Durante unos días he estado recluido en la habitación de un hospital madrileño. Quien haya estado en esta situación ya puede comprender que no se trata de un sitio demasiado animado. Afortunadamente la habitación que me tocó en suerte tenía un enorme ventanal (casi toda la pared) desde el que se veía un panorama extraordinario de la Sierra de Madrid. De forma que la situación de poder observar desde la cama, el sofá o dando un paseo, semejante vista constituía la mejor terapia para alguien que ama el paisaje. La apreciación no era solamente mía. Todo el que se acercaba a visitarme (poca gente porque mis amigos ya saben que no me gustan las visitas cuando estoy enfermo) antes de decirme si tenía buen o mal aspecto, cómo me encontraba, etc., indefectiblemente hacían referencia a las maravillosas vistas. No es que tuviera celos de tan extraordinaria visión pero alguna vez, incluso llegué a cerrar las cortinas para que las visitas se fijaran en mi.
Además me ingresaron justamente después de las grandes nevadas que se produjeron en toda España y la verdad es que la Sierra estaba esplendorosa. Luego, la niebla, las nubes corriendo a toda velocidad, el sol… El espectáculo fue maravilloso (ya en casa, casi me están dando ganas de volver). Bien, el caso es que me pareció imprescindible “inmortalizar” la situación haciendo una serie de fotografías que me recordaran para siempre el espectáculo. Pero el resultado fue desconcertante. En realidad, la Sierra sí que se veía, pero era una parte bastante pequeña del fotograma (y eso que las fotos las hice desde la terraza y no desde el interior de la habitación) y, además, quedaba como “sepultada” bajo una masa de elementos artificiales que, en realidad, constituían la parte esencial de lo fotografiado.
Después de ver las fotos volví a mirar tras el cristal. Era evidente que ni yo, ni mi familia, ni las visitas, habíamos visto la realidad del panorama a través del gran ventanal de mi habitación. Habíamos visto lo que queríamos ver. Es decir, habíamos eliminado una parte importantísima de la “fotografía” para quedarnos sólo con la parte “agradable”. Porque aquello tenía tres planos, y sólo el plano lejano había sido objeto de nuestra consideración. Tanto el primer plano como el plano medio, sencillamente los habíamos despreciado. La razón estaba bastante clara y tiene que ver con algunas cuestiones perceptivas que me gustaría debatir un poco. Se trata, una vez más, de presupuestos básicos del paisajismo, sobre algunos de los cuales ya he escrito en entradas anteriores.
En realidad, si uno observa el primer plano puede decirse que la calidad arquitectónica no es muy evidente (¡). Se trata de una zona de servicios del hospital en la que se amontonan extractores, aparatos de aire acondicionado, tuberías de saneamiento y otros elementos de parecido interés y que se caracterizan, ante todo, por su belleza peculiar (lamento ser tan irónico pero, después de haberme percatado de que la vista de la Sierra iba acompañada indefectiblemente de este muestrario de instalaciones se me atragantó un poco). Pero este primer plano para la mayor parte de los espectadores del paisaje serrano sencillamente se obviaba.
Lo mismo se podría decir respecto al plano medio en el que se distinguían en una mezcla absolutamente anárquica y azarosa entre otros elementos igualmente bellos: un mástil de iluminación con, al menos 12 focos; una gran torre del tendido eléctrico con los cables correspondientes; la antena repetidora de móviles; un enorme anuncio de venta de un solar con sus vallas de cerramiento; las vías del tren; la M-40; decenas de báculos de iluminación; una parada de autobús; unos pocos árboles perdidos en el mar de “ruido” urbano.
