En este artículo voy a intentar extraer parte de una conferencia que pronunció Mariano Vázquez Espí en el Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia. Mariano es profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid en el Departamento de Estructuras. Formamos parte del mismo grupo de investigación (GIAU+S) y os puedo asegurar que es una de esas personalidades atípicas que saltan por encima de los currículos y las especialidades ¿Qué hace un arquitecto de estructuras, pero que le encanta la ecología, dando una conferencia en un Departamento de Economía sobre ordenación del territorio? Pues lo que deberíamos hacer todos, romper los círculos cerrados en los que acaban por convertirse las llamadas “áreas de conocimiento”. Claro que esto trae problemas evidentes porque no perteneces a “ningún sitio”. Pero merece la pena. Traigo aquí parte de esta conferencia porque había empezado a preparar un artículo sobre el libro Fundamentos de Ecología de Eugene Odum que, desde su publicación en 1953 ha sido el libro de referencia en toda América Latina junto con los de Margalef. Pero al leer la conferencia de Mariano Vázquez basada en otro trabajo de Odum La estrategia de desarrollo de los ecosistemas pensé que estaba mejor enfocada que mis primeras ideas sobre los Fundamentos de Ecología.
Eugene P. Odum es también una de esas personalidades controvertidas que algunos califican como padre del ambientalismo y otros reducen su importancia, sobre todo en su última etapa dedicada a los temas de gestión y política ambiental en la que llegó a convertirse en un militante conservacionista. Nació en 1913 y murió hace poco, en agosto del 2002, a los 88 años de edad. Su contribución básica es entender la ecología como disciplina biológica. Esta reducción de los temas ecológicos a la biología también contribuyó a la menor valoración de su figura, aunque el impacto que tuvieron sus Fundamentos de Ecología en los años 50 y 60 del pasado siglo XX fue muy importante. Tengo que advertir que la conferencia de Mariano Vázquez no sólo se apoya en la Estrategia de desarrollo de los ecosistemas de Odum sino también en la Historia Natural de la Urbanización de Mumford. Ya conocéis por la reseña que hice en un articulo anterior de Muerte y vida de las grandes ciudades de Jacobs que no le tengo un especial aprecio a Mumford (a pesar de que reconozco sus grandes aportaciones) por lo que pensé en extraer de la conferencia básicamente lo referente a la aplicación de las ideas de Odum. La conferencia de Mariano Vázquez se tituló “Pensar el territorio desde las perspectivas ecológica, social y económica” y el texto completo de la conferencia podrá consultarse en breve plazo en su página personal en GIAU+S. Como siempre hago en el blog, aunque el texto que sigue pertenece en su totalidad a Mariano Vázquez no voy a ponerlo ni en cursiva ni con comillas para que pueda ser leído con mayor comodidad. Todas las imágenes no referenciadas están extraídas también de la conferencia y están registradas mediante copyleft.
De la conferencia pronunciada en Valencia el 24-4-2009
Autor: Mariano Vázquez Espí
La idea de territorio tiene un carácter local, ligado al devenir de organismos, que dependen de él de una u otra forma y que resulta ser un espacio que tiene que defenderse de otros congéneres que puedan competir por él. El sentido de pertenencia, de propiedad en el caso de las sociedades humanas, no es en absoluto simple. Por supuesto que cualquier organismo necesita un lugar donde vivir, un oikos, una casa. Pero los territorios concretos funcionan como casas para muchos organismos a la vez. La combinatoria resultante entre la extensión de la «casa» de cada organismo y su solape o yuxtaposición con la del resto, en un territorio concreto, es, de hecho, inabarcable para la mente. Hubieron de trascurrir muchos milenios en la evolución humana para que en el Neolítico, una época bastante reciente si tomamos en serio la antigüedad de nuestra especie, apareciera la construcción de asentamientos estables incluyendo propiamente casas.
Los estudios sobre las sociedades cazadoras-recolectoras contemporáneas han puesto de relieve que se trata de sociedades eficientes a condición de que dispongan de suficiente territorio sin interferencias importantes de otras sociedades humanas. Si se trataba de una buena vida ¿cuál fue ese «impulso primigenio» que dio origen al cambio desde el nomadismo o el trogloditismo a las sociedades agrícolas del Neolítico? La hipótesis más plausible es que el crecimiento de la población dentro de un territorio, en particular el crecimiento del número de hordas que deambulaban por él, acabó por invertir la provechosa relación entre el tiempo de la necesidad y el tiempo de la satisfacción: tal parece que conforme la población sobre un territorio aumenta, sólo resulta eficaz juntarse en una aldea y explotar el terreno circundante mediante la agricultura.
