jueves, 29 de marzo de 2012

Desmontando la ciudad genérica

Hace unas semanas recibí un correo de José Juan Barba enviándome un artículo ya publicado en el nº 17 de la revista Formas y en el libro Jornadas Internacionales de Arquitectura y urbanismo desde la perspectiva de las arquitectas, que me pareció podía sumar ideas al debate, tan querido del blog, en torno a la identidad urbana y a la diversidad.  La lectura del texto que me envió José Juan hizo que repensara algunas cosas relacionadas con lo identitario y lo diverso y que viera la teoría queer como algo más que un intento inteligente de justificación de actitudes sexualmente diferentes. Por lo que conozco, lo queer tiende a considerar la orientación sexual como resultado del aprendizaje, y a suponer que las personas pueden adoptar roles sexuales variables, dependiendo de su socialización, siendo posible la desconstrucción (en el sentido de Derrida) y posterior construcción de dichos roles. La idea es sugerente y la cita de Koolhaas que aparece al comienzo del artículo de José Juan es pertinente porque clarifica los términos en los que se plantea la discusión en lo que se refiere a la ciudad.

"Identidad" dibujo de Sebastián Guerrini, GuerriniArt

La controversia proviene de la psicología (e incluso antes, de la filosofía) y resume una discusión casi ideológica entre las explicaciones genética y ambiental acerca el comportamiento humano. Aunque últimamente la cosa parece bastante pacífica debido a que la mayoría ha decidido resguardarse bajo el paraguas de “ni uno ni otro, sino la combinación de los dos”, la cuestión es compleja y no se puede reducir a unas líneas. Pero como lo que pretendo es despertar el interés de mis lectores por los temas que propongo, resulta obligado mencionar tres referencias genetistas importantes. La primera es de Herrnstein y  Murray, que en The Bell Curve afirman que las diferencias entre las puntuaciones medias obtenidas en los coeficientes intelectuales de los norteamericanos blancos y negros se deben a causas tanto genéticas como ambientales. Esta afirmación ha sido cuestionada ad nausean, pero algo parecido mantiene Rich Harris en El mito de la educación al defender que la personalidad de los niños está configurada tanto por los genes como por el medio. Otro de los trabajos fundamentales aparecidos en estos últimos quince años es el de Thornhill y Palmer titulado A Natural History of Rape quienes parecen demostrar que la violación no es sólo un producto de la cultura sino que está también relacionada con la naturaleza de la sexualidad humana. En estos tres estudios, cuya interpretación ha sido considerada por algunos como racista, la conclusión no es que la genética sea determinante, pero sí que “colabora”.

The Bell Curve, Reharmonized

Sin embargo el tema bascula al otro lado del péndulo ante la cuestión de las “identidades colectivas” que está en la base de la diversidad urbana. Así como parece que no hay forma de evitar la biología, aunque sea en muy pequeña medida, en la formación de las identidades personales, no sucede lo mismo con las colectivas ya que, aparentemente, en ellas la biología tiene un papel mucho más secundario (obviando a Jung, claro). Todos los lectores asiduos de este blog conocen perfectamente mi filiación orteguiana. A este respecto la filosofía de Ortega parece clara y definida: “El hombre no tiene naturaleza; lo que tiene es historia”. Siguiendo este camino algunos llegan al “sistema sociocultural” casi como un superorganismo frente al que una persona individual, en su pequeñez e impotencia, no sólo se siente incapaz de oponerse a la marcha de la gran maquinaria sino que, en definitiva, tampoco es responsable de sus actos. Margaret Meed dijo hace ya casi ochenta años que “estamos obligados a concluir que la naturaleza humana es casi increíblemente maleable, de modo que responde con precisión y de forma diferenciada a las diferentes condiciones culturales”. O mucho más recientemente Clifford Geertz: “Nuestras ideas, nuestros valores, nuestros actos, incluso nuestros sentimientos son, igual que nuestro propio sistema nervioso, productos culturales: productos manufacturados, a partir de las tendencias, las capacidades y las disposiciones con que nacemos, pero, al fin y al cabo, manufacturados”.

