manual de diseño urbano seguro) lo que, sencillamente, refleja mi preocupación personal acerca de su importancia. Las palabras de Davis al comienzo de su capitulo son de una rabiosa actualidad incluido el desprecio (que no otra cosa es el silencio) de la teoría urbana contemporánea acerca de esta cuestión.

Imagen nocturna de Los Ángeles
Extraída de you-are-here.com

“Bienvenidos a la posliberal Los Ángeles, donde la defensa del lujo ha generado un arsenal de sistemas de seguridad y una obsesión por la vigilancia de las fronteras sociales por medio de la arquitectura. Esta militarización de la vida de la ciudad es cada vez más manifiesta en todos los lugares que se construyeron en los años noventa. Sin embargo, la teoría urbana contemporánea ha permanecido extrañamente en silencio con respecto a lo que todo esto implica” (pág. 177)

El corazón de Los Ángeles
Extraída de
Wikipedia

A lo largo de las páginas que siguen, realmente demoledoras, se va observando como esta ciudad, paradigma de tantas cosas, va destruyendo los últimos espacios públicos verdaderamente democráticos como son las calles, las plazas o los jardines a base de privatizarlos convirtiéndolos en centros y calles comerciales, centros sociales, etc. También se analiza como este estado de cosas se refleja en la arquitectura y el diseño de la ciudad.

Arquitectura defensiva
"Gemini Gel" de Frank Gehry
Extraída de
you-are-here.com

“La forma urbana obedece a la función represiva. Los Ángeles, como siempre a la vanguardia, es una muestra especialmente perturbadora de las relaciones emergentes entre la arquitectura urbana y el estado policial” (pág. 179)

Arquitectura defensiva
"Biblioteca pública de Los Ángeles" de Frank Gehry

Extraída de you-are-here.com

Esta situación implica, a su vez, tres procesos casi simultáneos. El primero es la segregación y “amurallamiento” de las zonas ricas, tanto residenciales como de negocios o comerciales, a base de barreras físicas, cuerpos de seguridad propios y trabas administrativas y policiales. El segundo es el aislamiento y contención de las zonas pobres y marginales de la ciudad mediante sistemas parecidos. Y el tercero es la transformación arquitectónica de los edificios en artefactos blindados.

Arquitectura defensiva
"Danziger Studio" de Frank Gehry
Extraída de you-are-here.com

El problema, como señala Davis, es “la heterogeneidad de la multitud” enfrentada al sueño de la “igualdad de mentalidades”. Esta característica de la multitud (su heterogeneidad) la solucionan las nuevas pseudociudades seguras, léase por ejemplo los centros comerciales, mediante barreras arquitectónicas, semióticas y policiales que filtran a “los indeseables” y luego

“encierran a las masas restantes y controlan sus movimientos con una ferocidad conductista. La multitud es atraída por todo tipo de estímulos visuales, es atontada con Muzak e incluso a veces, perfumada con aromatizadores invisibles” (claro, hacer esto en las calles es más complicado).

Precisamente al análisis de lo que sucede con los centros comerciales dedica Margaret Crawford el ensayo titulado “El mundo en un centro comercial”. Partiendo de la historia de los grandes centros comerciales, poco a poco, la autora nos va mostrando como han ido evolucionando hasta constituir verdaderos remedos urbanos seguros, ya que la multitud heterogénea de que hablaba Davis se convierte en ellos en “consumidora homogénea”. Y, por tanto, no peligrosa. Para ello se recurre a las técnicas más sofisticadas casi todas basadas en el llamado “principio de atracción adyacente” que dice: los objetos más diversos se apoyan entre sí cuando son colocados uno al lado del otro.

También se analiza su evolución y como fueron aumentando en calidad y cantidad los servicios incorporados hasta el punto que por ejemplo (se señala en el artículo) la Orquesta Sinfónica de Chicago toca regularmente en el centro comercial de Woodfield. Para ver este tipo de cosas ya no es necesario acercarse a USA (cosa por otra parte un tanto incómoda por las medidas antiterroristas en los aeropuertos), ayer en el Centro Comercial Getafe 3 había un concurso de interpretación pianística. En medio del espacio central y rodeado de estantes de gafas, señoras arreglándose las uñas (de las manos y de los pies), el kiosco de Vodafone, un coche usado en venta, los ascensores, las escaleras mecánicas y todas las tiendas que dan a la plaza central, un piano y unos altavoces esperaban ansiosos a los concursantes. La evidencia del principio de atracción adyacente era notoria.

Cuando fui a hacer la foto ya no estaba el concurso
pero el contexto seguía igual

Pasar el rato en un centro comercial ha sustituido el paseo por las calles. En la actualidad, los centros comerciales representan, para los chavales, auténticos centros sociales, y muchos de ellos encuentran allí su primer trabajo. Además se están convirtiendo también en centros sociales para los adultos. La Galleria de Houston ha alcanzado gran prestigio como lugar seguro y benévolo para los encuentros entre personas solas y los “paseantes de los centros comerciales” –personas de la tercera edad con problemas afectivos que acuden a un lugar seguro para hacer ejercicio- llegan a los centros comerciales antes de que abran las tiendas, para realizar un calculado itinerario a pie por sus pasillos” (pág. 27).