El crecimiento demográfico es una tendencia a lo que parece intrínseca de cualquier forma de vida. Una población heterótrofa, que se alimenta de los recursos del territorio (entre los que pueden figurar otras poblaciones), sin contribuir a su renovación, y en ausencia de otros frenos (la acción de depredadores, por ejemplo), crecerá en principio sin límite. Se trata generalmente de un crecimiento exponencial: extremadamente lento al principio, vertiginoso al final. Las consecuencias temporales tienen un tinte dramático: por ejemplo, partiendo de una célula, mientras que se tardan muchas generaciones en llegar a consumir la mitad de los recursos disponibles, tan sólo hacen falta unas pocas generaciones más para agotarlos completamente. Por supuesto, si tal ocurre sobreviene el colapso de la población, ya sea porque se agota el alimento, ya porque la igualmente creciente acumulación de residuos se convierte en fatalmente tóxica. Este carácter exponencial hace muy difícil la previsión del colapso para la propia población, en razón de que sólo en las últimas generaciones comienza a haber señales de aglomeración o congestión sobre el territorio, pero entonces su modo de vida está firmemente asentado y es difícil cambiarlo.
Los ecólogos pueden observar hoy la evolución de los ecosistemas gracias en parte a la acción destructiva de los ecosistemas humanos o de fenómenos naturales: un campo de cultivo abandonado o un bosque completamente arrasado por un incendio. Son casos en los que tiene lugar lo que técnicamente se denomina sucesión ecológica: el despliegue de la vida vuelve a empezar. Odum resumía las características de la sucesión ecológica con tres pinceladas básicas: Se trata de un proceso ordenado de crecimiento y desarrollo de una comunidad de organismos. Implica la transformación del territorio sobre que el que se asienta, es decir, la comunidad biótica controla su propio proceso evolutivo y altera para ello el territorio. Y, por último, la sucesión tiene un objetivo que la pone fin, y con ella acaba el crecimiento y desarrollo de la comunidad (¡pero no su existencia!): se trata de organizar un ecosistema estable, cuya identidad morfológica se conserva desde que es alcanzada, que presenta el máximo de biomasa y de relaciones simbióticas por unidad de la energía disponible dados los límites físicos que el territorio impone. De los detalles de los cambios desde el estado joven de la sucesión a su estado maduro, tiene interés aquí resaltar algunos en particular:
Energía y materia. La energía necesaria para sostener la vida proviene del Sol y de los minerales que el territorio tenga en cada momento. En la juventud, la producción neta de la fotosíntesis, es decir, la diferencia entre la energía que se cosecha del Sol y la que el propio ecosistema gasta, es muy alta; las cadenas alimenticias son simples y lineales, con base en lo que en agricultura llamamos pastos. En la madurez, la producción neta de la fotosíntesis es prácticamente nula (el ecosistema cosecha justamente la energía solar que necesita consumir para conservarse); las cadenas alimenticias son complejas, en forma de red, y su base fundamental son los detritus, es decir, los restos de los organismos que son sustituidos en cada generación.
Estructura. Cómo se distribuyen y relacionan los distintos organismos y los flujos y stocks de materiales determinan en cada momento el tipo de metabolismo del ecosistema. En la juventud, la mayor parte de los recursos o nutrientes están en el propio territorio, son extrabióticos; la diversidad es pequeña tanto en variedad (la sucesión comienza con unas pocas especies bien adaptadas al territorio "virgen") como en uniformidad (las distintas especies cuentan con poblaciones muy diferentes). En la madurez, la mayor parte de los recursos se encuentran almacenados en los propios organismos, son intrabióticos; la diversidad es muy alta tanto en variedad como en uniformidad.
