Hoy os voy a hablar de un libro que tiene ya unos cuantos años pero que, desde mi punto de vista, permanece perfectamente vigente: “Meditación de la técnica” de José Ortega y Gasset. Y, además (puesto que la ciudad es una de las obras cumbres de la técnica humana) perfectamente aplicable al debate: medio antropizado versus naturaleza que, hoy, tiene tanta importancia. Las imágenes tratan de hacer un recorrido por lo que llamo "la invención de la ciudad", uno de los artilugios técnicos más sofisticados que ha creado la Humanidad. Están extraídas de los apuntes de clase que suministro a los alumnos y algunas hace ya tanto tiempo que las tengo que les he perdido la pista a sus orígenes. De ahí que no ponga la procedencia de las mismas.
En realidad, más que un libro es un curso, que Ortega impartió en la inauguración de la Universidad de Verano de Santander en 1933. Dice en el “Prólogo” que, tal y como fueron pronunciadas estas lecciones, así aparecieron en La Nación de Buenos Aires, troceadas en artículos dominicales. En realidad Ortega no pensaba publicarlas en un libro porque las lecciones (según su opinión) no estaban acabadas pero: “veo que los editores fraudulentos de Chile recortaban de ‘La Nación’ estas informales prosas y formaban con ellas volúmenes. En vista de lo cual he decidido hacer concurrencia a esos piratas del Pacífico y cometer el fraude de publicar yo estos libros suyos, que son míos”.
Este “Prólogo” lo firma Ortega en Buenos Aires el 27 de octubre de 1939. Como podéis observar la cuestión de la piratería (a pesar de que así nos lo quieren hacer ver en estos tiempos) no es sólo algo relativo a Internet. No querría entrar ahora en esas procelosas aguas pero, hoy como ayer, el problema no es el del acceso a la cultura por todos (incluso por lo que no tienen) sino el aprovechamiento comercial que de dicha cultura hacen algunos, bien sean editores en algunos casos o piratas en otros.
La “Introducción” es, sencillamente, espectacular: “sin la técnica, el hombre no existiría ni habría existido nunca”. Es ese su resumen del curso. Una sólo línea para poner a los alumnos en situación de aprender y con la mente abierta a la discusión y la confrontación de ideas. Luego habla de lo que debería ser una lección: “Una lección es una peripecia de fuerte dramatismo para el que la da y para los que la reciben. Cuando no es eso no es una lección sino otra cosa –tal vez un crimen- porque es una hora perdida y la vida es tiempo limitado y perder un trozo de él es matar vida, practicar asesinato blanco”. Y de la situación de la Universidad en aquellos momentos (estamos en 1933 pero, ¿a qué os suena toda esta cantinela en el 2008?): “Como en la Universidad actual –y conste que no me refiero sólo a la española- las lecciones no suelen ser eso que he llamado peripecia quiere decirse que la Universidad es un lugar de crimen permanente e impune”.
Luego, página a página, se va desarrollando el curso. Probablemente no se corresponda con las teorías más geniales y pulidas de Ortega, pero ya sabéis que me gusta traer al blog libros con capacidad de despertar interés, con potencialidad para generar ideas y producir controversia. Siempre que termino de leerlo (que conste que lo he leído muchas veces desde que era estudiante de arquitectura) siento envidia por aquellos que tuvieron la suerte de ser sus alumnos. Voy a utilizar muchos párrafos extraídos directamente de la publicación, porque en el caso de Ortega esto se puede hacer fácilmente, a pesar de que utiliza demasiado el término “hombre” para referirse a los hombres y a las mujeres. Parece que no, pero el lenguaje no sexista empieza a notarse y se nos hace raro (por lo menos a mí) esta insistencia en hablar del “hombre”, en lugar de “la Humanidad” del “ser humano” o de “los hombres y las mujeres”.
Ejemplos de esta potencialidad de generar ideas se encuentran en casi todas las páginas. Por ejemplo, en la lección II se puede leer: “La técnica es lo contrario de la adaptación del sujeto al medio, puesto que es la adaptación del medio al sujeto. Esto ya bastaría para hacernos sospechar que se trata de un movimiento en dirección inversa a todos los biológicos. Esta reacción contra su entorno, este no resignarse contentándose con lo que el mundo es, es lo específico del hombre. Por eso, aún estudiado zoológicamente, se reconoce su presencia cuando se encuentra la naturaleza deformada; por ejemplo, cuando se encuentran piedras labradas, con pulimento o sin él, es decir, utensilios. Un hombre sin técnica, es decir, sin reacción contra el medio, no es un hombre”.
Luego sigue una parte argumental en la que concluye que: “El hombre no tiene empeño alguno por estar en el mundo. En lo que tiene empeño es en estar bien. Solo esto le parece necesario y todo lo demás es necesidad solo en la medida en que haga posible el bienestar. Por tanto, para el hombre solo es necesario lo objetivamente superfluo. Esto se juzgará paradójico, pero es la pura verdad. Las necesidades biológicamente objetivas no son, por sí, necesidades para él. Cuando se encuentra atenido a ellas se niega a satisfacerlas y prefiere sucumbir”.
Todo ello para llegar a: “La técnica es la producción de lo superfluo: hoy y en la época paleolítica. Es, ciertamente, el medio para satisfacer las necesidades humanas; ahora podemos aceptar esta fórmula que ayer rechazábamos, porque ahora sabemos que las necesidades humanas son objetivamente superfluas y que solo se convierten en necesidades para quien necesita el bienestar y para quien vivir es, esencialmente, vivir bien. He aquí porque el animal es atécnico: se contenta con vivir y con lo objetivamente necesario para el simple existir”.
Luego analiza como la técnica es “sobremanera inestable”, ya que depende de cual sea en cada momento la idea de bienestar que tenga el hombre. También el hecho de que “disminuye, a veces casi elimina, el esfuerzo impuesto por la circunstancia (naturaleza, entorno)”. Para ello reforma su circunstancia y la obliga a adaptar formas nuevas que le favorecen. La pregunta es inmediata: ¿A dónde va a parar ese esfuerzo ahorrado y que queda vacante? A partir de la pregunta Ortega empieza a pensar sobre la esencia del ser humano en relación con la técnica y los actos técnicos. Os dejo con la intriga de la respuesta (hasta que os leáis el libro). Entiendo que fundamental para tener algún criterio sobre las prioridades reales en un momento especial como el que estamos viviendo.
También nos describe las tres etapas de la evolución de la técnica: la técnica del azar, la técnica del artesano y la técnica del técnico. En la primera, la técnica del azar, la Humanidad no es consciente de lo que puede hacer: “el hombre primitivo ignora su propia técnica como tal técnica; no se da cuenta de que, entre sus capacidades, hay una especialísima que le permite reformar la naturaleza en el sentido de sus deseos”. En esta etapa la invención le aparece al hombre como una propiedad más de la naturaleza, y el invento surge, no porque se busque, sino casi debido al azar. Ortega dice que “esas invenciones obedecen al cálculo de probabilidades”.
Al hablar de la tercera etapa (el momento en el que estamos) el instrumento del artesano ha sido sustituido por la máquina y se ha producido ya la radical separación entre el técnico y el obrero que todavía eran la misma cosa en la segunda fase. Esto ha conducido, según Ortega, a la “proliferación sin par de la planta humana”: “Hecho tal solo podía acontecer cuando el hombre había llegado a interponer entre la naturaleza y él una zona de pura creación técnica tan espesa y profunda que vino a constituir una sobrenaturalaza”. En el mundo actual la Humanidad no puede elegir “está irremediablemente adscrito a esta (se refiere a la capa de creación técnica) y colocado en ella como el hombre primitivo en su entorno natural”.
El peligro de esta situación es que el primer paisaje artificial que encuentra el hombre es tan tupido que oculta la naturaleza primaria que hay detrás, y entonces puede tender a creer que: “Todo aquello está ahí por sí mismo: que el automóvil y la aspirina no son cosas que hay que fabricar, sino cosas, como la piedra o la planta, que son dadas al hombre sin previo esfuerzo de este. Es decir, que puede llegar a perder la conciencia de la técnica y de las condiciones, por ejemplo, morales en que esta se produce, volviendo, como el primitivo, a no ver en ella sino dones naturales que se tienen y no reclaman esforzado sostenimiento”. Además, el hecho de que la técnica, aparentemente, produzca la conciencia de que la Humanidad no está limitada por nada contribuye de forma determinante a que no sepa ya quien es, porque al hallarse, en principio, “capaz de ser todo lo imaginable, ya no sabe qué es lo que efectivamente es”.
Como podéis comprender se trata de un libro (un curso) extraordinario, que nos permite entender la relación entre la urbanización y la naturaleza en clave bastante distinta a los tópicos habituales del “buen salvaje” y la “madre naturaleza” a que nos tienen acostumbrados tantos ecologistas románticos (hablaba en un artículo anterior del malvado ecologista). Y es que uno de los hechos técnicos más importantes que ha inventado la Humanidad a lo largo de su devenir ha sido la ciudad. La ciudad, analizada a luz de las palabra de Ortega adquiere una dimensión nueva, un sentido distinto al habitual. Una vez leído este libro ya no es tan sencillo pensar en la urbanización como una anomalía extraña al hombre, como un invento pernicioso que destruye el mundo idílico y bondadoso de la naturaleza.
La ciudad probablemente sea el objeto más genuinamente humano que podamos encontrar. Y lo es en tanto en cuanto deforma y modifica la naturaleza para adaptarla a sus necesidades de forma muy notoria. Necesidades que son, esencialmente superfluas, y por las que merece la pena vivir. Estas frases dichas de esta forma (es decir, sacadas de contexto) pueden parecer absurdas pero os aseguro que después de seguir el hilo del discurso de Ortega os parecerán normales. Incluso me atrevería a decir que, en el fondo, es lo que todos pensamos de forma más o menos explícita. Es problema al que nos enfrentamos es el pecado de soberbia: llegar al convencimiento de que, después de todo lo que ha sido capaz de hacer, la Humanidad no está limitada por nada. Porque este ser (el ser humano) capaz de casi todo, está diluyendo su identidad en una sobrenaturalaza tan potente que le impide ver aquella primera capa que posibilita todo: la naturaleza. Ese es el gran peligro que denunciaba Ortega en 1933 y que hoy nos amenaza de una forma muy determinante y explícita en uno de los momentos de máximo apogeo de la técnica. Que lo disfrutéis.
sábado, 31 de mayo de 2008
sábado, 24 de mayo de 2008
Indicadores de sostenibilidad urbana
La agrupación de Arquitectos Urbanistas del Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana ha organizando un curso llamado “El futuro del urbanismo” a cuya primera jornada fui invitado el pasado jueves. Mi ponencia se titulaba “Urbanismo sostenible, el estado de nuestros territorios” (algunos de cuyos temas trataré de comentarlos en el blog cuando pueda). En la segunda parte de la mañana le correspondió a Salvador Rueda hablar sobre el “Diseño de la Ciudad del Futuro”. Salvador y yo solemos vernos con frecuencia en este tipo de actos y siempre me gusta asistir a sus conferencias para mantenerme al día de su actividad y esta vez también lo hice. Me hubiera gustado quedarme a la sesión de la tarde en la que estaba prevista una exposición de Josep Mª Llop-Torné sobre las ciudades intermedias y una mesa redonda acerca la forma de medir la sostenibilidad económica pero, por desgracia, tuve que volver a Madrid porque a la mañana siguiente me esperaba mi trabajo en la Escuela de Arquitectura.
