Hoy os voy a hablar de un libro que tiene ya unos cuantos años pero que, desde mi punto de vista, permanece perfectamente vigente: “Meditación de la técnica” de José Ortega y Gasset. Y, además (puesto que la ciudad es una de las obras cumbres de la técnica humana) perfectamente aplicable al debate: medio antropizado versus naturaleza que, hoy, tiene tanta importancia. Las imágenes tratan de hacer un recorrido por lo que llamo "la invención de la ciudad", uno de los artilugios técnicos más sofisticados que ha creado la Humanidad. Están extraídas de los apuntes de clase que suministro a los alumnos y algunas hace ya tanto tiempo que las tengo que les he perdido la pista a sus orígenes. De ahí que no ponga la procedencia de las mismas.
En realidad, más que un libro es un curso, que Ortega impartió en la inauguración de la Universidad de Verano de Santander en 1933. Dice en el “Prólogo” que, tal y como fueron pronunciadas estas lecciones, así aparecieron en La Nación de Buenos Aires, troceadas en artículos dominicales. En realidad Ortega no pensaba publicarlas en un libro porque las lecciones (según su opinión) no estaban acabadas pero: “veo que los editores fraudulentos de Chile recortaban de ‘La Nación’ estas informales prosas y formaban con ellas volúmenes. En vista de lo cual he decidido hacer concurrencia a esos piratas del Pacífico y cometer el fraude de publicar yo estos libros suyos, que son míos”.
Este “Prólogo” lo firma Ortega en Buenos Aires el 27 de octubre de 1939. Como podéis observar la cuestión de la piratería (a pesar de que así nos lo quieren hacer ver en estos tiempos) no es sólo algo relativo a Internet. No querría entrar ahora en esas procelosas aguas pero, hoy como ayer, el problema no es el del acceso a la cultura por todos (incluso por lo que no tienen) sino el aprovechamiento comercial que de dicha cultura hacen algunos, bien sean editores en algunos casos o piratas en otros.
La “Introducción” es, sencillamente, espectacular: “sin la técnica, el hombre no existiría ni habría existido nunca”. Es ese su resumen del curso. Una sólo línea para poner a los alumnos en situación de aprender y con la mente abierta a la discusión y la confrontación de ideas. Luego habla de lo que debería ser una lección: “Una lección es una peripecia de fuerte dramatismo para el que la da y para los que la reciben. Cuando no es eso no es una lección sino otra cosa –tal vez un crimen- porque es una hora perdida y la vida es tiempo limitado y perder un trozo de él es matar vida, practicar asesinato blanco”. Y de la situación de la Universidad en aquellos momentos (estamos en 1933 pero, ¿a qué os suena toda esta cantinela en el 2008?): “Como en la Universidad actual –y conste que no me refiero sólo a la española- las lecciones no suelen ser eso que he llamado peripecia quiere decirse que la Universidad es un lugar de crimen permanente e impune”.
Luego, página a página, se va desarrollando el curso. Probablemente no se corresponda con las teorías más geniales y pulidas de Ortega, pero ya sabéis que me gusta traer al blog libros con capacidad de despertar interés, con potencialidad para generar ideas y producir controversia. Siempre que termino de leerlo (que conste que lo he leído muchas veces desde que era estudiante de arquitectura) siento envidia por aquellos que tuvieron la suerte de ser sus alumnos. Voy a utilizar muchos párrafos extraídos directamente de la publicación, porque en el caso de Ortega esto se puede hacer fácilmente, a pesar de que utiliza demasiado el término “hombre” para referirse a los hombres y a las mujeres. Parece que no, pero el lenguaje no sexista empieza a notarse y se nos hace raro (por lo menos a mí) esta insistencia en hablar del “hombre”, en lugar de “la Humanidad” del “ser humano” o de “los hombres y las mujeres”.
Ejemplos de esta potencialidad de generar ideas se encuentran en casi todas las páginas. Por ejemplo, en la lección II se puede leer: “La técnica es lo contrario de la adaptación del sujeto al medio, puesto que es la adaptación del medio al sujeto. Esto ya bastaría para hacernos sospechar que se trata de un movimiento en dirección inversa a todos los biológicos. Esta reacción contra su entorno, este no resignarse contentándose con lo que el mundo es, es lo específico del hombre. Por eso, aún estudiado zoológicamente, se reconoce su presencia cuando se encuentra la naturaleza deformada; por ejemplo, cuando se encuentran piedras labradas, con pulimento o sin él, es decir, utensilios. Un hombre sin técnica, es decir, sin reacción contra el medio, no es un hombre”.