Dinámica. En la juventud, las relaciones de cooperación son escasas, y la presión selectiva favorece a las especies con un número elevado de descendientes (la mayoría de los cuales no llegarán a reproducirse), los ciclos son cortos, rápidos y abiertos. El ecosistema es inestable: cualquier acontecimiento fortuito, piénsese en una plaga, puede alterar su evolución y hacerle retroceder al punto de partida. En la madurez, las relaciones de cooperación (simbiosis) son predominantes en el interior del ecosistema, la presión selectiva favorece a aquellas especies con pocos descendientes pero con tasas de supervivencia elevadas gracias a los cuidados de sus progenitores, los ciclos son largos, lentos y prácticamente cerrados sobre la comunidad. El ecosistema es estable: muchos de los acontecimientos fortuitos no alteran su identidad básica: los daños, cuando se producen, se reparan y se vuelve a la normalidad.
Frente al crecimiento de la población humana, la Revolución Neolítica supuso una estrategia bien diferente a la más frecuente en los ecosistemas no artificiales: en vez de estabilizar la población dentro de ecosistemas maduros, las aldeas primero y luego las ciudades, construyeron ecosistemas agrícolas, forzados a permanecer en un estado joven de la sucesión ecológica, a fin de asegurar la producción de cosechas, algo imprescindible para mantener una población creciente (en vez de estable). Hoy sabemos que en el Neolítico tuvo lugar la primera deforestación significativa de origen antrópico, causa de nuestra primera emisión neta de gases con efecto invernadero, cuya huella quedó en el registro geológico.
Sin embargo, la agricultura neolítica, no tuvo una influencia catastrófica sobre los ecosistemas no artificiales en razón de varios factores: en primer lugar, a pesar de su crecimiento, la población humana siguió siendo marginal en el conjunto del planeta; además la ciudad agrícola limitó su explotación del territorio a su alrededor inmediato, a una distancia que frecuentemente no superaba la que se podía alcanzar andando durante una jornada; la propia ciudad lidió con su crecimiento al intentar autolimitarse trazando murallas cuando la topografía no imponía límites precisos; estos y otros factores contuvieron el crecimiento urbano, limitando su influencia y dejando a salvo la mayor parte de los ecosistemas maduros. Esto ya no es así: no sólo hemos más que triplicado nuestra población en setenta años, en 2007 la mitad de la población podía considerarse urbana, proporción que sigue aumentando.
La Revolución Industrial es un hito comparable a la Revolución Neolítica y aporta nuevas soluciones al mismo problema de sostener el crecimiento de la población humana. La consecuencia final es intensificar la cosecha de energía solar a través de la explotación de ecosistemas agrícolas permanentemente rejuvenecidos, gracias a la aportación y consumo, constante y creciente, de recursos minerales, tanto energéticos (gas, uranio, petróleo y carbón, principalmente) como materiales. Quizás la amplia extensión de los invernaderos en Almería, bien visible en las fotografías de los satélites, sea el paradigma por excelencia de la situación actual. Aquí, para cada cosecha, el ecosistema se instala de nuevo: ya no hay propiamente suelo, sino arena junto a una cantidad exacta de nutrientes, adecuada a la cosecha que se planta, el riego también exacto, antibióticos y pesticidas para cada fase de desarrollo, eliminándose de hecho la mera posibilidad de la sucesión ecológica. Como resumen de esta evolución de las sociedades humanas desde el Neolítico, cabe citar el que hacía Odum hace ahora cuarenta años:
“A lo largo de la existencia de la humanidad lo habitual ha sido preocuparse por obtener la máxima producción del territorio, desarrollando y manteniendo los ecosistemas en sus fases iniciales, generalmente en forma de monocultivos. Pero no sólo de pan y fibra (papel, algodón) vive el hombre, también necesita una atmósfera con un equilibrio CO2-O2, el colchón climático que proporciona los océanos y las masas vegetales, así como agua limpia, es decir, improductiva, para uso cultural e industrial. Gran parte de los recursos esenciales para los ciclos vitales, por no mencionar las necesidades recreativas y estéticas, nos las proporcionan los territorios menos productivos. En otras palabras, el territorio no es un simple almacén de recursos, sino que es nuestro oikos (la casa) donde vivimos. Hasta hace poco la humanidad no se ha preocupado por el intercambio de gases, la disponibilidad de agua limpia, los ciclos de nutrientes o cualquier otra función de mantenimiento o protectora de los ecosistemas, principalmente porque ni nuestra capacidad de manipular el entorno, ni nuestro número ha sido lo suficientemente grande como para afectar a los equilibrios regionales y globales. Ahora es tristemente evidente que hemos llegado a afectar a dichos equilibrios, normalmente para mal. Ya no vale el enfoque «un problema, una solución» y debe ser sustituido por un análisis de los ecosistemas que considere al género humano como una parte, y no aparte, del entorno”.