Se podría decir que el acto perceptivo de apropiarse de un paisaje es propio de cada individuo pero tiene pautas comunes en todos los que lo observan. Sin estas pautas comunes la existencia del “paisajista” tal y como se entiende no tendría razón de ser. El descubrimiento de estas pautas comunes ante un paisaje es lo que se le pide al profesional. Una de ellas es, precisamente, el hecho de ver “sólo lo que se quiere ver”. Ello no quiere decir que el resto de la escena no quede grabada (por lo menos subconscientemente) en la memoria. El hecho de que a veces se vea sólo lo bello y otras sólo lo feo probablemente dependa de la circunstancia en la cual se encuentre el espectador. Aquellos que hayan leído otras entradas sobre paisaje en este blog ya conocen mi teoría sobre la necesidad de que el sujeto se ponga en actitud contemplativa ante el objeto para que se pueda decir que estamos ante un paisaje. Y que esto es lo que corrientemente sucede ante un paisaje de naturaleza.
Pero ya no lo es tanto ante un paisaje urbano en que el sujeto se encuentra más en el papel de actor. De los tres planos que componían el panorama que veía desde mi habitación, el primer plano era claramente arquitectónico, el plano medio urbano y el lejano de naturaleza. Respecto al primer plano era evidente que, tanto los visitantes como yo mismo lo considerábamos como escenario donde se desarrollaba un rol: el mío como enfermo y el suyo como visitante de enfermo. El segundo tenía casi las mismas características lo que implicaba que se veía como el sitio donde se desarrollaba el rol ciudadano, y sólo el tercero se consideraba como paisaje. Por eso todos hablábamos del maravilloso paisaje que se veía desde mi habitación. Es que, tanto el primer plano como el medio, no los considerábamos como formando parte del mismo. Eran sencillamente escenarios más o menos adecuados para desarrollar nuestros roles ciudadanos en los que la belleza tenía un puesto secundario. Puesto que sobre el plano lejano había poco que decir (aparte de su belleza y otras consideraciones paisajísticas ya muy estudiadas y sabidas) me centré en el análisis de los planos cercano y medio. La pregunta sería ¿por qué en estos casos la vista se entiende como un escenario urbano y no como un paisaje urbano? Dicho de otra manera ¿por qué el sujeto se pone en actitud de actuar (desarrollar un rol) y no de contemplar (desarrollar el rol específico de admirar estéticamente una porción del territorio)?
Lo que voy a decir ahora es, sencillamente, una intuición, una hipótesis de trabajo que habría que demostrar pero que, probablemente explicaría, por lo menos, este caso. La respuesta podría ser que, ante un encuadre urbano o arquitectónico normalmente el ciudadano (un urbanita en un tanto por ciento muy elevado de casos) tiende a ponerse en actitud de actuar. Es decir, que el encuadre se ve como el escenario donde actúa normalmente. Sólo tiende a ponerse en actitud de contemplar si ese escenario le resulta muy desconocido (y, por tanto, ajeno) y, además, bello. Los escenarios ajenos y feos no tienden a verse como paisajes (es decir, el sujeto no se pone en actitud contemplativa ante ellos) sino como escenarios de inseguridad o de indiferencia para desarrollar su papel ciudadano.
Ante un territorio urbano el paisajista (aparentemente) debería considerar dos aspectos: la adecuación de ese territorio para desarrollar eficientemente el rol ciudadano del sujeto y su embellecimiento para que pudiera plantear su contemplación como paisaje. Tradicionalmente ambos aspectos han correspondido a profesiones distintas: el primero a los planificadores, urbanistas, ingenieros y diseñadores urbanos; y el segundo a los paisajistas. Pienso que no debería ser así por múltiples razones que, algún día, trataré de explicitar en otra entrada del blog. Pero el hecho real es que suele suceder de esta manera. Probablemente la excepción sea el campo del diseño urbano, normalmente en manos de arquitectos (a los que suelen mover, además de la eficacia y la eficiencia, la belleza) que normalmente intentan, aunque no siempre de forma explícita, aunar ambos aspectos, escenario y paisaje, en un único proyecto.
