viernes, 25 de abril de 2008

Ciudades para las mujeres, ciudades para todos

Estos días han sido para mí particularmente intensos. Tanto que seguramente habré acumulado material para varios artículos del blog. He estado en el tribunal de dos tesis doctorales, una en Sevilla y otra en Las Palmas. También (en Madrid) en la presentación del libro Arquitectura del siglo XXI: más allá de Kioto que resume las Jornadas organizadas en marzo de 2006 por el grupo IAU+S del que formamos parte varios profesores de la Escuela de Arquitectura de Madrid. Y, por último, en Barcelona, en la jornada El disseny de l’espai públic: ciutats més segures per a la vida quotidiana organizada por el Área de Infraestructuras, Urbanismo y Vivienda, la Oficina Técnica de Cooperación y la Oficina de Promoción de Políticas de Igualdad Mujer-Hombre del Área de Igualdad y Ciudadanía de la Diputación de Barcelona. Por su inmediatez (estoy en el AVE, saliendo de la estación de Sans de vuelta a Madrid) voy a empezar por la jornada de Barcelona, que se celebró en el Centro Francesca Bonnemaison. Este centro se creó para fomentar la participación de las mujeres en todos los ámbitos, impulsar las políticas de igualdad de oportunidades y promover los derechos de las mujeres. Ya puede comprenderse, por tanto, que aunque la Jornada llevara por título “El diseño del espacio público: ciudades más seguras para la vida cotidiana” en realidad no trataba sólo de analizar cómo conseguir ciudades más seguras para todos, sino también averiguar, desde una óptica feminista, de qué manera el diseño urbano podía ayudar a eliminar las diferencias de género en la utilización de dicho espacio.

Imágenes de Pobles de Catalunya

El programa (que junto a las ponencias podéis encontrar aquí) estaba dividido en tres bloques. El primero dedicado a la percepción de la seguridad y la inseguridad del espacio público. El segundo llevaba por título Repensar el Espacio Público. Y el tercero era un intercambio de experiencias y buenas prácticas. El formato de los dos últimos era el de mesas con ponencias y el primero era un diálogo entre María Naredo y yo mismo sobre una serie de temas que previamente habíamos acordado entre los dos. Los que sigáis este blog probablemente sabréis que una de las cuestiones a las que últimamente dedico más tiempo de trabajo es acerca de la seguridad en el espacio público. Aunque en mi caso personal llegué al diseño seguro a través del Paisaje Urbano, en realidad en el origen de todos estos estudios están las organizaciones feministas. Hoy, por tanto, es como si me hubiera reencontrado con los orígenes de mi obsesión actual. Y, efectivamente, la sensación que he tenido después de la Jornada fue la de un plácido reencuentro.


O no tan plácido. Porque, en realidad, al recapitular sobre lo escuchado a lo largo de unas horas bastantes intensas y después de relacionarlo con mis trabajos sobre el tema, comprendí hasta que punto mi postura acerca de la seguridad era superficial y poco comprometida. A continuación voy a fijarme tan sólo en tres aspectos que, o bien por lo que han supuesto de descubrimiento o por su potencial de sugestión para animar a realizar investigaciones, pienso que es interesante que conozcáis (sobre todo los más jóvenes, porque en vuestras manos, y más todavía en procesos que son largos, están las posibilidades de cambio).

La Ciudad Prohibida

No sé si las diferentes ponentes eran conscientes de ello, pero casi todas repetían de una u otra forma que determinadas partes de la ciudad les estaban prohibidas. No mediante barreras físicas o semióticas, sino que la inseguridad convertía áreas de esta ciudad en una geografía limitada para la mujer. Esta limitación es muy evidente cuando hay, por ejemplo, una minusvalía física y el minusválido tiene que desplazarse en una silla de ruedas. También, por supuesto, determinadas áreas son ciudad prohibida para algunos ciudadanos sean hombres o mujeres. Pero el hecho diferencial ocurre cuando una mujer tiene que atravesar un pasadizo subterráneo, o recoger el coche en un aparcamiento a ciertas horas, o cruzar una zona de parque. Determinadas áreas urbanas que los hombres usan aparentemente sin temor son cuidadosamente evitadas por las mujeres (cuando pueden evitarlas).


Las razones son varias pero quizás la más objetiva sea que hombres y mujeres son blancos diferentes para el delincuente (o para el simple gamberro). Es posible que determinados delitos como robos, hurtos o atracos se realicen de forma indiscriminada e independiente del sexo, pero otros como los de naturaleza sexual no. Hay, por tanto, razones objetivas para que una mujer se sienta más vulnerable que un hombre en determinados lugares que favorecen el delito de oportunidad. Y, por tanto, que se planteen como objetivo específico que estos lugares dejen de ser inseguros. De ahí el interés de los colectivos feministas por el diseño urbano seguro.

Imagen de Funky Projects

Este título de la Ciudad Prohibida lo he tomando de un proyecto del área de Igualdad del ayuntamiento de Basauri llamado “Mapa de la Ciudad Prohibida para las Mujeres” que pretendía, en realidad, realizar una campaña de sensibilización. Para ello, según nos explicó Juana Aranguren, decidieron señalar en un mapa los puntos peligrosos, zonas de difícil acceso, etc., de la ciudad de Basauri y luego distribuirlo masivamente. El proyecto primitivo era del año 1996, pero luego se hizo en otras poblaciones como Hernani, Ermua o Rentería. Un año después se hizo también algo parecido en Donostia con un seminario y un foro (que todavía sigue funcionando). Más allá de su interés como campaña de sensibilización, el titulo de La Ciudad Prohibida como metáfora encierra muchas posibilidades para la labor de investigación. La sugerencia de que la seguridad reduce la geografía de la ciudad para determinados colectivos y, en concreto, para la mujer plantea de inmediato un montón de preguntas sin respuesta.