En este artículo querría tratar algunos temas que surgieron en la charla de Salvador Rueda y luego, en la comida que tuvimos posteriormente. Aunque pueda extrañar que un biólogo (y psicólogo) como él hable del “Diseño de la Ciudad del Futuro” cuando la palabra “diseño” aplicada a la ciudad parece más propia de un arquitecto, y que un arquitecto (y licenciado en derecho) como yo, lo haga con el estado de nuestros territorios cuando una parte muy importante de las cuestiones territoriales tienen que ver con el “medio natural” y, por tanto, aparentemente sean más propias de un biólogo, es sintomático de lo que está pasando en el campo del urbanismo y la ordenación del territorio. Afortunadamente parece que las barreras entre profesiones, competencias profesionales y campos del conocimiento, empiezan a caer porque sólo desde visiones holísticas y comprensivas se puede abordar un tema complejo como es el de la urbanización. No se si esta afortunada disposición de títulos de las ponencias y profesiones de los ponentes en la sesión de la mañana habrá sido buscada por Rafael Durá y Jesús Quesada, organizadores del curso, o habrá sido el resultado de la casualidad (creo poco en las casualidades). En cualquier caso fue una demostración práctica de cómo empiezan a confluir miradas de procedencias aparentemente distintas sobre el mismo objeto.
Aunque ya conocía el “Plan Especial de Indicadores de Sostenibilidad Ambiental de la Actividad Urbanística de Sevilla”, el ver aplicados estos indicadores a un planeamiento real comparando dos alternativas distintas resultó bastante esclarecedor. Por desgracia no cuento con el material de este “ejercicio” (vamos a llamarlo así), por otra parte bastante duro (sobre todo para el equipo redactor del plan real), así que me centraré en algunos aspectos de los indicadores.
Este sistema de indicadores ha sido redactado por la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona que dirige Salvador Rueda y se trata de un documento de un altísimo interés porque permite cuantificar la sostenibilidad, por ejemplo, de un plan de urbanismo. Por fin nos encontramos ante números. Los números (y los conceptos que están detrás) podrán ahora criticarse, modificarse, añadirse, negarse o ampliarse. Pero ya tenemos un documento sobre el que discutir y sobre el que trabajar. Podéis bajaros las diferentes partes del documento en .pdf de aquí.
El sistema de indicadores (de los que luego hablaré) se basa en conseguir una ciudad compacta, que garantice la diversidad, que reduzca al mínimo los impactos sobre los ciclos de materia y energía y que propicie la creación de entornos que permitan la cohesión social de sus habitantes. Así dicho suena casi a música celestial. La cuestión es cómo convertir esta música celestial en números. Para lo cual debemos de tener claro como formalizar estos números. Para hacerlo se establecen en el documento siete ámbitos distintos: morfología, espacio público y movilidad, complejidad urbana, metabolismo, biodiversidad, cohesión social y función guía de la sostenibilidad.
Morfología
Os aconsejo que leáis el trabajo y estudiéis cuidadosamente los indicadores. Ahora sólo comentaré algunos de los que considero de más interés, para que os ayuden a entender un poco el fondo y la forma de la propuesta global. Por ejemplo, para medir el ámbito de la morfología se recurre a tres: la densidad edificatoria y las compacidades absoluta y corregida.
Voy a centrarme sobre la densidad edificatoria ya que se trata de una de las cuestiones más discutidas de la historia del urbanismo desde que Parker y Unwin propusieron las 12 viviendas por acre (30 viviendas por hectárea) para el tejido de la ciudad jardín. En el documento se mide sobre una malla de 100x100 metros, y el índice es el tópico de número de viviendas dividido por la superficie total. Pues bien, la propuesta es de una densidad mínima edificatoria de 45 viviendas por hectárea, y la recomendable de 60. Se supone que el equipo de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona ha estudiado una serie de tejidos compactos y ha llegado a estos números. De hecho, en la explicación de este indicador se incluyen algunos ejemplos de tejidos: de casco histórico, de edificación suburbana, de manzana cerrada y de edificación abierta.
Comparando la propuesta con la de alguna legislación en la que se establecen máximos y mínimos de densidad, como el Reglamento de Urbanismo de Castilla y León, vemos que en esta norma del año 2004 se diferencia entre municipios mayores de 20.000 habitantes (con densidades máxima de 70 y mínima de 40 viviendas por hectárea) y menores (50 y 20 respectivamente). Este tipo de diferencias en función del tamaño del área urbanizado parecen pertinentes y probablemente si el indicador propuesto para Sevilla se utilizara para otro sitio distinto habría que adaptarlo convenientemente.
Espacio público y movilidad
En este apartado se proponen quince indicadores que van desde la prohibición de condominios cerrados hasta las reservas de espacios de estacionamiento para bicicletas. En este caso me voy a detener en uno de los indicadores que miden el confort térmico de los espacios exteriores porque llevo trabajando en este tema hace más de veinticinco años y me interesa bastante saber qué se mide. El indicador se llama “Potencial de habitabilidad térmica en espacios urbanos”. Según el documento: “Sirve para identificar el porcentaje del tiempo de uso útil del espacio público en el que una persona se encuentra en condiciones críticas, tolerantes o de confort en términos de confort térmico en función de las características de los materiales, la configuración espacial y las condiciones del microclima”. El valor de referencia es de más del 50% de las horas útiles, garantizando al menos una franja horaria de confort diario de tres horas consecutivas.
Supongo que estos datos estarán adaptados al clima de Sevilla pero, la verdad es que me parece complicado que se pueda llegar a determinar casi exclusivamente, como se propone, en función de las condiciones geométricas de la calle sin partir tan siquiera de una simple carta bioclimática. Probablemente estaría de acuerdo con el indicador (sobre todo si midiera el porcentaje de tiempo que se puede usar el espacio público en condiciones de confort) pero tengo serias dudas respecto al método de cálculo.
Complejidad urbana
A la complejidad el documento le dedica cinco indicadores: complejidad urbana, reparto entre actividad y residencia, superficie mínima de los locales, proporción de actividades de proximidad, diversidad de actividades y proporción de actividades densas en conocimiento. De todos ellos me interesa especialmente el primero, no sólo porque es desde siempre uno de los ejes de la sostenibilidad para Salvador Rueda, sino por motivos personales.
Y es que la fórmula que se utiliza para medir la complejidad es la de Shannon basada en las probabilidades. Esa misma fórmula la utilicé en el año 1976 para medir la entropía producida en diferentes sectores de la estructura urbana de Madrid. Ese trabajo lo presenté como Tesis para obtener el título de Técnico Urbanista del Instituto de Estudios de Administración Local. Tesis que ese mismo año recibió un premio de investigación. Sin embargo (y a pesar de haber recibido un premio que apareció en el BOE ese mismo año) no conseguí publicarlo hasta el año 1998. Podéis bajaros el trabajo titulado “Cálculo de la entropía producida en diversas zonas de Madrid” aquí, ya que es el número 10 de los Cuadernos de Investigación Urbanística. Así, además, para aquellos que no los conozcáis os pongo en contacto con esta colección que ya lleva más de cincuenta números (ahora convertida en revista) y cuya finalidad es difundir, gratuitamente y en castellano, trabajos de investigación relacionados con el urbanismo. Su promoción corre ahora a cargo de una Red de más de veinte universidades latinoamericanas que también actúan como revisoras de los trabajos.
Aunque la finalidad de la fórmula de la sumatoria de la probabilidad multiplicada por el logaritmo en base dos de la probabilidad no es la misma en mi trabajo que en los indicadores que comento, las bases conceptuales sí lo son: la teoría de la información o de la comunicación (según los autores). La verdad es que no tengo muy claro que sea, realmente, una medida de la complejidad (por supuesto que lo es de la diversidad ya que mide probabilidades) pero a Salvador y su equipo les parece que si y supongo que tendrán sus razones. Un día tendremos que discutirlo. En cualquier caso, lo que medí en el año 1976 fue la cantidad de información producida por la estructura urbana en diferentes sectores de la ciudad de Madrid, que según Wiener y Shannon es la entropía cambiada de signo (negantropía).
En realidad, aunque por cuestiones de registro del trabajo (era una tesis de diplomados) en el título se menciona la palabra estructura, lo que de verdad medí fue la entropía producida por una serie de características de la trama urbana, casi todas referidas al viario, porque mi intención más que llegar a unos resultados era probar una metodología. Aunque llegué a unos resultados, claro. Como anécdota voy a transcribir los bits de entropía obtenidos para las nueve variables consideradas, por áreas ya clasificadas desde la menor a la mayor entropía producida:
1,24 bits - Barrio de Salamanca
3,78 bits - Ciudad Lineal
3,98 bits - Lavapiés
4,40 bits - Calle Mayor
4,44 bits - Palomeras
4,59 bits - Puerta de Moros
Puede advertirse como va creciendo la entropía conforme la estructura urbana es “menos planificada” o “más histórica”. Hay que exceptuar el caso de Palomeras pero es que la Palomeras analizada era, en aquellos momentos, un barrio de infraviviendas de Madrid. La estructura en malla cuadriculada del Barrio de Salamanca se destaca notablemente del resto. Esto indica, evidentemente, que las condiciones de organización (estructura superpuesta al caos) son muy fuertes en esta zona. La pregunta sería ¿es esta también una medida de la complejidad? Tengo serias dudas porque entiendo que en la complejidad no interviene sólo la diversidad de elementos sino, y básicamente, las conexiones entre ellos que no se consideran de ninguna forma en la fórmula de Shannon.
Metabolismo urbano
Para medir el metabolismo urbano se usan ocho indicadores tales como los residuos sólidos urbanos, la autosuficiencia hídrica o el nivel sonoro. Querría señalar algunos puntos respecto a la Autogeneración Energética de las Viviendas que es el primero de los indicadores. Para este indicador se diferencian dos tipologías arquitectónicas: edificios unifamiliares y plurifamiliares. Para esta última se distinguen entre aquellos que llegan a las cinco plantas de viviendas (baja más cinco de vivienda) y los que las superan. Los condiciones de autogeneración que se consideran para edificios colectivos son los siguientes:
Cuota de agua caliente sanitaria del 70 % a partir de energía solar.
Cuota de calefacción del 40 % a partir de energía solar.
Cuota de frío del 60 % a partir de energía solar.
Cuota de 100 % para elementos comunes a partir de fotovoltaica.
Y en los unifamiliares:
Cuota de agua caliente sanitaria del 70 % a partir de energía solar.
Cuota de calefacción del 40 % a partir de energía solar.
Cuota del 100 % para iluminación a partir de fotovoltaica.
Se supone que hasta las cinco plantas de viviendas existe suficiente superficie de azotea para cumplir los requisitos solares de autogeneración y que, a partir de las cinco plantas se tendrán que “compensar en un Banco de Energías Renovables, de titularidad pública y con carácter finalista, es decir, las ganancias producidas por el banco deberán invertirse o aplicarse en el desarrollo de las energías renovables o en los servicios públicos municipales con consumo energético”.
Es evidente que el modelo requiere una notable depuración respecto a las tipologías arquitectónicas consideradas que, entiendo, debían haberse pensado por ejemplo en función de las condiciones climáticas (Víctor Olgyay, por ejemplo, ya propuso una clasificación basada en estos criterios hace ya muchos años).