La diferencia, por tanto, entre el paisaje de la naturaleza y el paisaje urbano es muy importante pero no tanta como puede parecer. Depende, esencialmente, del sujeto perceptivo. Porque el sujeto perceptivo del paisaje de naturaleza también puede considerarlo como un escenario donde desarrolla su rol (de agricultor o ganadero, por ejemplo, pero también de alpinista o promotor turístico) en cuyo caso su actitud ante el mismo no es precisamente contemplativa. A lo largo de este blog se puede ver mi interés por planteamientos paisajísticos a través del sujeto más que desde el objeto, porque entiendo que esta es la forma genuina de enfrentarse al tema por parte de un paisajista. Ello no quiere decir que se deba de despreciar al objeto (al contrario). Pero el campo de estudio del objeto debería estar más centrado, probablemente, en otras profesiones que lo analizan más particularmente. Por ejemplo, en el caso de la naturaleza: ecólogos, biólogos, naturalistas, ingenieros de montes o agrícolas. Y en el caso de la ciudad: planificadores, arquitectos, urbanistas, gestores o ingenieros. La realidad, naturaleza o ciudad, es compleja y global y los acercamientos parciales a la misma deberían ser sustituidos por otros de carácter más holístico e interdisciplinar para no cometer errores, muchas veces, irreparables.
martes, 27 de enero de 2009
domingo, 11 de enero de 2009
Más trabajos del curso de paisaje
Tal y como había prometido en la entrada anterior hoy voy a dedicar el articulo a reseñar otros trabajos que mis alumnas y alumnos han realizado en la asignatura de Paisaje y Territorio que imparto en la UPM de Madrid, además del ya comentado de “Guadalix desconocido”. Como dije, esta vez casi no he podido seguir el curso debido a mis problemas médicos y Esther Higueras se ha encargado de llevar la parte principal de las clases. Aquellos que sigan el blog ya saben que los trabajos que comento no tienen necesariamente porque ser los mejores académicamente (para eso ya están las notas) sino que son los que me parecen más adecuados a la temática y estructura del mismo. Para entender un poco la mecánica docente de la asignatura me remito a la entrada anterior donde se explica de forma bastante resumida. Como siempre y para no complicar la lectura sólo entrecomillo (y no pongo en cursiva) las citas literales cuando, como en este caso, se reproducen muchos párrafos. Todas las imágenes están extraídas de los trabajos y corresponden a sus autores.
El título del primer trabajo es Rutas sonoras y el equipo estaba formado por Laura Alcubilla, Alejandro Cortizo, Silvia González, Mauricio Gutiérrez y Ana Hernández. El lugar de actuación era el Parque Natural de Peñalara que se encuentra situado en el término municipal de Rascafría en la sierra madrileña. "Está formado por la Cumbre, Lagunas y Circo, precisamente la Cumbre de Peñalara es la cima de la Comunidad de Madrid, con 2.428 metros de altura. Durante el recorrido hasta la Laguna Grande de Peñalara se pueden observar unas magníficas vistas de la Sierra madrileña. Al ser Parque Natural es un espacio protegido que alberga especies de flora y fauna muy valiosas que deben ser respetadas".
El planteamiento (en palabras de sus autores) fue el siguiente: "Nuestra propuesta consiste en realizar una ruta por el Parque Natural de Peñalara, en la que lo primordial sean las experiencias personales que el individuo pueda tener con la naturaleza que le rodea. Esto lo conseguiremos con la ayuda del sonido y del viento, de manera que se plantean dos tipos de elementos. Por un lado proponemos unas estructuras lineales de las que cuelgan varillas metálicas, colocadas en puntos clave del recorrido, y que sirven como guía del mismo. Por otro lado planteamos unas estructuras más grandes, a tipo de escultura, que se colocarán de manera estratégica cerca de las lagunas. En un principio colocaremos 10 de estos elementos. De esta manera, conseguimos que esta ruta se diferencie de otras que existen en el Parque, así como unas experiencias personales que culminan al llegar a los puntos finales de la ruta, donde se encuentran las lagunas".