“El territorio más ameno y a la vez el más seguro para vivir es aquel que presente una considerable variedad de cultivos, bosques, lagos, arroyos, caminos, marismas, costas y terrenos baldíos, es decir, una mezcla de comunidades con diferentes edades ecológicas. Cada uno de nosotros rodeamos nuestra vivienda, más o menos instintivamente, con cubiertas protectoras no comestibles (árboles, arbustos, hierba), mientras que intentamos extraer hasta el último grano de nuestros cultivos. A todos nos parece que los campos de cereales (maíz en el caso de EEUU) son algo bueno, claro, pero a nadie le gustaría vivir en un maizal, y sería ciertamente suicida cubrir todo el territorio y toda la biosfera con maizales, dado que las oscilaciones serían gravísimas”.
“Simplificando puede decirse que el principal problema que la sociedad actual afronta se centra en determinar de forma objetiva a partir de qué punto tenemos demasiado de algo bueno. Este es un reto absolutamente novedoso para la humanidad, que hasta ahora se las ha tenido que ver más a menudo con problemas de escasez que con problemas de sobreabundancia. De este modo, el hormigón es algo bueno, pero deja de serlo si se cubre de hormigón medio planeta. Los insecticidas son beneficiosos pero dejan de serlo si se utilizan de manera indiscriminada y en grandes cantidades. Igualmente, los embalses y presas han demostrado ser una aportación artificial al territorio muy útil para el hombre ¡pero eso no quiere decir que tengamos que embalsar todo el agua del país! [...] La sociedad necesita, y debe encontrar lo más rápidamente posible, un modo de contemplar el territorio en su totalidad, de manera que nuestra capacidad de intervención (es decir, los medios tecnológicos) no sobrepase nuestra capacidad de comprensión de las consecuencias e impacto de los cambios producidos”.
La primera obviedad en la que, sin embargo, hay que insistir una y otra vez, es que cualquier crecimiento indefinido resulta insostenible en un espacio cerrado: el planeta que nos aloja no crece y el crecimiento demográfico debería ser nuestra preocupación primordial. Sin embargo, las bajas tasas de natalidad se siguen leyendo en clave negativa (y se arbitran medidas para fomentarla). Esta peculiar situación demanda una explicación, o al menos un análisis. En mi opinión, todo se reduce al poder, a las relaciones de dominación de unos pocos grupos humanos en unos pocos territorios sobre el resto. Si bien se mira, tanto en las sociedades esclavistas de la antigüedad como en nuestra moderna economía financiera, el crecimiento de la población dominada es la condición imprescindible para que la acumulación de riqueza continúe para unos pocos (riqueza en forma de esclavos capaces de realizar trabajo o de extracción de la plusvalía de la mano de obra que otorga capacidad de compra sobre el resto del mundo). ¿Y por qué es necesario acrecentar la riqueza permanentemente? Porque, a su vez, mantener la posibilidad al menos futura de que esa acumulación de riqueza pueda extenderse a la totalidad de la población es imprescindible para mantener la ilusión de un futuro mejor entre la población dominada. No voy a extenderme aquí sobre este particular: Jerry Mander en su libro En ausencia de lo sagrado analiza en detalle estos temas y a su lectura me remito.
La estrategia de nuestras reglas económicas capitalistas se basa en que el poder financiero, el dinero simbólico, permite precisamente traspasar las fronteras en busca de recursos o territorios, de forma que cada grupo humano con poder para ello, lejos de integrarse en un territorio concreto y someterse a sus límites, puede desembarazarse de esos límites acudiendo a los recursos de otros territorios, por distantes que estén. El comercio y el transporte a escala mundial deben entenderse en consecuencia como lo que realmente son: los instrumentos mediante los cuales unas pocas conurbaciones globales pueden explotar territorios cada vez más lejanos. Esta idea no es nueva, Odum, Deleuze o Margalef la han examinado desde diversos ángulos. Para lidiar con el crecimiento, Odum apuntaba que bien pudiera ser:
“que las restricciones de uso de suelo y de agua sean en la práctica la única forma de evitar la superpoblación o la sobreexplotación de los recursos, o ambas cosas a la vez. [...]. Dado que los problemas económicos y legales que conlleva la zonificación son peliagudos, urge que las facultades de derecho establezcan departamentos o institutos de legislación territorial y que se empiece a formar a abogados del territorio que sean capaces no sólo de aplicar la legislación existente, sino de redactar nueva legislación para las instituciones regionales, federales y nacionales. En la actualidad, la sociedad está concienciada, y debe estarlo, sobre los derechos humanos y civiles; los derechos ambientales son igualmente fundamentales. El lema una persona un voto es válido, pero también lo es una persona una hectárea”.
