Al abrir el libro que en la despedida me regalaron los alumnos de aquella primera promoción, me encuentro con una dedicatoria colectiva de Sergio, de Ramón, de María Teresa, de Fernando, de Jane… y de otros alumnos que no cito porque su firma es ilegible (aunque sus rostros están en mi recuerdo). También una referencia: La Serena, 25 de julio de 1999. El libro se llama “Recorriendo Chile, impresiones” y se trata de una serie de fotografías comentadas de Norberto Seebach. La número ocho corresponde a los géiseres del Tatio, y al lado de una imagen esplendorosa de los chorros de agua y vapor saliendo directamente del suelo, se puede leer: “La actividad volcánica, presente a lo largo de casi todo el macizo andino, es particularmente llamativa en los géiseres del Tatio, un conjunto de minivolcanes ubicado en una hondonada a los pies del volcán homónimo. A más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar se puede contemplar el espectáculo que se muestra en una amanecer invernal con aproximadamente veinte grados bajo cero”.
Todas las imágenes que ilustran este articulo están extraídas del vídeo que hice hace casi diez años en este lugar. Por tanto no se corresponden con la situación actual bastante menos impresionante, no sé si debido a que ya han comenzado los trabajos de prospección, a que se han organizado los recorridos, o sencillamente a que la situación meteorológica era menos favorable en mi segunda visita. Además su calidad técnica no es precisamente óptima al tener que extraer las fotos de las tomas de vídeo. La película pretendía recoger la secuencia desde la salida del sol hasta la práctica desaparición de los chorros unas tres o cuatro horas después.
Estos géiseres constituyen uno de los “Cincuenta lugares de ensueño” seleccionados a lo largo de todo el mundo por el diario El País en el año 2001. Aparecen asimismo en multitud de publicaciones y, por supuesto, en todas las guías de turismo. Y es que su atracción no se debe sólo al hecho de la curiosidad geológica, sino que se constituyen en el centro de la actividad turística del Norte Grande. El desierto de Atacama (el más árido del mundo) y su salar, las lagunas altiplánicas, los pukaras, los pueblecitos típicos, los flamencos, las bizcachas, la yareta (en proceso de recuperación)… tienen un alto valor individual y un extraordinario interés como conjunto. Pero lo que de verdad aglutina todo ello como un producto turístico incomparable son los géiseres del Tatio.
El ritual de levantarse a las tres de la madrugada con los coches de las excursiones recorriendo los hoteles en busca de los turistas. El camino de subida en plena noche. La llegada con el sol rozando las cumbres. El frío intenso del altiplano cuando el termómetro marca las mínimas diarias. Los borboteos del agua caliente intentando salir al exterior. Y, por fin, los chorros de agua y vapor, más o menos potentes según la diferencia de temperaturas… Todo esto se va a perder para siempre. San Pedro y los pueblos de los alrededores están llenos de banderas negras que no presagian nada bueno. Hace diez años la población indígena combatía en lucha desigual porque no se instalara la luz eléctrica en San Pedro. Perdieron. Hoy, por las calles de San Pedro no hay necesidad de usar linternas como entonces. También hoy, todo San Pedro (esta vez unidos los empresarios turísticos y los pocos indígenas que no se dedican al turismo) está combatiendo. Pero el combate parece desigual. Enfrente está Geotérmica del Norte SA, subsidiaria de las todopoderosas Codelco y Enap que pretende el aprovechamiento geotérmico de los géiseres.
La polémica lleva ya tiempo instalada (puede leerse aquí un articulo sobre el tema y, sobre todo, los comentarios al mismo) y la lucha es a tres bandas. Por una parte el pueblo atacameño (Likanantai), por otra los empresarios y empleados en el sector turístico, y por otro Codelco y Enap. Hasta ahora la población autóctona de San Pedro ha ido perdiendo combate tras combate en la lucha por la defensa de su cultura e identidad (la luz eléctrica no es más que una anécdota, aunque significativa) frente a las operadoras turísticas (pueden leerse mis cuatro principios del Turismo Sostenible en el artículo “Turismo insostenible” en este mismo blog). El hecho de que, en estos momentos, tanto el sector turístico como la comunidad autóctona atacameña estén unidas frente al proyecto de explotación geotérmica del Tatio lo único que indica es que la gravedad del ataque es todavía mayor.