Biodiversidad
Los indicadores relacionados con el aumento de la biodiversidad intentan medir la relación de los ciudadanos con la naturaleza. Aunque aparentemente no parecen indicadores de sostenibilidad, si lo son de forma indirecta al intentar que esta relación se produzca en la ciudad y sus habitantes no tengan que desplazarse “huyendo” de la misma. Me gustaría detenerme en el Índice de Permeabilidad porque también se trata de otro tópico recurrente en la literatura (por ejemplo, en los trabajos de Sukopp y Werner) y que ha sido objeto de no pocas discusiones.
En la propuesta de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona se distinguen cuatro tipos de superficies: permeables, semipermeables, impermeables no edificadas e impermeables edificadas. Aunque luego en el análisis gráfico se distinguen hasta seis tipos distintos que se afectan por un factor. En general me parece interesante que se distinga entre diferentes tipos y que no quede reducido todo a la dicotomía permeable-impermeable. Una vez determinado el índice de permeabilidad multiplicando la superficie de cada tipo por su factor correspondiente, sumándolas todas y dividiendo por la superficie total en una malla de 200x200 metros, se propone que, por lo menos, se reserve un 30% de suelo permeable en áreas con un grado de edificabilidad superior al 50%. Si repasamos la literatura encontramos variaciones entre 20% y el 50% de suelo permeable como necesario en función, básicamente, del clima (que determina la evapotranspiración potencial) y de las condiciones de confort.
Cohesión social y función guía
Respecto a la cohesión social se usan sólo dos indicadores: mezcla de rentas en la edificación residencial y acceso a equipamientos y servicios básicos. Por último, la función guía de la sostenibilidad utiliza un único indicador: la eficiencia del sistema urbano. Pensaba que al hablar de la eficiencia del sistema urbano se referían a la relación entre consumo y satisfacción o felicidad del ciudadano, pero no. Se trata de la relación entre el consumo de energía primaria y la complejidad del sistema.
Bien, hoy he escrito un artículo duro de leer y supongo que, para muchos, aburrido y tedioso. Sin embargo se trata de una cuestión muy importante. Durante años hemos estado planteando las bases teóricas de algo nuevo que ha irrumpido de forma inesperada en la historia de la Humanidad y que ya nos afecta de forma decisiva. Se le puede llamar de muchas formas (límites del crecimiento, sostenibilidad, etc.) pero resulta imprescindible contar con ello. Casi no hemos tenido tiempo de centrar sus parámetros fundamentales pero aquellos para los que nada cambia nos exigen continuamente números y más números. Como si los números, en general, no significaran una utilización perversa de los conceptos y de las ideas (quizás por eso mismo los necesitan: para utilizarlos según sus intereses). La introducción de la huella ecológica significó un avance considerable en el proceso de cuantificación y permitió introducir de forma didáctico-numérica la sostenibilidad (y, sobre todo, la medida de la globalidad del nuevo modelo) en la cultura de muchas personas.
Pero en el campo más técnico estamos necesitados de dar respuesta a las peticiones de los profesionales que demandan rutinas y metodologías seguras y contrastadas, que les permitan saber si sus proyectos se encaminan en la dirección adecuada. En arquitectura, por ejemplo, ya existen sistemas que nos permiten medir la eficiencia energética de un edificio de forma bastante aceptable. Pero en el urbanismo todo es más complicado, ya que se trata de un tema transversal que abarca muchos campos, complejo e indeterminado en muchos de sus aspectos. Por eso los momentos en que aparecen propuestas como la que hoy he comentado son momentos felices para los que nos dedicamos a estas cuestiones. Y deberían serlo también para todos en general.
En este artículo querría tratar algunos temas que surgieron en la charla de Salvador Rueda y luego, en la comida que tuvimos posteriormente. Aunque pueda extrañar que un biólogo (y psicólogo) como él hable del “Diseño de la Ciudad del Futuro” cuando la palabra “diseño” aplicada a la ciudad parece más propia de un arquitecto, y que un arquitecto (y licenciado en derecho) como yo, lo haga con el estado de nuestros territorios cuando una parte muy importante de las cuestiones territoriales tienen que ver con el “medio natural” y, por tanto, aparentemente sean más propias de un biólogo, es sintomático de lo que está pasando en el campo del urbanismo y la ordenación del territorio. Afortunadamente parece que las barreras entre profesiones, competencias profesionales y campos del conocimiento, empiezan a caer porque sólo desde visiones holísticas y comprensivas se puede abordar un tema complejo como es el de la urbanización. No se si esta afortunada disposición de títulos de las ponencias y profesiones de los ponentes en la sesión de la mañana habrá sido buscada por Rafael Durá y Jesús Quesada, organizadores del curso, o habrá sido el resultado de la casualidad (creo poco en las casualidades). En cualquier caso fue una demostración práctica de cómo empiezan a confluir miradas de procedencias aparentemente distintas sobre el mismo objeto.
Aunque ya conocía el “Plan Especial de Indicadores de Sostenibilidad Ambiental de la Actividad Urbanística de Sevilla”, el ver aplicados estos indicadores a un planeamiento real comparando dos alternativas distintas resultó bastante esclarecedor. Por desgracia no cuento con el material de este “ejercicio” (vamos a llamarlo así), por otra parte bastante duro (sobre todo para el equipo redactor del plan real), así que me centraré en algunos aspectos de los indicadores.
Este sistema de indicadores ha sido redactado por la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona que dirige Salvador Rueda y se trata de un documento de un altísimo interés porque permite cuantificar la sostenibilidad, por ejemplo, de un plan de urbanismo. Por fin nos encontramos ante números. Los números (y los conceptos que están detrás) podrán ahora criticarse, modificarse, añadirse, negarse o ampliarse. Pero ya tenemos un documento sobre el que discutir y sobre el que trabajar. Podéis bajaros las diferentes partes del documento en .pdf de aquí.
El sistema de indicadores (de los que luego hablaré) se basa en conseguir una ciudad compacta, que garantice la diversidad, que reduzca al mínimo los impactos sobre los ciclos de materia y energía y que propicie la creación de entornos que permitan la cohesión social de sus habitantes. Así dicho suena casi a música celestial. La cuestión es cómo convertir esta música celestial en números. Para lo cual debemos de tener claro como formalizar estos números. Para hacerlo se establecen en el documento siete ámbitos distintos: morfología, espacio público y movilidad, complejidad urbana, metabolismo, biodiversidad, cohesión social y función guía de la sostenibilidad.
Morfología
Os aconsejo que leáis el trabajo y estudiéis cuidadosamente los indicadores. Ahora sólo comentaré algunos de los que considero de más interés, para que os ayuden a entender un poco el fondo y la forma de la propuesta global. Por ejemplo, para medir el ámbito de la morfología se recurre a tres: la densidad edificatoria y las compacidades absoluta y corregida.
Voy a centrarme sobre la densidad edificatoria ya que se trata de una de las cuestiones más discutidas de la historia del urbanismo desde que Parker y Unwin propusieron las 12 viviendas por acre (30 viviendas por hectárea) para el tejido de la ciudad jardín. En el documento se mide sobre una malla de 100x100 metros, y el índice es el tópico de número de viviendas dividido por la superficie total. Pues bien, la propuesta es de una densidad mínima edificatoria de 45 viviendas por hectárea, y la recomendable de 60. Se supone que el equipo de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona ha estudiado una serie de tejidos compactos y ha llegado a estos números. De hecho, en la explicación de este indicador se incluyen algunos ejemplos de tejidos: de casco histórico, de edificación suburbana, de manzana cerrada y de edificación abierta.
Comparando la propuesta con la de alguna legislación en la que se establecen máximos y mínimos de densidad, como el Reglamento de Urbanismo de Castilla y León, vemos que en esta norma del año 2004 se diferencia entre municipios mayores de 20.000 habitantes (con densidades máxima de 70 y mínima de 40 viviendas por hectárea) y menores (50 y 20 respectivamente). Este tipo de diferencias en función del tamaño del área urbanizado parecen pertinentes y probablemente si el indicador propuesto para Sevilla se utilizara para otro sitio distinto habría que adaptarlo convenientemente.
Espacio público y movilidad
En este apartado se proponen quince indicadores que van desde la prohibición de condominios cerrados hasta las reservas de espacios de estacionamiento para bicicletas. En este caso me voy a detener en uno de los indicadores que miden el confort térmico de los espacios exteriores porque llevo trabajando en este tema hace más de veinticinco años y me interesa bastante saber qué se mide. El indicador se llama “Potencial de habitabilidad térmica en espacios urbanos”. Según el documento: “Sirve para identificar el porcentaje del tiempo de uso útil del espacio público en el que una persona se encuentra en condiciones críticas, tolerantes o de confort en términos de confort térmico en función de las características de los materiales, la configuración espacial y las condiciones del microclima”. El valor de referencia es de más del 50% de las horas útiles, garantizando al menos una franja horaria de confort diario de tres horas consecutivas.
Supongo que estos datos estarán adaptados al clima de Sevilla pero, la verdad es que me parece complicado que se pueda llegar a determinar casi exclusivamente, como se propone, en función de las condiciones geométricas de la calle sin partir tan siquiera de una simple carta bioclimática. Probablemente estaría de acuerdo con el indicador (sobre todo si midiera el porcentaje de tiempo que se puede usar el espacio público en condiciones de confort) pero tengo serias dudas respecto al método de cálculo.
Complejidad urbana
A la complejidad el documento le dedica cinco indicadores: complejidad urbana, reparto entre actividad y residencia, superficie mínima de los locales, proporción de actividades de proximidad, diversidad de actividades y proporción de actividades densas en conocimiento. De todos ellos me interesa especialmente el primero, no sólo porque es desde siempre uno de los ejes de la sostenibilidad para Salvador Rueda, sino por motivos personales.
Y es que la fórmula que se utiliza para medir la complejidad es la de Shannon basada en las probabilidades. Esa misma fórmula la utilicé en el año 1976 para medir la entropía producida en diferentes sectores de la estructura urbana de Madrid. Ese trabajo lo presenté como Tesis para obtener el título de Técnico Urbanista del Instituto de Estudios de Administración Local. Tesis que ese mismo año recibió un premio de investigación. Sin embargo (y a pesar de haber recibido un premio que apareció en el BOE ese mismo año) no conseguí publicarlo hasta el año 1998. Podéis bajaros el trabajo titulado “Cálculo de la entropía producida en diversas zonas de Madrid” aquí, ya que es el número 10 de los Cuadernos de Investigación Urbanística. Así, además, para aquellos que no los conozcáis os pongo en contacto con esta colección que ya lleva más de cincuenta números (ahora convertida en revista) y cuya finalidad es difundir, gratuitamente y en castellano, trabajos de investigación relacionados con el urbanismo. Su promoción corre ahora a cargo de una Red de más de veinte universidades latinoamericanas que también actúan como revisoras de los trabajos.
Imagen del Ci[ur]10
Aunque la finalidad de la fórmula de la sumatoria de la probabilidad multiplicada por el logaritmo en base dos de la probabilidad no es la misma en mi trabajo que en los indicadores que comento, las bases conceptuales sí lo son: la teoría de la información o de la comunicación (según los autores). La verdad es que no tengo muy claro que sea, realmente, una medida de la complejidad (por supuesto que lo es de la diversidad ya que mide probabilidades) pero a Salvador y su equipo les parece que si y supongo que tendrán sus razones. Un día tendremos que discutirlo. En cualquier caso, lo que medí en el año 1976 fue la cantidad de información producida por la estructura urbana en diferentes sectores de la ciudad de Madrid, que según Wiener y Shannon es la entropía cambiada de signo (negantropía).