Tal y como se lee en el párrafo anterior el equipo propuso la instalación de 10 árboles sonoros. Sin embargo, después del análisis de la valoración y fragilidad del paisaje llegó a la conclusión que 6 de los árboles propuestos no eran aptos, 3 lo podían ser con medidas correctoras y ¡solamente uno resultaba válido! En la propuesta final el grupo decide incluir únicamente tres. Para ello estudiaron criterios de localización basados en el viento, en la accesibilidad y en el análisis valoración - fragilidad. La propuesta final incluía miradores con estructuras lineales de las que colgaban varillas metálicas, y tres “árboles - esculturas sonoras” distintos: en espiral, cilíndrico y piramidal. Las actuaciones en las que el grupo se ha inspirado para su propuesta de esculturas son de sobra conocidas, pero al no tratarse de un proyecto de escultura sino paisajístico, lo que verdaderamente importa es su adecuación a la idea base. Ello no invalida el que resulte imprescindible concretar (y dimensionar) en la medida de lo posible.
Este trabajo presenta varios temas interesantes. Pero quizás el que destaque sobre todos ellos sea la consideración del elemento sonoro en el paisaje. Frecuentemente se tiende a reducir el paisaje a lo visual pero también intervienen otros elementos que caracterizan el ambiente tales como el olfato, el tacto, el frío, la humedad relativa o el soleamiento. Y, por supuesto, el sonido. Me ha parecido interesante traerlo aquí para recordar la necesidad de entender el disfrute del paisaje de una forma global de forma que considere todos los estímulos que intervienen y no sólo algunos de ellos. Existen pocos ejemplos de este tipo. Uno realmente espectacular ya lo he comentado en la entrada sobre "El Peine del Viento" (Chillida y Peña Ganchegui, situado en Donostia).
Aunque el articulo va a quedar demasiado largo me gustaría también referirme, aunque de forma más resumida, a otros dos trabajos más. El primero se titula Recorrido multihilo en Villalba y el equipo lo formaban: Beatriz Ortiz, Silvia Esteban, Marta Hijas, María Mayor y Daniel Ovalle. Según sus autores: "Nuestro trabajo se sitúa en la periferia del municipio de Villalba. Es una zona llana que cuenta con el interés no sólo de la vegetación típica de la Sierra (encinas, alcornoques, jara...) sino que desde allí se pueden observar diversas vistas de toda la Sierra de Guadarrama, Navacerrada y en los días claros el perfil de Madrid. Con esta base organizamos una actividad lúdica - paisajística por medio de diferentes recorridos que señalamos mediante un sistema de hilos que se descuelgan de árbol en árbol, llevando el camino 'a nuestras cabezas'. Así se minimiza la alteración del entorno y la modificación del terreno, que serían además completamente reversibles".
Entre las actividades que proponen están: recorridos para hacer a pie, para bicicletas, disfruta de las vistas, coloca tu farolillo en el lugar que más te guste o deja un mensaje para futuros excursionistas. "Por un lado se pretende que la intervención sobre el terreno sea mínima. Para ello se emplean los árboles como soporte de los hilos que marcan los recorridos. Además de poder recorrer los diferentes caminos le añadimos un nuevo interés por medio de los farolillos. Éstos refuerzan los caminos, los iluminan por la noche gracias a un material especial, pueden marcar lugares que los visitantes consideran importantes o de interés y aporta unas ganancias económicas para el mantenimiento de la actividad". Los hilos se componen de un material fosforescente compuestos por metales alcalinotérreos aluminados que se recarga durante el día y brilla por la noche (hasta 12 horas) siendo resistente a la intemperie hasta diez años.