El 24 de julio, víspera de San Santiago, en la plaza de armas de San Pedro estábamos unos cientos de personas apoyando a la Mesa de Defensa del Tatio compuesta por el Consejo de Pueblos Atacameños, la Asociación de Guías y conductores de San Pedro de Atacama, empresarios turísticos y la comunidad en general (incluido el ex Juez de la Corte de Apelaciones Juan Guzmán Tapia, el mismo que procesó a Pinochet que encabezaba la asesoría jurídica). Dijo el juez “Es una violación a los derechos humanos, es una violación a la naturaleza, es una violación a la cosmovisión de un pueblo que lleva aquí más de 15 mil años (con muestras arqueológicas de su presencia de 5 mil años atrás) que vive y conservó estás riquezas, estas bellezas, estos pilares de nuestra economía y en el caso que se destruyan vamos poco a poco a convertirnos en San ‘Seco’ de Atacama”.
En el conflicto han intervenido otras voces muy autorizadas como la del ministro de Energía Marcelo Tokman (puede leerse una entrevista en El Nortero) a favor del proyecto. Llega a decir: “Nosotros cuando hacemos la identificación que de riqueza que tiene este país, de sus recursos naturales, cuando viene cualquier experto desde el extranjero, nos indican que Chile tiene un potencial enorme tanto en generación hidroeléctrica, como en generación eólica, en términos de radiación solar, y una posición privilegiada desde el punto de vista de la generación de energía a partir de la geotermia”. Independientemente de que (supongo) que Chile tendrá sus propios expertos sin que nadie “que venga del extranjero” les tenga que decir nada, pienso que no habría sólo que consultar a los expertos en energía, sino también a los defensores del medio natural al sector turístico y, por supuesto, a la comunidad de Atacama.
Como el propio Marcelo Tokman dice: “Los proyectos energéticos tienen una característica: que tienen algún tipo de impacto ambiental”. En el caso de los aprovechamientos geotérmicos parte de los impactos podrían ser asumibles. Así, la emisión de ácido sulfídrico (sólo en determinadas condiciones), de CO2 (se produce menos que en la generación por combustión), la contaminación de las aguas próximas por arsénico y amoniaco, y la contaminación térmica. Existen plantas funcionando con buenos resultados como en Nesjavellir (Islandia). El problema en el caso del Tatio es claramente paisajístico debido a la imposibilidad de explotar energéticamente los géiseres sin deteriorar un paisaje natural que es el centro de la producción turística de la zona. Y aquí entramos de lleno en el tema de este blog. Por supuesto que lo que voy a decir no es para “recomendar” a mis amigos chilenos lo que tienen que hacer sino, simplemente, comentar mi experiencia al respecto relacionada con el caso español por si puede servir de ayuda tanto en posicionamientos personales como colectivos.
En realidad ¿qué enfrentamos? Por una parte la posibilidad de obtener energía eléctrica y, por la otra, de degradar un paisaje extraordinario. La pregunta sería ¿cuánta energía eléctrica? En el Tatio ya se intentó en los años setenta del pasado siglo una explotación energética (los restos de la maquinaria todavía permanecen como esqueletos oxidados sobre la misma explanada). Según Arturo Hauser (en una entrevista para Minería 2015): “Posteriormente en la década del 70 Corfo formó un comité geotérmico, el cual con el apoyo de Naciones Unidas, donde hicieron 13 pozos en El Tatio tanto para estudio como para producción. Ellos concluyeron que existía un gran potencial, pero que fue minándose en el camino, pues de los potenciales 50 megawatts que generaría la planta, estudios posteriores fueron bajando el nivel de optimismo, pasando por 30 MW e incluso 12 MW, y eso no hacía viable el proyecto”. Y luego, más adelante: “En el norte, si bien la situación hidrológica es muy distinta, se soluciona la oferta de energía a través de las centrales térmicas. Ahora en los últimos años esto se vio reforzada por la entrada del gas argentino a bajo precio, y por tanto los costos del KW ha bajado y por tanto hay una sobreoferta, y Tocopilla por ejemplo le vende a Quebrada Blanca, a Chuquicamata, a Collahuasi, pero aún así existe este exceso de oferta. Entonces en esta zona norte, ocurre una cosa contradictoria: por un lado hay un interesante posibilidad de desarrollar energía geotérmica, pero el costo del KW va a tener que competir con la sobreoferta existente a partir de plantas de ciclos combinados”.