Imagen del Ci[ur]10
En realidad, aunque por cuestiones de registro del trabajo (era una tesis de diplomados) en el título se menciona la palabra estructura, lo que de verdad medí fue la entropía producida por una serie de características de la trama urbana, casi todas referidas al viario, porque mi intención más que llegar a unos resultados era probar una metodología. Aunque llegué a unos resultados, claro. Como anécdota voy a transcribir los bits de entropía obtenidos para las nueve variables consideradas, por áreas ya clasificadas desde la menor a la mayor entropía producida:
1,24 bits - Barrio de Salamanca
3,78 bits - Ciudad Lineal
3,98 bits - Lavapiés
4,40 bits - Calle Mayor
4,44 bits - Palomeras
4,59 bits - Puerta de Moros
Puede advertirse como va creciendo la entropía conforme la estructura urbana es “menos planificada” o “más histórica”. Hay que exceptuar el caso de Palomeras pero es que la Palomeras analizada era, en aquellos momentos, un barrio de infraviviendas de Madrid. La estructura en malla cuadriculada del Barrio de Salamanca se destaca notablemente del resto. Esto indica, evidentemente, que las condiciones de organización (estructura superpuesta al caos) son muy fuertes en esta zona. La pregunta sería ¿es esta también una medida de la complejidad? Tengo serias dudas porque entiendo que en la complejidad no interviene sólo la diversidad de elementos sino, y básicamente, las conexiones entre ellos que no se consideran de ninguna forma en la fórmula de Shannon.
Metabolismo urbano
Para medir el metabolismo urbano se usan ocho indicadores tales como los residuos sólidos urbanos, la autosuficiencia hídrica o el nivel sonoro. Querría señalar algunos puntos respecto a la Autogeneración Energética de las Viviendas que es el primero de los indicadores. Para este indicador se diferencian dos tipologías arquitectónicas: edificios unifamiliares y plurifamiliares. Para esta última se distinguen entre aquellos que llegan a las cinco plantas de viviendas (baja más cinco de vivienda) y los que las superan. Los condiciones de autogeneración que se consideran para edificios colectivos son los siguientes:
Cuota de agua caliente sanitaria del 70 % a partir de energía solar.
Cuota de calefacción del 40 % a partir de energía solar.
Cuota de frío del 60 % a partir de energía solar.
Cuota de 100 % para elementos comunes a partir de fotovoltaica.
Y en los unifamiliares:
Cuota de agua caliente sanitaria del 70 % a partir de energía solar.
Cuota de calefacción del 40 % a partir de energía solar.
Cuota del 100 % para iluminación a partir de fotovoltaica.
Se supone que hasta las cinco plantas de viviendas existe suficiente superficie de azotea para cumplir los requisitos solares de autogeneración y que, a partir de las cinco plantas se tendrán que “compensar en un Banco de Energías Renovables, de titularidad pública y con carácter finalista, es decir, las ganancias producidas por el banco deberán invertirse o aplicarse en el desarrollo de las energías renovables o en los servicios públicos municipales con consumo energético”.
Es evidente que el modelo requiere una notable depuración respecto a las tipologías arquitectónicas consideradas que, entiendo, debían haberse pensado por ejemplo en función de las condiciones climáticas (Víctor Olgyay, por ejemplo, ya propuso una clasificación basada en estos criterios hace ya muchos años).
Biodiversidad
Los indicadores relacionados con el aumento de la biodiversidad intentan medir la relación de los ciudadanos con la naturaleza. Aunque aparentemente no parecen indicadores de sostenibilidad, si lo son de forma indirecta al intentar que esta relación se produzca en la ciudad y sus habitantes no tengan que desplazarse “huyendo” de la misma. Me gustaría detenerme en el Índice de Permeabilidad porque también se trata de otro tópico recurrente en la literatura (por ejemplo, en los trabajos de Sukopp y Werner) y que ha sido objeto de no pocas discusiones.
En la propuesta de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona se distinguen cuatro tipos de superficies: permeables, semipermeables, impermeables no edificadas e impermeables edificadas. Aunque luego en el análisis gráfico se distinguen hasta seis tipos distintos que se afectan por un factor. En general me parece interesante que se distinga entre diferentes tipos y que no quede reducido todo a la dicotomía permeable-impermeable. Una vez determinado el índice de permeabilidad multiplicando la superficie de cada tipo por su factor correspondiente, sumándolas todas y dividiendo por la superficie total en una malla de 200x200 metros, se propone que, por lo menos, se reserve un 30% de suelo permeable en áreas con un grado de edificabilidad superior al 50%. Si repasamos la literatura encontramos variaciones entre 20% y el 50% de suelo permeable como necesario en función, básicamente, del clima (que determina la evapotranspiración potencial) y de las condiciones de confort.
Cohesión social y función guía
Respecto a la cohesión social se usan sólo dos indicadores: mezcla de rentas en la edificación residencial y acceso a equipamientos y servicios básicos. Por último, la función guía de la sostenibilidad utiliza un único indicador: la eficiencia del sistema urbano. Pensaba que al hablar de la eficiencia del sistema urbano se referían a la relación entre consumo y satisfacción o felicidad del ciudadano, pero no. Se trata de la relación entre el consumo de energía primaria y la complejidad del sistema.
Bien, hoy he escrito un artículo duro de leer y supongo que, para muchos, aburrido y tedioso. Sin embargo se trata de una cuestión muy importante. Durante años hemos estado planteando las bases teóricas de algo nuevo que ha irrumpido de forma inesperada en la historia de la Humanidad y que ya nos afecta de forma decisiva. Se le puede llamar de muchas formas (límites del crecimiento, sostenibilidad, etc.) pero resulta imprescindible contar con ello. Casi no hemos tenido tiempo de centrar sus parámetros fundamentales pero aquellos para los que nada cambia nos exigen continuamente números y más números. Como si los números, en general, no significaran una utilización perversa de los conceptos y de las ideas (quizás por eso mismo los necesitan: para utilizarlos según sus intereses). La introducción de la huella ecológica significó un avance considerable en el proceso de cuantificación y permitió introducir de forma didáctico-numérica la sostenibilidad (y, sobre todo, la medida de la globalidad del nuevo modelo) en la cultura de muchas personas.
Pero en el campo más técnico estamos necesitados de dar respuesta a las peticiones de los profesionales que demandan rutinas y metodologías seguras y contrastadas, que les permitan saber si sus proyectos se encaminan en la dirección adecuada. En arquitectura, por ejemplo, ya existen sistemas que nos permiten medir la eficiencia energética de un edificio de forma bastante aceptable. Pero en el urbanismo todo es más complicado, ya que se trata de un tema transversal que abarca muchos campos, complejo e indeterminado en muchos de sus aspectos. Por eso los momentos en que aparecen propuestas como la que hoy he comentado son momentos felices para los que nos dedicamos a estas cuestiones. Y deberían serlo también para todos en general.
jueves, 15 de mayo de 2008
Planeamiento obsoleto
El miércoles pasado estuve en las "V Xornadas de Urbanismo" organizadas por la Diputación de Pontevedra. Para mí, volver a Galicia es siempre importante por muchas y diferentes razones, pero en este caso, además, fue emocionante porque en ese mismo salón de sesiones donde se celebraron estuvo mi padre trabajando los cuatro años antes de su jubilación. La verdad es que para promover unas jornadas de este tipo en los tiempos que corren hay que tener un espíritu a prueba de casi todo. Como el que seguramente tiene Encarnación Rivas que fue la encargada de organizarlas y sacarlas adelante. Vaya aquí mi admiración por su trabajo. Pienso que puede resultar interesante que comente algunas de las cuestiones que surgieron (dadas las escasas oportunidades de encuentros de este tipo que se producen en el momento actual) y porque, además, la ponencia que leí titulada “Capital natural, turismo e desenvolvemento urbano: Galicia no século XXI” contiene mi punto de vista acerca de temas suficientemente conocidos por los lectores de este blog y, por tanto, no merece la pena que la reseñe (lo siento, Antonio). Hay que entender también (lo digo para mis alumnos de los primeros cursos que todavía no se han enfrentado a la normativa y para los lectores no españoles) que todas las competencias en materia de vivienda, urbanismo y ordenación del territorio, son de las Comunidades Autónomas no del Estado y que, por tanto, lo que suceda en una de ellas no tiene necesariamente porque ocurrir en otra. Sin embargo pienso que el sentir general probablemente sea parecido.
Por supuesto que uno de los temas que planeaban por encima de todas las intervenciones era el de la corrupción urbanística. Pero no salió directamente (por lo menos en el primer día, que fue al que asistí) porque la actualidad de la crisis en la construcción tapa casi todo. Sin embargo sí que aparecía de forma colateral y también en las conversaciones fuera de las ponencias, en la comida, etc. Me sorprendió (sobre todo por parte de los políticos municipales) que no se hiciera cuestión de principio negarse a la posibilidad de tener menos competencias si con ello se evitaba la corrupción, incluso renunciando a la elaboración del planeamiento. Sin embargo a esta postura ayudaba bastante el hecho del descontento generalizado respecto a las dificultades de aprobar un planeamiento cada vez con mayores requisitos y limitaciones, sobre todo para los pequeños municipios que se ven impotentes ante un aparato (el plan) cada vez más inflexible y alejado de la realidad.
Respecto al tema de la corrupción sólo quería haceros notar dos cosas. La primera es que con el sistema actual de concreción del contenido del derecho de propiedad del suelo por el plan, siempre van a existir corruptos en las cercanías del planeamiento. Porque el plan es el encargado de repartir la lotería de los premios y las desgracias. Lo que significa mucho dinero. Y ya se sabe que donde hay dinero siempre algunos pretenden aprovecharse. Ya hace algunos años que vengo proponiendo que la única solución es la desvinculación del plan respecto a la determinación del contenido del derecho de propiedad del suelo. Hay muchas formas de hacerlo pero una de las más sencillas sería la asignación de un aprovechamiento urbanístico fijo a cualquier metro cuadrado de superficie de suelo. Luego el planeamiento determinaría los lugares en los que este aprovechamiento se concretaría. Una especie de trasferencias de aprovechamiento urbanístico se encargarían de trasvasar las edificabilidades a los lugares concretos del territorio que determinara el plan comprándoselas, por supuesto, a los propietarios de suelo no favorecidos.
La segunda se refiere a las llamadas infracciones urbanísticas que tanto preocupan en muchos sitios. Tanto es así que las primeras leyes autonómicas de planeamiento en casi todos los casos lo fueron de disciplina urbanística. La verdad es que, personalmente, me preocupan bastante menos la mayor parte de las infracciones urbanísticas que los despropósitos de tantos metros cuadrados construidos legalmente y con todas las bendiciones. La parte más importante de los mayores desastres urbanísticos ocurridos en este país no se corresponden con ilegalidades urbanísticas sino con urbanizaciones que han cumplido escrupulosamente la ley. En algunas Comunidades Autónomas (en Galicia no conozco el dato exacto) se preocupan mucho por construcciones ilegales que no llegan ni al 7% de la superficie total construida. No digo que no haya que cumplir la ley (ni estoy llamando a la revuelta en contra de la disciplina urbanística) pero en otros ámbitos de la vida se incumple la ley de forma mucho más notoria y a la sociedad parece que no le importa. Por ejemplo, la inmensa mayoría de los conductores incumplen la norma de la velocidad máxima de 50 km/h en ciudad. No el 7%, sino la inmensa mayoría. Con el agravante de que, en algunos casos, este incumplimiento puede matar. Y nadie se rasga las vestiduras.
