jueves, 18 de agosto de 2011

Ci[ur], Urban y Urban-e

Repasando en estos tórridos días de vagancia y relajo (en España estamos en el período de vacaciones estival) los artículos que llevo escritos en esta columna, me he dado cuenta de que falta una parte fundamental de mi actividad profesional. Aunque hay algunas alusiones, no he escrito casi nada que se refiera al día a día. He hablado de mis correrías por todo el mundo, de lo que he pensado y de lo que pienso relativo a temas actuales o no actuales, de congresos, jornadas y cursos de postgrado, pero no de mis labores cotidianas. Y es algo que también se suele hacer normalmente en un blog. Aprovechando que Marian Leboreiro me escribe un correo diciéndome que (¡por fin!) ha salido a la luz el primer número de la revista Urban-e, me he decidido a dedicar este artículo a las publicaciones de mi lugar de trabajo habitual. A pesar de lo que pueda parecer, la mayor parte de mi vida profesional se desarrolla en Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Madrid, y tengo un pequeño despacho (muy sostenible debido a sus dimensiones) en la Escuela de Arquitectura. Y digo de lo que pueda parecer, porque lo que debería deducirse de la lectura de los más de cien artículos anteriores, es que estoy siempre en otras movidas. Pero es una impresión equivocada. Lo cierto es que reconozco mi suerte por estar donde estoy y no cambiaría lo que hago y donde lo hago por casi nada.

Camino de entrada a la ETSAM (xtorm)
¿Dónde iba a estar mejor que aquí?

Pero tampoco voy a contar hoy nada de la actividad docente, de los compañeros, de las reuniones, de las discusiones, de los desánimos, de las alegrías, de esas pequeñas cosas rastreras y también generosas que constituyen el día a día de cualquier grupo humano. Porque eso probablemente no le interese a un exalumno de La Serena, a un profesor de Xalapa, a mi doctoranda de Palermo o a María que está intentando reengancharse al postgrado desde Michigan. Pero lo que sí les puede interesar a todos ellos es algo que este departamento viene intentando potenciar desde hace bastantes años como son sus publicaciones. Sencillamente porque les ayudaran en sus trabajos diarios, bien sean académicos o profesionales. Los diferentes directores que ha tenido el departamento desde su creación, y a pesar de sus posturas personales e ideológicas incluso contrapuestas, siempre han pensado en la difusión como una parte fundamental de la enseñanza y la investigación. Ya José López Zanón (que fue el primero), con la publicación de textos básicos traducidos del alemán y apuntes de algo tan novedoso en aquellos momentos como las cuestiones bioclimáticas, inició el camino. Pero también Juan Jesús Trapero, Fernando de Terán, yo mismo, y el actual director Agustín Hernández, tratamos de cuidar en la medida de nuestras posibilidades esta faceta de la actividad departamental.

La cabecera de Ci[ur] en 1993

Nuestras publicaciones más o menos periódicas empezaron con un modesto intento de conseguir un instrumento ágil y barato que nos permitiera difundir en español los resultados de las investigaciones que hacíamos y darles un mínimo respaldo legal. Además, de forma que cada número se dedicara a un único trabajo, con objeto de que la descripción del mismo fuera mucho más completa que un simple artículo en cualquier revista del ramo y sirviera para acercar la investigación real al aprendiz de investigador algo más que de la forma tradicional de hacerlo. Me da un poco de apuro referirme a los Cuadernos de Investigación Urbanística (Ci[ur]) porque estuve implicado en su desarrollo desde el comienzo y todavía sigo trabajando en ellos. Pero como, en realidad, es una labor de mucha gente esta vergüenza se diluye un poco. La idea fue casi conjunta de Julio Pozueta y mía. En cualquier caso los dos impulsamos de forma decidida su creación. Al principio eran simples páginas fotocopiadas, con una cubierta y una sobrecubierta grapadas. Se hacían muy pocos ejemplares (alrededor de ochenta) y su distribución se limitaba a la librería de la Escuela de Arquitectura. Cada número contaba con su propio ISBN (tenían el tratamiento de libros) y se hacía el preceptivo depósito legal.