Pienso que el interés de este trabajo reside, básicamente, en dos aspectos. El primero, aunque no ha sido destacado suficientemente por el equipo, es la interactividad. El turista que recorre el itinerario tiene capacidad para modificar algunas cosas del mismo de forma que, poco a poco, el recorrido irá cambiando. En una sociedad en la cual la interactividad es un elemento que cada vez tiene mayor importancia el pensar que se pueda aplicar al paisaje es un elemento favorable que, poco a poco, se irá haciendo imprescindible. El segundo es la utilización a diferentes horas del recorrido. Es imprescindible buscar actividades que no se concentren en pocos días al año y pocas horas al día si el medio lo permite. El grupo propone su utilización de la siguiente manera:
La última propuesta que me gustaría comentar se llama Parque pedagógico de la Batalla del Jarama en la lagunas de Rivas - Vaciamadrid y corresponde al equipo de Raquel Báscones, Fernanda Cassou, Tiago Dias, María Jesús Sastre y Elizabeth A. del Valle. "El objetivo es que esta intervención sea un destino para actividades escolares en la Naturaleza dentro del marco de la LOE. Se trabajarán aptitudes relacionadas con el entorno social, histórico, cultural y ambiental. Se desarrollará un tipo de recorrido para cada ciclo de educación primaria". El recorrido se complementa con trabajo en el aula de forma que "se enviará al centro una unidad didáctica completa, donde se detallarán las actividades recomendables para realizar los días previos a la visita en las distintas materias. De esta manera se consigue mayor grado de comprensión y atención en la actividad".
Esta dirigido a "estudiantes de Educación Primaria (entre 6 y 11 años) y sus profesores entre semana. Turismo familiar durante los fines de semana. La visita guiada tendrá una duración de dos horas". Se limitará la cantidad de visitantes diarios "ya que nuestra intervención se sitúa en un entorno doblemente protegido. Por un lado, el Parque Regional del Sureste, que pone en valor el río Jarama; y por otros la ZEPA y el LIC 'Cortados y Cantiles de los ríos Jarama y Manzanares' nº ES0000142, por lo que se debe controlar el impacto turístico, reduciendo los ruidos que puedan molestar la anidación de las aves, así como que puedan contribuir a la erosión del terreno y la degradación del paisaje. Entre semana: 180 personas/día. Fin de semana: 240 personas/día. La capacidad de la visita guiada será de 60 personas (capacidad de un autobús). Se dividirán en tres grupos de 20 personas: uno entraría directamente al punto de interpretación, otro tendría una charla al aire libre sobre el paisaje que nos encontramos (fauna, flora, hidrología, etc.); mientras que un tercero aguardaría unos minutos en una zona de juegos infantil próxima al punto de llegada".
Aunque se trata de un ejercicio clásico de recorrido pedagógico el trabajo presenta aspectos interesantes. El primero es que se trate de un recorrido enfocado a facilitar el trabajo de los profesores permitiendo la salida de las aulas tradicionales. Independientemente del interés puramente docente lo tiene el hecho de poder ser utilizado en momentos distintos a los fines de semana. Es complicado encontrar actividades de turismo de trayecto medio y cercano que se puedan desarrollar en días de diario y en el horario normal de trabajo. De ahí el interés de un recorrido de este tipo. El segundo es que resulta sorprendente el hecho de que el equipo se haya molestado en determinar los aforos máximos que puede soportar el entorno natural y proponer unas cifras concretas. Y el tercero es que hayan convertido el hecho de la guerra y la batalla que se produjo en ese lugar en un alegato en favor de la paz: "Educación para la paz (el fin último de esta actividad será la educación en la no violencia y la tolerancia). Homenaje a los caídos (se honrará a todas las victimas del enfrentamiento con independencia del bando al que pertenecieran). Y, por último, educación para la reconciliación".