Es evidente que estamos hablando de inseguridad subjetiva. Esta inseguridad subjetiva es la que fuerza a que las mujeres eviten determinadas zonas. Increíblemente esto trae consigo que los índices de criminalidad de estos lugares sean más altos para los hombres que para las mujeres. Pero, claro, es que ellas los evitan. Y un ciudadano por el hecho de ser mujer no debería estar discriminado a la hora de usar su ciudad. Por supuesto que al hablar de ciudad prohibida no me estoy refiriendo a importantes áreas de la ciudad (aunque también podría ser) sino más bien a pasadizos, aceras, rincones, aparcamientos subterráneos, parques, ascensores públicos o accesos a viviendas.

Procedimientos sustitutivos

De los múltiples temas que se plantearon en las jornadas otro de los que me llamó la atención y que me gustaría transmitiros a los que no habéis podido asistir (Lola, siento que no hayas estado) fue la denuncia del intento de solucionar determinados problemas por la vía de hacer lo mismo que hacen los hombres mal. Uno de los ejemplos más claros fue la mención al transporte público. La denuncia de la discriminación en los transportes públicos también es una de las más antiguas en el urbanismo visto en clave feminista. La inadecuación de los vehículos, de las paradas, de la propia estructura del sistema de transporte (en palabras de una de las ponentes, diseñado para varones, sanos, de treinta años) hace que, tradicionalmente, su uso le plantee a la mujer bastantes problemas.

Imagen de Skyscrapercity

La verdad es que ya desde el año 1999 era consciente de estas dificultades respecto al transporte público ya que en ese año fui seleccionado como experto por el Ministerio de Fomento para proponer las Buenas Prácticas que irían al concurso de Dubai. Una de las que seleccionamos y que luego sería calificada como Best en el concurso se llamaba “Perspectiva de género en el plan de transporte comarcal en Pamplona”. A la actividad se incorporaron más de 300 mujeres y el resultado fue la introducción de modificaciones en las líneas, recorridos, frecuencias, sistemas de pago, establecimiento de líneas rápidas, nuevas paradas, etc., aunque no consiguió resolver los problemas de seguridad y tampoco se introdujeron las medidas reclamadas en el diseño de los autobuses. A ese mismo concurso de Dubai se presentó otra práctica, también calificada como Best sobre la Integración de la perspectiva de género en el transporte público de Montreal que consiguió que se implantase el servicio “entre dos paradas” destinado exclusivamente a mujeres (que durante el horario nocturno podían bajarse en lugares diferentes a las paradas oficiales). Desde entonces ya han pasado algunos años y las encuestas parece que indican una cierta disminución de las desigualdades en este aspecto.


El problema es que esta disminución de las desigualdades no viene de la adecuación del sistema a las necesidades de las mujeres, sino más bien del cambio del transporte público al privado que están haciendo. Tradicionalmente siempre han utilizado el transporte público más que los hombres (a pesar de que este haya sido diseñado para un varón, sano, de treinta años), pero en lugar de seguir haciéndolo ya que es lo correcto desde el punto de vista ambiental y sostenible, han decidido seguir el camino de abandonarlo por el automóvil. Y esto está pasando también en otras áreas donde se observan desigualdades. En alguna de las ponencias se denunciaba esta “solución” como falsa. En realidad como una huida hacia el mundo masculino. Lo he titulado Procedimientos Sustitutivos ya que, en realidad, la cuestión que originaba la desigualdad no se había corregido.

El espacio privado como origen de la violencia

El tercer tema que me gustaría tratar, no porque esté demasiado de acuerdo con la hipótesis de partida, sino más bien por la gran cantidad de sugerencias y preguntas que es capaz de generar, se refiere a la relación entre los espacios público y privado respecto al tema de la violencia. Es importante porque una de las formas más tópicas de entender la seguridad es como ausencia de violencia, tanto física como psíquica. En evidente que en el concepto de seguridad intervienen otros factores además de la violencia (algunos muy importantes como la tendencia a la reducción de la diversidad social) pero la ausencia de violencia sería la condición necesaria, aunque no suficiente, para aceptar que un espacio sea mínimamente seguro.


Varias de las ponentes insistieron en la hipótesis de que el origen de la violencia en el espacio público está, en cierta medida, en el espacio privado. Dicho así, claro, parece evidente, pero lo que se quería sugerir es que los conflictos que se crean en el espacio privado estallan luego en el espacio público. Desde este punto de vista poco podemos hacer tomando medidas ambientales en las calles, plazas o jardines, ya que, en realidad, estas medidas no sirven ante conflictos que se generan en otros ámbitos.

Imagen para venta de pisos
De
Inmobiliaria Manzanares

En todos los casos esta aseveración se planteó como hipótesis y no creo que nadie esté todavía en condiciones de confirmarla. Además, desde mi punto de vista, añade ruido y complicaciones a la cuestión que se debatía que era cómo el diseño urbano influía en la seguridad (objetiva o subjetiva) en general y, en particular, en la seguridad de las mujeres. Sin embargo el interés de este planteamiento reside en su potencial. Y el potencial está en las relaciones que normalmente nunca se establecen entre espacio público y espacio privado desde el punto de vista del diseño seguro. Por ejemplo, es una afirmación bastante corriente entre los urbanistas es que una de las causas más importantes de la debilidad de nuestros espacios públicos en el momento actual está en las tipologías arquitectónicas, que tienden a encerrar toda la vida comunitaria de relación en los patios privados de manzana.