Luego sigue una parte argumental en la que concluye que: “El hombre no tiene empeño alguno por estar en el mundo. En lo que tiene empeño es en estar bien. Solo esto le parece necesario y todo lo demás es necesidad solo en la medida en que haga posible el bienestar. Por tanto, para el hombre solo es necesario lo objetivamente superfluo. Esto se juzgará paradójico, pero es la pura verdad. Las necesidades biológicamente objetivas no son, por sí, necesidades para él. Cuando se encuentra atenido a ellas se niega a satisfacerlas y prefiere sucumbir”.
Todo ello para llegar a: “La técnica es la producción de lo superfluo: hoy y en la época paleolítica. Es, ciertamente, el medio para satisfacer las necesidades humanas; ahora podemos aceptar esta fórmula que ayer rechazábamos, porque ahora sabemos que las necesidades humanas son objetivamente superfluas y que solo se convierten en necesidades para quien necesita el bienestar y para quien vivir es, esencialmente, vivir bien. He aquí porque el animal es atécnico: se contenta con vivir y con lo objetivamente necesario para el simple existir”.
Luego analiza como la técnica es “sobremanera inestable”, ya que depende de cual sea en cada momento la idea de bienestar que tenga el hombre. También el hecho de que “disminuye, a veces casi elimina, el esfuerzo impuesto por la circunstancia (naturaleza, entorno)”. Para ello reforma su circunstancia y la obliga a adaptar formas nuevas que le favorecen. La pregunta es inmediata: ¿A dónde va a parar ese esfuerzo ahorrado y que queda vacante? A partir de la pregunta Ortega empieza a pensar sobre la esencia del ser humano en relación con la técnica y los actos técnicos. Os dejo con la intriga de la respuesta (hasta que os leáis el libro). Entiendo que fundamental para tener algún criterio sobre las prioridades reales en un momento especial como el que estamos viviendo.
También nos describe las tres etapas de la evolución de la técnica: la técnica del azar, la técnica del artesano y la técnica del técnico. En la primera, la técnica del azar, la Humanidad no es consciente de lo que puede hacer: “el hombre primitivo ignora su propia técnica como tal técnica; no se da cuenta de que, entre sus capacidades, hay una especialísima que le permite reformar la naturaleza en el sentido de sus deseos”. En esta etapa la invención le aparece al hombre como una propiedad más de la naturaleza, y el invento surge, no porque se busque, sino casi debido al azar. Ortega dice que “esas invenciones obedecen al cálculo de probabilidades”.
Al hablar de la tercera etapa (el momento en el que estamos) el instrumento del artesano ha sido sustituido por la máquina y se ha producido ya la radical separación entre el técnico y el obrero que todavía eran la misma cosa en la segunda fase. Esto ha conducido, según Ortega, a la “proliferación sin par de la planta humana”: “Hecho tal solo podía acontecer cuando el hombre había llegado a interponer entre la naturaleza y él una zona de pura creación técnica tan espesa y profunda que vino a constituir una sobrenaturalaza”. En el mundo actual la Humanidad no puede elegir “está irremediablemente adscrito a esta (se refiere a la capa de creación técnica) y colocado en ella como el hombre primitivo en su entorno natural”.
El peligro de esta situación es que el primer paisaje artificial que encuentra el hombre es tan tupido que oculta la naturaleza primaria que hay detrás, y entonces puede tender a creer que: “Todo aquello está ahí por sí mismo: que el automóvil y la aspirina no son cosas que hay que fabricar, sino cosas, como la piedra o la planta, que son dadas al hombre sin previo esfuerzo de este. Es decir, que puede llegar a perder la conciencia de la técnica y de las condiciones, por ejemplo, morales en que esta se produce, volviendo, como el primitivo, a no ver en ella sino dones naturales que se tienen y no reclaman esforzado sostenimiento”. Además, el hecho de que la técnica, aparentemente, produzca la conciencia de que la Humanidad no está limitada por nada contribuye de forma determinante a que no sepa ya quien es, porque al hallarse, en principio, “capaz de ser todo lo imaginable, ya no sabe qué es lo que efectivamente es”.
Como podéis comprender se trata de un libro (un curso) extraordinario, que nos permite entender la relación entre la urbanización y la naturaleza en clave bastante distinta a los tópicos habituales del “buen salvaje” y la “madre naturaleza” a que nos tienen acostumbrados tantos ecologistas románticos (hablaba en un artículo anterior del malvado ecologista). Y es que uno de los hechos técnicos más importantes que ha inventado la Humanidad a lo largo de su devenir ha sido la ciudad. La ciudad, analizada a luz de las palabra de Ortega adquiere una dimensión nueva, un sentido distinto al habitual. Una vez leído este libro ya no es tan sencillo pensar en la urbanización como una anomalía extraña al hombre, como un invento pernicioso que destruye el mundo idílico y bondadoso de la naturaleza.