Paris, La Défense, Paseos

El problema de deconstruir las identidades sociales, si seguimos a Ortega, es que para conseguirlo resulta imprescindible deconstruir la historia, y no parece sencillo. De cualquier forma a estas alturas de la discusión, después de haber dedicado tantos artículos al tema, la pregunta sería: ¿para qué deconstruir una identidad social? Probablemente el término deconstrucción no se entienda más que en un contexto estructuralista pero como imagen, sobre todo para los arquitectos, es muy potente. Si la identidad genérica se plantea como una base sobre la que ir construyendo las “identidades locales”, la posibilidad de deconstruir identidades parece irrelevante. Pero si, por el contrario, se entiende esta “identidad genérica” como una suerte de identidad común, universal, colonialista, que se impone a las “identidades locales” haciéndolas desaparecer y eliminando la diversidad, entonces las cosas se ven de otra forma. Tambiėn en el caso del intento de creación de nuevas identidades a partir de elementos de otras. Como veréis se trata de una cuestión algo al margen del escrito de José Juan y de su propuesta (muy clara en sus primeros párrafos cuando dice que su intención es intentar conseguir un paisaje multicultural urbano más enriquecido), pero no me he resistido a plantearla porque llevo bastantes años trabajando en el tema, no sólo en cuestiones relacionadas con la organización de la ciudad sino también con el paisaje, y me parecía una cobardía pasar “al lado, casi rozar” sin darme por enterado. 

Galerie Vivienne, París, Quiñonero

La mención al Libro de los Pasajes de Walter Benjamin que hace José Juan en el artículo, además de ilustrar su posición la voy a aprovechar para relacionarlo con el tema de la posible deconstrucción de la historia. O por lo menos con una construcción alternativa de la misma. Según Benjamin la línea recta que se supone representa el “progreso” debería ser sustituida por lo que llama constelación. La constelación la entiende como un símbolo de la expresión que surge cuando un historiador coloca una serie de sucesos aparentemente inconexos en el enunciado de un discurso significativo. De esta forma relaciona una serie de hechos que ya han sucedido con el presente. Habla así “del despertar del conocimiento aún no consciente de lo que ha sido”. Esta es, por supuesto, una discusión profunda que ahora no tengo más remedio que dejar a un lado. Además del tema que nos ocupa el libro debería ser conocido por los arquitectos ya que el estudio que se hace de los passages parisinos (galerías comerciales cubiertas) es sencillamente monumental. Para Benjamin las galerías constituyen “las más importante arquitectura del siglo XIX" y las interpreta como un ejemplo espectacular de ambivalencia cultural: opresión consumista y liberación como utopía de la abundancia. En cualquier caso os dejo con el artículo de José Juan que, supongo, ya estaréis deseando leer.


Ciudad genérica y ciudad queer
J.J.Barba. Dr. Arquitecto

El texto que se incluye a continuación pretende tratar el tema de la diversidad y complejidad urbana (en muchos casos perdidas entre la estandarización, las marcas y el monofuncionalismo) para poder pensar las ciudades como elementos complejos que permitan aceptar a todo tipo de ciudadanos, realizando una crítica implícita a la constante producción de guetos, tanto de ricos como de pobres, a la constante vigilancia en las ciudades y a las políticas de miedo hacia el inmigrante, el extraño, el diferente. La palabra queer en inglés tiene dos acepciones: una muy bruta que se utiliza despectivamente para decir "maricón" y otra que habla de "lo extraño y lo diferente". Seguro que los españoles recordáis una serie de televisión (cuatro) que se llamaba "Queer as folk" cuya traducción podría ser: "extraño como la gente". Es un término desarrollado, con intensidad, por algunas investigadoras en Harvard para las cuestiones de género, pero también y desde hace unos años es utilizado para definir nuevas tácticas y técnicas para conseguir que nuestras ciudades sean el resultado de un paisaje multicultural más enriquecido. Para desarrollar esta idea en el texto me apoyo en tres puntos: la escala con que miramos la ciudad, la definición de lugar frente a la de espacio y las condiciones de identidad que enuncia Rem Koolhaas en su texto sobre la ciudad genérica. (Hice mi tesis doctoral sobre Delirious New York).

Pérdida de la capacidad de identificar lugares
 París, desde un satélite, 1980, CCCB, Barcelona

En 1995 se publicó un texto titulado La Ciudad Genérica. Su autor, el holandés Rem Koolhaas, planteaba una reflexión  a medio camino entre un discurso irónico-provocativo y un análisis sobre la constatación de los crecimientos contemporáneos de la ciudad, que comenzaban a ser una realidad cotidiana a lo largo de todo el planeta: “¿Son las ciudades contemporáneas como los aeropuertos contemporáneos, es decir, 'todas iguales'? … Y si es así, ¿a qué configuración definitiva aspiran? La convergencia es posible sólo a costa de despojarse de la identidad. Esto suele verse como una pérdida. Pero a la escala que se produce, debe significar algo. ¿Cuáles son las desventajas de la identidad; y, a la inversa, cuáles son las ventajas de la vacuidad? ¿Y si esta homogeneización accidental − y habitualmente deplorada - fuese un proceso intencional, un movimiento consciente de alejamiento de la diferencia y acercamiento a la similitud? ¿Y si estamos siendo testigos de un movimiento de liberación global: '¡Abajo el carácter!'? ¿Qué queda si se quita la identidad? ¿Lo Genérico?”