El espacio privado como espacio público
Vicálvaro, Madrid

Estos patios privados de manzana, verdaderos nichos sociales de relaciones entre iguales, vacían de funciones y contenido los espacios comunitarios tradicionales que se convierten en simples infraestructuras de paso. Esta relación entre espacios privados y públicos está eliminando la necesidad, como dice Bauman, de una educación cívica en valores de urbanidad, ahora no necesarios ya que se han eliminado las relaciones entre desiguales. Esta perdida de educación en valores de urbanidad está, por ejemplo, haciendo muy complicado que pueda mantenerse como válido el principio de “vigilancia natural” y está haciendo que aumente de forma exponencial la incomprensión (que deriva muchas veces en violencia) ante “el otro” sea o no marginal cuando el funcionamiento de la ciudad nos pone enfrente a los que no son de “los nuestros”. Bueno, una interesante jornada que me ha permitido repensar en claves diferentes algunos de los temas sobre los que estoy trabajando.


sábado, 19 de abril de 2008

Un artículo reciente de Ulrich Beck

Desde que he leído el artículo de Beck que luego voy a comentar, he estado dudando sobre si debía o no escribir esta entrada del blog. Ello es debido a que no quiero de ninguna forma que este medio de comunicación con los alumnos y conocidos se convierta en un instrumento de confrontación ideológica y mucho menos política. Sin embargo se empiezan a producir en diversos sectores signos de inversión de lo que parece “políticamente correcto” respecto a cuestiones como la sostenibilidad (todavía no muy preocupantes) pero que merecen ser tenidos en cuenta y esto me ha animado a hacerlo. Las ilustraciones de la entrada las he tomado del trabajo “Documentación gráfica sobre sostenibilidad” que prepararon Rafael Córdoba y Agustín Hernández para la biblioteca “Ciudades para un futuro más sostenible”. Pinchando en las que os interesen pueden verse a un tamaño mayor.

Consumo doméstico de agua en Europa e India

Sostenibilidad dura y economía blanda

Hasta hace unos meses el discurso sobre la sostenibilidad (que primero fue ecodesarrollo y luego desarrollo sostenible) parecía seguir un proceso ascendente y entró a formar parte de la jerga política al uso, e incluso empezaba a calar socialmente. A ello ayudaba no poco la bonanza económica y el hecho de que sus propuestas parecían inocuas, sobre todo porque frecuentemente se confundían con las ambientales (medio ambientales que así se llamaba el Ministerio ahora compartido después de la remodelación del último gobierno de España).

El hecho es que vengo notando en los foros en los que últimamente me muevo (que son bastante diversos) dos rasgos preocupantes. El primero es un cierto cansancio por parte de sus defensores, que vemos como una y otra vez nuestras propuestas de reducción de huella ecológica chocan con la realidad de una sociedad opulenta, conformista y derrochadora. Una y otra vez esta sociedad que dice estar muy a favor de tomar medidas acerca del cambio climático y de la reducción de la biodiversidad sólo acepta aquellas que le benefician directamente en forma de mejora de “su” medio ambiente aunque sea a costa del empeoramiento del medio ambiente de “los otros”. De forma que esta aceptación hipócrita de las limitaciones que deberían imponerse y la realidad de las efectivamente asumidas van haciendo mella en las voluntades más férreas.

Consumo de agua para regar jardines

Casi era preferible antes cuando nadie nos hacía caso y éramos una especie de proscritos agoreros que “predicábamos” estupideces. Ahora nos llaman a que vayamos a todas partes y contemos como es la realidad global y el cambio que se ha producido hace tan sólo unos años. Todo el mundo dice que sí pero, en la práctica, nadie hace nada. Bueno, no hay que ser tan negativo: digamos que se hace muy poco. Cuando contamos que la huella ecológica de la Tierra ha superado la superficie de la Tierra desde los años ochenta del pasado siglo y que, por tanto, no es posible consumir más Tierra la sociedad asiente convencida de que es así. Pero pretenden que todo siga igual. Cuando le decimos que sólo hay dos vías para que una sociedad específica se desarrolle: o bien que sea más eficiente en su funcionamiento o que crezca a costa de otros, asienten convencidos de que tal aserto no va con ellos.

CO2 según sectores productivos

El otro rasgo es que, ha pesar de no hacer nada al respecto, parte de esta sociedad empieza a decir que la culpa de que las cosas no funcionen (cuando empiezan a no funcionar) es de estas cosas que se supone que se han hecho pero que, en realidad, no se han hecho. Esta especie de trabalenguas es que para decir que ahora resulta que la culpa de que una sociedad (o una ciudad, o un país) no se desarrolle es de las medidas que se toman para hacer que esa sociedad, esa ciudad o ese país sean “sostenibles”. El problema es que esas medidas en buena parte de los casos sencillamente no han existido. Como máximo se han tomado medidas ambientales para que esa sociedad, esa ciudad o ese país viva más confortablemente. Y eso no es sostenibilidad, ni dura ni blanda. En muchos casos incluso aumenta la huella ecológica siendo, por tanto, una medida de insostenibilidad.

Emisiones de gases efecto invernadero

Ejemplos hay muchos. El pasado día 13 el catedrático de Política Económica de Barcelona Antón Costas escribía un artículo en El País titulado “¿Qué le pasa a Barcelona?” No dudo que su análisis sea correcto sobre otros factores acerca de los cuales me siento menos seguro, pero no estoy demasiado de acuerdo con el párrafo:

“Además, a Barcelona le han perjudicado las falsas ideas de la izquierda socialista y verde sobre el crecimiento, las infraestructuras y el medio ambiente. La creencia de que se puede mejorar el bienestar y el crecimiento sin impactar en el medio ambiente. Que para asegurar las necesidades de Barcelona no hacían falta nuevas infraestructuras, sino que bastaba con mejorar la eficiencia en el uso del agua, la electricidad, o la movilidad. Este pensamiento posiblemente estuvo influido por la perdida de impulso y de población que sufrió Barcelona en los ochenta. Pero cuando volvió el crecimiento y la población volvió a aumentar, esas falsas ideas bloquearon la acción.”