Portada de los dos primeros números de Ci[ur]

Para animar a la gente a que publicara en un proyecto que empezaba, los dos primeros números fueron, uno de Julio y otro mío, básicamente para demostrar que estábamos convencidos de que el sistema era bueno. El nº 1 reflejaba el resultado de parte de una investigación que hice para el Ministerio de Cultura español sobre la trama urbana de Toledo, y la fecha era de abril de 1993 (la versión en pdf es la 2ª revisada y aumentada de 1996). Y el nº 2 de Julio Pozueta sobre las ordenanzas de reducción de viajes, también fechado en abril de 1993. Desde entonces, y a lo largo de estos dieciocho años han pasado muchas cosas. El más reciente en el momento de escribir este artículo (correspondiente a mayo-junio de este año) es el 76 y se titula “Habitabilidad básica: indicador estratégico para superar la pobreza” y su autor es Alessandro Laudiero. Desde los primeros años hasta hoy los Ci[ur] han cambiado mucho, han pasado por etapas muy diferentes y en algunas ocasiones han estado al borde de la desaparición. Pero lo básico se mantiene. Es decir, la agilidad, el coste y el idioma. Entre medias se ha creado una Red de Universidades (más de veinte) que se han comprometido a participar en la evaluación de los números aportando gratuitamente los revisores externos, se ha convertido en una revista (ahora tiene ISNN), los originales están sometidos a un sistema de revisión por pares y sus números están indexados. He sido su director desde su primer número hasta hoy, y conjuntamente con Ester Higueras que es la actual directora del consejo de redacción, nos hemos encargado de su edición.

Portada y contraportada de un Ci[ur] actual (2011)

Cualquier persona individual o equipo puede enviar originales a Ci[ur]. Si se trata de un resumen o una parte de cualquier tesis doctoral aprobada por una de las Universidades de la Red sólo necesita la conformidad del consejo de redacción para su publicación puesto que existe ya la “evaluación” y aprobación de un tribunal de expertos en la materia. En caso de no ser así, bien debido a que la aprobación proceda de otra universidad que no pertenezca a la red o porque no sea una tesis doctoral, el trabajo deberá someterse previamente al procedimiento de revisión por pares. Esto garantiza la calidad de los originales publicados. En la actualidad editamos seis números anuales, en papel y en formato electrónico a la vez. Seguimos manteniendo el papel, aunque hacemos muy pocos ejemplares y de forma austera, sobre todo para que esté en las estanterías de las bibliotecas y para asegurar su conservación de forma permanente (mediante el depósito legal). El ejemplar electrónico se publica en color pero, por razones económicas, el de papel lo mantenemos en blanco y negro. Aunque el impreso se vende a un precio muy bajo el digital es totalmente gratuito. Los ejemplares están alojados en Poli-red, un servidor de nuestra universidad pero tenemos un acceso a todos los números desde la página del departamento.

Portadas de los dos primeros números de Urban

La revista Urban fue un proyecto de Fernando de Terán cuando era director del Departamento. En realidad, Fernando también fue el padre de Ciudad y Territorio que, durante muchos años se constituyó en la referencia entre las revistas de urbanismo en lengua española y Urban fue su heredera directa, aunque la cabecera de Ciudad y Territorio (unida a Estudios Territoriales) la mantuvo luego la administración del estado y hoy la publica el Ministerio de Fomento. El primer número apareció en el año 1997 subvencionado por la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. El título del artículo que publicó Terán en el primer número era bastante alegórico de la situación de aquel momento y de su vuelta a la dirección de una revista: “Resurgam, invocación para recuperar el urbanismo y continuar el planeamiento”. Urban, a lo largo de su primera etapa ha producido 14 números, muchos de ellos monográficos: postmetrópolis (1998), sostenibilidad (1999), planeamiento urbano territorial en el siglo XXI (2000), crecimientos suburbanos (2001), la ordenación del territorio europeo (2003), perspectivas de la enseñanza del urbanismo en Europa (2005), experiencias innovadoras en planificación regional y urbana (2006), nuevas regiones urbanas (2007), planeamiento municipal en España (2009) y Madrid Región (2009).

Resurgam, invocación para recuperar el urbanismo
y continuar el planeamiento

Fernando de Terán con la ayuda al principio de José María Ezquiaga y luego (como redactora jefe) de Inés Sánchez de Madariaga se encargó de dirigir los nueve primeros números. A partir del 10, con Fernando como supervisor general y la ayuda de Ramón López de Lucio e Inés Sánchez de Madariaga yo fui el encargado de dirigir la revista. Los dos últimos números sustituí a Fernando en la supervisión y la dirección del consejo pasó a ser de Ramón e Inés de forma conjunta. Para entonces ya habían empezado las dificultades con las subvenciones que, hasta ese momento, nos habían permitido mantener una revista casi de lujo con una alta calidad gráfica a pesar de que el sistema de distribución siempre fue un problema que no conseguimos resolver. A la situación de precariedad debido a la renovación anual de las subvenciones se unió un problema académico. Para que la revista tuviera una cierta consideración como revista de investigación había que someter los originales a un sistema de revisión lo que significaba que algunos serían rechazados. Esto dificultaba notablemente la posibilidad de incluir artículos de encargo y de carácter meramente informativo sobre actividades puramente profesionales. Además, las propias características formales de la revista, que arrastraban a las económicas, la convertían en un producto bastante complicado de mantener.