¿Londres, Hong Kong, París? Farrer Road, Singapur, Zaha Hadid
 Toponegligencia versus topofilia, Jmmag&Partners

Seguramente hablar de ciudad no sea más que la metáfora de un hecho irreproducible en nuestra sociedad, pero su utilización como “pica” en un magma de construcción ingente nos ayudará a destacar con mayor claridad la posibilidad de una alternativa, la ciudad queer. Para ello necesitamos cuestionarnos algunos conceptos como ¿qué es la identidad? y ¿de qué geografías y paisajes estamos hablando? Con estas premisas recuperaré la idea de lugar, como instrumental básico para construir ciudad, entendiéndolo como espacio sin o con identidad, y por ende con esta nueva idea de lugar discutir la visión de la ciudad que recorremos, identificando los lugares en función de la escala de percepción, como conjunto de lugares o como mero espacio vacío, vacuidad. La sobre-utilización de algunas palabras, como por ejemplo “lugar”, a veces les hace perder significado, las acerca a la vacuidad, y se hace necesario volver a leer su definición, que a veces no es tan antigua como nos pudiese parecer, todo lo contrario es mucho más cercana y precisa si miramos otros campos de la ciencia. Realizaré un acercamiento al concepto de “lugar” a través de las definiciones de los geógrafos.

Acerca de los lugares

Los escritos de conocidos geógrafos "clásicos" y las referencias presentadas por diversos autores contemporáneos presentan el concepto de lugar de una manera excesivamente coloquial, es decir, presentan los lugares bajo un prisma que los define como porciones concretas y singulares del espacio a las que se asocian topónimos. Esta adscripción,  a una definición tan ambigua, hizo que el concepto como tal, es decir el  término "lugar", apenas fuera usado científicamente, su definición era tan discutida que ni tan siquiera los geógrafos se pusieron de acuerdo para establecer una definición científica clara en los diccionarios hasta la década de 1970. Su escaso uso se debía fundamentalmente a entender que el concepto como tal no se ajusta al lenguaje científico. Sería a partir de los años de 1970 cuando aparecen, además de ese sentido común y bastante ambiguo que perdura relacionando espacios-topónimos, dos acepciones más precisas del término.

Actividades femeninas, 1919, "Metalocus" nº 19
Mujer reparando la cubierta del Ayuntamiento de Berlín

La primera se generó por una cuestión meramente de cuantificación. Según Beguin los lugares se pueden entender como “unidades espaciales elementales cuya posición es, a la vez, identificable en un sistema de coordenadas y dependiente de las relaciones con otros lugares.” Con esta interpretación el lugar pasó a ser de manera clara el sitio donde se localizan los fenómenos geográficos, ya sean poblaciones, objetos materiales o funciones. Posteriormente, profundizando  en esta línea de definición, en 1997 (Pumain, Saint Julián) se reelaboró el concepto en los siguientes términos: “El análisis espacial estudia las reglas espaciales de los lugares intentando encontrar las lógicas de organización, ya sean aquéllos agrupados bajo la forma de una serie de puntos o puestos en relación con otros lugares que son los puntos de apoyo (nudos, cruces, etc.) de redes”. La imagen de Gordon Matta-Clark de la serie Anarchitecture, de 1974, en la que se ve un solar devastado tras el paso de un tifón, refleja con bastante precisión esta definición, de un territorio-espacio acotado geométricamente independientemente de la función que su visión nos pudiera sugerir.

Lugar, tan solo como espacio geométrico
Gordon Matta-Clark. "Anarchitecture", 1974, MNCARS, Madrid