Emisiones de CO2

Independientemente de que esas “falsas ideas” sobre el crecimiento, las infraestructuras y el medio ambiente pienso que no deberían ser patrimonio de la “izquierda socialista y verde”, ni de la derecha, ni de ningún partido político en especial, sino de una sociedad entera que se enfrenta a un reto nuevo en la historia de la humanidad, me quedé con la impresión después de leerlo de que el ideal de nuestras sociedades se pretende que sea el modelo de consumo por el consumo y el desarrollo ilimitado. Efectivamente, con unos valores sociales que hacen equivalentes calidad de vida y consumo energético resulta imprescindible consumir más para tener más calidad de vida. Visto así el aumento de la eficiencia del sistema es, sencillamente, una memez. ¿Para qué aumentar la eficiencia del sistema si aumentándola reducimos el consumo, es decir reducimos nuestra calidad de vida? La segunda cuestión (sobre la que no voy a entrar) es que me gustaría conocer ejemplos de estas mejoras en “la eficiencia en el uso del agua, la electricidad, o la movilidad” para constatar si, efectivamente, estas mejoras en la eficiencia fueron suficientes o no y en qué se aplicaron. Y si es culpa de estas mejoras en la eficiencia el hecho de que Barcelona parece que tenga algún problema (cosa también discutible).

De la fe en el mercado a la fe en el Estado

Estas tendencias hipócritas de nuestra sociedad ya fueron reflejadas por Ulrich Beck en el libro “La sociedad del riesgo” comentado en otra entrada de este blog y que considero básico para entender el sustrato profundo de la modernidad. Pues bien, Ulrich Beck ha publicado el pasado día 15 un artículo en el diario El País titulado “De la fe en el mercado a la fe en el Estado” que complementa los planteamientos que hizo en “La sociedad del riesgo”. Aunque recomiendo su lectura íntegra (he puesto el enlace embebido en el título del artículo, basta pinchar dos líneas arriba) no me resisto a copiar algunos párrafos que, por su evidencia, son contundentes.

Indicadores de desarrollo humano

“Primer acto de la obra La sociedad del riesgo global: Chernóbil. Segundo acto: la amenaza de la catástrofe climática. Tercer acto: el 11-S. Y en el cuarto acto se abre el telón: los riesgos financieros globales. Entran en escena los neoliberales del núcleo duro, quienes ante el peligro se han convertido de repente desde la fe en el mercado a la fe en el Estado. Ahora rezan, mendigan y suplican para ganarse la misericordia de aquellas intervenciones del Estado y de las donaciones multimillonarias de los contribuyentes que, mientras brotaban los beneficios, consideraban obra del diablo. Qué exquisita sería esa comedia de los conversos que se interpreta hoy en la escena mundial si no tuviera el resabio amargo de la realidad. Porque no son los trabajadores, ni los socialdemócratas o los comunistas, ni los pobres o los beneficiarios de las ayudas sociales quienes reclaman la intervención del Estado para salvar a la economía de sí misma: son los jefes de bancos y los altos directivos de la economía mundial.”

Cambio térmico escenario B2

Aquellos que sigáis este blog con una cierta continuidad estaréis al tanto que uno de los postulados de la sostenibilidad es que el ajuste se puede producir sin intervención. Es decir que el mundo no entrará en colapso como dicen los agoreros o los catastrofistas. Según algunos sectores (liberales) no hay que preocuparse, si lo dejamos se ajustará sólo. Cuando la huella ecológica de la Tierra y las reservas acumuladas a lo largo de milenios no puedan soportar el consumo de la Humanidad, el consumo bajará. El problema, por supuesto, no está ahí. El problema es sobre quién recaerá el coste de este ajuste. Algunos pensamos que no sobre las clases más desfavorecidas (ya que no se les puede despojar de lo que no tienen) sino sobre las clases que tienen algo. De forma que se ajuste se producirá no por disminución del consumo de los que más consumen sino elevando la línea que marca el índice de pobreza.

“Como se ha demostrado con la "crisis asiática", además de la "crisis rusa" y la "crisis argentina", y ahora también con los primeros síntomas de la "crisis americana", los primeros afectados por las catástrofes financieras son las clases medias. Olas de bancarrotas y de desempleo han sacudido estas regiones. Los inversores occidentales y los comentaristas en general observan las "crisis financieras" solamente bajo la perspectiva de las posibles amenazas para los mercados financieros. Pero las crisis financieras globales no pueden "encasillarse" dentro del subsistema económico, como tampoco las crisis ecológicas globales, ya que tienden más bien a generar convulsiones sociales y a desencadenar riesgos o colapsos políticos”.

Cuando llegan las vacas flacas es la hora de blindarse. La Tierra como objeto a consumir es finita y limitada. Si la única solución para seguir aumentando el consumo es a costa de los otros (aunque los otros apenas tengan para subsistir) pues se lo quitamos y ya está.