Además, cuanto mayores son los centros comerciales, las simulaciones que presentan son más variadas y sofisticadas de forma que esta reproducción de la ciudad en un contexto seguro, claro y controlado fue otorgándole cada vez más valor como lugar comunitario y social. Como dice la autora al terminar: “El mundo de los centros comerciales –que no respeta ninguna frontera ni se ve limitado por el imperativo del consumo- se ha convertido en el mundo entero” (pág. 43)

Este mundo de consumo que en otras ocasiones he descrito como el claustro materno (seguro, temperatura constante, suave música de fondo) podría entenderse como un parque temático de la ciudad auténtica. Hasta tal punto que se recrean situaciones que rozan el esperpento. Ayer, en un periódico de esos que dan ahora gratuitamente en los aviones (volvía de dar una charla en Irún) encontré la siguiente noticia (copio textual):

Crean un aparca – maridos en un centro comercial.- El Centro Comercial Gran Vía 2 de la localidad barcelonesa de L´Hospitalet de Llobregat ha puesto en marcha un espacio en el que los clientes pueden descansar y entretenerse, mientras su mujeres realizan las compras, y que se ha bautizado como aparca – maridos (…) La nueva zona está equipada con sofás, televisiones y prensa y se plantea como un espacio para desconectar, descansar o bien empezar a mirar la jornada deportiva del fin de semana. Según fuentes de la dirección del complejo comercial, será una zona en continua evolución, puesto que irá incorporando nuevos servicios”.

Se trata de una noticia extraordinaria. Parece que han conseguido reinventar el bar para hombres en un contexto seguro y de consumo. Supongo que la evolución consistirá en ver el fútbol (en directo o diferido), jugar a las cartas o al dominó, beber un carajillo… Eso sí, el marido está perfectamente controlado y seguro mientras la mujer compra (si existe algún hijo del matrimonio estará en la guardería infantil). Falta poquísimo para que la ciudad cree el parque temático de sí misma y pueda funcionar perfectamente entre iguales. Ni las mentes orwellianas más calenturientas podían haberlo imaginado.

Precisamente el resto de ensayos se centran en el tema del parque temático, una especialidad tópicamente norteamericana, pero que puede servir de metáfora para explicar los deseos subyacentes en las clases medias de todo el mundo. Porque, claro, la cuestión de los parques temáticos no se circunscribe a Disneylandia que, por cierto, aparece magistralmente analizada en el ensayo de Sorkin que cierra el libro: “Nos vemos en Disneylandia” ¿Sabíais que este parque puede recibir al día 100.000 personas, y al año alrededor de 30.000.000? ¡Prácticamente una ciudad entera de población flotante del tamaño de Santiago de Compostela, Cáceres, Parla o Torrevieja!

Una calle en Disneylandia (teatro, puro teatro)
Extraída de
la página de Jeff Keller

Parques temáticos son lo que Christine Boyer llama “tableaux urbanos” en su articulo “Ciudades en venta: la comercialización de la historia en el South Street Seaport”. Auténticos decorados urbanos que conforman parte de los barrios históricos, las zonas temáticas de la ciudad o las potentes creaciones del marketing urbano con las que se “venden” algunas de las ciudades más importantes. El libro se completa con otros ensayos como el de Neil Smith sobre los procesos de renovación urbana o el de Edgard Soja sobre la new town de Irving y todo el conglomerado del condado de Orange, y el de Trevor Body sobre la sustitución de la calle tradicional.

Para terminar esta reseña que me está quedando demasiado larga querría hablaros de “La Casa de los Misterios de Silicon Valley”, el ensayo de Langdon Winner acerca de este valle que se ha convertido en el “parque tecnológico” por antonomasia. Veamos la historia de esta casa.

La casa Sarah Winchester
Extraída de la página web oficial

La mujer del fabricante del rifle de repetición Winchester heredó su inmensa fortuna, pero empezó a temer que los fantasmas de todos los muertos por el rifle que fabricara su marido se vengaran de ella. Después de la visita a una médium interpretó que la casa de nueve habitaciones que había comprado en San José tenía la clave de todo y que mientras durara la ampliación de la casa no podría morir. Así que durante los 38 años siguientes empleó a decenas de artesanos y carpinteros que trabajaban las 24 horas del día para ejecutar unos planos que (decía) había recibido de los espíritus. Todo fue bien hasta que en 1922, a los 83 años y mientras dormía, Sarah Winchester murió y la construcción de la casa se detuvo.

Winchester Mystery House, vista aérea actual
Extraída de la página web oficial

La historia es tan fantástica y alegórica (de las que a mí me gustan) que no me he resistido a contarla. Pero además de esta historia el ensayo, que es realmente bueno, disecciona con la precisión de un cirujano la historia de Silicon Valley y su influencia en la conformación de las nuevas áreas productivas de las ciudades más desarrolladas. La conclusión es casi poética y pienso que merecedora de su reproducción textual:

Con toda seguridad, también la vieja Mrs. Winchester habría comprendido la fuerza motriz que se esconde detrás de este hiperespacio de alta velocidad en desarrollo. Al igual que ella renovaba su mansión, día y noche, en un frenético intento de huir de los fantasmas vengativos de unas ganancias ilícitas, la expansión de la ciudad digital electrónica es impulsada por el miedo, en este caso por el miedo al descenso de los beneficios. Edificios de oficinas por aquí, plantas de producción por allí, hoteles, centros comerciales, redes de conexión vía satélite formando una salvaje metástasis, las empresas informáticas barren el globo de un extremo a otro en busca de un rápido incremento de las ganancias económicas” (pág. 76).