La segunda se planteó dando al concepto de lugar la capacidad de generar identidad.  Esta definición está llena de matices, pero básicamente siempre orbita alrededor de la idea de que el lugar se genera cuando se produce una relación entre uno o más individuos y una porción del espacio, o en una porción del espacio, acentuando así el carácter ontológico que permite la aparición de los lugares en la línea planteada por Yi-Fu Tuan o en la de los no lugares, como diría Marc Augé. Lugar y hombre interactúan mutuamente. El lugar participa de la identidad de quién está sobre él, -cada uno se define, y define su entorno, especialmente según su pertenencia espacial-, son los individuos los que le dan identidad y existencia al lugar. Esta relación estrecha permite recuperar la noción de arraigo y supone una dimensión temporal. El lugar se inscribe en la duración; es memoria y por tanto tiempo. El lugar así considerado es más que un punto, un nombre o una localización: tiene significación, tiene una identidad. Por tanto, el lugar nos aparece como el producto de una relación social; un espacio se hace lugar cuando en él o con él se mantienen vínculos entre los individuos. La segunda de las imágenes de Gordon Matta-Clark, en la que se ve una típica casa americana transportada por el río en una balsa, refleja magistralmente esta definición. El vínculo que un individuo puede establecer con su morada, y por ende su capacidad para considerarla como casa, normalmente no depende de la ubicación o implantación en el territorio, sino de la relación que quien la habita establece con la misma, la capacidad que su habitante tiene para dotarla de identidad.

Lugar ontológico, tiempo y movimiento. Como espacio de relación
Gordon Matta-Clark, "Anarchitecture", 1974, MNCARS, Madrid

El lugar como algo que depende del tiempo y del movimiento, en contraposición a su enraizamiento clásico con el terreno. Con esta segunda definición, y con un aumento de escala en su aplicación, la discusión sobre la generación de ciudad no tiene ningún sentido. El concepto de ciudad al que muchos se refieren actualmente está ligado íntimamente a la generación física de estructura urbana, olvidando que el carácter metropolitano de la arquitectura no debe proponerse como bálsamo para solucionar problemas meramente de alojamiento, sino como inductor para provocar  acontecimientos públicos o sociales, lugares en el sentido de Yi-Fu Tuan. El carácter metropolitano de la arquitectura no debe proponerse como bálsamo para solucionar problemas sino como inductor para provocar  acontecimientos públicos.

Los no lugares y lo genérico

La ya clásica definición dada Marc Augé en 1992 sobre los “no lugares” permite aclarar en profundidad esta aproximación a la idea de carácter ontológico del espacio que define un lugar planteado por Tuan: los no lugares. Augé los definía como espacios monofuncionales y compartimentados, caracterizados por una circulación ininterrumpida, e in fine, poco propicios para las interacciones sociales. Al depender del tiempo y de la movilidad, incluso la distancia entre los lugares pasa a ser un concepto relativo. Al no depender de un espacio concreto los lugares pueden concentrarse o estar dispersos. El desarrollo, cada vez con más intensidad, de los planteamientos de Yi-Fu Tuan aplicados a otras áreas de la ciencia como la creación de nuevos paisajes, abre la puerta a nuevas consideraciones que permiten la identificación de los lugares desde un ámbito más complejo en el que se insertan conceptos como movilidad y tiempo.

Los lugares vacíos o “no-lugares”
Gordon Matta-Clark, South Bronx, proyecto Cristales Rotos, 1976, IVAM, Valencia

Con estos instrumentos y caracterizada la ciudad genérica como un elemento vacuo sin identidad, formado por “no lugares”, y si las relaciones entre los individuos son una característica básica de los lugares, cabe preguntarse si ¿la relación de identidad podría producirse en un lugar en función de un tiempo concreto? y por tanto, cabe también  preguntarse si ¿es posible que los espacios genéricos pueden dejar de serlo y convertirse en lugares con identidad si en ellos se producen relaciones entre los individuos? La ciudad genérica se caracteriza por la acumulación de espacios monofuncionales, con acumulación de infraestructuras que no comunican (que tan sólo unen, conectan), que limitan el espacio, que sólo generan movilidad in fine. En realidad es la acumulación de “no lugares”. Una de las primeras respuestas, que a todos se nos ocurre, es que todo esto es en gran medida consecuencia del aumento de escala de las estructuras urbanas. Sin embargo, el aumento de escala lleva aparejado que la forma de mirar de quienes proyectan “ciudad” haya condicionado en gran medida las propuestas realizadas.

La escala de la mirada
   
Como hemos analizado, la identificación  de un lugar depende de las relaciones entre individuos, y es evidente que los individuos tienen una determinada escala. Esto significa que la no puesta en consideración de este importante elemento a la hora de proyectar una ciudad o simplemente su olvido por una cuestión de escala, está haciendo que desde su inicio el diseño de nuevos crecimientos olvide los lugares. La gran escala con que se trabaja genera homogeneidad. No se controla la pequeña escala de los individuos, o al menos se produce una fractura en la continuidad de acción y proyecto. En este sentido parece lógico pensar que los aeropuertos sean “no lugares”. Son los espacios desde donde despegamos y podemos ver la escala a la que se proyectan los crecimientos urbanos. A esa distancia los individuos no existen, desaparecen, por tanto podría ocurrir que la ciudad genérica en sí misma no fuese mala ni buena. La ciudad genérica dependería de una segunda lectura y de analizar si en ella somos capaces de generar lugares, identidad.