No está de más ver hasta que punto sería posible hacer realidad el lema de Odum en España: para 45 millones de personas necesitaríamos tan sólo 450.000 kilometros cuadrados y, salvo por el hecho de que no todas las hectáreas serían comparables ni ofrecerían la misma capacidad de sustento, al menos nominalmente se podría repartir títulos de una hectárea por persona y todavía quedarían para otros cinco millones. Ahora bien, puesto que la huella ecológica de nuestro país ronda las cinco hectáreas per capita con nuestro actual nivel de consumo, y que nuestro déficit ecológico ronda las tres hectáreas y media, queda claro lo mucho que nos hemos alejado de lo que nuestro propio territorio puede sostener: reducir la población, disminuir nuestro nivel de consumo, o ambas cosas a un tiempo, son las únicas vías que tenemos para volver a integrarnos como una parte más de un ecosistema maduro que nos otorgue protección y estabilidad. La idea de restaurar la territorialidad en los ecosistemas artificiales mediante medidas legales y morales de «coerción mutua, mutuamente acordadas por la mayoría de los ciudadanos» (según Murphy citado por Odum) sugiere otras muchas medidas además de la del derecho al territorio, todas ellas encaminadas al mismo objetivo final: estabilizar la población de forma menos dolorosa que mediante la guerra, el hambre o el colapso.
Deberíamos aumentar la madurez de nuestros ecosistemas agrícolas, reconduciendo las prácticas actuales hacia todas aquellas formas antiguas o modernas que, al revés que la actual agroquímica, disminuyan la aportación externa de nutrientes y otros recursos, aceptando producciones menores, más mano de obra por unidad de producto, el uso de especies adaptadas al suelo y al clima, asociadas en poblaciones de diversidad elevada: las distintas formas de permacultura y de la agricultura orgánica, las recientes investigaciones en cereales perennes o en la supresión del volteo de la tierra durante la labranza, son ejemplos en ese sentido. Dado que el conflicto entre usos es evidente, todo el suelo fértil debería gozar de protección específica, con la misma intensidad que la de los pocos ecosistemas maduros que nos quedan. Con una adecuada clasificación y protección de los suelos según sus aptitudes, cuya determinación no ofrece hoy mayor dificultad técnica, la para mí paradójica destrucción de la Huerta de Valencia bajo la urbanización no hubiera comenzado. Y digo paradójica, porque uno de los 30 paisajes clasificados por la Unión Europea en su territorio se denomina con la palabra castellana «huerta» y caracteriza seis enclaves únicos en el Mediterráneo europeo situados en España (Valencia y Murcia), Italia y Grecia (Tamarit, 2008). Odum, en 1969, sugería esta misma idea. Anticipándose a lo que hoy se conoce como «principio de precaución» proponía proteger estrictamente todo el suelo no urbanizado a la espera de su clasificación y gestión pública en función de sus capacidades.
Las infraestructuras necesarias en cada país para el transporte veloz a grandes distancias, puertos y aeropuertos, áreas logísticas, líneas de alta velocidad, etc., son el contrapunto imprescindible para que los grupos que detentan poder puedan establecer su dominación y desembarazarse de sus límites territoriales. Como apuntaba Antonio Estevan (2006) no basta con que China cuente con una producción centralizada y masiva en origen, es necesario igualmente una distribución centralizada y masiva en destino, unidas por unos canales comerciales centralizados y masivos. Pero puesto que el transporte global no puede establecerse sin el acuerdo de ambos extremos de la línea, deberíamos dejar de sufragar con dinero público todas esas infraestructuras en nuestro propio extremo. Para paliar el paro en la actual coyuntura es mucho más eficiente, al menos en términos de puestos de trabajo creados por cada euro de gasto público, dedicar tales dispendios a, por ejemplo, limpiar montes, riberas, vertederos incontrolados: en el fondo se trataría de sustituir el keynesianismo original (obra pública, llueva o haga sol), por un ecokeynesianismo de nuevo cuño, con la restauración ecológica de ciudades y territorios en mente.