Sea como sea, no debemos preocuparnos. Nuestro destino se vislumbra ante nosotros, más allá de la vieja mansión, más allá del Valle de los goces del corazón, más allá de las preocupaciones de las naciones, incluso más allá de nuestro planeta. Sarah Winchester debería sentirse orgullosa de que su visión haya sido hecha realidad de un modo tan fiel y supersticioso: el secreto está en seguir construyendo” (pág. 76).


viernes, 16 de noviembre de 2007

Reivindicación del color

Cuando a un alumno de segundo de carrera se le ofrece casi total libertad para rediseñar una plaza en un lugar que ha estado estudiando a lo largo del semestre, las probabilidades de que obtengamos una plaza plana, horizontal, gris, con árboles de hoja caduca debajo de los cuales se instalan los bancos, alguna lámina de agua situada en un lugar donde generalmente interrumpe el paso y la zona de juegos perfectamente rectangular y situada en un área descampada, son muy altas. Por supuesto que el 90% de los alumnos de arquitectura “se inspiran” en proyectos que han visto en revistas y en otros lugares. Esa parte entra en la dinámica del aprendizaje y la mayor parte de los profesores conocen perfectamente la procedencia de su inspiración. La pregunta sería: ¿en qué proyectos “se inspiran”? Es decir, ¿qué buscan? Es raro encontrar que alguno se sienta tentado por buscar imágenes basadas en el color. Generalmente el resultado es gris, gris, pero muy gris. Como máximo alguno se atreve con el verde de los árboles. Por eso sorprende el trabajo que voy a intentar exponer a continuación para el que la autora ha procurado buscar referencias basadas en el color.


A mí, particularmente, tampoco me importa que parte del trabajo sea reciclado de otros ejercicios o proyectos. En realidad todos lo hacemos y nos copiamos a nosotros mismos muchas veces y esto sirve para ir creando un camino. La cuestión está en cómo el alumno va siendo capaz de construir su propia iconografía, su mundo. De cómo va introduciendo variaciones sobre aquellos temas que considera están bien y como va descartando otros. Es verdaderamente un privilegio observar como se va haciendo a si mismo. La misión del que enseña, en este complicado camino que hace el alumno, a veces es anecdótica y otras crucial, pero siempre debería limitarse a ser una ayuda. El discípulo disciplinado cuyo único objetivo es interiorizar la experiencia del maestro podrá llegar a ser un buen artesano (lo que no es poco), pero raras veces será capaz de encontrar caminos nuevos. La marca puede llegar a ser demasiado profunda, demoledora. Por eso en las disciplinas artísticas, como la música o la pintura, no siempre los genios, los artistas, son los mejores maestros.


Viene todo esto a cuento del recuerdo de determinado “maestro” (cuyo nombre prefiero no mencionar), magnífico arquitecto, que literalmente pulverizó a un grupo entero de alumnos, entre los que me encontraba, imprimiéndonos a fuego su particular visión de las cosas. Entre ellas, el hecho de que el color era algo insano e impropio de la verdadera arquitectura (ni que decir que la ciudad ni la mencionaba) que debía de centrarse en la proporción, el espacio y la forma. Incluso en un alarde de prodigalidad llegó a admitir la textura (supongo que por aquello de la archi-textura) como algo no deleznable. El color era, simplemente, algo que tenía que ver con los decoradores, seres de una estirpe inferior, por supuesto. Que conste que era un arquitecto extraordinario pero lo mejor que podía haber hecho era no hablar de arquitectura y, desde luego, abandonar la enseñanza, no por sus opiniones, tan respetables como las de cualquiera (aunque él no solía respetar a los demás), sino sencillamente por su pretensión de que todos fuéramos clones suyos.

Pinchando en las secciones se pueden ver a mayor tamaño

A lo mejor por esto mismo me ha quedado una cierta querencia por el color y he decidido traer aquí este ejercicio que ha buscado su inspiración en lugares no tan habituales y ha procurado huir del formato "blanco y negro" tan corriente (probablemente derivado de las tradicionales dificultades, antes técnicas y ahora económicas, de introducir el color en las revistas de arquitectura). Esta "inspiración" basada en las revistas tiene sus ventajas pero también crea problemas en el aprendizaje y este del color es uno. Por eso siempre resulta interesante presentar proyectos cuya selección de fuentes de información es diferente, como este basado en colinas con diferentes tipos de flores. En la publicación de donde está extraída la idea, y en una parte del ejercicio no reproducida, se incluyen los nombre de las especies, la evolución a lo largo de los meses del año e incluso la condiciones bioclimáticas. Es una pena que en este caso sea muy complicado que pueda verse el resultado en condiciones con el formato de blog. Pero voy a intentarlo. Lo siento Adela, pero no he conseguido reproducir mejor los dibujos. Comprendo que los colores están algo saturados, que las líneas se han roto, y he tenido que borrar casi todas las explicaciones porque no se veían al reproducirlas pero estoy seguro que los que lean esta entrada se darán cuenta que tu trabajo se sale de forma muy positiva de la mediocridad. El ejercicio corresponde al taller de Introducción al Urbanismo del semestre de primavera del año pasado que en la Escuela de Arquitectura de la Politécnica de Madrid se imparte en el segundo año, y su autora es Adela González Casero.