Para terminar me gustaría recordar lo que ya he escrito hace cosa de un año en la entrada titulada “Reivindicación del color”: Por supuesto que el 90% de los alumnos de arquitectura “se inspiran” en proyectos que han visto en revistas y en otros lugares. Esa parte entra en la dinámica del aprendizaje y la mayor parte de los profesores conocen perfectamente la procedencia de su inspiración. A mí, particularmente, tampoco me importa demasiado que parte del trabajo sea reciclado de otros ejercicios o proyectos. En realidad todos lo hacemos y nos copiamos a nosotros mismos muchas veces y esto sirve para ir creando un camino. La cuestión está en cómo el alumno va siendo capaz de construir su propia iconografía, su mundo. De cómo va introduciendo variaciones sobre aquellos temas que considera están bien y como va descartando otros. Es verdaderamente un privilegio observar como se va haciendo a si mismo. La misión del que enseña, en este complicado camino que hace el alumno, a veces es anecdótica y otras crucial, pero siempre debería limitarse a ser una ayuda. El discípulo disciplinado cuyo único objetivo es interiorizar la experiencia del maestro podrá llegar a ser un buen artesano (lo que no es poco), pero raras veces será capaz de encontrar caminos nuevos. La marca puede llegar a ser demasiado profunda, demoledora. Por eso en las disciplinas artísticas, como la música o la pintura, no siempre los genios, los artistas, son los mejores maestros.
El título del primer trabajo es Rutas sonoras y el equipo estaba formado por Laura Alcubilla, Alejandro Cortizo, Silvia González, Mauricio Gutiérrez y Ana Hernández. El lugar de actuación era el Parque Natural de Peñalara que se encuentra situado en el término municipal de Rascafría en la sierra madrileña. "Está formado por la Cumbre, Lagunas y Circo, precisamente la Cumbre de Peñalara es la cima de la Comunidad de Madrid, con 2.428 metros de altura. Durante el recorrido hasta la Laguna Grande de Peñalara se pueden observar unas magníficas vistas de la Sierra madrileña. Al ser Parque Natural es un espacio protegido que alberga especies de flora y fauna muy valiosas que deben ser respetadas".
El planteamiento (en palabras de sus autores) fue el siguiente: "Nuestra propuesta consiste en realizar una ruta por el Parque Natural de Peñalara, en la que lo primordial sean las experiencias personales que el individuo pueda tener con la naturaleza que le rodea. Esto lo conseguiremos con la ayuda del sonido y del viento, de manera que se plantean dos tipos de elementos. Por un lado proponemos unas estructuras lineales de las que cuelgan varillas metálicas, colocadas en puntos clave del recorrido, y que sirven como guía del mismo. Por otro lado planteamos unas estructuras más grandes, a tipo de escultura, que se colocarán de manera estratégica cerca de las lagunas. En un principio colocaremos 10 de estos elementos. De esta manera, conseguimos que esta ruta se diferencie de otras que existen en el Parque, así como unas experiencias personales que culminan al llegar a los puntos finales de la ruta, donde se encuentran las lagunas".
Tal y como se lee en el párrafo anterior el equipo propuso la instalación de 10 árboles sonoros. Sin embargo, después del análisis de la valoración y fragilidad del paisaje llegó a la conclusión que 6 de los árboles propuestos no eran aptos, 3 lo podían ser con medidas correctoras y ¡solamente uno resultaba válido! En la propuesta final el grupo decide incluir únicamente tres. Para ello estudiaron criterios de localización basados en el viento, en la accesibilidad y en el análisis valoración - fragilidad. La propuesta final incluía miradores con estructuras lineales de las que colgaban varillas metálicas, y tres “árboles - esculturas sonoras” distintos: en espiral, cilíndrico y piramidal. Las actuaciones en las que el grupo se ha inspirado para su propuesta de esculturas son de sobra conocidas, pero al no tratarse de un proyecto de escultura sino paisajístico, lo que verdaderamente importa es su adecuación a la idea base. Ello no invalida el que resulte imprescindible concretar (y dimensionar) en la medida de lo posible.