Hay suficiente evidencia empírica acerca de que las grandes conurbaciones consumen más recursos, especialmente territorio, que las ciudades pequeñas, a igualdad de todo lo demás. La deseable moratoria urbanística, sobre todo en países como el nuestro que cuentan con millones de viviendas desocupadas, ociosas, debería comenzar por las grandes conurbaciones. En paralelo, debería emplearse toda suerte de estímulos en revitalizar las ciudades medianas y los pueblos. No hay nada utópico en ello: en menos de una generación prácticamente todos los cines y teatros de las pequeñas ciudades han sido trasladados a los grandes centros comerciales dispersos en torno a las conurbaciones, gracias a un marco normativo favorable; no hay ningún impedimento técnico que impida revertir la situación: bastaría con volver a cambiar esa marco en sentido contrario. Muchos de los movimientos sociales de los últimos años, como los numerosos Salvem en las comarcas valencianas, o las plataformas en defensa de los ríos españoles, participan del espíritu de estas y otras medidas, que, aunque puestas sobre el papel suenan imposibles, son realistas, es decir, encajan bien con las estrategias más comunes de los ecosistemas no artificiales que nos rodean, y también con la definición del diccionario: se trata en definitiva de defender el territorio.
Mariano Vázquez Espí
Pepe: es absolutamente increíble el blog que estás haciendo. Esta conferencia de Mariano Vázquez está muy por encima de lo que el lector medio es capaz de procesar. Y sin embargo tienes las narices de ponerla. Aplaudo tu decisión de no hacer un blog banal como cientos que se pueden encontrar por ahí, aunque te quite lectores. Esta alternancia entre temas más controvertidos como la huerta de las Fuentes y otros aparentemente de menos interés como los comentarios de libros hacen que siempre esté esperando algo nuevo que no se puede encontrar en ningún otro sitio. Por cierto, la conferencia de Mariano Vázquez es muy buena. Con amigos así no me extraña el nivel de tu blog. Enhorabuena a los dos aunque seguro que en esta entrada vas a tener muchos menos comentarios que en la anterior. Boas noites.
ResponderEliminarEl punto débil:el control del tamaño de la población.
ResponderEliminarPor si fuera de su interés:
Hª de la sostenibilidad/Un concepto medioambiental en la historia de Europa central(1000-2006) http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/239/1.php
(ver el pdf)
boas noites tamén
Realmente creo que la brillante exposición de argumentos, datos y reflexiones de elevado interés de Mariano, merece un aplauso acalorado...Al igual que la magnífica y constante aportación de artículos, bien traídos y mejor escritos, a la que nos tienes acostumbrados.
ResponderEliminarEn cuanto al último artículo, no añadiré, ni quitaré, un punto o una coma. Está bordado.
Si acaso comentaré algo que me ha resutado espectacular, quizá por la aparente simpleza que denota el proceso de razonamiento del autor; me refiero a uno de los últimos párrafos, en los que se habla de los cines y teatros trasladados a los centros comerciales, gracias al marco normativo;en relación a la solución simple de revertir esta tendencia, se entiende que perniciosa,modificando el marco normativo en sentido contrario...Por alguna extraña razón nunca había barajado esa posibilidad...
Gracias por este blog.
Un saludo a todos:
Adri
Parece mentira que un profesor de estructuras escriba de este tema, tan bien y con tanto conocimiento. No sé si Mariano Vázquez Espí es arquitecto o no, pero el hecho de que enseñe en una escuela de Arquitectura me da una cierta esperanza sobre el futuro de nuestra profesión de arquitectos, unos técnicos acostumbrados a tratar con visiones y conocimientos de una diversidad muy amplia. Algo que tanta falta hace hoy, la transversalidad del conocimiento y que, tan poco se enseña.
ResponderEliminarMe ha parecido genial la introducción de un pensamiento ecokeynesiano como alternativa al despilfarro inversor actual. Es una estrategia a considerar muy seriamente frente al desastre al que nos encaminamos.
Mientras iba leyéndolo me venía constantemente a la mente la novela de Cormac McCarthy La Carretera.