He preferido incluir el croquis de la planta en lugar de la planta a escala porque se veía francamente mal en la reproducción al tamaño admitido por el blog. Por desgracia las secciones tampoco se ven demasiado bien (aunque pinchando en la imagen pueden verse a un tamaño algo mayor), pero por lo menos los dibujos sí. Una parte importante del color se produce por colinas de flores de diferentes tipos. Se supone que, tanto el diseño de las plantaciones, que parece cambiante, como el mantenimiento, forman parte de las actividades de los vecinos. Entresaco, en cursiva, algunas frases extraídas del trabajo. Unas pertenecen a la propia autora y todas, en cualquier caso, parece que las suscribe enteramente.


La plaza actual se encuentra supeditada al automóvil y a la configuración de los edificios existentes. Por tanto estamos ante un espacio residual, que ha perdido su función de espacio público de interacción ciudadana. Los viales que configuran la plaza no actúan como tales sino que podemos decir que lo hacen como verdaderos acumuladores – contenedores de automóviles, privando al verdadero ciudadano, del espacio. En la propuesta se trata de devolver al hombre la ciudad ya que hemos perdido el espacio público para el ciudadano y se lo hemos cedido al automóvil.



El espacio público es un espacio de todos, que debe funcionar como soporte para múltiples actividades y acontecimientos. Mi propuesta trata de compensar la falta total de actividad. Busco un lugar para la gente, cuya forma venga definida por la propia actividad en cada momento. La nueva programación surge de lo cotidiano y definida por actividades que no estén orientadas a un único uso.


A través de las especies vegetales utilizadas se busca establecer un control del confort medio ambiental que se produce en la plaza. El paisaje, asociado con la idea de resolución, solo adquiere sentido al asociar una densidad adecuada de vegetación. Esta se ubica en distintas colinas y macetas de diferentes dimensiones que serán gestionadas con la colaboración vecinal. Aparecen, por tanto, diferentes formas de agrupación de masas vegetales, según como se quiera modificar el soleamiento. Además de los vegetales se cuenta, para el control del soleamiento, con una serie de parasoles móviles que permiten modificar las condiciones ambientales según las necesidades.


martes, 13 de noviembre de 2007

Lugares que emocionan, el Peine del Viento

Los gritos destacaban sobre el ruido de las olas al romper en el acantilado. Al acercarme era cada vez más evidente que se trataba de una pareja que discutía de forma acalorada. Luego, cuando subí los primeros escalones pude verlos. De mediana edad, ambos vestían ropa deportiva y estaban sentados en una de las gradas. No pude saber de qué iba la controversia porque hablaban en euskera de forma que no hice mucho caso y continué hasta la última explanada.

Imagen extraída de Retrospectiva

Mis viajes de trabajo me han traído otra vez a Euskadi. Escribo estas notas desde un banco en la ladera del monte Urgull mientras miro (casi sin ver) la bahía de La Concha y la Isla de Santa Clara. No puedo quitar de mi mente la pareja que no hace más de dos horas discutía, al otro lado de la ciudad, al pie del Igeldo (o Igueldo como se pronuncia en castellano), de forma tan dramática. Confieso que hubo un momento en que llegué a asustarme porque en el lugar desde donde se contempla el conjunto de Chillida llamado El Peine del Viento (al final de Ondarreta) estábamos los tres solos. Empecé a pensar rápidamente qué actitud adoptaría si la discusión se convertía en agresión física entre ellos.

Imagen extraída del blog de Rafa Espada

Como otras veces, desde que lo he descubierto, cuando vengo a Donostia me gusta acercarme a este lugar, ver los hierros retorcidos que Chillida empotró en las rocas e ir comprobando como, poco a poco, el hierro trasmuta en piedra (aunque parezca físicamente imposible) y la piedra, rezumando óxido, se va volviendo hierro. Me encanta el ruido de las olas al romper en el acantilado y sentir la sal del agua cuando la espuma llega a la explanada. Como suele haber muchos turistas me apetece ir a la hora de comer, cuando sé que no hay nadie. Pero hoy el ritual se había roto porque aquella pareja lo estaba pasando realmente mal en aquel sitio que, para mí, era como una especie de paraíso doméstico.


Intenté concentrarme en los hierros y las olas y, de repente, me di cuenta de que no oía gritos. Miré hacia atrás y los ví, uno al lado del otro, la mano derecha de ella cogida a la izquierda del hombre, encima de los agujeros del pavimento donde el ruido de las olas llega de las profundidades y, con cada una, un chorro de aire salobre aparece como un géiser. Oí hasta cuatro veces rugir las olas debajo y, en cada una, el pelo de la mujer, largo y negro, se movía con el aire que salía por los agujeros. Luego se separaron, y sin decir palabra, caminaron hacia Ondarreta, uno a cada lado de la acera.