Vista aérea idealizada, Barcelona, principios del siglo XIX, CCCB, Barcelona

¿Nos encontramos, como propone Koolhaas, frente a un modelo actual de globalización que es en realidad reflejo de una “nueva naturaleza” de lo contemporáneo? O por el contrario ¿podríamos hablar de prácticas compartidas, de identidades híbridas y procesales (ver por ejemplo en García Canclini, Néstor Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Grijalbo, 1990 o sus reflexiones sobre espacialidades-queer), y también de fenómenos asociados a la globalización que se oponen al modelo neo-comercial o globalizador-mercantilista, como aquellos relacionados con las migraciones, con la llamada globalización inversa o desde abajo, o el uso de Internet por parte de los movimientos sociales, entre otros? En este sentido cabría cuestionarse la identidad social de la ciudad. ¿Se pueden incluir en este debate los análisis de Guy Debord sobre la historia en la ciudad, no como un bien ligado a lo artístico - hoy lo turístico - sino como memoria de las luchas y conquistas sociales? Ese debate crítico no debe hacernos olvidar que la forma de producir proyectos desde las ideas de Rem Koolhaas supone aspectos liberadores o de apertura a nuevos campos para la creación de arquitectura y ciudad.

Ciudad queer

“Cada época sueña con la siguiente”. Con esta frase inició Walter Benjamín el capítulo “F”, “Construcción en Hierro”, del Libro de los Pasajes en el que desarrolló toda una interpretación de cómo las nuevas e incipientes tecnologías constructivas estaban generando nuevos espacios de relación en el siglo XIX, nuevas perspectivas espaciales, nuevas formas de habitar y entender la ciudad. La realidad actual no es muy diferente de la que presenciaba Walter Benjamín, nos encontramos ante ciudades altamente polucionadas y desestructuradas. Los problemas que nos presentan para poder habitarlas nos están obligando a repensarlas y nos están haciendo pasar de vivir en muchos casos una pesadilla, a imaginar y buscar cómo deberían ser. La cita de Walter Benjamín se apoya en una búsqueda de las pautas de la modernidad inspirada en la vida cotidiana contemporánea. De igual manera en la actualidad, del análisis de términos coincidentes en nuestro tiempo como lo queer, podemos realizar acercamientos más intuitivos a nuestra realidad contemporánea, más cercana, más sostenible, híbrida, mestiza.

Reconstrucción de la estructura urbana a través de la forma y no de los habitantes
Berlín tras la Segunda Guerra Mundial, CCCB, Barcelona

¿Pueden las ciudades ser discutidas en términos queer? Recordemos brevemente en qué consisten las teorías y prácticas queer. Los movimientos e investigaciones acerca de lo queer suponen unas de las propuestas más vanguardistas a principios del siglo XXI desde el punto de vista social e intelectual. Con ellas se pretende reconstruir o deconstruir los límites de la formación de la identidad a partir del desarrollo del pensamiento de la diferencia en el terreno de la construcción de las identidades sexuales. Lo queer es lo raro, es la expresión de un grupo humano que quiere deshacerse de identidades vividas de forma opresiva. Como diría Beatriz Preciado, en su “Manifiesto contra-sexual”, los movimientos que abanderan estas teorías son fundamentalmente comunidades gays y lesbianas de EE.UU. que se sienten incómodos con los perfiles y los referentes identitarios. Sin embargo, en Europa esos mismos movimientos se inspiran en las culturas anarquistas y en las emergentes culturas transgénero, en ambos casos hay una búsqueda y una necesidad por consolidar la reconstrucción de la idea de identidad.