Este trabajo presenta varios temas interesantes. Pero quizás el que destaque sobre todos ellos sea la consideración del elemento sonoro en el paisaje. Frecuentemente se tiende a reducir el paisaje a lo visual pero también intervienen otros elementos que caracterizan el ambiente tales como el olfato, el tacto, el frío, la humedad relativa o el soleamiento. Y, por supuesto, el sonido. Me ha parecido interesante traerlo aquí para recordar la necesidad de entender el disfrute del paisaje de una forma global de forma que considere todos los estímulos que intervienen y no sólo algunos de ellos. Existen pocos ejemplos de este tipo. Uno realmente espectacular ya lo he comentado en la entrada sobre "El Peine del Viento" (Chillida y Peña Ganchegui, situado en Donostia).
Aunque el articulo va a quedar demasiado largo me gustaría también referirme, aunque de forma más resumida, a otros dos trabajos más. El primero se titula Recorrido multihilo en Villalba y el equipo lo formaban: Beatriz Ortiz, Silvia Esteban, Marta Hijas, María Mayor y Daniel Ovalle. Según sus autores: "Nuestro trabajo se sitúa en la periferia del municipio de Villalba. Es una zona llana que cuenta con el interés no sólo de la vegetación típica de la Sierra (encinas, alcornoques, jara...) sino que desde allí se pueden observar diversas vistas de toda la Sierra de Guadarrama, Navacerrada y en los días claros el perfil de Madrid. Con esta base organizamos una actividad lúdica - paisajística por medio de diferentes recorridos que señalamos mediante un sistema de hilos que se descuelgan de árbol en árbol, llevando el camino 'a nuestras cabezas'. Así se minimiza la alteración del entorno y la modificación del terreno, que serían además completamente reversibles".
Entre las actividades que proponen están: recorridos para hacer a pie, para bicicletas, disfruta de las vistas, coloca tu farolillo en el lugar que más te guste o deja un mensaje para futuros excursionistas. "Por un lado se pretende que la intervención sobre el terreno sea mínima. Para ello se emplean los árboles como soporte de los hilos que marcan los recorridos. Además de poder recorrer los diferentes caminos le añadimos un nuevo interés por medio de los farolillos. Éstos refuerzan los caminos, los iluminan por la noche gracias a un material especial, pueden marcar lugares que los visitantes consideran importantes o de interés y aporta unas ganancias económicas para el mantenimiento de la actividad". Los hilos se componen de un material fosforescente compuestos por metales alcalinotérreos aluminados que se recarga durante el día y brilla por la noche (hasta 12 horas) siendo resistente a la intemperie hasta diez años.
Pienso que el interés de este trabajo reside, básicamente, en dos aspectos. El primero, aunque no ha sido destacado suficientemente por el equipo, es la interactividad. El turista que recorre el itinerario tiene capacidad para modificar algunas cosas del mismo de forma que, poco a poco, el recorrido irá cambiando. En una sociedad en la cual la interactividad es un elemento que cada vez tiene mayor importancia el pensar que se pueda aplicar al paisaje es un elemento favorable que, poco a poco, se irá haciendo imprescindible. El segundo es la utilización a diferentes horas del recorrido. Es imprescindible buscar actividades que no se concentren en pocos días al año y pocas horas al día si el medio lo permite. El grupo propone su utilización de la siguiente manera:
La última propuesta que me gustaría comentar se llama Parque pedagógico de la Batalla del Jarama en la lagunas de Rivas - Vaciamadrid y corresponde al equipo de Raquel Báscones, Fernanda Cassou, Tiago Dias, María Jesús Sastre y Elizabeth A. del Valle. "El objetivo es que esta intervención sea un destino para actividades escolares en la Naturaleza dentro del marco de la LOE. Se trabajarán aptitudes relacionadas con el entorno social, histórico, cultural y ambiental. Se desarrollará un tipo de recorrido para cada ciclo de educación primaria". El recorrido se complementa con trabajo en el aula de forma que "se enviará al centro una unidad didáctica completa, donde se detallarán las actividades recomendables para realizar los días previos a la visita en las distintas materias. De esta manera se consigue mayor grado de comprensión y atención en la actividad".