Me quedé solo, con los hierros de Chillida, las olas y el viento. Entonces no lo pude evitar, me acerqué a los agujeros del pavimento, extendí la mano y esperé a que el agua impulsara el aire para sentir su caricia en la piel. Subía la marea, claro, ya que en caso contrario esto no hubiera pasado. Dicen que cuando hay temporal, la espuma de las olas produce casi un auténtico géiser. Pero yo nunca he conseguido verlo. Luego caminé Ondarreta adelante, pasé el parque de Miramar, seguí por La Concha, me metí por la parte vieja, y luego subí por el lateral del monte Urgull hasta que comprendí que estaba cansado y me senté en el banco desde el que escribo.

Durante todo el camino, que transcurrió casi sin darme cuenta, pensaba una y otra vez en la extraña relación que se produce entre determinados lugares y algunas personas. Es como si el espíritu de algunos sitios trascendiera más allá de las percepciones individuales y adquiriera una extraña autonomía. Percibí claramente (es imposible razonarlo) que el verdadero artista del territorio es capaz de encontrar ese sentido y hacerlo visible a mucha gente. Por supuesto que este sitio era algo especial para Chillida. Pero sin Chillida probablemente no lo hubiera sido ni para mí, ni para la pareja que discutía. Como en el caso de las Quintanas de Santiago tampoco ahora he inventado nada. Me he limitado a mirar y a sentir.

Imagen extraída de Wikimedia

Pienso que, simplemente el hecho de conocer El Peine del Viento merece una visita a Donostia. Para cualquiera. Pero para aquellos que pretenden entender y trabajar el paisaje es imprescindible. Además este lugar no es sólo Chillida. Pienso que es también una de las obras fundamentales del arquitecto Luís Peña Ganchegui (podéis encontrar aquí una entrevista donde explica su relación con Chillida y la génesis y desarrollo de esta obra extraordinaria, incluso su queja sobre el material utilizado como pavimento).

Por la mañana había estado en el ensanche que, probablemente, sea el ejemplo más depurado y bello que nunca se haya realizado de esta forma tan específica de crecimiento urbano, y luego había caminado a lo largo del Urumea hasta llegar al Kursaal. Lo siento, pero esta obra de Moneo sigue sin emocionarme (y eso que es uno de mis arquitectos preferidos) aunque al propio Chillida tampoco le hacía demasiada gracia. Quizás tenga que ver con el "ruido visual" que forma el entorno comercial que ahora le rodea y los grandes carteles anunciando bodas y convenciones o con el hecho de que haya dejado de ser roca para convertirse en casa. Me interesa mucho más la lucha del Urumea con el mar en una desembocadura que los diques y escolleras han convertido en un circo para potenciar la playa de la Zurriola. Detrás, el Kursaal indiferente, relegado a una "segunda línea de mar", ajeno al drama del sitio y rodeado de explanadas sin alma ni objeto.

Foto aérea de Google Earth

Es posible que otro día que vuelva por aquí, probablemente de noche, cuando del lugar sólo quede el ruido de las olas y la humedad salobre, y los cubos de Moneo, (iluminados por ese resplandor interior que aparece en todas las fotos) floten en medio de la nada pueda llegar a emocionarme. Cuando ocurra os lo contaré. Y entonces os hablaré de arquitectura porque hoy sólo quería escribir sobre sitios y emociones.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Áreas perceptivas 3: desambiguación

Un área perceptiva no debe entenderse como una categoría mental, o como parte de la manera en qué aparecen organizadas las ciudades, bien para sus habitantes o para los que la visitan. Es sencillamente un instrumento, una unidad de análisis relativamente consistente que permite estructurar la comprensión del paisaje urbano a partir de los elementos composicionales que lo conforman. De forma que podríamos entender la áreas perceptivas como segmentos socio-espaciales de la trama urbana que llegan a formar una unidad de análisis (no necesariamente homogénea), localizada y asentada sobre un territorio definido y que ayuda a descomponer la complejidad y diversidad del conjunto del espacio urbano. Este concepto así planteado puede ayudar en la toma de decisiones de responsables urbanos, planificadores y proyectistas.

Los ensanches suelen delimitar áreas perceptivas  google sw

Relación con los recorridos

Las relaciones entre recorridos y áreas perceptivas son muy importantes para clarificar el concepto. A continuación, y de forma esquemática, voy a dar algunas indicaciones que pueden ayudar sobre todo, a diferenciarlas de los barrios de Lynch, para quien los recorridos tienen una relativa importancia a la hora de definirlos, o de las unidades vecinales de Perry (mucho más cercanas al concepto tradicional de barrio).

1.-La hipótesis inicial respecto a los recorridos era que unos se comportaban como bordes (limitaban las áreas) y otros lo hacían como travesías (atravesaban las áreas). Esta hipótesis se mantuvo pero en la mayor parte de los casos los recorridos se comportaron como separadores. Es decir, al final resultaron muchos más bordes que travesías. El plano de recorridos que se incluye en la entrada anterior puede dar lugar a error si se relaciona con el de áreas perceptivas ya que, además de las travesías, aparecen dibujados bordes que luego desaparecen por corresponder en realidad a sub-áreas.


2.-Aunque las características físicas y de actividad (morfotipológicas, etc.) de las áreas adyacentes al recorrido fueran similares, si eran poco marcadas éste, según todos los indicadores perceptivos, se comportaba como un borde.


3.-En cambio, si las características físicas y de actividad de las zonas a ambos lados del recorrido resultaban muy parecidas pero eran muy marcadas el recorrido se percibía como una travesía.