Las vías para los vehículos no unen territorios generan brechas amuralladas
Imagen de la ciudad de Caracas, CCCB, Barcelona

En este sentido es importante volver a recordar las palabras de Rem Koolhaas en su texto sobre La ciudad Genérica para insertar este debate sobre la identidad en paralelo con el de la ciudad contemporánea. Koolhaas habla de la pérdida de identidad de la ciudad en su transformación hacia lo genérico y se cuestiona si dicha pérdida a la escala que se produce, debe significar algo. En este sentido pronuncia las siguientes preguntas: “¿nos encontramos ante una pérdida de identidad o una reconstrucción de identidades?, ¿cuáles son las desventajas de la identidad? y a la inversa ¿cuáles son las ventajas de la vacuidad?, ¿y si esta homogeneización accidental –y habitualmente deplorada desde parámetros europeos – fuese un proceso intencional, un movimiento consciente de alejamiento de la diferencia y acercamiento a la similitud? ¿y si estamos siendo testigos de un movimiento de liberación global: ‘abajo el carácter’? ¿qué queda si se quita la identidad?¿lo Genérico?” No entraré aquí en el debate sobre lo Genérico pero sí quiero resaltar cómo la reconstrucción o destrucción del carácter identitario de nuestras ciudades está en cuestión desde el mismo momento en que lo está su estructura y la identidad de sus habitantes.

Robert & Shana Parkeharrison, Turning to Spring, 2001
 De la serie "Architect’s Brother", Bienal de Venecia, "Metalocus", nº 19

Las ciudades o las estructuras urbanas de las que estamos hablando son estructuras complejas que permiten sociedades mixtas, no autistas, enfrentadas a conocer al extraño, a dialogar, que van perdiendo su carácter de identidad segregadora. Estas sociedades urbanas generan una cultura de la información y lo que sus ciudadanos consiguen con la discriminación de la misma es una cultura del conocimiento, como diría T. S. Eliot, lo que la cultura del conocimiento produce es materia de entendimiento, alejando el miedo a lo desconocido, al otro diferente, sin necesidad de que todo se homogeneice. En este contexto es en el que mejor se entiende la recuperación y uso de la idea queer como instrumento de desarrollo urbano, es decir, en la reconstrucción de identidades diferentes para el hecho urbano, que no sean tan sólo básicamente económicas o especulativas.

Ciudades del Poder, Quinta Avenida, Nueva York, 2005, Metalocus, nº 19

En sus estudios, Yi Fu-Tuan descubrió una especie de psicogeografías, similares a las planteadas por la Internacional Situacionista, pero procedentes de mediados del siglo XIX. Una serie de planos de ciudad donde se presentaban la ciudad de la feminidad frente a la de la masculinidad. Los planos de diferentes ciudades de Europa y Norte América reflejaban, no los edificios que componen las estructuras urbanas entendidas como ciudades, sino los lugares de encuentro, donde las mujeres podían reunirse, encontrar una identidad común. Esta visión, que podríamos considerar claramente queer, identifica la ciudad o estructura urbana como una acumulación de lugares frente a la tectonicidad de la ciudad masculina representada por lo físicamente construido. La ciudad del poder, la ciudad de la representación, la ciudad construida enfrentada a la ciudad de los lugares, de los espacios con identidad. Sufragistas, mujeres comprometidas con la ayuda social, mujeres de clase alta con la necesidad de encontrar espacios que las representasen, buscaban  en la ciudad espacios para la distensión, la cultura, la política o el ocio, algo permitido sólo a los hombres. Las compras de productos para el hogar solían desarrollarse en los pasajes comerciales como las Galeries o Passages de París, y las Arcades en Londres o Estados Unidos, generando nuevos espacios de reunión e identificando nuevos puntos de encuentro como los de los grupos sufragistas o las casas y asociaciones de ayuda y educación a las mujeres sin formación, o algunos clubes sociales sólo para mujeres.

La Gran Vía de Madrid, Reto Halme, 1995.

Si transportamos el concepto queer a nuestras estructuras urbanas nos encontramos con que acciones como la sostenibilidad no deben ser la reconstrucción activa de nuestras ciudades mediante apósitos tecnológicos, sino que deben realizarse mediante acciones pasivas y conscientes de su realidad social, entendiendo que la construcción de ciudad no es sólo funcional, sino ontológica, por lo que la zonificación es el ejemplo más claro de reduccionismo y simplificación de la complejidad urbana. La no dispersión de las estructuras urbanas, la densificación de las mismas, consiguiendo que su actividad social sea densamente compleja y compacta – que no complicada-, consigue que las sociedades sean más abiertas, mestizas, menos autistas con el entorno, a la vez que reducen el consumo de energía, la polución y los problemas de movilidad. Los planteamientos aplicados a las estructuras urbanas para intentar conseguir que sus desarrollos sean queers deberían caracterizarse por un programa básicamente apoyado en criterios de identificación, reconocimiento y generación de lugares con sentido ontológico.