La verdad es que, dada la cantidad de dinero que mueve el planeamiento de forma casi discrecional, resulta particularmente increíble el escaso nivel de corrupción existente (soy consciente de que esta afirmación puede sorprender pero lo digo con conocimiento de la realidad desde ambos lados de la administración) y la cantidad de personas honradas (y honestas) que son capaces de moverse en estos ámbitos sin contaminarse. Y también puede resultar chocante que esta misma discrecionalidad sumada a las auténticas trabas garantistas del planeamiento no propicie una mayor indisciplina urbanística. Pienso que ya va siendo hora de que se digan estas cosas y que se hable de la labor ejemplar de muchos profesionales que, moviéndose en un campo muy complicado y rodeados de tensiones extraordinarias, se dedican al urbanismo.
El otro gran tema, también recurrente en los últimos foros de urbanismo a los que he podido asistir, es el de la obsolescencia de los instrumentos de planeamiento con los que contamos. En Madrid, Andalucía, el País Vasco o Galicia el clamor es el mismo (aunque la verdad es que en unos sitios más que en otros): la urbanización de nuestros territorios ha rebasado con creces las posibilidades de un planeamiento general que, para mantener las formas, se va volviendo día a día más rígido, burocrático y poco operativo. Y es que al planeamiento general actual se le ataca desde un doble frente. Por una parte, en su aspecto normativo, al plan se le pide cada vez una mayor seguridad jurídica para los propietarios de suelo, para los urbanizadores y para la sociedad. Y esta seguridad jurídica (en muchos casos de intereses contrapuestos) se traduce en sucesivas capas de trabas o cautelas que van blindando poco a poco la posibilidad de revisarlo en tiempo real. Todo ello tiene su origen en la característica (que ya mencioné arriba) de norma que define el contenido del derecho de propiedad del suelo. Característica que, en muchos casos, sepulta bajo tierra la segunda misión del plan que consiste en configurar la futura imagen del territorio.
Pero es que también esta segunda misión del plan se enfrenta a dificultades en el momento actual. La primera derivada de una ocupación del territorio diferente a la tradicional de las ciudades. Y la segunda, de los nuevos requisitos originados por la cuestión de la sostenibilidad. Desde que a mediados del pasado siglo XX las ciudades decidieran que todo el territorio era suyo, liberadas al fin de las trabas que suponía la movilidad, hemos asistido a una ocupación casi militar de territorios que antes eran naturaleza, huertas, o campos de secano. Esta forma de ocupar el territorio por la ciudad ya he demostrado en otros lugares que es sumamente ineficiente y sólo soportable por las sociedades desarrolladas aumentando de forma desmesurada sus huellas y sus déficits ecológicos. Todo esto, claro, a costa de los países y sociedades que, en estos momentos, no llegan a los niveles de supervivencia.
Esta nueva organización de las áreas urbanas es imposible de controlar con los sistemas tradicionales de planeamiento creados para resolver el problema de la ciudad surgida de la Revolución Industrial. Es decir, para resolver el problema de la “ciudad insana”. En la ciudad tradicional, de extensión moderada, relativamente concentrada en torno a centralidades poco especializadas, con un borde o límite relativamente claro que la separaba del campo y con una dinámica de crecimiento superficial controlable en períodos de tiempo medios, el plan como compendio de todas las técnicas urbanísticas conocidas consiguió producir ciudades bastante razonables. Pero este tipo de ciudad no es la que se está construyendo ahora en muchos sitios y el plan, tal y como lo conocemos, se ha quedado sin una de sus dos funciones: la de prefigurar el futuro de nuestros territorios. En estos momentos estoy trabajando en demostrar que el plan, en todo el mundo, no prefigura nada. Sencillamente la ciudad rebasa al plan por todos sus costados y los modelos de territorio que se producen se deben al azar (cuasi fractales, teoría del caos).
Lo que todavía mantiene el plan en pié es la necesidad que tenemos de una norma jurídica que fije el contenido del derecho de propiedad del suelo. Y este es el único objetivo del planeamiento urbanístico en el momento actual. Esta insistencia de los municipios gallegos en la casi imposibilidad de llevar a buen puerto un plan pienso que no es específica de Galicia, independientemente de las particularidades de su legislación de planeamiento o de las mayores o menores trabas que se pongan por parte de las instancias que se encargan de su aprobación o verificación. Esto está pasando en casi todos los lugares que conozco. Hasta tal punto que no se revisan los planes que ya están aprobados ni se aprueba nuevo planeamiento más que en casos muy especiales. Básicamente se funciona modificando el planeamiento existente mediante “modificaciones puntuales” o de otro tipo. Los grandes municipios no quieren ni oír hablar de hacer un nuevo plan y los pequeños se ven atados por las trabas garantistas de un instrumento jurídico que ha perdido una parte importante de su esencia.
Para terminar estas reflexiones que me han sugerido las Jornadas organizadas por la Diputación de Pontevedra sólo querría dar algunos números. Como para el caso de Madrid contaba con mapas que demuestran gráficamente lo que he dicho y que acompañan este artículo, me entretuve en juguetear un poco con la página web del registro de planeamiento urbanístico de la Generalitat de Catalunya (ahora me dedico a estas cosas en lugar de hacer crucigramas, es mucho más divertido) y le pregunté a la base de datos sobre los Planes Generales de Ordenación Urbana y sobre los Planes de Ordenación Urbanística Municipal. Los resultados fueron los siguientes (en tanto por ciento) sobre el número total de expedientes aprobados, modificados o revisados de este tipo de planes:
Año 2005 (sobre un total de 255 expedientes):
Planes aprobados (7,1%)
Planes revisados (0,3%)
Modificaciones puntuales (92,6%)
Año 2006 (sobre un total de 413 expedientes):
Planes aprobados (6,5%)
Planes revisados (0,3%)
Modificaciones puntuales (93,2%)
Año 2007 (sobre un total de 216 expedientes):
Planes aprobados (7,4%)
Planes revisados (0,4%)
Modificaciones puntuales (92,2%)
Si se busca en ese mismo registro de Planeamiento Urbanístico y se rellenan los campos correspondientes (Comarca: Barcelonès; Municipio: Barcelona; Año de publicación: todos; Planeamiento: planeamiento general; Instrumento: todos) se obtiene un total de 259 expedientes. De todos ellos sólo uno corresponde a la aprobación del Plan General Metropolitano del año 1976 (!), otro es la revisión del programa de actuación para el cuatrienio 1988-1992 y los 257 restantes son modificaciones puntuales del plan.
Si a esto acompañamos las figuras anteriores sobre el estado del planeamiento en la Comunidad de Madrid, y añadimos que el vigente plan general del municipio madrileño fue aprobado en el año 1997 (hace ya más de once años) después de un largo proceso de elaboración, la única conclusión posible es que en nuestro país la ciudad del siglo XXI se está construyendo aprovechando las junturas del planeamiento general (y muchas veces a sus espaldas) probablemente debido a que ya no es el instrumento adecuado para organizar los nuevos territorios. Por supuesto que esta afirmación no se refiere a todos los territorios sino a los que tienen una mayor dinámica y están sometidos a mayores presiones, pero indican una tendencia sobre la que habría que reflexionar.
Por supuesto que uno de los temas que planeaban por encima de todas las intervenciones era el de la corrupción urbanística. Pero no salió directamente (por lo menos en el primer día, que fue al que asistí) porque la actualidad de la crisis en la construcción tapa casi todo. Sin embargo sí que aparecía de forma colateral y también en las conversaciones fuera de las ponencias, en la comida, etc. Me sorprendió (sobre todo por parte de los políticos municipales) que no se hiciera cuestión de principio negarse a la posibilidad de tener menos competencias si con ello se evitaba la corrupción, incluso renunciando a la elaboración del planeamiento. Sin embargo a esta postura ayudaba bastante el hecho del descontento generalizado respecto a las dificultades de aprobar un planeamiento cada vez con mayores requisitos y limitaciones, sobre todo para los pequeños municipios que se ven impotentes ante un aparato (el plan) cada vez más inflexible y alejado de la realidad.
Respecto al tema de la corrupción sólo quería haceros notar dos cosas. La primera es que con el sistema actual de concreción del contenido del derecho de propiedad del suelo por el plan, siempre van a existir corruptos en las cercanías del planeamiento. Porque el plan es el encargado de repartir la lotería de los premios y las desgracias. Lo que significa mucho dinero. Y ya se sabe que donde hay dinero siempre algunos pretenden aprovecharse. Ya hace algunos años que vengo proponiendo que la única solución es la desvinculación del plan respecto a la determinación del contenido del derecho de propiedad del suelo. Hay muchas formas de hacerlo pero una de las más sencillas sería la asignación de un aprovechamiento urbanístico fijo a cualquier metro cuadrado de superficie de suelo. Luego el planeamiento determinaría los lugares en los que este aprovechamiento se concretaría. Una especie de trasferencias de aprovechamiento urbanístico se encargarían de trasvasar las edificabilidades a los lugares concretos del territorio que determinara el plan comprándoselas, por supuesto, a los propietarios de suelo no favorecidos.
La segunda se refiere a las llamadas infracciones urbanísticas que tanto preocupan en muchos sitios. Tanto es así que las primeras leyes autonómicas de planeamiento en casi todos los casos lo fueron de disciplina urbanística. La verdad es que, personalmente, me preocupan bastante menos la mayor parte de las infracciones urbanísticas que los despropósitos de tantos metros cuadrados construidos legalmente y con todas las bendiciones. La parte más importante de los mayores desastres urbanísticos ocurridos en este país no se corresponden con ilegalidades urbanísticas sino con urbanizaciones que han cumplido escrupulosamente la ley. En algunas Comunidades Autónomas (en Galicia no conozco el dato exacto) se preocupan mucho por construcciones ilegales que no llegan ni al 7% de la superficie total construida. No digo que no haya que cumplir la ley (ni estoy llamando a la revuelta en contra de la disciplina urbanística) pero en otros ámbitos de la vida se incumple la ley de forma mucho más notoria y a la sociedad parece que no le importa. Por ejemplo, la inmensa mayoría de los conductores incumplen la norma de la velocidad máxima de 50 km/h en ciudad. No el 7%, sino la inmensa mayoría. Con el agravante de que, en algunos casos, este incumplimiento puede matar. Y nadie se rasga las vestiduras.
La verdad es que, dada la cantidad de dinero que mueve el planeamiento de forma casi discrecional, resulta particularmente increíble el escaso nivel de corrupción existente (soy consciente de que esta afirmación puede sorprender pero lo digo con conocimiento de la realidad desde ambos lados de la administración) y la cantidad de personas honradas (y honestas) que son capaces de moverse en estos ámbitos sin contaminarse. Y también puede resultar chocante que esta misma discrecionalidad sumada a las auténticas trabas garantistas del planeamiento no propicie una mayor indisciplina urbanística. Pienso que ya va siendo hora de que se digan estas cosas y que se hable de la labor ejemplar de muchos profesionales que, moviéndose en un campo muy complicado y rodeados de tensiones extraordinarias, se dedican al urbanismo.