4.-Lo normal era que las áreas perceptivas no fueran homogéneas pero sí que la mayor superficie tuviera alguna característica común. Normalmente física (casi siempre morfotipológica, de edad, o de estado de conservación de la edificación) y escasas veces de actividad. Al resto de superficies menores las denominamos enclaves. Casi todas las áreas perceptivas que resultaron al final seguían el patrón de una morfotipología básica con algunos enclaves.


5.-En algún caso el área perceptiva estaba formada por un mosaico de enclaves en cuyo caso se percibía como una nebulosa indiferenciada y el recorrido tendía siempre a comportarse como un borde.



Diferencias con otras unidades

Para terminar este tema me gustaría hacer algunas precisiones que ayudaran, sobre todo, a marcar las diferencias con otros conceptos parecidos:

A) Un área perceptiva no es necesariamente un área homogénea. La mayor parte de las áreas perceptivas no son homogéneas ya que el área perceptiva queda caracterizada, no sólo por el ámbito que encierra sino también por los recorridos que la limitan y por el resto de áreas adyacentes.

B) Un área perceptiva tampoco tiene porque ser un área característica. Algunas de las áreas perceptivas que se han identificado como tales no representan una imagen específica en el repertorio iconográfico del sujeto. En muchos casos aparecen como “nebulosas”, bien porque el sujeto las desconozca enteramente o por el hecho de no contar con elementos dominantes.

C) Un área perceptiva tampoco es un barrio. El concepto tradicional de barrio tiene que ver con la apropiación que el sujeto hace del territorio y con su identificación con éste. Un área perceptiva no está relacionada con la apropiación del territorio por el sujeto, ni tan siquiera con su identificación. Es, sencillamente, una herramienta relacionada con el descriptor mental de una superficie. Es posible que un área perceptiva coincida con un barrio pero será exclusivamente debido a que los valores de tejido y de borde de esa área territorial denominada barrio son muy intensos.

D) Puede ocurrir que existan áreas perceptivas adyacentes con características morfotipológicas idénticas. Ello es debido, en la mayor parte de los casos, a que la potencia de separación del borde es muy superior a la de unión de los elementos comunes de ambas.

Área perceptiva nº 9 del centro de Madrid

De momento dejo aquí la explicación de parte de la categorización paisajística del centro de Madrid. En futuras entradas trataré de incluir más cosas que considere interesantes del trabajo conforme las vayamos publicando en forma impresa. Además, como por otra parte sucede en toda investigación, quedan todavía muchos interrogantes que responder y muchas líneas que trabajar. Espero que, en algún momento, podamos retomar algunas de ellas y seguir avanzando.


Áreas perceptivas 2: delimitación

Dando por buenas las propuestas de Kevin Lynch sobre el mapa mental de la ciudad planteamos un sistema organizado en tres niveles. El primero estaría constituido por una serie de puntos singulares (incluso áreas de pequeñas dimensiones que se comportaran como tales) que básicamente funcionarían como identidades de reconocimiento y, en algunos casos, como símbolos. Luego, en segundo lugar, toda una red de recorridos que unirían entre sí los puntos singulares y que servirían de orientación, garantizando la accesibilidad de las referencias. Y, por último, un tercer nivel que llamaríamos “áreas perceptivas” y que sería el encargado de rellenar los espacios entre recorridos constituyendo el sustrato del paisaje urbano. Entendemos las áreas perceptivas como zonas de nebulosa (imágenes poco precisas) que se sitúan a los lados de los recorridos cuando el sujeto se desplaza de una referencia a otra en la ciudad. Este carácter borroso hace que solamente destaquen algunos de sus rasgos. Incluso puede ocurrir que el sujeto ni tan siquiera se haya adentrado en ellas y su imagen sea la correspondiente a la fachada del recorrido o, como mucho, a lo que ve de las calles transversales.

 Los parques suelen marcar límites a las áreas perceptivas  google sw

Desarrollo del trabajo

Nuestro trabajo comenzó por detectar las referencias. Los mojones (o nudos, según las traducciones) de la propuesta de Lynch no se correspondían exactamente con nuestros puntos singulares ya que también, en parte, los nodos compartían estas características. De forma que los llamamos puntos – ancla ya que su labor básica es de reconocimiento y son los apoyos imprescindibles para que los recorridos sirvan como ejes orientadores. La identificación de estos puntos es básica ya que constituyen los cimientos de todo el entramado mental de la ciudad. Se nos ocurrieron varias técnicas para detectarlos. Utilizamos una mezcla de centralidades y lugares de máxima frecuentación turística (que era la más barata ya que el presupuesto era verdaderamente exiguo).

Puntos - ancla

La detección de los recorridos constituyó la segunda parte del proceso. Los recorridos nos parecían esenciales en la vivencia de la ciudad porque, en realidad son los encargados de organizarla. Permiten orientarse, desplazarse y tener una idea global o de partes importantes de la misma. Su análisis y caracterización resulta determinante, no sólo para mejorar la legibilidad urbana sino para conseguir un funcionamiento más eficiente. Por supuesto que los recorridos dependen esencialmente del medio de transporte. Sin embargo, las diferencias perceptivas entre sistemas de transporte en la calle – corredor (que era en la que estábamos trabajando) convergían de forma muy evidente. Así que estas diferencias se difuminaban hasta casi desaparecer. Esto nos permitió plantear la identificación de recorridos basada en flujos peatonales y de transporte privado y colectivo (excluido el metro cuyas paradas entendíamos que, en todo caso, funcionan como referencias) considerados conjuntamente. Así planteado el tema fue relativamente sencillo determinar las calles de mayor flujo que unían entre sí los puntos – ancla.

