Probablemente le dedicaré a este taller más de una entrada pero hoy quería traer al blog la introducción que hice a la mesa que me tocó en suerte en el Congreso y que se llamaba “Paisaje, Territorio y Turismo”. Aunque aparentemente no tenía mucho que ver, pensé comenzar con algo muy distinto pero muy arquitectónico: las escaleras.
Por supuesto, al mencionar la palabra “escaleras” siempre aparece en mis recuerdos la figura de Cortázar. A estas alturas del blog aquellos que lo lean de vez en cuando ya conocerán mi predilección por este autor. Pero es que sus “Instrucciones para subir una escalera” incluidas en “Historias de cronopios y de famas” deberían de ser conocidas por cualquier estudiante de arquitectura (y por el resto de la Humanidad, claro está). Probablemente muchos ya habréis leído las líneas que voy a reproducir a continuación pero, ante la posibilidad de que muchos jóvenes terminen la carrera sin haberlas leído, las voy a reproducir por si a alguno se le ha ocurrido deambular por este blog:
“Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
"Subiendo escaleras" (1884-85)
Eadweard Muybridge, precursor del cine
Visión evolutiva de la fotografía
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Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.”
Comprendo que algunos, a estas alturas de la introducción, estéis algo desconcertados. Divertidos, si. Pero desconcertados también. Y en vuestro derecho a preguntarme: -Muy bien, nos has dado una interesante lección de arquitectura pero ¿qué tiene todo esto que ver con el paisaje?- De momento nada, aunque para muchos de los ponentes del Congreso lo explicado en el relato anterior también sería paisaje, porque desde su punto de vista todo es paisaje (la vida es paisaje, la sociedad es paisaje, la economía es paisaje, los edificios son paisaje, los árboles son paisaje, los relatos son paisaje, las escaleras son paisaje, las relaciones sexuales son paisaje, la web es paisaje, la política es paisaje, el tiempo es paisaje). Pero bueno, resulta que luego Cortázar hizo una segunda parte de estas instrucciones. Si queréis oírlas en su voz tan peculiar podéis hacerlo aquí (altamente recomendable). Pero si, simplemente os apetece leerlas las he transcrito para vosotros:
“En un lugar de la bibliografía del que no quiero acordarme, se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar; lo que no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás. Los usuarios de estos útiles artefactos, comprenderán sin excesivo esfuerzo que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse es el resultado de tan insólito proceso.
Hágase la prueba con cualquier escalera exterior; vencido el primer sentimiento de incomodidad e incluso de vértigo, se descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito que si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños; en cambio bastará subirla de espaldas para que un horizonte limitado al comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los Peñaloza, abarque luego el molino de la Turca, estalle en los álamos del cementerio, y con un poco de suerte llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer grado. ¿Y el cielo, y las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo. A lo mejor después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás.
Pero tenga cuidado, es fácil tropezar y caerse; hay cosas que sólo se dejan ver mientras se sube hacia atrás y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto; obstinadas en su nivel y en su máscara se vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro, el campito de los Peñaloza o los álamos del cementerio. Cuidado con esa silla; cuidado con esa mujer.”
Espero que el lector comprenda ahora porque realicé la introducción de la mesa con esta cita de Cortázar. No se refiere, por supuesto, al concepto del paisaje, sino a la aportación que el artista hace a la sociedad. Un escritor, un poeta, un pintor, sencillamente se diferencian del resto por el hecho de que son capaces de mirar de otra manera. Un paisajista, debería de estar en condiciones de mostrar esta otra mirada (con el acento puesto en los elementos que le son peculiares y distintos a los de un pintor, un poeta, un economista o un arquitecto) a todos aquellos que no tienen la habilidad o el tiempo para mirar de otra forma.
Muchas veces veces para mostrar esta mirada no es ni tan siquiera necesario cambiar nada (aunque otras haya que hacerlo), basta con decirles a los que no saben mirar de otra manera que es suficiente con subir la escalera de espaldas. Entonces, en lugar de ver los mismos escalones de todos los días, le habremos enseñado que puede ver el “campito de los Peñaloza, el molino de la Turca los álamos del cementerio e incluso el horizonte de verdad, ese que nos enseñaba la señorita en tercer grado”. Yo veo así el paisajismo y probablemente, en parte, también la arquitectura (esto lo he pensado menos).
Confieso que buena parte de las cosas que he oído y que he visto en el Congreso no me han aportado miradas nuevas (en muchos casos ni tan siquiera existían paisajes). No así en el taller sobre “Condiciones metropolitanas contemporáneas” donde he comprendido que la generación que viene sí que empieza a mirar de otra forma. Y lo que es más importante, empieza a encontrar su manera de transmitir esta mirada.
interesante, curioso y muy revelador/"reflexionador" el texto de Cortazar.
ResponderEliminarun saludo
Los relatos cortos de Cortázar me emocionan. Pero con algunos libros no puedo. Cada cierto tiempo retomo El Bestiario y a los pocos días lo vuelvo a dejar. Ya conocía las instrucciones para subir una escalera, son geniales, pero todavía me parecen mejores las de subirla para atrás. Muy bueno.
ResponderEliminarJorge, la verdad es que yo también he tenido mis dificultades con El Bestiario. Pero mira, ahora casi es de mis preferidos.
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