Portada y contraportada del último número de
la primera época de Urban

Casi coincidiendo con mi enfermedad, el departamento me encargó una reestructuración del sistema de publicaciones. A pesar de mis bajas médicas (obligatorias e inevitables), conseguí organizar una propuesta, luego mejorada por el departamento, cuyo principal objetivo consistía en la separación de Urban en dos publicaciones, una de carácter académico más austera y centrada en la investigación, heredera de la cabecera de Urban, y otra más profesional, electrónica y de distribución gratuita. De forma que Urban entró en una segunda etapa. De esta segunda etapa ya se ha publicado el primer número (al que ya me he referido en la entrada del blog La naturaleza en la ciudad) con artículos de John Friedmann, Erik Swyngdouw, Frank Eckart o Jordi Borja. El segundo número está ya en proceso de maquetación y se trata de un monográfico sobre Henri Lefebvre, con motivo del vigésimo aniversario de su fallecimiento. Cuenta con trabajos de Peter Marcuse, Andy Merrifield, Kanishka Goonewardena, Jean-Pierre Garnier con Gregory Busquet, Thierry Paquot, Lukasz Stanek con Christian Schmid, Cynthia Ghorra-Gobin y Laurence Costes. El número se complementa con una recopilación de textos de Lefebvre que ha reunido Carlos Sánchez-Casas, y la repetición por Claire Revol del experimento de ritmoanálisis de Beaubourg y la rue Rambuteau que Lefebvre hiciera en su libro.

Fragmento de la portada del primer número
de la nueva serie de Urban

El NS03 de Urban va a tratar sobre Conflictos de la ciudad existente, y la recepción de originales todavía está abierta hasta finales de septiembre, por lo que si hay alguien que se anime aún está a tiempo de hacerlo. El call for papers lo podéis encontrar en el apartado convocatorias del enlace a la revista que he incluido de forma permanente en el apartado “páginas de interés” situado a la derecha del blog. La dirección de esta nueva etapa corresponde a Fernando Roch que cuenta con la ayuda de José Miguel Fernández Güell en la subdirección, y de Álvaro Sevilla como jefe de redacción. A día de hoy la revista está ya incluida en algunos de los sistemas de indexación más importantes y pretende hacerse un lugar como referente en la difusión de trabajos de investigación sobre urbanismo, planeamiento y territorio. Cuenta con un consejo asesor internacional verdaderamente importante encabezado por Fernando de Terán, y esperamos que pueda llegar a su autofinanciación mediante suscripciones. Se trata de un momento complicado desde el punto de vista económico lo que hace todavía más meritorio que pueda simplemente mantenerse y poner en las librerías dos números anuales al precio de suscripción de 25 euros por número.

Fragmento de la página de entrada en Urban-e

La más joven de nuestras revistas es Urban-e. Su nombre se debe a que sólo se va a publicar en formato digital. Tal y como he explicado anteriormente surge de la separación de la primera etapa de Urban en dos publicaciones diferentes. En este caso su orientación es más profesional y su pretensión es la difusión de trabajos de referencia siendo, por tanto, muy importante su orientación gráfica. La persona que se ha encargado de su dirección y puesta en marcha ha sido Marian Leboreiro. El comienzo de un proyecto de este tipo está siempre sometido a grandes dificultades que nos pueden hacer dudar a veces de su viabilidad. En el caso de una revista electrónica los problemas son mayores ya que, a los propios de cualquier revista, se unen los puramente técnicos derivados de un medio muy específico. No es lo mismo un blog como este, de mantenimiento y puesta en marcha relativamente sencillo, con los esfuerzos que requiere una revista profesional. Hay que agradecer a Marian el trabajo realizado y el hecho de que, casi sin ayuda, haya puesto en marcha un objeto que está llenando un hueco clamoroso en la difusión del trabajo profesional en nuestro país. Está organizada en tres grandes apartados. El más importante es el correspondiente a “artículos”, tanto relacionados con el tema monográfico correspondiente como otros misceláneos. Se complementa con el de “reseñas” de libros, y el de “talleres” donde se exponen algunos trabajos de alumnos (no sólo de nuestros alumnos, está abierto a todos los que se sientan orgullosos de sus trabajos y quieran difundirlos).