Niveles de degradación del suelo

Desde mi punto de vista en este articulo se destapan no las contradicciones (al fin y la cabo la contradicciones aparecen debidas a posiciones de buena fe) sino las hipocresías y las mentiras de un sistema que, además, no sabe mentir bien. En algún comentario a una entrada anterior se decía algo así como “zapatero a tus zapatos” “arquitecto a tus arquitecturas” “economista a tus economías”, etc. Tanto Beck como Bauman denuncian algo que ya comienza a ser un clamor: el aparato técnico – científico – burocrático se ha alejado hasta tal punto de la sociedad que piensa que puede engañarla impunemente. O por lo menos que puede manipularla adecuadamente. Claro que también puede suceder que las islas separadas en que se han convertido los saberes especializados impidan ver una realidad que es global y que los zapateros sólo sepan ver en clave de zapatos, los arquitectos en clave de arquitecturas y los economistas en clave de economía, perdiendo la visión real de las cosas. Es decir, que los que formamos parte de este aparato estemos engañándonos a nosotros mismos.


sábado, 12 de abril de 2008

Lugares mágicos: el Albaicín

A veces, compartir percepciones crea paisajes comunes. Pero no siempre es necesaria esta comunicación. Ya os he contado en otras entradas del blog la relación que, en ocasiones, se establece entre determinados lugares y las vivencias personales. De forma que en la apreciación del paisaje intervienen de forma notoria procesos básicamente subjetivos que condicionan la contemplación de un sitio en especial. Lo más asombroso es que, en ocasiones, y a pesar del condicionamiento que producen estos procesos subjetivos, una multitud de personas esté de acuerdo en que aquel lugar “tiene algo especial”, “es mágico”, “es bello”, “emociona”. Según el teorema de Arrow es imposible definir la felicidad colectiva a partir de una colección de felicidades individuales, y sin embargo esta coincidencia de apreciaciones existe respecto a estos sitios, no solamente por parte de diferentes personas de distintas culturas sino también a lo largo de las generaciones. O en el transcurso del desarrollo personal de cada uno de nosotros.

El Albaicín, de inforjardin

La única explicación que puedo encontrar es que la potencia evocadora del lugar desencadena, ante su contemplación, emociones que se sobreponen a las biografías personales. Esto es lo que me parece que pasa, por ejemplo, con el Albaicín. Esta semana he estado en Granada en un curso de la Escuela Superior de Gobierno Local, que la Unión Iberoamericana de Municipalistas convoca cada año, y claro está, me dí un paseo por este barrio extraordinario. Se trata de una especie de rito que, regularmente, realizo cuando voy a Granada. Esta vez me costó trabajo porque llovía a mares y no apetecía demasiado salir del hotel y ponerse a caminar bajo el aguacero. Afortunadamente vencí la pereza porque a los cinco minutos la lluvia casi dejo de caer. De cualquier forma, o es que tengo muy mala suerte (o muy buena) o es que en Granada llueve más que en Santiago de Compostela, porque buena parte de las veces que he estado ha llovido (y he estado unas cuantas veces).

La Alcazaba y el Albaicín, de GranadaHomestay

No conozco a casi nadie a quien no le parezca mágico este sitio. Normalmente el turista acude a Granada atraído por la fama de La Alhambra y el Generalife. Pero cuando se asoma al río desde la Alcazaba o desde la Torre del Peinador de la Reina y divisa la otra ladera de la vaguada del Darro se percata de que, en realidad, no ha visto Granada. Ascendiendo por la pendiente, el caserío apretado y retorcido, con los blancos de la cal iluminando los verdes de los cármenes, subiendo desde la calle Elvira hasta San Nicolás, parece gritar que es necesario completar la visita.


Desde el 15 de diciembre de 1994 el turista ya va más prevenido porque desde entonces el conjunto de “Alhambra, Generalife y Albaicín” ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y ya se sabe, es como cinco estrellas en la Guía Michelín. De forma que, convenientemente asesorados, los norteamericanos, japoneses, chilenos o alemanes, deciden internarse en el proceloso mar ignoto de callejas y callejones. Eso sí, provistos de los correspondientes planos (que pronto comprenden son parcialmente inútiles) y tratando de evitar algunas zonas como la Calderería por si los robos.

Carmen de la Victoria, de la colección de Francisco Javier

Un año tuve la suerte de estar alojado en uno de los cármenes, el Carmen de la Victoria que cuando fui era, en parte, residencia de profesores (supongo que ahora seguirá igual). En la época musulmana, cuando los cristianos llegaron a Granada, aquellos que eran más ricos, construyeron en el emplazamiento de algunas de las casas existentes una serie de palacetes con jardines cercados que los moriscos llamaron karm nombre que luego se transformó en carmen. De forma que las pequeñas plazas, las antiguas mezquitas transformadas en iglesias, las cuestas y calles retorcidas, las pequeñas casitas (algunas de las cuales aparecen rematadas con pequeños miradores o áticos) y los cármenes, constituyen el sustrato urbano de El Albaicín.

Mercadillo de los sábados en la Plaza Larga, de vivagranada.com

Sin embargo, mientras escribo comprendo que la descripción que estoy haciendo es incompleta. En realidad, lo que más me asombró cuando subí por primera vez por sus laderas fue la sensación de estar en un pueblo. Esa sensación de mi infancia que perdí cuando mi familia se trasladó a vivir a Madrid la reencontré en sus calles y en sus plazas. Pero sobre todo en sus habitantes. El hecho de encontrar un auténtico pueblo separado de la ciudad, pero en la ciudad, me resultó personalmente gratificante. Ahora estoy en la Plaza Larga y no hay prácticamente nadie. Los árboles y los bancos chorrean agua y tan sólo tres turistas canadienses jubilados, recubiertos por plásticos de todos los colores me acompañan en esta extraña soledad del barrio.

Mirador de San Nicolás, de la colección de Francisco Javier

Aunque mire y vuelva a mirar una y otra vez La Alhambra desde cualquiera de los miradores del Albaicín no termino de cansarme de hacerlo. Ahora estoy en el de San Nicolás y los tonos grises de las nubes, los colores obscuros y brillantes de las piedras mojadas no dan fe de que aquello que tengo enfrente sea la colina roja. Me he olvidado la cámara de fotos en el hotel de forma no voy a tener más remedio que ilustrar esta entrada con vistas conseguidas en Internet. Es decir, con un sol esplendoroso y al atardecer que es cuando se hacen las fotos. Pero es lo mismo. Probablemente casi todos los españoles que me lean tendrán estas imágenes en su recuerdo y, para ellos, ni tan siquiera habría sido necesario añadir ilustraciones porque habrán procurado ir en un día soleado de invierno con algunas nubes en el cielo a eso de la caída del sol para ver la colina roja en todo su esplendor con el fondo nevado de la sierra.