Por tanto ¿por unos ridículos 12, 30, incluso 50 MW que tendrán que competir en situación de sobreoferta, se pretende terminar con un paisaje reconocido internacionalmente? Porque cualquiera que esté en el mercado turístico (que es el que obtiene rendimiento como recurso al paisaje) sabe que, a pesar de las buenas intenciones del ministro Tokman: “desde el punto de vista del turismo, desde ahora sólo se ha aprobado la exploración, esto estará detrás de una colina, y no se verá desde el sitio turístico, y se ha autorizado trabajos sólo después de las 10 de la mañana, cuando ya no hay movimiento” (?), Atacama dejaría de ser un destino turístico mundial para quedarse en un destino doméstico. La razón la ofrece el mismo gobierno chileno cuando pretende vender Chile en New York con el slogan “Pure Chile” (puede leerse en el artículo anterior una discusión sobre el tema). Un Chile puro, sin contaminar, sin intermediación entre la geografía y el turista no parece compatible con esta explotación geotérmica del Tatio para obtener la “fabulosa” cantidad de 40 MW (en el mejor de los casos).
Claro que puede haber otras razones. Resulta que según un estudio de Alfredo Lahsen Azar (Departamento de Geología de la Universidad de Chile) en un trabajo titulado “La energia geotermica: posibilidades de desarrollo en Chile”: “El agua potable en el Norte de Chile es ocasionalmente escasa, y gran parte de ella es transportada mediante tuberías desde la alta cordillera. Los fluidos geotermales tienen el calor suficiente para su desalinización, esto se ha comprobado en El Tatio con una planta desalinizadora piloto que funcionó de
En el otro lado de la balanza está el paisaje. Sólo conozco tres formas de valorar un paisaje: por su belleza, por razones de identidad o como recurso turístico. De las tres sólo la última puede cuantificarse monetariamente. Las dos primeras resultan de imposible traducción a pesos, dólares o euros (o, por lo menos, yo no conozco ningún sistema medianamente fiable para hacerlo). No se trata ahora de hacer una evaluación del significado paisajístico del Tatio (estoy escribiendo un artículo no realizando un trabajo profesional) simplemente me interesa que el lector reflexione sobre algunos hechos. Acerca de la identidad le corresponde más bien hacerlo a la población atacameña. Pero resulta que los géiseres del Tatio tienen actualmente un significado importante respecto a la propia identidad chilena que trasciende lo puramente local. Al comienzo del artículo citaba los “Cincuenta lugares de ensueño” seleccionados por el periódico El País en todo el mundo. Hay que hacer notar que el único de Chile es, precisamente, el que corresponde a los géiseres del Tatio. No las Torres del Paine, o la Tierra de Fuego, o la Patagonia, o el glaciar de San Rafael, o Chiloé. A veces las identidades se crean por cómo nos miran los otros ¿se puede contraponer una identidad internacionalmente tan poderosa a 40 MW o 400 l/seg de agua? ¿no es mucho más lo que se pierde que lo que se gana? Y no voy a entrar en cuestiones relativas a la belleza, o a la creación de empleo o riqueza que proporciona la actividad turística porque me alargaría demasiado y, además, se trata de un tópico mucho más conocido.