Fragmento del índice de artículos de Urban-e

El primer número, correspondiente a la primavera de 2011, está dedicado a Los caminos de Santiago. Incluye artículos que van desde “El tramo aragonés del camino de Santiago” de José Félix Méndez , hasta “La fábrica de curtidos de la Ribera de San Lorenzo” de Víctor López Cotelo, pasando por el “Plan Director de la península del cabo Fisterra” de César Portela. Entre los autores, aparte de los citados, están Carmen Andrés, Llanos Masiá, Montejano, Antequera y Pol, Carmen Iglesias, Delfín Jiménez o Javier Fernández Muñoz. En el apartado miscelánea se incluyen proyectos como los de una glorieta en Mula (Murcia) o de la Senda Real en Madrid. Todos ellos se pueden descargar en formato pdf y con una aceptable resolución en algunos casos, y muy buena en otros. La revista esta bastante bien organizada y requiere un tiempo muy corto de aprendizaje para desenvolverse con soltura por sus páginas. De forma que, en cuanto el lector se desplaza un par de veces por los menús se encuentra cómodo y llega a los sitios sin frustraciones innecesarias. Espero que apoyéis esta iniciativa, no sólo difundiéndola entre los conocidos, sino enviando ideas y materiales. Para ello hay un apartado llamado “Colabora con nosotros” donde aparece la forma de hacerlo y el acceso a las “Normas de presentación de trabajos”.

Fragmento de la página “Talleres” en Urban-e

Nuestro departamento es pequeño y el esfuerzo que supone mantener vivas estas publicaciones sólo es posible si todos sus miembros colaboramos de una forma u otra. En el momento actual tampoco contamos con ninguna subvención y, a pesar de todo, la única revista no gratuita es la segunda época de Urban porque es necesario pagar los costes de impresión, encuadernación, etc. Por supuesto que ninguno de los directores, subdirectores, miembros de los consejos de redacción o de los asesores cobra ni un céntimo por el desarrollo de una labor que se supone forma parte de su trabajo como docentes e investigadores de la universidad. Del mismo modo esta es la forma en la que entiendo el trabajo en este blog. Sin embargo, tarde o temprano, si se quiere mantener un cierto grado de continuidad va a ser necesario obtener ingresos suplementarios, bien en forma de publicidad o de subvenciones directas porque es necesario pagar becas a estudiantes que nos ayuden, abonar trabajos de mantenimiento, mejora de las páginas web y otros parecidos. De momento, y como miembro del Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Madrid me siento orgulloso de ser parte integrante del mismo, y pienso que estamos obteniendo un excelente rendimiento de los escasos recursos con los que contamos. Os invito a todos a que leáis detenidamente nuestras publicaciones y que intentéis valorar el esfuerzo que supone hacerlas accesibles a todos. Los enlaces los he incluído de forma permanente en la columna derecha del blog dentro del apartado “Páginas de interés”.

lunes, 1 de agosto de 2011

La protección del patrimonio urbano

Hace ya algunos años, y en colaboración con los hermanos Juan y Miguel González, redacté la modificación del Plan General de Ávila (España) con objeto de adaptarlo a la Ley de Patrimonio Histórico Español. Para acercar más el plan a los abulenses decidimos escribir una serie de artículos en el Diario de Ávila que nos permitieran explicar mejor los objetivos a conseguir. Me he acordado de aquellos artículos en una reciente visita a esta extraordinaria ciudad Patrimonio de la Humanidad y, más por nostalgia que por otra cosa, me entretuve releyéndolos. Estamos en verano y  no quiero ponerme crítico con algunas de las actuaciones incomprensibles (desde mi punto de vista) que se han hecho sin consideración alguna a la categoría de este conjunto histórico. Sólo querría rescatar algunas ideas, que me han sugerido la lectura de aquellos artículos de entonces, revisadas con ojos de hoy. En lo fundamental sigo pensando de forma muy parecida porque los problemas subsisten. Una aproximación más técnica puede encontrarse en el libro que publiqué en la editorial Akal titulado La protección del Patrimonio Urbano, instrumentos normativos que, a pesar del tiempo transcurrido (y a tratarse sólo la legislación nacional cuando estas competencias son compartidas con las Comunidades Autónomas) entiendo que todavía mantiene un cierto interés. Mi pretensión con este artículo no es otra que plantear algunas cuestiones acerca del tema de la protección que me preocupan desde hace bastante tiempo. Y voy a tratar de hacerlo de la forma más clara que pueda porque soy consciente de la variedad de intereses y procedencias de muchos de los lectores del blog y, además porque buena parte de ellos están de vacaciones y tampoco es cuestión de ponerme demasiado evanescente. Ilustro el texto con imágenes de lugares maravillosos declarados Patrimonio de la Humanidad.