En mi anterior visita a Granada, hace sólo unos meses, la situación era muy distinta. No llovía, hacía buen tiempo y el Albaicín estaba repleto de gente que, hasta el momento, no tenía asociada en mi mente con este barrio. Más o menos turistas ha habido siempre, pero pienso que ya forman parte sustancial de este paisaje urbano. Es gente, en general, que llega, consume algo y se va. Espectadores transitorios de los que sabemos podríamos borrar de nuestras fotos sin que pasara nada. Pero últimamente hay gente nueva. En mis tiempos los llamaríamos hippies (que por cierto, parece que es como les llaman los habitantes del barrio) que se dedican sobre todo a vivir su vida. Hippies, claro, los hay de todos tipos y no se puede generalizar. Pero es obvio que los habitantes tradicionales no lo eran. Además este cambio en la estructura social del barrio ha venido acompañada de signos inequívocos de degradación (aunque también siempre ha habido en el barrio una cierta dosis de degradación). Todos estos temas los están trabajando dos grupos de proyectos de la Escuela de Arquitectura de Granada de donde he sacado las cuatro fotografías que siguen.

Imagen de citywiki

Las pintadas en muchos lugares del Albaicín aparecen como algo ajeno a la cultura tradicional de pueblo. Lo mismo que la marginalidad urbana, la degradación del caserío o el fenómeno de los okupas. Es como si el pueblo que siempre ha sido se hubiera urbanizado de pronto. Porque los okupas o los hippies no se pueden borrar de la foto como los turistas. Han venido a quedarse (por lo menos una temporada). Ciertamente han rejuvenecido la envejecida pirámide de población del barrio pero para aquellos que creemos en la identidad cultural e histórica de los pueblos, en la necesidad de que existen cuando más culturas mejor, se trata de una pequeña catástrofe. Es verdad que mi mirada es exterior (para mí el Albaicín es un paisaje, no una escena urbana en la que tenga un rol diferente al de viajero) y que, posiblemente, sea una simple impresión. A lo mejor estoy equivocado.

Imagen de citywiki

Pero lo que más me asusta no es este cambio social que se está produciendo. Sino que las autoridades a golpe de dinero, de plan y de decreto, pretendan arreglarlo. Siempre que sucede algo así me echo a temblar. No es que ni tan siquiera insinúe que pueda tratarse de una operación especulativa, aunque el ochenta por ciento de las operaciones de rehabilitación y saneamiento de barrios y cascos lo sean. Es que está más que demostrado que, a menos que este tipo de reformas se hagan con un cuidado exquisito, siempre terminan con la población de toda la vida desplazada, con redes sociales que han tardado años en crearse desechas y con identidades culturales eliminadas para siempre.

Imagen de citywiki

Todo esto lo digo porque la Asociación de Vecinos del Bajo Albaicín y Ciudadanos por Granada están denunciando “la presión inmobiliaria y especulativa existente en la zona, la inseguridad, la suciedad, la falta de equipamientos y espacios públicos y el tráfico.” Asimismo se refieren a “la lamentable actitud de las administraciones que mantienen el patrimonio en condiciones precarias, año tras año, y día tras día, con pintadas que se extienden a monumentos de hace mil años, como el alminar de San José, las murallas de Granada, el palacio de Dalahorra, o cualquier otro monumento, fuente, o fachada del barrio”. También se refieren a las obras prometidas y nunca realizadas. Comprendo esta petición de actuación urgente pero, por las experiencias que conozco, recomendaría a las asociaciones de vecinos que se anduvieran con tiento y que conservaran en todo momento el control del proceso porque, en caso contrario, peligrará su supervivencia como vecinos de ese barrio ya que, probablemente, serán sustituidos no precisamente por hippies sino por personas de mayor capacidad económica.

Imagen de citywiki

Como muestra de algo que es real como la vida misma incluyo un comentario a la noticia anterior de otro diario correspondiente a un lector llamado Juan María que dice textualmente lo siguiente: “A mi madre los asustaviejas consiguieron echarla de la Calle Elvira, aunque como mal menor pudo obtener una indemnización en el juzgado. El mal mayor es la perdida de personalidad del Albaicín y sus barrios aledaños, donde la población tradicional ha sido expulsada en beneficio de extranjeros con nivel adquisitivo que conseguirán que a no mucho tardar el Albaicín se convierta algo parecido a Torre del Mar o a algunos pueblos alicantinos. El Albaicín se muere irremediablemente mientras sus vecinos de siempre siguen siendo expulsados por la especulación…” Otro llamado Miguel piensa que casi es mejor que no se haga nada: “Pues a mi me parece que el barrio esta como siempre ha estado, y es esa mezcla de decadencia y dejadez lo que lo hace único y especial. Mejor que no "actúen sobre el" y lo dejen tal y como está.”


Así las cosas casi prefiero que al Ayuntamiento no le concedan los diez millones de euros que ha solicitado a la Unión Europea para modernizar el barrio con tal de que no se cumpla el titular de la noticia de GranadaHoy.com: “El despegue del Albaicín pasa por la UE”, sin saber previamente en qué consiste este despegue. Porque el despegue suele consistir en que “salen disparados” los habitantes tradicionales siendo sustituidos por otros “de mayor capacidad adquisitiva”. A pesar de todo soy optimista y espero equivocarme en el análisis ya que mis apreciaciones son ciertamente externas y limitadas. Además, en cualquier caso, los lugares mágicos son capaces de sobrevivir a los especuladores, a los políticos, a los ricos y hasta a los propios hippies.


domingo, 6 de abril de 2008

El jardín vertical de CaixaForum Madrid

En la entrada sobre los aburridos túneles de la m-30 (ahora calle 30) una comentarista me preguntaba sobre qué cosas veía en Madrid que hicieran interesante vivir en esta ciudad. La noche de ayer estuve caminando por una de esas cosas interesantes: el paseo del Prado. Como tantas vías principales de Madrid en principio era un arroyo, el arroyo de Valnegral que, después de una gran reforma promovida por el Conde de Aranda en 1763 se convirtió en el llamado Salón del Prado.