“ Al otro extremo del valle la carretera atravesaba un arroyo completamente negro. Troncos de árboles calcinados y desprovistos de ramas a ambos lados. La ceniza moviéndose sobre el asfalto y las manecillas flojas de cable ciego que colgaban de los ennegrecidos postes de luz gimiendo débilmente al viento. Una casa incendiada en medio de un claro y más allá un tramo de pradera agreste y gris y un banco de lodo rojo donde había unas obras abandonadas. Un poco más lejos vallas publicitarias anunciando moteles. Todo como en otros tiempos solo que descolorido y desgastado por la intemperie.”
La alternativa tendencial será desgraciadamente ese paisaje desolado que describe a menos que hagamos algo.
¿ y no hay ningún caso, un asterisco, un paréntesis, una flecha....en el que en una sucesión ecológica, una especie se haya desarrolado hasta un punto en el que, en lugar de buscar equilibrio, de madurar, haya comenzado a minar sus propios fundamentos bioquímicos, haya utilizado todo un sistema realmente complejo de vida para decir cosas como: “o sea, o sea, no fue de miedo, fue de pááánico”, se haya vestido con tejidos sintéticos que han recorrido el planeta un par de veces, gafas de sol, cabeza hueca y perfume cuyas sustancias tóxicas alcanzan al feto, se haya alimentado hasta de plutonio en forma de hamburguesa con tal de que la acompañe una bonita imagen, y al final, así como un milagro, haya empezado a ver, simplemente a ver lo que le rodea.... haya madurado ?
ResponderEliminarMe sumo al aplauso acalorado.
Pienso que con lo del control de la natalidad hay que tener mucho, mucho cuidado.
Aquí el ayuntamiento sacó una ley que multaba dar de comer a los gatos. Dicen que “manchan”...
Más de una vez he obsevado gente que lleva comida y bebida a los mininos. Resulta relajante en lugares apartados y durante la noche observarlos.
Hace poco aparecieron gatos envenenados. Unos cuantos. Y me pregunto si no habrá sido alguien que, sintiéndose amparado por el propio ayuntamiento, ha aprovechado para descargar sobre los gatos.
Me da miedo pensar que los gobiernos empiecen a hablar del control de la natalidad. Resulta realmente peligroso cuando no somos libres y no poseemos casi ninguna capacidad crítica. En lugar de matar en nombre de dios mataríamos en nombre de la naturaleza. Cuando se les acabe la escusa actual, ¿vendrá la del exceso de población?, la de los recursos (que en realidad ha sido siempre esta la causa, quizás)
Todo tiene que venir más o menos en conjunto: el liberarse y muchas otras cosas más. Y no quiero decir que el artículo, que es excelente, no sugiera eso. Simplemente me ha dado miedo pensar como lo pueden manipular. Aunque en el fondo creo y espero que no serían capaces de llegar a imponernos esto.
Voy a incluir un párrafo de Murray Bookchin:
“No es sorprendente que comiencen a emerger subculturas tendentes a enfatizar una dieta natural, contrapuesta a la dieta sintética de la sociedad; una familia extendida, contrapuesta a la monogámica; una libertad sexual, contrapuesta a la represión; una tribalización, contrapuesta a la atomización; una comunidad, contrapuesta al urbanismo; una ayuda mutua, contrapuesta a la competencia; un comunismo, contrapuesto a la propiedad y, finalmente, un anarquismo contrapuesto a la jerarquía y al Estado. En el propio acto de rechazar la vida de austeridades burguesas, se siembran los primeros gérmenes de un estilo de vida utópico.
(...) Tomado como fin en sí mismo, este estilo de vida no consuma la utopía; más aún, podría ser dolorosamente incompleto. En tanto que medio, sin embargo, este estilo de vida y los procesos que a él conducen son indispensables en la re-formación del revolucionario, en el despertar de su sensibilidad de cara a lo que ha de cambiar. “
No hay nada de utópico, dice. No podría estar más de acuerdo; además parece que la utopía comienza a ser más real que la realidad.
Surgen muchísimas preguntas: ¿cómo será la sociedad? ¿qué ocurrirá con las instituciones? ¿qué ocurrirá con las leyes? ¿qué ocurrirá con las fronteras? ¿qué ocurrirá en definitiva con nuestra relación con el territorio? ¿es necesario un Tribunal Superior de Justicia? ¿son necesarias las fronteras impuestas en todos los sentidos: en la ciudad, en el territorio, en nuestra mente...?