Ciudad amurallada de Ávila, España (Wikimedia)

El primer escalón de la herencia cultural se refiere a la identidad estrictamente familiar. La vivienda del pueblo, que ha servido de morada a nuestros antepasados más allegados, parece como si tuviera algo de nosotros mismos (esto no son capaces de sentirlo los urbanitas más urbanos, acostumbrados a un peregrinar residencial origen de un creciente desarraigo). Siempre cuesta dejar la vivienda en la que han vivido nuestros padres o abuelos pero, poco a poco, se va quedando fuera de uso hasta que llega un momento en el que es imposible vivir en ella. Se queda, como gusta decir a los arquitectos, obsoleta, disfuncional. Y para mantenerla en un aceptable estado hay que gastar bastante dinero. Aunque probablemente no tanto como tirarla y hacer otra nueva (aparte de consideraciones relacionadas con la sostenibilidad bien conocidas por los lectores del blog). Entonces, ¿por qué se prefiere tirar la casa de los padres y hacer otra nueva, en lugar de acondicionar la existente? Las causas son muchas pero, probablemente, una de las más importantes sea que el hecho de tirar una casa vieja significa aumentar la cantidad de metros cuadrados que se pueden edificar en ese solar. Donde sólo había dos plantas el plan de urbanismo permite hacer cinco o seis, de tal manera que de una sola vivienda se hacen cuatro. El propietario se queda con una y vende las otras tres. Con tan sencilla operación no solamente se encuentra con una casa nueva y adaptada a las necesidades de hoy sino, además, con una ganancia adicional.

Ciudad de Puebla, México (Luxuriousmexico)

A veces el propietario, simplemente abandona la vivienda y se va a vivir a otro sitio. La antigua casa probablemente no vale gran cosa (en dinero) pero el solar es mejor que una "supercuenta" en la que meter el dinero sin riesgo de ningún tipo y con el más alto interés. O por lo menos lo era hasta hace poco tiempo. Y ahí permanece, deshabitada, con los cristales rotos que nadie cambia, nido de ratas y cucarachas, degradando día a día el área urbana que la rodea. Y este probablemente sea también el final de todos los planeamientos simplemente proteccionistas que no incentiven, de alguna forma, la recuperación de los antiguos edificios. También puede suceder que la casa esté en régimen de alquiler. Y como es una casa vieja de renta antigua, lo que se suele obtener por ella no llega ni para pagar la contribución. Entonces lo normal es que el propietario deje que se estropee definitivamente, venga el arquitecto municipal la declare en ruina, se eche a los inquilinos, se tire y se haga otra nueva. Una tercera posibilidad es que piense, simplemente, que resulta más barato y queda mejor ("más moderna") una casa nueva dibujada y calculada por un especialista. O la combinación de todo. En cualquier caso el resultado es el mismo: la vivienda del abuelo (o del tatarabuelo) pasa a mejor vida.

Ciudad colonial de Santo Domingo, R. Dominicana (Wikipedia)

Claro que si tengo “la ventura de volver a vivir en la nueva casa más moderna” pronto me doy cuenta de que las cosas no son tan bonitas a pesar del Código Técnico. Los viejos muros de ochenta centímetros han sido sustituidos por tabicones y tabiques con resultados pronto notorios. Las estrechas ventanas se han convertido en amplios ventanales a través de los que entra la luz y el sol a raudales. Por desgracia, la mayor parte de las veces, entra justamente cuando no debería: por la tarde y en verano, mientras que en el invierno ni un rayo. Hombre, luz sí que entra, por eso hay que poner cortinas. Además, no se sabe por qué los coches se oyen ahora mucho más. Habrá que poner doble acristalamiento (de color bronce por aquello de la luz). De momento, el ladrillo pintado de la fachada queda bonito. Claro que ya ha empezado a decolorarse por algunos sitios, y eso sin hablar de las manchas (eflorescencias) que pronto se le pasarán (dicen) con la lluvia. La situación es una caricatura, por supuesto, sin otro ánimo que el de mostrar como, a veces, el intento de que un arquitecto pueda resolver mediante un diseño feliz un edificio en una parcelación de otros tiempos y una orientación que corresponde a presupuestos de iluminación, soleamiento y uso distintos, unido a unos condicionantes económicos y de rentabilidad sumamente estrictos, a veces no funciona. El técnico sabe mejor que nadie que aquella vivienda lo que necesitaba era una reforma, una adecuación a los tiempos actuales. Nunca un intento de incrustar en un parcelario histórico el piso 5ªE del bloque H-9 correspondiente al plan parcial del polígono P3 del Plan General. Pero la mayor parte de las veces no tiene otra elección.