La ciudad como escenario, Madrid, 2000
Actuación de Leo Bassi, fotografía de José Juan Barba

El sueño de una ciudad en equilibrio con su entorno, natural o artificial, ha generado un amplio debate frente a la realidad construida, un debate que cada vez es más intenso, un debate que debe entenderse inmerso en la crisis de identidad de la ciudad como elemento urbano. Los problemas urbanos no los resuelve la arquitectura, los proyectos de los arquitectos tan sólo proponen situaciones más o menos inéditas que condicionan y generan nuevas problemáticas, las hacen variar y evolucionar en una especie de situación de asistencia política continuada. La ciudad genérica es en gran parte el resultado de ser pensada mediante llenos y vacíos unidos supuestamente mediante “sinergias”. ¿Qué ocurre si pensamos la ciudad a través de lugares? y ¿qué ocurre si a esos lugares, por una cuestión de escala, se le une el concepto de paisaje?

Lugares y paisaje

Cuando los lugares se generan en el exterior de los edificios son considerados a menudo como vacíos, como espacios no construidos. Las ordenanzas, las leyes urbanísticas no nos hablan de ellos de manera directa sino sólo indirectamente por oposición a lo lleno o construido. Aunque la idea de paisaje es una idea desarrollada en nuestra cultura desde el mundo clásico, que ha ido mutando y cambiado a lo largo de la historia, su unión al concepto de lugar es mucho más reciente. Transcurridas casi tres décadas, desde su concreción, el acercamiento del concepto de lugar al de territorio es más cercano y por ende el entendimiento del paisaje a través de la visión ontológica del lugar comienza a ser una realidad. El paisaje es entendido como el lugar donde es más estrecha la relación individuo-espacio. El lugar-paisaje y el hombre se funden mutuamente, el paisaje participa de la identidad de quienes están en él o con él, es decir, se considera el paisaje no sólo como generador de identidad. El paisaje deja de ser un escenario contemplado por el hombre para pasar a ser un elemento en relación con él.

Constant, Nueva Babilonia, psicogeografía, La escala prevalece

En este sentido son realmente sugerentes las psicogeografías planteadas en las décadas de 1960 y 1970, pero si cabe son más importantes las que se han mencionado antes sobre los movimientos de mujeres  en Berlín, París, Londres o Nueva York, de mediados del siglo XIX, donde las ciudades no se constituían por sus construcciones, por sus llenos, sino que aparecían ciudades de género. Diagramas que presentaban las ciudades desde la movilidad y las actividades que en determinados lugares se producían entre las mujeres. Lugares como los pasajes, clubs femeninos, pequeños locales de baile, bares, cafés, los lugares de encuentro de las sufragistas, las escuelas de mujeres, las casas de acogida o alojamiento denominadas en Estados Unidos settlements,  es decir, los espacios de relación pública y los de privada o íntima relación. Las ciudades se reconstruían por otros mediante la acumulación de geografías y paisajes formados por la acumulación de “lugares”. La ciudad reconstruida no es una ciudad virtual generada a partir de los movimientos físicos de individuos, sino una ciudad real formada por individuos y no sólo por estructuras físicas vacías.

Settlement House, Chicago, finales del XIX, UIC

Frente a la ciudad de lo genérico está la ciudad de lo diferente, la ciudad queer. Resulta que sí es posible una construcción queer de la ciudad, si entendemos que mirar lo que hoy nos parece “raro” recompone nuestra forma de ver y rompe con la dinámica aceptada como salvadora, planteada por el desarrollismo. La supuesta generación de riqueza a costa de cualquier precio puede no ser la salvación de nada. La necesidad compulsiva de lanzarse hacia adelante en la construcción de masa urbana, masa difusa, sectorizada y sin identidad, sin entender qué ciudad queremos, con la única excusa de que este desarrollismo soporta nuestra economía actual, nuestra forma de vida, nuestros trabajos, nuestra movilidad, puede ser simplemente el final de nuestra economía. El autismo en las propuestas hace que en nuestra cotidianeidad el urbanismo y la arquitectura se estén convirtiendo en algo perteneciente al estricto ámbito legal, cada vez son más los abogados que desplazan a los arquitectos o urbanistas de sus campos de batalla, esto es especialmente evidente en el ámbito del planeamiento.