Recorridos

Una vez identificados los puntos – ancla y los recorridos sólo quedaba acotar las áreas perceptivas. Esto se hizo dividiendo los recorridos en tramos (entre intersecciones) y realizando una ficha por tramo, tratando de anotar las características perceptivas de lo qué había a cada lado del tramo. Como resultado del análisis de las fichas estábamos ya en condiciones de afirmar si cada tramo se comportaba como un separador o una travesía.

Básicamente un separador tenía “cosas diferentes desde el punto de vista perceptivo” a ambos lados, mientras que una travesía tenía “cosas parecidas”. La verdad es que la detección de estas “cosas diferentes o parecidas desde el punto de vista perceptivo” no fue tan sencilla. El método incluía un análisis morfotipológico de los tejidos, un estudio de su evolución histórica y un estudio basado en las fichas de percepción (que incluía la actividad real que se producía en la zona) realizadas mediante trabajo de campo, tramo a tramo. También se hizo un estudio fotográfico muy elaborado que permitió completar en equipo el análisis perceptivo y que luego posibilitó la validación mediante una encuesta de relación entre fotos realizada a cuarenta participantes. Por último, se grafiaron las áreas perceptivas simplemente dibujando los recorridos que se comportaban como separadores y eliminando las travesías.

Áreas perceptivas

El resultado final fueron 16 áreas que organizaban perceptivamente el centro de Madrid (conjuntamente con puntos – ancla y recorridos). El resultado de la validación fue positivo lo que confirmaba, tanto la existencia de las dieciséis áreas como la metodología adoptada. En realidad el trabajo era una primera aproximación ya que, además de las áreas perceptivas se detectaron sub-áreas y hubiera sido necesario algo más de tiempo (y medios) para saber su carácter y significado.


sábado, 3 de noviembre de 2007

Áreas perceptivas 1: paisaje urbano

Hace ya casi dos años que, junto con el psicólogo ambiental José Antonio Corraliza, terminamos un trabajo para la Oficina del Centro del Ayuntamiento de Madrid sobre áreas paisajísticas. En el trabajo colaboraron también Miguel Ángel Prieto y Julio García Lanza ambos arquitectos, y las estudiantes de arquitectura Marta Sánchez y de psicología Alicia Esteban. Voy a tratar de explicar sus bases fundamentales en esta entrada y en las dos siguientes. En esta primera se argumenta la relación entre área perceptiva y paisaje urbano estudiando los antecedentes. En la segunda se propone una metodología para su delimitación. Y en la tercera se analizan algunos casos particulares y se trata de diferenciar su concepto de otros cercanos tales como áreas homogéneas, características o barrios.

Dibujo de Julio Cano Laso incluido en la portada
del libro Paisaje del Centro Histórico
publicado por el Ayuntamiento de Madrid

El trabajo resultó bastante interesante y divertido porque, además, el encargado de revisarlo por parte del Ayuntamiento fue Antonio Díaz un arquitecto que sabe mucho de paisaje y con el que he trabajado bastante tiempo cuando estuvo como profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Cuento todo esto para decir que éramos amigos y que nos lo pasamos bien haciéndolo. Hasta tal punto que hice personalmente parte del trabajo de campo. Siempre he pensado que cuando se dan estas circunstancias (un grupo que se lleva bien, que trabajan en lo que les gusta, con diferentes puntos de vista y profesiones que permitan el intercambio de ideas) el resultado deja de ser rutinario y aparecen siempre cosas nuevas. También hay que decir que, al final, como estás cómodo haces siempre más trabajo del que te pagan, pero como en este caso era para la administración (que somos todos) no nos importó demasiado.


Está publicado en parte en un libro que editó el Ayuntamiento con motivo de unas Jornadas Técnicas que patrocinó en noviembre del 2005, y se llama El Paisaje del Centro Histórico. Desde mi punto de vista nuestra aportación presentaba conceptos interesantes, métodos nuevos de acercarse al Paisaje Urbano y un intento de diferenciarlo del Paisaje de la Naturaleza. Hace más de un año que entre José Antonio y yo tenemos medio escrito un artículo al respecto pero no somos capaces de terminarlo. Tampoco estoy muy seguro de los cauces de distribución del libro y ante las reiteradas peticiones de compañeros y alumnos, he decidido ir contando aquí en forma resumida aquellos temas que me parezcan más interesantes.

Hoy voy a empezar por el concepto de área perceptiva que entiendo puede ayudar a clarificar un poco el complicado tema de dividir en zonas o áreas de paisaje una ciudad ya que la cuestión de las unidades de paisaje no está resuelto, ni en el medio natural ni en el urbano. En el urbano se suele usar el sistema de escenarios que es muy rudimentario y que, en realidad, utiliza técnicas puramente escenográficas, pero que no ofrece al proyectista una herramienta comprensiva. Además, no permite una visión global que permita entender la organización paisajística de una ciudad.