San Salvador de Bahía, Brasil (Viajar y Estudiar)

Esto con una vivienda normal. Pero así como un edificio específico (o espacio urbano) puede presentar determinadas connotaciones particulares para una familia o un individuo, ocurre lo mismo con otros respecto a la memoria colectiva y la herencia cultural de una ciudad o una región. Esta trascendencia normalmente suele producirse en el ámbito urbano más que en el estrictamente particular. Por ejemplo, si consideramos un edificio con fachada a una plaza, los espacios de puertas para dentro (privados) generalmente corresponderán de forma exclusiva al ámbito familiar, mientras que, de puertas para fuera afectarán, además de a dicho ámbito, al colectivo de la ciudad. Y así, fachadas, volúmenes, plazas, pavimentos, topografía, calles, árboles, jardines, fuentes... van conformando unas vivencias, una historia, en las que se fundamenta la herencia e identidad de una ciudad. Las sucesivas generaciones que van pasando por las mismas calles, viendo las mismas fachadas, resguardándose en los mismos soportales, pisando los mismos pavimentos, han de tener necesariamente sensaciones, recuerdos o, como mínimo, percepciones comunes. La ciudad es centro de servicios y mercado y por generaciones, habitantes de los pueblos cercanos han ido a comprar, a asesorarse, a intercambiar productos a la ciudad. También la memoria colectiva es un poco de ellos. Y el turismo, los viajes, las fotografías, los documentales, Internet, la van haciendo de todos. De forma que el Patrimonio Urbano es siempre un patrimonio colectivo frente a los elementos identitarios individuales o familiares.

Ciudad de Valparaíso, Chile (Asamblea Nacional)

En este nivel las cosas empiezan a complicarse. Así como en el ámbito estrictamente familiar la conservación del Patrimonio Cultural heredado es, normalmente, de interés más particular, en el ámbito urbano lo es para un área geográfica concreta o para todo un país. Es decir, pasa a ser de interés de toda una colectividad. Y es bien conocido que, muchas veces, pueden producirse colisiones entre los intereses privados y públicos. Son muchas las preguntas a responder: ¿qué elementos podríamos definir como de interés desde el punto de vista del Patrimonio Urbano? ¿quién estaría capacitado para determinarlos? ¿cómo se podría llegar a establecer un conjunto de medidas de protección? Las dificultades en la respuesta no se suelen presentar en los casos extremos sino en los intermedios. Por ejemplo, casi nadie duda del interés que para la colectividad abulense supone la conservación de las murallas. Sin embargo las dificultades empiezan a surgir si el elemento a considerar son las alineaciones de la calle del Recodo, o los balcones de hierro forjado de Reyes Católicos. Es en estas “zonas grises” donde la discusión, entre aquellos que apuestan por una renovación y los que preferirían una mayor conservación, se hace más virulenta. Y lo cierto es que muchas veces casi no hay razones mínimamente objetivas para mantener una u otra postura. Sin embargo hay una cuestión que nos debería hacer reflexionar. La decisión que se tome no solamente implica a esta generación que es la que tiene en sus manos la opción de preservar o no, sino también a las generaciones futuras, que no pueden manifestarse pero que se ven directamente afectadas lo que hagan los habitantes actuales.

Colonia de Sacramento, Uruguay (Viajeros)

Es, por tanto, realmente difícil pronunciarse, con un mínimo de rigor, en un tema que afecta directamente a otros que ni siquiera están. En esta disyuntiva lo menos comprometido es inclinarse por la conservación de la mayor cantidad posible de elementos del pasado a legar a las generaciones futuras. Sin embargo no necesariamente es esta la mejor solución para conseguir una ciudad respetuosa con su herencia cultural. Una ciudad metida en formol en un intento de conservar sus preciosas casas, plazas y monumentos (una ciudad "museo", totalmente muerta es todos los aspectos que no sean los estrictamente turísticos) en la que sus habitantes malvivan lejos del confort del mundo moderno se rebelará probablemente contra esta situación haciendo inviable la conservación de una herencia cultural que no se desea, que es una pesada carga a soportar. Sus habitantes se marcharán, los edificios envejecerán, se caerán los revocos, se romperán los cristales, se hundirán las cubiertas, y nadie moverá un dedo para mantenerlas. Áreas enteras de la ciudad se degradarán ya que sus habitantes irán a otras zonas con el resultado de suciedad, ratas, fealdad. En definitiva, la muerte por abandono y desinterés. El tema es complejo. Y todavía más, si pensamos en términos económicos. Si en un solar pueden edificarse cuatro alturas, y en el colindante sólo dos exclusivamente por el hecho de que su propietario lo sea de bien de interés cultural, debería de existir alguna manera de resolver esta injusticia. En pura teoría el sistema distributivo de cargas y beneficios del plan debería atender a este problema, pero en la práctica todos sabemos que no es así.