El otro gran tema, también recurrente en los últimos foros de urbanismo a los que he podido asistir, es el de la obsolescencia de los instrumentos de planeamiento con los que contamos. En Madrid, Andalucía, el País Vasco o Galicia el clamor es el mismo (aunque la verdad es que en unos sitios más que en otros): la urbanización de nuestros territorios ha rebasado con creces las posibilidades de un planeamiento general que, para mantener las formas, se va volviendo día a día más rígido, burocrático y poco operativo. Y es que al planeamiento general actual se le ataca desde un doble frente. Por una parte, en su aspecto normativo, al plan se le pide cada vez una mayor seguridad jurídica para los propietarios de suelo, para los urbanizadores y para la sociedad. Y esta seguridad jurídica (en muchos casos de intereses contrapuestos) se traduce en sucesivas capas de trabas o cautelas que van blindando poco a poco la posibilidad de revisarlo en tiempo real. Todo ello tiene su origen en la característica (que ya mencioné arriba) de norma que define el contenido del derecho de propiedad del suelo. Característica que, en muchos casos, sepulta bajo tierra la segunda misión del plan que consiste en configurar la futura imagen del territorio.
Pero es que también esta segunda misión del plan se enfrenta a dificultades en el momento actual. La primera derivada de una ocupación del territorio diferente a la tradicional de las ciudades. Y la segunda, de los nuevos requisitos originados por la cuestión de la sostenibilidad. Desde que a mediados del pasado siglo XX las ciudades decidieran que todo el territorio era suyo, liberadas al fin de las trabas que suponía la movilidad, hemos asistido a una ocupación casi militar de territorios que antes eran naturaleza, huertas, o campos de secano. Esta forma de ocupar el territorio por la ciudad ya he demostrado en otros lugares que es sumamente ineficiente y sólo soportable por las sociedades desarrolladas aumentando de forma desmesurada sus huellas y sus déficits ecológicos. Todo esto, claro, a costa de los países y sociedades que, en estos momentos, no llegan a los niveles de supervivencia.
Esta nueva organización de las áreas urbanas es imposible de controlar con los sistemas tradicionales de planeamiento creados para resolver el problema de la ciudad surgida de la Revolución Industrial. Es decir, para resolver el problema de la “ciudad insana”. En la ciudad tradicional, de extensión moderada, relativamente concentrada en torno a centralidades poco especializadas, con un borde o límite relativamente claro que la separaba del campo y con una dinámica de crecimiento superficial controlable en períodos de tiempo medios, el plan como compendio de todas las técnicas urbanísticas conocidas consiguió producir ciudades bastante razonables. Pero este tipo de ciudad no es la que se está construyendo ahora en muchos sitios y el plan, tal y como lo conocemos, se ha quedado sin una de sus dos funciones: la de prefigurar el futuro de nuestros territorios. En estos momentos estoy trabajando en demostrar que el plan, en todo el mundo, no prefigura nada. Sencillamente la ciudad rebasa al plan por todos sus costados y los modelos de territorio que se producen se deben al azar (cuasi fractales, teoría del caos).
Lo que todavía mantiene el plan en pié es la necesidad que tenemos de una norma jurídica que fije el contenido del derecho de propiedad del suelo. Y este es el único objetivo del planeamiento urbanístico en el momento actual. Esta insistencia de los municipios gallegos en la casi imposibilidad de llevar a buen puerto un plan pienso que no es específica de Galicia, independientemente de las particularidades de su legislación de planeamiento o de las mayores o menores trabas que se pongan por parte de las instancias que se encargan de su aprobación o verificación. Esto está pasando en casi todos los lugares que conozco. Hasta tal punto que no se revisan los planes que ya están aprobados ni se aprueba nuevo planeamiento más que en casos muy especiales. Básicamente se funciona modificando el planeamiento existente mediante “modificaciones puntuales” o de otro tipo. Los grandes municipios no quieren ni oír hablar de hacer un nuevo plan y los pequeños se ven atados por las trabas garantistas de un instrumento jurídico que ha perdido una parte importante de su esencia.
Para terminar estas reflexiones que me han sugerido las Jornadas organizadas por la Diputación de Pontevedra sólo querría dar algunos números. Como para el caso de Madrid contaba con mapas que demuestran gráficamente lo que he dicho y que acompañan este artículo, me entretuve en juguetear un poco con la página web del registro de planeamiento urbanístico de la Generalitat de Catalunya (ahora me dedico a estas cosas en lugar de hacer crucigramas, es mucho más divertido) y le pregunté a la base de datos sobre los Planes Generales de Ordenación Urbana y sobre los Planes de Ordenación Urbanística Municipal. Los resultados fueron los siguientes (en tanto por ciento) sobre el número total de expedientes aprobados, modificados o revisados de este tipo de planes:
Año 2005 (sobre un total de 255 expedientes):
Planes aprobados (7,1%)
Planes revisados (0,3%)
Modificaciones puntuales (92,6%)
Año 2006 (sobre un total de 413 expedientes):
Planes aprobados (6,5%)
Planes revisados (0,3%)
Modificaciones puntuales (93,2%)
Año 2007 (sobre un total de 216 expedientes):
Planes aprobados (7,4%)
Planes revisados (0,4%)
Modificaciones puntuales (92,2%)
Si se busca en ese mismo registro de Planeamiento Urbanístico y se rellenan los campos correspondientes (Comarca: Barcelonès; Municipio: Barcelona; Año de publicación: todos; Planeamiento: planeamiento general; Instrumento: todos) se obtiene un total de 259 expedientes. De todos ellos sólo uno corresponde a la aprobación del Plan General Metropolitano del año 1976 (!), otro es la revisión del programa de actuación para el cuatrienio 1988-1992 y los 257 restantes son modificaciones puntuales del plan.
Si a esto acompañamos las figuras anteriores sobre el estado del planeamiento en la Comunidad de Madrid, y añadimos que el vigente plan general del municipio madrileño fue aprobado en el año 1997 (hace ya más de once años) después de un largo proceso de elaboración, la única conclusión posible es que en nuestro país la ciudad del siglo XXI se está construyendo aprovechando las junturas del planeamiento general (y muchas veces a sus espaldas) probablemente debido a que ya no es el instrumento adecuado para organizar los nuevos territorios. Por supuesto que esta afirmación no se refiere a todos los territorios sino a los que tienen una mayor dinámica y están sometidos a mayores presiones, pero indican una tendencia sobre la que habría que reflexionar.
jueves, 8 de mayo de 2008
Careri, el andar como práctica estética
En el año 1979 el director ruso Tarkovski estrena la película Stalker. Película para la que, según sus propias palabras, se había estado preparando toda su vida. Está basada en el relato de los hermanos Strugatski titulado “Picnic junto al camino (Piknik na obochine)”. Si todavía no la conocéis (y seguro que los más jóvenes no la conocéis) sería bueno que tratéis de verla ya que a pesar de que está en ruso incluye subtítulos en español, inglés y creo que francés. De todas formas lo del idioma es lo de menos, ya que casi toda la banda sonora se basa en el sonido ambiente y se sigue bien con los subtitulos. Para mí, que ya sabéis que me encantan las metáforas y el camino como metáfora, probablemente sea una de las mejores películas de la historia del cine.
Cuenta la caída de un meteorito cerca de una pequeña ciudad rusa y de cómo las autoridades acordonan el perímetro afectado por el impacto, que pasa a denominarse La Zona, e impiden el acceso a la población (todo esto diez años antes de Chernobil). Se rumorea que en su interior hay una Habitación donde todo el que entra logra sus deseos. La película consiste en la narración del viaje por La Zona en busca de la Habitación, y su vuelta a la ciudad, de tres hombres: el Stalker (el Guía, que sólo va para acompañar a los otros dos), el Escritor y el Profesor. La fotografía es extraordinaria. Comienza en tonos sepia en la ciudad que ya en la Habitación se convierte en color, significando el tránsito al mundo de los deseos. La música de Artemiev se mezcla con el sonido ambiente produciendo una banda sonora casi hipnótica y extraña que, unida a un ritmo cinematográfico lento, que se recrea en producir imágenes casi pictóricas, produce un resultado muy especial.
En realidad hoy no quería hablaros de cine (este blog no es de cine) pero siempre que empiezo a escribir las cosas se van liando y nunca sé muy bien en qué (o dónde) acabará todo. Me pasa algo parecido a la metáfora del camino que tanto me gusta: lo que importa no es el destino, el sitio a donde vayas, sino el hecho del viaje, el propio recorrido. De todas formas hoy voy a intentar centrarme. Quería hablaros de un libro “Walkscapes, el andar como práctica estética” de Francesco Careri, profesor de la Universidad Roma Tre y miembro del grupo Stalker (por fin hemos llegado). El grupo se formó en los años 90 como una especie de laboratorio dedicado a la investigación sobre el arte urbano y con una atención preferente a las zonas periféricas de las ciudades. En sus comienzos este grupo de arquitectos redactó un manifiesto programático titulado “Stalker attraverso i territori attuali”. Propone buscar la ciudad inconsciente en esos territorios de nadie, difusos, perdidos entre áreas de urbanización dura (esos territorios que muchos entendemos como la esencia de la ciudad actual) para experimentar con ellos.
El método que proponen para hacerlo es la “transurbancia”. Se trata de pasear, de recorrer el territorio levantando mapas no convencionales. Como se puede leer en su página web: “Si se afronta a pie, la metrópoli se convierte en un mundo inexplorado en muchas de sus partes, un mundo hecho de territorios caóticos, en el cual los asentamientos abusivos se sitúan junto a los yacimientos arqueológicos; las líneas de alta tensión y las autopistas se intersecan con los acueductos romanos; y las modernas ruinas industriales acogen una fauna y una flora que jamás hasta ahora habían habitado la ciudad”.
Stalker es en la actualidad también Osservatorio Nomade definido como un proyecto transdisciplinar de investigación y que centra muchas de las actividades del grupo. He comenzado por hablar de Stalker y del Osservatorio Nomade porque pienso que sin estos antecedentes la figura de Francesco Careri no se entiende adecuadamente. Puede ayudar también la magnífica entrevista que para el blog Epulare le hizo Jorge García de la Cámara con ocasión de una visita que realizó a Barcelona el año pasado. En esta entrevista, además de explicar su particular trayectoria, habla de la enseñanza de la arquitectura y de los problemas de los arquitectos (que se encuentran en plena redefinición de su rol en la sociedad actual) y de la necesidad de que los estudiantes se impliquen más en la vida y conocimiento de su ciudad. También sobre el hecho de estar continuamente reinventando las mismas cosas. Respecto a este tema me gustaría recordaros el artículo que escribí en el mes de febrero (al comienzo de este semestre) sobre la enseñanza del proyecto urbano, sobre todo en su parte final donde hacía referencia a la revista Antipode y las expediciones de los geógrafos radicales americanos en los años sesenta del pasado siglo.
El libro (por fin empiezo) “Walkscapes, el andar como práctica estética”, está publicado por Gustavo Gili en el año 2002 y cuenta con una introducción de Gilles Tiberghien que no tiene desperdicio. Está en castellano y en inglés, con el sistema de una columna para cada idioma que, desde mi punto de vista, no sirve más que para desperdiciar papel, pero en el resto responde a los estándares de calidad a que nos tiene acostumbrados la editorial. Es decir, que se trata de un libro que se lee sin ninguna dificultad y al que se acaba por tenerle cariño. Desde que se publicó lo vengo recomendando a mis alumnos de “Introducción al Urbanismo” y de “Paisaje y Territorio” de la Escuela de Arquitectura de la Politécnica de Madrid. Pero dado su interés y capacidad de sugestión pienso que se merece comentarlo en el blog.