Un abrazo
Olivia
El día 21 de mayo se celebró el día de la biodiversidad y la fundación Biodiversidad patrocinó un evento en Madrid donde participó la Ministra de medio ambiente, y medio rural y marino. Se invitó a dos famosos fotógrafos de la natureza, Andoni Canela y Joel Sartore. Éste último, mostró un sinfín de fotografías de individuos de especies animales extinguidas recientemente o en inminente extinción. Le preguntaron cuál era su mayor preocupación y contestó: " mi hija pequeña". A continuación mostró una foto de su hija: una niña rubia preciosa, encerrada en su habitación, delante de un ordenador portátil y con unos cascos en los oídos.
ResponderEliminarEstamos con exámenes y es posible que esté un poco "fuera de onda" pero hay algunas cuestiones que no acabo de entender. Por ejemplo, la sucesión ecológica. Parece que todo ecosistema llega a un punto ¿de madurez? en el que no crece ni se desarrolla más. Bien, si las comunidades urbanas son ecosistemas ¿para qué preocuparnos? llegará un momento de madurez en el cual ya no crecerán ni se desarrollarán más. La alternativa es que los ecosistemas urbanos no sigan las reglas de los ecosistemas naturales y, como decía Ortega, sean otra cosa. Por supuesto que no descarto que sean "otra cosa", pienso que lo son. Desde mi ignorancia del tema espero que alguien me conteste.
ResponderEliminarCreo que la clave está en la iniciativa particular, en ser consecuente, en buscar y aprovechar las oportunidades de cambio...Es cierto que lo del control de natalidad da pavor, pero ya, a día de hoy, vivimos en un mundo en el que lo fisiológico ha dejado paso a lo programado...Y no se descarta que desde la administración se intente controlar este aspecto, "como solución al problema". Lo cual me parece...un despropósito, pero no más despropósito que otras medidas que ya, a día de hoy, se toman por parte de la administración, y que limitan y tergiversan las libertades de las personas de forma grave.
ResponderEliminarEstoy esperando el día en que dejen de formularse leyes estúpidas y se planteen soluciones a las cuestiones que afectan a las sociedades y al medio.
El ecosistema maduro es, en todo caso, una realidad natural, pero el ser humano se ha desligado hace tiempo de la naturaleza, y creo que los patrones de comportamiento humano están sujetos a parámetros demasiado artificiles, y por ello demasiado imprevisibles, es decir, nada naturales.
Es duro ver las preocupaciones de nuestros políticos a día de hoy.
"Obsolencia aparente" en todos los aspectos, parece que incluso la cordura puede pasar de moda, y la tendencia es hacia el imperio de la sinrazón y el caos...Paradójicamente el discurso profundo e intelectual que subyace, es el de siempre.
Un saludo:
Adri
Hola, José! Hace unos meses pregunté por ti para un tema y me dijeron que tenías un problema de salud. Ahora puedo comprobar que estás recuperándote bien o ya recuperado. Me alegro mucho. Tu blog es impresionante. Me gusta. Yo utilizo más el facebook. Un abrazo. María Antonia
ResponderEliminarMaría Antonia: gracias por tu opinión sobre el blog. La verdad es que me voy recuperando bastante bien. Acabo de llegar de Nápoles, hace media hora, donde he estado tres días y lo he soportado bastante bien (y soportar tres días Nápoles bastante bien es un indicador bastante fiable). Sigo considerando a Nápoles una de las ciudades más estresantes del mundo (pronto escribiré un artículo en el blog sobre Nápoles y las motos). Y mañana me voy a Valencia al jurado de unos premios. Pero el miércoles empiezo el último ciclo de la quimio y me volveré a poner a mínimos. Pero ya acabo, el fin del proceso está cerca. Un abrazo.
ResponderEliminarAnónimo Marcos Estrada dijo...
ResponderEliminarParece que todo ecosistema llega a un punto ¿de madurez? en el que no crece ni se desarrolla más. Bien, si las comunidades urbanas son ecosistemas ¿para qué preocuparnos? llegará un momento de madurez en el cual ya no crecerán ni se desarrollarán más.
¡No todos! Han existido muchos ecosistemas que no supieron autoregularse y siguieron creciendo... hasta desaparecer.