Y, para terminar, tan solo una anécdota que me va a permitir apoyar desde la experiencia los razonamientos anteriores. La mayor parte de mis alumnos saben (lo he contado muchas veces) que mi primer trabajo profesional fue un Plan Especial de Protección de la cuenca de un río en A Coruña (Galicia, España), tratando de evaluar la relación entre los beneficios de construir una presa o dejar el territorio como estaba. Este plan fue realizado hace cerca de treinta años y todavía no existían metodologías de evaluación de paisaje suficientemente contrastadas. El ingeniero que calculaba el rendimiento de la presa obtuvo unas cifras de beneficios derivados de su construcción realmente impresionantes. El dossier económico constaba de más de cuatrocientos folios justificados línea a línea. Nuestro estudio ecológico, paisajístico y cultural del área que iba a quedar anegada por la presa sólo podía oponer en contra una cifra ridícula correspondiente a los aprovechamientos forestales que se iban a perder. De forma que nos negamos a adjuntar ningún estudio económico.
Ya entonces nos dimos cuenta de que determinados intangibles son imposibles de monetarizar y que la pretensión de llevar estos intangibles al terreno económico es suicida desde el punto de vista de su conservación. De forma que contrapuse una argumentación racional, social e histórica a la montaña de números del ingeniero. No sé si sería debido a esta argumentación o a otras circunstancias que suelen rodear a este tipo de proyectos, pero la presa no se hizo nunca. Hoy, esta población es una de las más prósperas del país debido a la riqueza paisajística y etnográfica que presenta.
Otro proyecto gemelo realizado en una provincia cercana (no diré cual por si alguno de mis compañeros se siente aludido) en circunstancias parecidas sólo ha servido para anegar tres pueblos bajo las aguas. Pueblos que, en su momento, han tenido que ser trasladados y construidos de nuevo ladera arriba. En el momento actual apenas sobreviven, con una población diezmada y sin apenas recursos para afrontar cualquier actividad de exportación que les permita un desarrollo adecuado. Probablemente en este caso la construcción de la presa estuviese justificada por el escaso valor paisajístico y ecológico del área a inundar (desconozco en profundidad el trabajo) pero la dificultad de enfrentar valores económicos con valores culturales de casi imposible cuantificación es evidente. A veces, también, los intereses locales han de ser supeditados a los generales y resulta imprescindible plantear el tema de forma global (no exclusivamente “desde Industria” o “desde Medio Ambiente” o “desde Turismo” o desde “lo local” o desde “el interés del país”). En general, la racionalidad debería prevalecer, así como las visiones a largo plazo (más de veinte años) y globales. En un caso como el del Tatio, aparentemente y desde afuera, resulta una locura vender la primogenitura por un plato de lentejas.
En días veraniegos no estamos para campañas de salvación. Nos apetece olvidarnos de todo y que no nos pongan demasiados problemas delante. Un poco aburrido he decidido visitar el blog: -vamos a ver si Fariña sigue escribiendo en agosto- Efectivamente, Fariña sigue escribiendo en agosto. Y sobre el Tatio donde he estado hace un par de años. No es posible eso que estás contando. No puedo entender tanta imbecilidad en los seres humanos. Lo único que se me ocurre es que no sea cosa de los seres humanos ¿quizás de las empresas o de las corporaciones a quienes solo les importa el beneficio a corto plazo? ¿quizás de algún extraterrestre que pretende terminar con el planeta? ¿quizás de algún político corrupto que pretende sacar algún beneficio?
ResponderEliminarDesde su propuesta en la conferencia de Santiago, que lo "mejor" que se podía hacer con los centros comerciales era dotarlos de una buena biblioteca pública, etc, le he estado dando vueltas...primero a esto, y luego a todo...ya que hasta el momento mi visión era más del estilo ¡muerte a las multinacionales! :)
ResponderEliminarEl año pasado, de casualidad, mi novio y yo recorrimos la Ruta de la Plata, coche y "camping". Salimos por Ourense (Baixa Limia-Serra do Xurés) y luego empezamos a bajar, hasta Mérida. Tanto el sur de Ourense como el norte de Extremadura me gustaron...aunque el casco histórico de Cáceres está muerto (no se si de muerte natural o asesinato), y de Mérida escapamos al ver que las ruinas romanas estaban cercadas por setos...no es sólo el hecho de que haya que pagar, es que se las han arrancado a la ciudad para vendérselas al turista.
Este año hemos optado por el norte; otra vez salida por Ourense, luego Somiedo...hasta el Pays Basque.