En el prólogo, llamado “Ciudad nómada”, dice Gilles Tiberghien que el andar ha producido arquitectura y paisaje, y que esta práctica, casi olvidada por completo por los propios arquitectos, se ha visto reconsiderada por los poetas, los filósofos y los artistas. Esta actividad de andar también la ha tratado de reactivar el grupo Stalker que, desde 1995 ha atravesado a pié determinadas zonas intersticiales de Roma, Milán, Torino, Berlín o Miami. Actualmente es ON (Osservatorio Nomade) quien ha tomado el relevo (pueden encontrarse sus últimos proyectos como la “2ª Giornata mondiale della Lentezza” celebrada en Roma, el 25 de febrero de este mismo año, en su página web). En este mismo prólogo de Giles Tiberghien se incluye una cita del libro de John Brinckerhoff titulado “A Sense of Place, a Sense of Time” que no me resisto a transcribir: “Las carreteras ya no nos llevan solamente a unos lugares, sino que son lugares”.
El libro en sí se divide en tres partes: Anti-Walk, Land Walk y Transurbancia, precedidas por una especie de introducción que llama “Errare humanum est…” En esta introducción es donde Careri plantea algunas de las hipótesis que luego desarrollará en el libro. Desde mi punto de vista, académicamente es la parte más floja (y discutible) ya que se encuentra plagada de afirmaciones sin sustento teórico (ni racional) que reinterpretan incluso la historia de la humanidad en clave nómada. Sin embargo, es también la parte más sugerente ya que muchas de estas afirmaciones sin sustento teórico podrían dar lugar a decenas de trabajos de investigación. Es esta capacidad de sugerencia (que abarca todo el libro) la que hace recomendable su lectura y uno de sus valores fundamentales.
Plantea la colocación de los menhires casi como un acto fundacional humano. Dice en la primera página, casi en la primera línea: “Antes de levantar el menhir –llamado en egipcio benben ‘la primera piedra que surgió del caos’-, el hombre poseía una manera simbólica con la cual transformar el paisaje. Esta manera era el andar, una acción fatigosamente aprendida durante los primeros meses de vida, que se convertiría más tarde en un acto que dejaba de ser consciente y pasaba a ser natural, automático. A través del andar el hombre empezó a construir el paisaje natural que lo rodeaba. Y a través del andar se han conformado en nuestro siglo las categorías con las cuales interpretamos los paisajes urbanos que nos rodean.”
Entiende por tanto el recorrido, el espacio atravesado, como la primera acción estética que permite organizar el territorio de la naturaleza con claves humanas. Por tanto, para Careri, el andar es un arte que contiene en su seno tanto al menhir como a la arquitectura, el paisaje o la escultura. Y es sólo andar la acción que permite reintegrarlas a todas ellas de manera unitaria: “En la actualidad podríamos construir una historia del andar como forma de intervención urbana, que contiene los actos simbólicos de aquel acto creativo primario: el errar en tanto que arquitectura del paisaje, entendiendo por paisaje el acto de transformación simbólica, y no sólo física, del espacio antrópico.”
La interpretación que hace en clave nómada de la parábola de Caín y Abel es realmente ingeniosa y todavía más si luego se comprende que la utiliza de base para apoyar las palabras de Giles Deleuze y Félix Guattari en su libro “Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia” cuando diferencian el espacio sedentario del espacio nómada según las marcas más o menos permanentes en el territorio. Entiende así el espacio sedentario como un espacio lleno y el nómada como vacío. Aunque también diferencia a éste del espacio del errabundeo en el sentido de su finalidad es perseguir las presas para cazarlas mientras que el del nómada es la trashumancia y, por tanto, con componentes más cíclicos y menos azarosos.
De cualquier forma, el acto trascendental va a tener lugar con la erección del menhir. Según el autor “El menhir constituye la nueva presencia en el espacio del neolítico. Es el objeto a la vez abstracto y vivo a partir del cual se desarrollarán posteriormente la arquitectura (columna tripartita) y la escultura (la estela-estatua)”. Entiende, por tanto, que el espacio recorrido es anterior al espacio arquitectónico lo que tiene importantes repercusiones que son claves para su entendimiento: “… una vez eliminada la insensatez de aquellas convicciones, tan habituales, según las cuales la arquitectura sería una invención vinculada al mundo sedentario y en ningún caso al nómada, no vamos a entrar en la historia de la arquitectura posterior, sino que nos detendremos en la etapa del errabundeo, en el recorrido entendido como acción simbólica y no como signo o como objeto situado en el espacio”.
A partir de esta base Careri profundiza en tres momentos de transición fundamentales en la Historia del Arte enfocándolos desde la especial perspectiva de caminar. La primera entre el Dadaísmo y el Surrealismo, la segunda de la Internacional Letrista a la Situacionista y la tercera del Minimalismo al Land-Art. Dice refiriéndose a estos momentos: “Al analizar dichos episodios se llega con claridad a una historia de la ciudad recorrida que va desde la ciudad banal de Dada hasta la ciudad entrópica de Robert Smithson, pasando por la ciudad inconsciente y onírica de los surrealistas y por la ciudad lúdica y nómada de los situacionistas.”
En el capitulo que llama Anti-Walk analiza los dos primeros periodos. Parte de las visitas organizadas en los años veinte del pasado siglo por Dada a los lugares más banales de la ciudad de París. Luego, en 1924, la propuesta del vagabundeo a campo abierto y el descubrimiento en el andar de una componente onírica y surreal. El viaje se convierte entonces en algo parecido a una ceremonia iniciática capaz de revelar las zonas inconscientes del espacio y las áreas invisibles de la ciudad. En los años cincuenta la Internacional Letrista cambia el sentido del deambular surrealista construyendo la Teoría de la Deriva que en 1956 (en España estábamos aprobando la primera Ley del Suelo) en Alba tropieza con la cultura nómada. Un año después Constant proyecta un campamento para los gitanos de Alba mientras se difunden las primeras imágenes de una ciudad basada en el deriva.
Los situacionistas sustituyen las ciudad onírica de los surrealistas por una ciudad lúdica, y el azar del errabundeo por la construcción de unas reglas de juego propias, no convencionales. Pero el que le da una dimensión histórica y arquitectónica a la teoría de la deriva es Constant proponiendo New Babylon. No se trata “de una ciudad sedentaria enraizada en el suelo, sino de una ciudad nómada suspendida en el aire, una Torre de Babel horizontal que va ocupando territorios inmensos hasta envolver toda la superficie de la Tierra”. Parece que proyectar una ciudad para una población nómada que niega la ciudad es un contrasentido y de este contrasentido surge “una arquitectura megaestructural y laberíntica, construida en base a las líneas sinuosas de los recorridos nómadas”. El proyecto se desarrolla a la vez que la teoría situacionista del “urbanismo unitario” una nueva forma creativa de transformación del espacio urbano, en que las diferentes artes confluyen en la construcción de la ciudad, y los ciudadanos asumen la autodeterminación de su propio ambiente.
El capitulo que llama Land Walk está dedicado al andar como forma de intervención artística en la naturaleza. Parte de un articulo seminal, el publicado por Tony Smith en 1966 en la revista Artforum, sobre el relato de su viaje por una autopista en construcción, que origina toda la polémica entre críticos de arte y minimalistas. Dice Careri “El land art revisita a través del andar los orígenes arcaicos del paisajismo y de las relaciones entre arte y arquitectura, haciendo que la escultura se reapropie de los espacios y los medios de la arquitectura”. Otro momento importante es 1967, cuando Richard Long realiza A Line Made by Walking (pueden entrarse más detalles en el articulo de este blog “El paisaje, intervenciones artísticas no destructivas”) y Robert Smithson termina A Tour of the Monuments of Passaic, el primer viaje a través de los espacios vacíos de la periferia contemporánea.
En el capitulo sobre la Transurbancia Careri explica la propuesta de Stalker/ON para analizar, intervenir y comprender la ciudad de la periferia que se ha formado al margen de casi todo. Esta ciudad periférica, formada por fragmentos que se sobrepone a todos los intentos actuales de organización y planificación, que se dibuja mediante distribuciones irregulares y parece como si gozara de la misma cualidad que los fractales: la autosimilitud. A diferentes escalas los fragmentos son muy similares. Esta es la ciudad de la transurbancia. Ya acabo. A los que sigáis este blog os van a sonar las palabras que aparecen casi al final del libro al referirse al desmoronamiento de la ciudad tradicional, y con las que termino esta reseña:
“Un primer paso fue la comprensión de que este proceso de desmoronamiento se estaba extendiendo mucho más allá de los límites de lo que se creía que era la ciudad, y que formaba un auténtico sistema territorial, la “ciudad difusa”: una forma de asentamiento suburbano de baja densidad que se extendía formando unos tejidos discontinuos y expandidos por grandes áreas territoriales. Los habitantes de esta ciudad, los “difusos”, eran gentes que vivían al margen de las normas civiles y urbanas más elementales, que sólo habitaban el espacio privado de la casa y del automóvil, que sólo concebían como espacios públicos los centros comerciales, los merenderos, las gasolineras, y las estaciones ferroviarias, y que destruían cualquier espacio proyectado para su vida social. Los nuevos bárbaros que habían invadido la ciudad deseaban convertirla en aquella Paperópolis Global que vive en casitas unifamiliares y que sólo prolonga su hábitat por las autopistas reales y por las redes virtuales de Internet”.
Cuenta la caída de un meteorito cerca de una pequeña ciudad rusa y de cómo las autoridades acordonan el perímetro afectado por el impacto, que pasa a denominarse La Zona, e impiden el acceso a la población (todo esto diez años antes de Chernobil). Se rumorea que en su interior hay una Habitación donde todo el que entra logra sus deseos. La película consiste en la narración del viaje por La Zona en busca de la Habitación, y su vuelta a la ciudad, de tres hombres: el Stalker (el Guía, que sólo va para acompañar a los otros dos), el Escritor y el Profesor. La fotografía es extraordinaria. Comienza en tonos sepia en la ciudad que ya en la Habitación se convierte en color, significando el tránsito al mundo de los deseos. La música de Artemiev se mezcla con el sonido ambiente produciendo una banda sonora casi hipnótica y extraña que, unida a un ritmo cinematográfico lento, que se recrea en producir imágenes casi pictóricas, produce un resultado muy especial.
En realidad hoy no quería hablaros de cine (este blog no es de cine) pero siempre que empiezo a escribir las cosas se van liando y nunca sé muy bien en qué (o dónde) acabará todo. Me pasa algo parecido a la metáfora del camino que tanto me gusta: lo que importa no es el destino, el sitio a donde vayas, sino el hecho del viaje, el propio recorrido. De todas formas hoy voy a intentar centrarme. Quería hablaros de un libro “Walkscapes, el andar como práctica estética” de Francesco Careri, profesor de la Universidad Roma Tre y miembro del grupo Stalker (por fin hemos llegado). El grupo se formó en los años 90 como una especie de laboratorio dedicado a la investigación sobre el arte urbano y con una atención preferente a las zonas periféricas de las ciudades. En sus comienzos este grupo de arquitectos redactó un manifiesto programático titulado “Stalker attraverso i territori attuali”. Propone buscar la ciudad inconsciente en esos territorios de nadie, difusos, perdidos entre áreas de urbanización dura (esos territorios que muchos entendemos como la esencia de la ciudad actual) para experimentar con ellos.
El método que proponen para hacerlo es la “transurbancia”. Se trata de pasear, de recorrer el territorio levantando mapas no convencionales. Como se puede leer en su página web: “Si se afronta a pie, la metrópoli se convierte en un mundo inexplorado en muchas de sus partes, un mundo hecho de territorios caóticos, en el cual los asentamientos abusivos se sitúan junto a los yacimientos arqueológicos; las líneas de alta tensión y las autopistas se intersecan con los acueductos romanos; y las modernas ruinas industriales acogen una fauna y una flora que jamás hasta ahora habían habitado la ciudad”.