Imagen extraída de La Druida

En el momento actual es objeto de una cierta polémica por una importante reforma se pretende realizar en este gran paseo. La reforma que, probablemente conoce todo el mundo porque ha saltado hasta a la prensa del corazón, se basa en un proyecto de Hernández de León, Siza y Terán, que está modificándose de forma casi permanente. Que si ahora los árboles por aquí. Que si ahora la circulación por allá... Sin embargo, ya tal y como está ahora, sin más cambios, se trata de uno de esos lugares extraordinarios que se pueden encontrar en pocas ciudades del mundo. Y no lo es sólo por su belleza, por los árboles o por la generosidad de sus edificios y su viario. Lo es también por la increíble concentración de cultura que se produce en muy pocos metros cuadros. Supongo que aquí la señora Michel, la portera autodidacta protagonista del libro de Muriel Barbery que acabo de leer (se llama La elegancia del erizo y es una de las mejores novelas que han caído en mis manos últimamente), sería feliz.


Cuando alguien que no lo conoce viene a Madrid y me pregunta sobre qué parte de la ciudad no puede dejar de visitar, mi respuesta es siempre la misma: el Paseo del Prado. Casi al lado uno del otro están la remozada estación de Atocha, el museo Reina Sofía, el Thyssen, el museo del Prado, el Jardín Botánico, el Palacio del Comunicaciones (hoy sede del Ayuntamiento), las estatuas de Cibeles y Neptuno, y un sinfín de edificios y sedes de muy alto interés.

Imagen de Urbanity (cc: Daquella Manera)

Desde hace unos meses se ha añadido a la lista el centro cultural CaixaForum instalado en un magnífico (y muy complicado de resolver) edificio de que se debe a Herzog & De Meuron. Pero hoy no voy a hablar de este edificio, ni del polémico proyecto de reforma del paseo, ni tan siquiera de la ampliación del museo del Prado y de la controvertida obra del claustro de los Jerónimos de Moneo, hoy voy a escribir sobre una pared medianera. La medianera que el botánico, y sin embargo artista (para entender la ironía ver los últimos comentarios de la entrada sobre la m-30) Patrick Blanc ha llenado de naturaleza. Puede rastrearse algo de lo que piensa Patrick en esta entrevista (lo siento, está en inglés).

Imagen de 20 minutos

Yo pensaba que ya había visto de todo en lo que a medianerías se refiere. Decoradas con todo tipo de pinturas y trampantojos, con enormes carteles publicitarios, recubiertas de fibrocemento ondulado, de conchas marinas (las mejores son la de vieira, la de mejillones no me gustan nada quedan muy oscuras), tapadas con grandes banderas pontificias para recibir al Papa, incluso encaladas y decoradas con cientos de macetas rebosantes de geranios (cuando todavía existían geranios en este país). Pero debo confesar que no había visto nunca una medianera convertida en jardín. Evidentemente lo que más se le aproxima son las macetas, pero esto es otra cosa.

Imagen de Urbanity (cc: laurenatclemson)

Tampoco la idea de los llamados jardines verticales (vertical garden en la literatura anglosajona, mur vegetal en la francesa) es nueva. En diversos lugares del mundo se han creado muros verticales con plantas, generalmente en soportes cerámicos, como el caso de Pierre Burg, creador del espace Buffon o utilizando otros inventos como el musgo de Chiloe o sphagnum de Chile (sphaigne du chili en francés, aquí podéis encontrar fotos de algunos ejemplos). Existen bastantes empresas en todo el mundo que se dedican a construir este tipo de revestimientos verticales vegetales. Por ejemplo GreenWall Australia, Green Fortune o Garden Design Gallery.

Fonderie Darling imagen de ELT Easy Green

Pero lo que si es nueva es la utilización del jardín vertical como un medio de expresión artística más. Patrick Blanc dice que su obra no es un jardín puesto que no se puede pasear por ella, sino mas bien una pintura mural realizada con elementos vegetales. En realidad, esta forma de concebir el jardín tuvo repercusión pública a partir del proyecto de Jean Nouvel para el Museo del quai Branly, en París. El museo está situado cerca de la torre Eiffel y se trata de un complejo de varios edificios dedicados a las culturas indígenas de Asia, África, América y Oceanía.

El museo del quai Branly imagen de BBC News

En el proyecto se incluía un jardín vertical diseñado y plantado por Patrick, en el llamado edificio Branly dedicado a dependencias administrativas (aunque cuenta también con una sala de cine y otra de reuniones). Se trata de 800 m2 de muro con 15.000 plantas de 150 especies. Su autor todavía no tenía totalmente perfeccionado el sistema porque la pared tiene problemas en algunos sitios.

El edificio administrativo con el jardín vertical
Imágenes de
arquitopía y greenroofs

La medianera del Paseo del Prado con 460 m2 y 15.000 plantas de 250 especies es el mayor jardín vertical sin huecos que ha construído hasta ahora. La estructura metálica que soporta el muro va ligeramente separada del edificio para crear una cámara de aire y para conseguir una barrera al crecimiento de las raíces sobre la pared medianera. Sobre esta estructura, una lámina plástica y una capa de fieltro de poliamida. En total un grosor de cerca de un metro. La longitud son diecinueve metros y la altura veinticuatro. A pesar de lo que pueda parecer no se trata de una instalación muy pesada (unos 30 kg por m2).