La impresión ha sido distinta. Probablemente me equivoque, pero de Asturias diría que han optado por conservar...no se, como si se aferrasen a...comparándolo con Galicia, aquí la arquitectura ha evolucionado, aunque el resultado estético sea...el que es. Me refiero a esas "entrañables" :) viviendas "autoconstruidas", "feas", pero VIVAS. Cuando volvimos, otra vez por a Baixa Limia (nos gusta la zona), y mis ojos contemplaron otra vez esas casas, fue como "¡Joder, lo necesitaba! ¡Estoy harta de lo artificial, lo bien puesto, las apariencias y la madre que las parió!"
Luego en Cantabria (repito que probablemente me equivoque, fue muy poco lo que vimos)...la gente muy simpática, pero todo lo que vimos, vendido.
Ya me estoy extendiendo demás...no puedo sintetizar todo lo que he pensado y observado estos meses. Creo que este sistema, en cierto sentido, se basa en arrebatarnos nuestra identidad, para vendernos la que el sistema necesita, y luego buscamos identidades en lugares cada vez más lejanos, y esos lugares nos venden su identidad (y otras cosas), y se van muriendo. Y esa identidad se vuelve artificial, y no nos satisface...¿será que lo que creemos que nos hace felices no nos hace felices? Y por el camino somos realmente destructivos, e infelices
Desesperante es la palabra con la que calificaría en muchos casos el ansia depredadora de territorio que se muestra en muchos lugares.
ResponderEliminarEn este caso, la población se une para defender un patrimonio innegable, victoria ante la que nos alegraremos todos. No sólo los que lucharon activamente. Es más, incluso quien quería explotar el enclave estará de enhorabuena -aunque quizás nunca llegue a darse cuenta de ello (*)-.
Dando una vuelta de tuerca, propongo el nada exótico caso, en el que son los propios vecinos los que quieren "el progreso" (en forma de chalets de promoción), sin cuantificar las pérdidas, o sin pararse a pensar en qué hubiese ocurrido si hubiesen sido sus padres y no ellos los que vendiesen la tierra para destruírla.
Y es que en mente tengo las presiones urbanísticas en el litoral de Galicia.
Promesas firmadas en forma de opciones de compra, convirtiendo a los propietarios en auténticos colectivos de presión en barrios pequeños. Anulando con su alboroto el derecho a protestar de los NO propietarios. ¿Cómo promover una mayor implicación en la defensa del territorio? En los casos en los que hay falta de implicación (o directamente desinterés) esta sólo se me ocurre explicarla a través de la ignorancia de la gravedad de las acciones sobre el paisaje. Creo que Fariña asistió a una conferencia sobre el Proxecto Terra. Y ya me he alejado del tema. Lo siento.
Un saludo.
Soy pesimista, no sólo con la salvación del Tatio sino también con la salvación de los lugares más valiosos de la Tierra. El Tatio acabará por sucumbir. O se lo cargan directamente los aprovechamientos geotérmicos. O lo hará el turismo. De hecho, por lo que sé, ya se ha intervenido para garantizar la seguridad de los turistas ¿no se podía haber hecho de otra forma más que construyendo cosas?
ResponderEliminarDiferentes actitudes deberían de guiar nuestra manera de ver el patrimonio según sea este vivo o muerto. En ambos casos procurando una presencia en el ideario colectivo del lugar.
ResponderEliminarUna rotura con la arquitectura popular o con el modelo de asentamiento como los que se aprecian en Galicia creo respondan a diferentes factores: llegada de una serie de adelantos cuya utilización fue "poco técnica" y el autoodio: la necesidad de rotura con aquel modo de vida que había significado el hambre y la penuria de compartir una casa "terreña" con todo el resto de miembros de la familia... entre otras muchas cosas familiar...
No creo que la "nueva arquitectura" de la que disfrutamos en galicia sea tan entrañable. Sí, está llena de vida, pero no de urbanidad, de convivencia real. Nos escudamos en el pretexto de un "arraigado modo de vida rural" que ya no existe para justificar la irracional ocupación/destrucción del territorio. ¿No es eso romanticismo?.
La identidad es herencia, y no ruptura.