Ciudad de Panamá, Panamá (Wikipedia)

Pero hay más problemas. Muchas veces el deber de conservar no se reduce a un mero no hacer. Es decir, no es suficiente con no tirar una fachada. Hay que actuar positivamente con objeto de que el Patrimonio a conservar efectivamente se conserve. Y ello implica una actuación diferencial respecto, por ejemplo, a una vivienda moderna. Una carpintería de madera de hace 150 años precisa unos gastos periódicos (hay que barnizarla, o pintarla, lijarla, etc.) que, por ejemplo, una de aluminio no requiere. Ya no estamos ante el hecho de una penalización negativa sino que la conservación supone un coste real y concreto. Así se han llegado a poner a la venta castillos al precio de un euro con el compromiso de su restauración (Ayuntamiento de Coruña del Conde, Burgos, España). Por supuesto que ante el caso de edificios pertenecientes de una u otra forma a la sociedad (Ayuntamiento, Comunidad, Administración Central) las cosas están más o menos claras. Independientemente de que tengan o no dinero para su conservación los gastos deberían ser a costa de la comunidad ya que la comunidad es la que se beneficia de su existencia. No parece haber duda. Ahora bien, ante un edificio particular de interés para la colectividad ¿qué parte de la conservación irá a cuenta de la misma y que parte a cuenta del propietario privado que, por supuesto, también lo usa y disfruta?

Ciudad de Quito, Ecuador (Skyscrapercity)

Las cosas todavía se pueden complicar más. Hay ciudades de tal importancia desde el punto de vista de la trascendencia de su herencia cultural que su interés es universal. Para algunas esto está oficialmente reconocido, y para otras no. El significado más obvio es que cualquier tipo de actuación en las mismas afectará, no solamente a sus habitantes y sus descendientes, sino también a todos aquellos que se sientan partícipes de una cultura determinada. Si los conflictos que se podían producir entre propietarios de bienes protegidos de interés nacional o autonómico y dichas colectividades eran importantes, ahora se multiplican. Al ser mayor la cantidad de intereses en juego los niveles de exigencia sobre el propietario son también mayores. Y aunque en teoría la cantidad de personas sobre la que debería de recaer la carga de conservación es mayor (en algunos casos nada menos que toda la humanidad), desde el punto de vista práctico aumentan las exigencias sobre el particular pero sin contraprestaciones aparentes por parte, ni de la comunidad nacional ni de la mundial. Casi todo se queda en declaraciones y palabras cuando se alcanzan determinadas alturas. O, como mucho, una mención en las guías de turismo que no tiene porque beneficiar a ese usuario en particular. Es decir, normalmente el nivel de carga es inverso a la sucesión siguiente: particular, Ayuntamiento, Comunidad, Gobierno Central, Instituciones Internacionales, aunque a veces puedan producirse distorsiones en esta pirámide.

La vieja Habana, Cuba (My Havana, Yissy)

No todos los aspectos van a ser negativos. Lo cierto es que el Patrimonio Urbano no debe considerarse exclusivamente bajo el aspecto de la carga que implica su conservación, sino también desde el punto de vista de una valoración adicional del bien que no solamente es escaso sino único en algunos casos (una fachada del XVI lo es). El problema es la dificultad de llevar a la conciencia de los ciudadanos que la mayor parte de los bienes que, de una u otra forma, son significativos para el Patrimonio Cultural o Histórico, tienen un valor añadido que es preciso contabilizar. Hasta el momento, por ejemplo, el hecho de poseer un edificio catalogado se entiende como una penalización a la hora de su venta. Sin embargo la situación debería de ser la inversa. Un edificio, en igualdad de circunstancias (comodidad, habitabilidad, adecuación) debe de valer más si cuenta, por ejemplo, con el añadido de una fachada modernista. Y todavía más si esto está reconocido mediante una catalogación oficial. Piénsese en el aumento de valor de un lienzo que pasa de ser "atribuido" a un autor, a ser oficialmente reconocido como pintado por el mismo. Esto es algo fácilmente comprensible y que nadie discute si se refiere a un bien mueble (una pintura, una alfombra, un tapiz, una escultura). Probablemente nadie se quejaría de la "carga" que supone poseer un Greco o un jarrón chino de la dinastía Ming. Incluso el feliz propietario estaría dispuesto a correr con los gastos de una restauración, o el de acondicionarle un lugar adecuado. Pero esto no pasa con un patio barroco o incluso con un palacio del XVI. ¿Por qué?