Esta dirigido a "estudiantes de Educación Primaria (entre 6 y 11 años) y sus profesores entre semana. Turismo familiar durante los fines de semana. La visita guiada tendrá una duración de dos horas". Se limitará la cantidad de visitantes diarios "ya que nuestra intervención se sitúa en un entorno doblemente protegido. Por un lado, el Parque Regional del Sureste, que pone en valor el río Jarama; y por otros la ZEPA y el LIC 'Cortados y Cantiles de los ríos Jarama y Manzanares' nº ES0000142, por lo que se debe controlar el impacto turístico, reduciendo los ruidos que puedan molestar la anidación de las aves, así como que puedan contribuir a la erosión del terreno y la degradación del paisaje. Entre semana: 180 personas/día. Fin de semana: 240 personas/día. La capacidad de la visita guiada será de 60 personas (capacidad de un autobús). Se dividirán en tres grupos de 20 personas: uno entraría directamente al punto de interpretación, otro tendría una charla al aire libre sobre el paisaje que nos encontramos (fauna, flora, hidrología, etc.); mientras que un tercero aguardaría unos minutos en una zona de juegos infantil próxima al punto de llegada".
Aunque se trata de un ejercicio clásico de recorrido pedagógico el trabajo presenta aspectos interesantes. El primero es que se trate de un recorrido enfocado a facilitar el trabajo de los profesores permitiendo la salida de las aulas tradicionales. Independientemente del interés puramente docente lo tiene el hecho de poder ser utilizado en momentos distintos a los fines de semana. Es complicado encontrar actividades de turismo de trayecto medio y cercano que se puedan desarrollar en días de diario y en el horario normal de trabajo. De ahí el interés de un recorrido de este tipo. El segundo es que resulta sorprendente el hecho de que el equipo se haya molestado en determinar los aforos máximos que puede soportar el entorno natural y proponer unas cifras concretas. Y el tercero es que hayan convertido el hecho de la guerra y la batalla que se produjo en ese lugar en un alegato en favor de la paz: "Educación para la paz (el fin último de esta actividad será la educación en la no violencia y la tolerancia). Homenaje a los caídos (se honrará a todas las victimas del enfrentamiento con independencia del bando al que pertenecieran). Y, por último, educación para la reconciliación".
Para terminar me gustaría recordar lo que ya he escrito hace cosa de un año en la entrada titulada “Reivindicación del color”: Por supuesto que el 90% de los alumnos de arquitectura “se inspiran” en proyectos que han visto en revistas y en otros lugares. Esa parte entra en la dinámica del aprendizaje y la mayor parte de los profesores conocen perfectamente la procedencia de su inspiración. A mí, particularmente, tampoco me importa demasiado que parte del trabajo sea reciclado de otros ejercicios o proyectos. En realidad todos lo hacemos y nos copiamos a nosotros mismos muchas veces y esto sirve para ir creando un camino. La cuestión está en cómo el alumno va siendo capaz de construir su propia iconografía, su mundo. De cómo va introduciendo variaciones sobre aquellos temas que considera están bien y como va descartando otros. Es verdaderamente un privilegio observar como se va haciendo a si mismo. La misión del que enseña, en este complicado camino que hace el alumno, a veces es anecdótica y otras crucial, pero siempre debería limitarse a ser una ayuda. El discípulo disciplinado cuyo único objetivo es interiorizar la experiencia del maestro podrá llegar a ser un buen artesano (lo que no es poco), pero raras veces será capaz de encontrar caminos nuevos. La marca puede llegar a ser demasiado profunda, demoledora. Por eso en las disciplinas artísticas, como la música o la pintura, no siempre los genios, los artistas, son los mejores maestros.
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