Stalker es en la actualidad también Osservatorio Nomade definido como un proyecto transdisciplinar de investigación y que centra muchas de las actividades del grupo. He comenzado por hablar de Stalker y del Osservatorio Nomade porque pienso que sin estos antecedentes la figura de Francesco Careri no se entiende adecuadamente. Puede ayudar también la magnífica entrevista que para el blog Epulare le hizo Jorge García de la Cámara con ocasión de una visita que realizó a Barcelona el año pasado. En esta entrevista, además de explicar su particular trayectoria, habla de la enseñanza de la arquitectura y de los problemas de los arquitectos (que se encuentran en plena redefinición de su rol en la sociedad actual) y de la necesidad de que los estudiantes se impliquen más en la vida y conocimiento de su ciudad. También sobre el hecho de estar continuamente reinventando las mismas cosas. Respecto a este tema me gustaría recordaros el artículo que escribí en el mes de febrero (al comienzo de este semestre) sobre la enseñanza del proyecto urbano, sobre todo en su parte final donde hacía referencia a la revista Antipode y las expediciones de los geógrafos radicales americanos en los años sesenta del pasado siglo.
El libro (por fin empiezo) “Walkscapes, el andar como práctica estética”, está publicado por Gustavo Gili en el año 2002 y cuenta con una introducción de Gilles Tiberghien que no tiene desperdicio. Está en castellano y en inglés, con el sistema de una columna para cada idioma que, desde mi punto de vista, no sirve más que para desperdiciar papel, pero en el resto responde a los estándares de calidad a que nos tiene acostumbrados la editorial. Es decir, que se trata de un libro que se lee sin ninguna dificultad y al que se acaba por tenerle cariño. Desde que se publicó lo vengo recomendando a mis alumnos de “Introducción al Urbanismo” y de “Paisaje y Territorio” de la Escuela de Arquitectura de la Politécnica de Madrid. Pero dado su interés y capacidad de sugestión pienso que se merece comentarlo en el blog.
En el prólogo, llamado “Ciudad nómada”, dice Gilles Tiberghien que el andar ha producido arquitectura y paisaje, y que esta práctica, casi olvidada por completo por los propios arquitectos, se ha visto reconsiderada por los poetas, los filósofos y los artistas. Esta actividad de andar también la ha tratado de reactivar el grupo Stalker que, desde 1995 ha atravesado a pié determinadas zonas intersticiales de Roma, Milán, Torino, Berlín o Miami. Actualmente es ON (Osservatorio Nomade) quien ha tomado el relevo (pueden encontrarse sus últimos proyectos como la “2ª Giornata mondiale della Lentezza” celebrada en Roma, el 25 de febrero de este mismo año, en su página web). En este mismo prólogo de Giles Tiberghien se incluye una cita del libro de John Brinckerhoff titulado “A Sense of Place, a Sense of Time” que no me resisto a transcribir: “Las carreteras ya no nos llevan solamente a unos lugares, sino que son lugares”.
El libro en sí se divide en tres partes: Anti-Walk, Land Walk y Transurbancia, precedidas por una especie de introducción que llama “Errare humanum est…” En esta introducción es donde Careri plantea algunas de las hipótesis que luego desarrollará en el libro. Desde mi punto de vista, académicamente es la parte más floja (y discutible) ya que se encuentra plagada de afirmaciones sin sustento teórico (ni racional) que reinterpretan incluso la historia de la humanidad en clave nómada. Sin embargo, es también la parte más sugerente ya que muchas de estas afirmaciones sin sustento teórico podrían dar lugar a decenas de trabajos de investigación. Es esta capacidad de sugerencia (que abarca todo el libro) la que hace recomendable su lectura y uno de sus valores fundamentales.
Plantea la colocación de los menhires casi como un acto fundacional humano. Dice en la primera página, casi en la primera línea: “Antes de levantar el menhir –llamado en egipcio benben ‘la primera piedra que surgió del caos’-, el hombre poseía una manera simbólica con la cual transformar el paisaje. Esta manera era el andar, una acción fatigosamente aprendida durante los primeros meses de vida, que se convertiría más tarde en un acto que dejaba de ser consciente y pasaba a ser natural, automático. A través del andar el hombre empezó a construir el paisaje natural que lo rodeaba. Y a través del andar se han conformado en nuestro siglo las categorías con las cuales interpretamos los paisajes urbanos que nos rodean.”
Entiende por tanto el recorrido, el espacio atravesado, como la primera acción estética que permite organizar el territorio de la naturaleza con claves humanas. Por tanto, para Careri, el andar es un arte que contiene en su seno tanto al menhir como a la arquitectura, el paisaje o la escultura. Y es sólo andar la acción que permite reintegrarlas a todas ellas de manera unitaria: “En la actualidad podríamos construir una historia del andar como forma de intervención urbana, que contiene los actos simbólicos de aquel acto creativo primario: el errar en tanto que arquitectura del paisaje, entendiendo por paisaje el acto de transformación simbólica, y no sólo física, del espacio antrópico.”
Se cierra el círculo, el menhir como paisaje
Familia de menhires por la paz
La Coruña (España), Fotografías de Galicia
Familia de menhires por la paz
La Coruña (España), Fotografías de Galicia
La interpretación que hace en clave nómada de la parábola de Caín y Abel es realmente ingeniosa y todavía más si luego se comprende que la utiliza de base para apoyar las palabras de Giles Deleuze y Félix Guattari en su libro “Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia” cuando diferencian el espacio sedentario del espacio nómada según las marcas más o menos permanentes en el territorio. Entiende así el espacio sedentario como un espacio lleno y el nómada como vacío. Aunque también diferencia a éste del espacio del errabundeo en el sentido de su finalidad es perseguir las presas para cazarlas mientras que el del nómada es la trashumancia y, por tanto, con componentes más cíclicos y menos azarosos.
De cualquier forma, el acto trascendental va a tener lugar con la erección del menhir. Según el autor “El menhir constituye la nueva presencia en el espacio del neolítico. Es el objeto a la vez abstracto y vivo a partir del cual se desarrollarán posteriormente la arquitectura (columna tripartita) y la escultura (la estela-estatua)”. Entiende, por tanto, que el espacio recorrido es anterior al espacio arquitectónico lo que tiene importantes repercusiones que son claves para su entendimiento: “… una vez eliminada la insensatez de aquellas convicciones, tan habituales, según las cuales la arquitectura sería una invención vinculada al mundo sedentario y en ningún caso al nómada, no vamos a entrar en la historia de la arquitectura posterior, sino que nos detendremos en la etapa del errabundeo, en el recorrido entendido como acción simbólica y no como signo o como objeto situado en el espacio”.
A partir de esta base Careri profundiza en tres momentos de transición fundamentales en la Historia del Arte enfocándolos desde la especial perspectiva de caminar. La primera entre el Dadaísmo y el Surrealismo, la segunda de la Internacional Letrista a la Situacionista y la tercera del Minimalismo al Land-Art. Dice refiriéndose a estos momentos: “Al analizar dichos episodios se llega con claridad a una historia de la ciudad recorrida que va desde la ciudad banal de Dada hasta la ciudad entrópica de Robert Smithson, pasando por la ciudad inconsciente y onírica de los surrealistas y por la ciudad lúdica y nómada de los situacionistas.”
En el capitulo que llama Anti-Walk analiza los dos primeros periodos. Parte de las visitas organizadas en los años veinte del pasado siglo por Dada a los lugares más banales de la ciudad de París. Luego, en 1924, la propuesta del vagabundeo a campo abierto y el descubrimiento en el andar de una componente onírica y surreal. El viaje se convierte entonces en algo parecido a una ceremonia iniciática capaz de revelar las zonas inconscientes del espacio y las áreas invisibles de la ciudad. En los años cincuenta la Internacional Letrista cambia el sentido del deambular surrealista construyendo la Teoría de la Deriva que en 1956 (en España estábamos aprobando la primera Ley del Suelo) en Alba tropieza con la cultura nómada. Un año después Constant proyecta un campamento para los gitanos de Alba mientras se difunden las primeras imágenes de una ciudad basada en el deriva.
Los situacionistas sustituyen las ciudad onírica de los surrealistas por una ciudad lúdica, y el azar del errabundeo por la construcción de unas reglas de juego propias, no convencionales. Pero el que le da una dimensión histórica y arquitectónica a la teoría de la deriva es Constant proponiendo New Babylon. No se trata “de una ciudad sedentaria enraizada en el suelo, sino de una ciudad nómada suspendida en el aire, una Torre de Babel horizontal que va ocupando territorios inmensos hasta envolver toda la superficie de la Tierra”. Parece que proyectar una ciudad para una población nómada que niega la ciudad es un contrasentido y de este contrasentido surge “una arquitectura megaestructural y laberíntica, construida en base a las líneas sinuosas de los recorridos nómadas”. El proyecto se desarrolla a la vez que la teoría situacionista del “urbanismo unitario” una nueva forma creativa de transformación del espacio urbano, en que las diferentes artes confluyen en la construcción de la ciudad, y los ciudadanos asumen la autodeterminación de su propio ambiente.
El capitulo que llama Land Walk está dedicado al andar como forma de intervención artística en la naturaleza. Parte de un articulo seminal, el publicado por Tony Smith en 1966 en la revista Artforum, sobre el relato de su viaje por una autopista en construcción, que origina toda la polémica entre críticos de arte y minimalistas. Dice Careri “El land art revisita a través del andar los orígenes arcaicos del paisajismo y de las relaciones entre arte y arquitectura, haciendo que la escultura se reapropie de los espacios y los medios de la arquitectura”. Otro momento importante es 1967, cuando Richard Long realiza A Line Made by Walking (pueden entrarse más detalles en el articulo de este blog “El paisaje, intervenciones artísticas no destructivas”) y Robert Smithson termina A Tour of the Monuments of Passaic, el primer viaje a través de los espacios vacíos de la periferia contemporánea.
En el capitulo sobre la Transurbancia Careri explica la propuesta de Stalker/ON para analizar, intervenir y comprender la ciudad de la periferia que se ha formado al margen de casi todo. Esta ciudad periférica, formada por fragmentos que se sobrepone a todos los intentos actuales de organización y planificación, que se dibuja mediante distribuciones irregulares y parece como si gozara de la misma cualidad que los fractales: la autosimilitud. A diferentes escalas los fragmentos son muy similares. Esta es la ciudad de la transurbancia. Ya acabo. A los que sigáis este blog os van a sonar las palabras que aparecen casi al final del libro al referirse al desmoronamiento de la ciudad tradicional, y con las que termino esta reseña:
“Un primer paso fue la comprensión de que este proceso de desmoronamiento se estaba extendiendo mucho más allá de los límites de lo que se creía que era la ciudad, y que formaba un auténtico sistema territorial, la “ciudad difusa”: una forma de asentamiento suburbano de baja densidad que se extendía formando unos tejidos discontinuos y expandidos por grandes áreas territoriales. Los habitantes de esta ciudad, los “difusos”, eran gentes que vivían al margen de las normas civiles y urbanas más elementales, que sólo habitaban el espacio privado de la casa y del automóvil, que sólo concebían como espacios públicos los centros comerciales, los merenderos, las gasolineras, y las estaciones ferroviarias, y que destruían cualquier espacio proyectado para su vida social. Los nuevos bárbaros que habían invadido la ciudad deseaban convertirla en aquella Paperópolis Global que vive en casitas unifamiliares y que sólo prolonga su hábitat por las autopistas reales y por las redes virtuales de Internet”.
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