Basado en un análisis del libro de Frederick Gibberd
Diseño de Núcleos Urbanos, Escenología y Plástica

Otros sistemas utilizan como unidades de paisaje áreas homogéneas con variables de lo más variopinto: desde tipologías urbanísticas o arquitectónicas hasta el proceso histórico o el estado de conservación de los inmuebles. Todas adolecen del mismo problema: el paisaje es, esencialmente, un fenómeno perceptivo y la mayor parte de las variables que se usan, aunque tienen una cierta componente perceptiva, en realidad son elementos abstractos que atienden a prioridades distintas a las perceptivas.

Mapa de Compacidad de Manzanas
Extraído del trabajo que se comenta

La propuesta que se explicará en la entrada siguiente no incluye tan sólo las unidades o áreas perceptivas del paisaje urbano, sino también recorridos (a los que se puede aplicar de forma bastante coherente el sistema de escenarios para su análisis y diseño) y puntos de referencia (que hemos llamado puntos – ancla). Por tanto se trata de un sistema coherente que ayuda a analizar y a proyectar sobre unas bases racionales mínimas.

Hay que entender que este trabajo está realizado para el centro urbano de la ciudad de Madrid y que, por tanto, su validez se circunscribe al centro histórico de la ciudad europea tradicional. Probablemente tenga que ser modificado para adaptarlo a otros tejidos como los del Movimiento Moderno o Ciudad Jardín y, por supuesto, para el de la llamada Ciudad Difusa o Ciudad Fragmentada con el que se están construyendo buena parte de nuestros territorios periféricos.

Los antecedentes

En el año 1960 Kevin Lynch publicó un libro, The Image of the City (por supuesto existe traducción al castellano), en el que pretendía dar respuesta a cómo los ciudadanos organizan la imagen de la ciudad. Desde entonces han transcurrido muchos años pero sus propuestas nunca han sido desmentidas. Desde mi punto de vista el libro es uno de los pilares fundamentales en los que se basa la actual forma de entender el Paisaje Urbano.


Para Kevin Lynch deberían de figurar como atributos esenciales de la imagen en la ciudad: la orientación, el descubrimiento de rutas (localización) y la facilidad de movimiento (desplazamientos). Estos son elementos determinantes en la legibilidad del paisaje urbano y su finalidad es, básicamente, facilitar el reconocimiento de las diferentes partes de la ciudad para organizarlas siguiendo un patrón coherente.

En las representaciones mentales de la ciudad Lynch distingue tres componentes: estructura, identidad y significado. Y como elementos estructurales: sendas, límites, nudos, puntos de referencia y barrios. Basándose en estas ideas, Spreiregen propone una forma de abordar el análisis visual de la ciudad sobre la piedra angular de lo que llama el distrito. Dice:

Toda ciudad está constituida por una serie de partes a las cuales denominamos barrios, distritos, enclaves o sectores, o quizá vecindarios, barriadas o zonas. Resultan perceptibles porque poseen unos rasgos característicos dominantes y profundos. Nuestras imágenes mentales de las ciudades están basadas, en una gran extensión, en la sistematización de estas partes.

Este planteamiento nos podía servir de partida (y de hecho constituyó el arranque de nuestra hipótesis), pero la metodología, basada en una recogida de información prácticamente universal, no parecía la adecuada al fin que nos habíamos propuesto que no era otro que detectar la supuesta existencia de áreas perceptivas en la conformación del patrón mental de la imagen urbana y, no otro tipo de ámbitos como podían ser los funcionales, urbanísticos o administrativos.

Plano de una unidad vecinal
Dibujado por Perry 1929-36

Partimos de la propuesta de Spreiregen para intentar clarificar el significado de área perceptiva y exponer las diferencias con el barrio tradicional o la unidad vecinal de Perry que eran constructos bastante cercanos. Un barrio sólo puede ser percibido por el que vive en él o porque se lo hayan contado. Resulta imprescindible que se haya desarrollado un cierto sentido de apropiación del territorio por parte del individuo o del grupo y que esta apropiación se comparta con otros. De forma que se establecen unos lazos de identidad entre el individuo y el barrio que son esenciales en su definición. Exactamente igual que en la unidad vecinal de Perry (con el agravante en esta última que esta identidad viene forzada por el diseño mismo de la unidad). Esto no pasaba con lo que nosotros entendíamos como áreas perceptivas. Un área perceptiva podía ser sentida como tal, por ejemplo por un turista, sin necesidad de que se hubiera desarrollado ninguna relación de pertenencia compartida (espontánea o forzada) del territorio.

Basado en dos dibujos del libro
La Imagen de la Ciudad de Kevin Lynch

El concepto de barrio de Lynch es el que más se aproximaba a la idea de un área perceptiva. Pero nuestra pretensión era dividir la ciudad en trozos y para Lynch los barrios eran zonas urbanas relativamente grandes a las que el observador puede ingresar con el pensamiento y que tienen cierto carácter en común. Esto le permitía por ejemplo hablar de gradientes en los barrios cosa que se correspondía con el mapa mental de la ciudad pero que no nos servía enteramente para lo que queríamos. Teníamos que poder traducir la estructura mental del barrio a algo más operativo y, en cierta mediada, automático. Además el hecho de que existiera un “carácter común” y su relativa independencia del borde tampoco nos ayudaba demasiado.