A la derecha la estructura de soporte
Imagen de
Urbanity

Según datos de la Caixa, entre las plantas utilizadas pueden destacarse: “Lonicera nitida, Yucca filamentosa, Cistus purpureus, Cedrus deodora, Pilosella aurantiaca, Dianthus deltoides, Arenaria montana, Cornus sanguinea, Lonicera pileata, Sedum alpestre, Campanula takesimana, Bergenia cordifolia y Garrya eliptica. Muchas de ellas son autoctonas, como el arbusto caducifolio Cornus sanguinea (cornejo rojo); otras son foráneas, pero se adaptan bien al clima de Madrid, como la Bergenia cordifolia, comúnmente conocida como hortensia o begoña o col de invierno, propia de Siberia y Mongolia”.

Las plantas empiezan su crecimiento
Imagen de
Urbanity

Patrick Blanc ha patentado sus “murs vegetaux” y, aunque en la literatura oficial se destaca que se trata de un magnífico aislante térmico, y se incide en sus cualidades ecológicas como sumidero de CO2, los medios ecologistas no parecen muy de acuerdo en la utilización masiva del PVC se hace en el muro. Aunque no se dice nada del PVC en la descripción del muro que hace la Caixa, en la propia página web de Patrick se puede leer que “sur le cadre métallique, on rivète la plaque de PVC expansé de 10 millimètres d’épaisseur, qui garantit l’étanchéité ainsi que la rigidité et l’homogeneité de la surface a végétaliser”. No parece que la cantidad de PVC utilizada vaya a causar muchos problemas ambientales pero el reproche es, más bien, desde el punto de vista del “efecto demostración” en un producto de presume de ecológico.

Imagen de Photobucket

La capa de riego es una hoja de poliamida de 3 mm de espesor que se inserta en el PVC. Es sobre este fieltro imputrescible con gran poder de capilaridad y retención de agua sobre el que se desarrollan las plantas. El riego se efectúa mediante un tubo perforado colocado en la parte superior del muro. La distribución del agua y de la solución nutritiva se hace mediante unas electroválvulas programadas. Se trata, por tanto, de un cultivo hidropónico. Pero algo debió de fallar en el muro de Madrid porque ya se ha secado una vez y ha sido necesario rehacerlo en parte.

La plantación ya bastante desarrollada
Imagen de
Quiero ser Galerista de Arte

Acerca de los reproches “ecológicos” al muro se podrían analizar otras alternativas. Por ejemplo, al comienzo he mencionado la utilización del sphagnum de Chile como soporte. Algunos dicen que sería mucho menos dañino. Sin embargo, el sphagnum o musgo de las turberas es el elemento básico de un ecosistema que aunque no es demasiado frágil, su extracción descontrolada puede producir graves problemas. Si alguien está interesado en conocer algo más puede encontrar un estudio del Pompoñ (es como se llama en la isla de Chiloé) en la publicación Antecedentes sobre la importancia de las turberas y el Pompoñ en la isla de Chiloé donde, en su tercera parte se dan recomendaciones sobre su manejo. Aquellos interesados pueden encontrar información comercial (incluso precios) aquí.

Pared jardín con una base de Sphagnum
Imagen de
GardenBreizh

Independientemente de la polémica ecológica (que además supongo podría resolverse con relativa facilidad sustituyendo el PVC) la idea es magnífica y el resultado es muy positivo. Claro está, no se trata de llenar toda la ciudad de jardines verticales porque el jardín, en general, como producto antrópico que es, no parece un elemento urbano demasiado “sostenible” (aunque más que otros), y no conviene abusar. Sin embargo, la introducción de la naturaleza en lugares anómalos, y una pared vertical es una lugar anómalo para una plantación, representa un elemento de sorpresa en la ciudad consolidada que hace falta en muchos sitios para animar la escena urbana.


Ya en otra entrada expliqué las diferencias que entiendo existen entre paisaje urbano y escena urbana, pero este es un ejemplo muy claro de cómo un paisaje urbano puede animar una escena urbana. Porque los escenarios de nuestras ciudades, los espacios donde desarrollan sus roles los ciudadanos, necesitan toda la animación posible venga de donde venga, para que no se conviertan en simples lugares cuya única función sea la de transitar. Y la función de contemplar (que es la generada por un paisaje, sea urbano o natural) puede ayudar a conseguirlo. De hecho, ayer cuando pasé cerca de las doce de la noche, era el único lugar animado del Paseo con gente que se paraba a mirarlo, jóvenes que hacían fotos con sus móviles e incluso un grupo de fanáticos del skateboard deslizándose con sus tablas.


Es posible que, de momento, este interés se deba sólo a la novedad pero también es posible que le acabemos cogiendo cariño, lo mismo que les pasa a los visitantes del Guggenheim con el Puppy de Jeff Koons. El hecho de que se trate de elementos vegetales con su ciclo de nacimiento, vida y muerte, entiendo que ayuda bastante a romper la dureza y geometría que siempre conllevan las obras de arquitectura.


La opción radical de la Humanidad de separarse definitivamente de la Naturaleza y recluirse en ciudades (áreas de territorio sobre las que tiene un mayor control a costa, claro está, de un mayor consumo) trajo consigo una paralela necesidad de contacto con esa parte de su entorno perdida para siempre. El uso de árboles y plantas en nuestras ciudades puede aliviarla en parte, sin necesidad de desplazarnos a veces cientos de kilómetros para acudir a su encuentro. De alguna manera, introduciendo naturaleza en la ciudad estamos ayudando a que sea más sostenible, o por lo menos a que los ciudadanos se sientan más cómodos.