La ciudad probablemente sea el objeto más genuinamente humano que podamos encontrar. Y lo es en tanto en cuanto deforma y modifica la naturaleza para adaptarla a sus necesidades de forma muy notoria. Necesidades que son, esencialmente superfluas, y por las que merece la pena vivir. Estas frases dichas de esta forma (es decir, sacadas de contexto) pueden parecer absurdas pero os aseguro que después de seguir el hilo del discurso de Ortega os parecerán normales. Incluso me atrevería a decir que, en el fondo, es lo que todos pensamos de forma más o menos explícita. Es problema al que nos enfrentamos es el pecado de soberbia: llegar al convencimiento de que, después de todo lo que ha sido capaz de hacer, la Humanidad no está limitada por nada. Porque este ser (el ser humano) capaz de casi todo, está diluyendo su identidad en una sobrenaturalaza tan potente que le impide ver aquella primera capa que posibilita todo: la naturaleza. Ese es el gran peligro que denunciaba Ortega en 1933 y que hoy nos amenaza de una forma muy determinante y explícita en uno de los momentos de máximo apogeo de la técnica. Que lo disfrutéis.
Había leído el libro de Ortega desde que lo recomendaste en una mesa redonda del Centro de Cooperación Medioambiental hace ya ¡doce años! También cita este libro Javier Echeverría en “Los señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno”. Una pena que sus ideas estén hoy medio olvidadas. Veo que, no sólo sigues en plena forma, sino mejor. El que te hayas atrevido a resumir la historia de la ciudad en doce imágenes impresiona. No está al alcance de cualquiera. No sé si tus alumnos lo apreciarán como se merece, pero yo sí. En realidad tu artículo son dos. Uno está en las imágenes y otro en la letra. No sé cual me gusta más. Pero te voy a someter a un reto: si sólo tuvieras que elegir una imagen de las doce ¿cuál sería? Un abrazo, me he alegrado saber de ti.
ResponderEliminarMiguel, ¡cuánto tiempo! escríbeme un correo (mi dirección está en la página del Departamento de Urbanismo de la ETSAM) porque me gustaría que nos viéramos y no sé como localizarte. Ya ves que te contesto de inmediato al recibir tu comentario y moderarlo. Tu pregunta es bastante más sencilla de lo que piensas. Para representar la ciudad como proceso histórico elegiría la última (La ciudad fragmentada, Madrid, periferia sur) por que en esta imagen está toda la historia de la ciudad hasta hoy. Si tuviera que representar el planeamiento urbano tampoco dudaría: Haussmann, Avenida de la Ópera, París (todavía cuando la veo me emociono, mis alumnos lo saben). Si tuviera que representar la esencia de lo urbano entonces si dudaría entre dos: la que representa la Acrópolis y el Ágora de Atenas (la tercera del artículo) o la foto aérea de las manzanas del Ensanche de Barcelona de Cerdá. Probablemente hoy me decantaría por la primera porque estoy preparando una charla sobre el espacio público, pero igual mañana pienso que sería mejor la del ensanche de Barcelona. Bueno, no se me habría ocurrido hacer esto de no ser por tu pregunta (como siempre, de nuestra charla salen ideas a chorros). Un abrazo.
ResponderEliminarEs que los humanos llevamos construyendo una nueva capa ecológica desde hace miles de años. La ciudad es como una especie de líquen que va cubriendo partes del planeta y deberíamos aceptarlo como algo fruto también de la evolución
ResponderEliminarAunque algunos piensen que somos el malo de la película. Siempre habrá románticos y fanáticos
Interesante el libro de Ortega, en cuanto pueda lo leeré.
Fantástico traer a Ortega y Gasset al debate sobre las ciudades, altamente necesario para poner un poco de racionalidad. Añadiría quizá las ciudades invisibles de Italo Calvino como ensoñación racional:
ResponderEliminarhttp://www.naider.com/ateneo/articulo_blog.asp?id=225
Querido profesor,
ResponderEliminardebo agradecerle que su blog siga siendo un lugar de visita imprescindible.
No quiero comentar nada sobre la última entrada en particular sino llamar su atención sobre un artículo publicado hoy en el NY Times que creo que merece su atención, si no sus oportunos comentarios directamente. Sobre la desertificación de España, pero no sé hasta qué punto podría ser delirante el enfoque del artículo. Usted, sin duda, sabrá evaluarlo y matizar, si es preciso, alguna de las opiniones que en él se vierten.
éste es el link.
http://www.nytimes.com/2008/06/03/world/europe/03dry.html?_r=1&oref=slogin
un cordial saludo
alfonso
Alfonso: también a ti te contesto inmediatamente después de haber moderado tu entrada porque salgo en estos momentos de viaje y luego igual me olvido. Tengo en la cabeza un articulo sobre la desertificación de este país desde hace unos dos meses pero hasta ahora no tenía la disculpa para hacerlo. Después de tu comentario ya la tengo. Más pronto que tarde verás un post al respecto. Aquellos que queráis entrar en el link tenéis que señalarlo con el ratón hasta el final (queda cortado por el ancho del párrafo pero está ahí, soterrado, el resto del link) y luego copiar y pegar en el navegador. Pasa lo mismo con el link de manuederra. Son las servidumbres de las páginas web "de amplio espectro".