Antigua, Guatemala (Multimedia Gallery)

Hay varias razones pero hoy sólo voy a plantear dos de las más importantes. La primera se relaciona con el valor de uso. En realidad una pintura tiene poco valor aparte del artístico. Desde el punto de vista funcional "no sirve para nada" (en el sentido de un medicamento, por ejemplo, que "sirve" para curar una enfermedad aunque su valor artístico sea nulo). Pues bien, un edificio fundamentalmente "sirve para algo", residir, vender, reunirse, etc. Lo que sucede es que, además de su valor funcional, puede tener un valor histórico, cultural o artístico en algunos casos tan o más importante que el funcional. Lo lógico, desde el punto de vista del propietario, es que cumpla su misión de residencia, comercio, etc. Cuando el cumplimiento de esta misión choca con la preservación de sus otros valores suele optar por aquella. Aquí es donde entra en juego la necesidad (si es posible) del acondicionamiento, rehabilitación y recuperación funcional de los antiguos edificios sin que pierdan sus valores culturales, históricos o artísticos. Y para hacer esto es imprescindible ayudar al propietario si dichos valores son de interés para la sociedad. De hecho, la actual legislación contempla sistemas que posibilitan, en parte, conseguirlo. Bueno, claro, siendo bastante optimistas.

Potosí, Bolivia (Aler)

La segunda está relacionada con el hecho de que un edificio ocupa una porción de suelo generalmente urbano, y en su valor influye también el que tenga el suelo en el que se encuentra que, a su vez, depende de las posibilidades de edificación que le da el plan. Esta cuestión es todavía mucho más compleja que la anterior y se incardina en la esencia misma del derecho de propiedad y el entendimiento que del mismo hace la legislación española sobre el suelo. Sobre el tema ya he escrito bastante en el blog y resulta esencial en el informe que redacté junto a José Manuel Naredo sobre la sostenibilidad del planeamiento urbanístico español. Sobrepasa por tanto, la cuestión relativa a la conservación del Patrimonio y está directamente relacionado con la equidistribución de cargas y beneficios del plan. Debería de resolverse a la vez que se resuelve el problema más general pero se trata de una cuestión demasiado compleja como para poder abordarla en el artículo de hoy. Podría resumir el planteamiento diciendo que debería desvincularse el plan del contenido del derecho de propiedad del suelo. Pero soy consciente de que, diciendo esto, es como si no dijera nada porque la dificultad está en cómo hacerlo. Es posible que se entienda mejor si digo que el valor del suelo debería desvincularse de las posibilidades de edificar sobre el mismo que le da el plan aunque esto también, así dicho, pueda parecer una aleluya. Desde el punto de vista técnico soluciones hay muchas. Desde las más elaboradas como las Trasferencias de Aprovechamiento Urbanístico ya ensayadas años atrás, hasta las más sencillas como la asignación de una edificabilidad única a todo el suelo. La complicación es que estas soluciones hay que hacerlas compatibles con la seguridad jurídica de los inversores en productos inmobiliarios.

Cuzco, Perú (Skyscraperlife)

En cualquier caso estamos ante un problema complejo e interesante sobre el que la sociedad debería debatir, con objeto de superar la situación actual en la que la carga de la conservación cae como una losa sobre el propietario del bien a proteger. Sea el propietario una persona física, una entidad jurídica, la Iglesia Católica o un Ayuntamiento. Por el contrario, se deberían premiar las prácticas que han permitido la subsistencia del bien a lo largo de los años. Por supuesto que toda la colectividad tiene que implicarse según los niveles de interés que tenga lo que haya que proteger. Sin embargo esto es complicado de conseguir cuando, muchas veces, este legado no es totalmente conocido o, en algunos casos, absolutamente desconocido. Es imposible amar lo que se no se conoce. Y al referirme a “conocer” no quiero decir sólo “verlo al pasar” o “considerarlo interesante para que vengan los turistas y me permitan ganarme la vida”. Conocer es algo más que esto y tiene que ver con temas identitarios, de legado histórico o relacionados con un entendimiento de la cultura como algo más que una cuestión simplemente monetaria. Este tipo de debate nos debería permitir llegar a un conocimiento más profundo de la realidad heredada y sentirla, efectivamente, como nuestra. No veo otro camino para implicar a toda la sociedad que el del amor a nuestro Patrimonio. Comprendo la dificultad en momentos de penuria como los que pasamos o en algunos lugares como los que ilustran este artículo pero es, precisamente en estos momentos y en estos lugares, cuando y donde resulta imprescindible actuar con la mayor cautela y previsión. Si no somos capaces de entender que está en peligro nuestra identidad, formada por acumulación sucesiva de conocimientos heredados generación tras generación, tenemos un problema: “Houston, we have a problem”. Ojalá pudiéramos decir como Swigert: “Ok, Houston, we've had a problem here” y el problema estuviera ya solucionado, pero por desgracia, todavía vamos a tener que trabajar bastante para conseguirlo.