ResponderEliminarExcelente reseña. me gustaría leerlo, pero esta agotado en las librerias de León Guanajuato México. ¿Donde lo puedo bajar en internet? ¿Que página o liga o link me sugiere? Felicidades nuevamente.
ResponderEliminarLo lamento de veras pero no sé donde se puede conseguir en Internet. El ejemplar que tengo es ya bastante antiguo. Creo que ahora están volviendo a publicar la obra de Ortega y supongo que volverán a hacerlo también con este curso que impartió en Santander. Un saludo.
ResponderEliminar"Una lección es una peripecia de fuerte dramatismo para el que la da y para los que la reciben. Cuando no es eso no es una lección sino otra cosa –tal vez un crimen- porque es una hora perdida y la vida es tiempo limitado y perder un trozo de él es matar vida, practicar asesinato blanco."
ResponderEliminarMagistral. Me he quedado de piedra. Uno de los posts que aún no había leído de este blog, y que contiene reflexiones impresionantes. Creo que esta frase debería estar escrita en las puertas de todos los profesores, de todas las clases, de todas las universidades.
Por mi parte, modestamente, me la aplico. Como profesora ocasional y como alumna. Un cordial saludo.
Judit.
Judit: Sí, esa frase a mí también me impactó cuando la leí. De hecho, estas reflexiones de su curso en Santander que se recogieron en "Meditación de la técnica", fueron una de las causas de que me haya dedicado a la enseñanza. Pensé que la relación intelectual que se establece entre profesor y alumno (cuando se establece) probablemente no sea superada por casi ninguna otra. Que lo que Ortega había conseguido conmigo, y a través de palabras escritas, me gustaría conseguirlo también a mí con otros. Y esta comunicación no tiene porque ser oral, puede ser de muchos tipos, por ejemplo escrita. O a través de un blog. Yo todavía leo las páginas de "Meditación de la técnica" muchas veces. De hecho, cuando me deprimo leo a Ortega o un libro de los años ochenta de Nicolis y Prigogine que se llama "La estructura de lo complejo". Como casi puedo recitarlo de memoria lo abro por cualquier página al azar y leo. Te aseguro que siempre encuentro cosas nuevas. Se trata de un libro (desde mi punto de vista) magistral sobre un tema aparentemente obscuro pero en el que están descritas de forma que se entienden muchas de las claves para comprender el funcionamiento de la vida. Increíblemente, también de nuestras vidas personales. Ánimo con la tesis.
ResponderEliminar"Que lo que Ortega había conseguido conmigo, y a través de palabras escritas, me gustaría conseguirlo también a mí con otros. Y esta comunicación no tiene porque ser oral, puede ser de muchos tipos, por ejemplo escrita. O a través de un blog"
ResponderEliminarNO-LE-QUEPA-DUDA. Mucho más de lo que imagina. Se lo digo con sinceridad y sin ánimo de peloteo (de qué me serviría).
Y la ventaja de los blogs, que no disponen los libros, es que permiten al autor conocer el alcance y la influencia de sus palabras y acciones, si los lectores comentamos, claro, y creo que esto es algo fantástico.
Por mi parte, algunas de las ideas de este blog me han cambiado la forma de ver las cosas.
Ahora sé que la especialización de la que otros alardean tanto no es el único camino, a mí me gusta más "no ser de nada en concreto y ser todo": en parte ambiéntologa, en parte geógrafa, con un poquito de arquitectura, urbanismo, psicología ambiental, filosofía... Vamos, lo que viene siendo ser interdisciplinar, y además orgullosa de ello :)
Y también he consolidado la idea de que "respetar la naturaleza" no pasa necesariamente por ir de ruta de forma frecuente al campo a hacer senderismo o lo que sea (lo que en realidad deja más huella ecológica que estudiarlos desde casa), aunque sea necesario a veces pisar los escenarios reales. Que formamos parte de la naturaleza porque pertenecemos a una especie animal, no hace falta poner "pseudonaturaleza" a raudales alrededor de nuestras viviendas dispersas para entender este hecho (ayer es que releí el post de Jane Jacobs y sus ideas sobre el peligro de sentimentalizar la naturaleza...)
Nunca he leído a Ortega (soy del 83, no lo mandan ya en el instituto!), pero lo haré. Y "la estructura de lo complejo" ya está en mi wihslit. ¡Le contaré cuando lo lea!
Saludos.