La ciudad y los lugares. Swoon, Nueva York, 2005, Metalocus, nº 16

La necesidad de reintroducir en la normativa, en los planeamientos urbanos y en las ordenanzas, la idea de lugar, de paisaje, desde una visión ontológica-queer y no sólo geométrica, parece cada vez más una necesidad. Más cualificación frente a un exceso de cuantificación, más identidad frente al mar de la vacuidad, más “polis” en las “urbes”, más ciudadanos frente a un sobre-musculado desarrollo de estructuras e infraestructuras, más cuerpos relacionándose socialmente. Si lo queer supone no tener miedo a lo que hoy nos parece raro, podremos afrontar soluciones sin miedo a que nuestras estructuras actuales tiemblen y se reconfiguren. Al igual que Cicerón con la conocida historia de Simónides, quienes quieran generar ciudad queer, ciudad heterogénea, ciudad con memoria, deben producir lugares específicos, ontológicos, queer, para poder crear imágenes mentales de los hechos que acontezcan y de manera que sea posible recordarlos, para después almacenarlos en lugares, en espacios de la memoria.

José Juan Barba


Algunas recomendaciones de lecturas:
  • Yi-Fu Tuan, “Space and place: humanistic perspective”, en Progress in Human Geography, Vol. 6. Londres, 1974.
  • Nestor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la Modernidad. Grijalbo, México, 1990.
  • Rem Koolhaas, “The Generic City”, en Domus, nº 791, marzo 1997. Edición en español: Rem Koolhaas, La Ciudad Genérica, Gustavo Gili, Barcelona, 2006.
  • Walter Benjamin, El libro de los Pasajes, hay una magnífica edifición de Rolf Tiedemann publicada por Akal en el año 2004 que es altamente recomendable. Se trata de la edición alemana de 1982 traducida por Luis Fernandez, Isidro Herrera y Fernando Guerrero.


    domingo, 11 de marzo de 2012

    Franzen, libertad, y la reinita cerúlea

    Cenando hace unos días en Vitoria-Gastéiz con Elena, Luis y Rebeca, no se sabe muy bien cómo terminamos hablando del último libro de Franzen titulado, en español, Libertad. Pero, sobre todo, hablamos de las contradicciones con las que vivimos la mayor parte de nosotros y que se van agudizando conforme termina este período histórico y no acaba de alumbrar el nuevo. Me comprometí a escribir un artículo en el blog sobre el tema y les anticipé que en el título iba a figurar la reinita cerúlea. Los tres me insistían que, en lugar de la reinita cerúlea debería de figurar la Berula erecta, planta en peligro de extinción incluida en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas. No les he hecho caso, porque de habérselo hecho me habrían destrozado un título tan bonito (una reina chiquitita y, sobre todo cerúlea, siempre queda aparente, y el término erecta en el título de un artículo es demasiado explícito sexualmente) y me habría llevado a otros campos lejanos a los de Franzen que eran mi objetivo. Pero, en compensación, reproduzco en la imagen siguiente una foto del banco de germoplasma del Jardín Botánico de Olarizu que es, precisamente, de la Berula erecta.

    Berula Erecta, banco germoplasma, Jardín Botánico de Olarizu

    Creo que la primera vez que aparece de forma extensa la reinita cerúlea en el libro de Franzen es cuando Walter (nuestro protagonista, la novela tiene muchos otros personajes) junto a Lalitha, intenta convencer a Katz, famoso rockero y su amigo del alma, de que les ayude en un proyecto que tienen pensado y al que luego me referiré: “Una camarera (nada del otro mundo, Katz ya la conocía y la había descartado) les tomó nota de los cafés, y Walter empezó a contar la historia de la Fundación Monte Cerúleo. Vin Haven, explicó, era un hombre muy poco corriente. Él y su mujer, Kiki, eran unos apasionados amantes de las aves que casualmente también eran amigos personales de George y Laura Bush y Dick y Lynne Cheney. Vin había acumulado una fortuna de nueve cifras perdiendo dinero provechosamente en pozos de petróleo y gas de Texas y Oklahoma. Rondaba ya cierta edad y, como no había tenido hijos con Kiki, había decidido pulirse más de la mitad de la pasta en la preservación de una sola especie de ave, la reinita cerúlea, que, precisó Walter, no sólo era una criatura hermosa, sino además el ave canora en más rápido declive en América del Norte”. Aunque a Katz la tal reinita cerúlea no le impresionó demasiado (al verla en el folleto que le alargó Lalitha le pareció un ave anodina, azulada, pequeña y sin inteligencia), Walter continuó animadamente la explicación.

    Reinita cerúlea, Wikimedia

    “La reinita cerúlea, explicó Walter, se reproducía exclusivamente en los bosques caducifolios maduros de clima templado, y su principal bastión se hallaba en los Apalaches centrales. Existía una población especialmente saludable en el sur de Virginia Occidental, y Vin Haven, gracias a sus vínculos con la industria de la energía no renovable, había visto una oportunidad de asociarse a las compañías mineras del carbón a fin de crear una gran reserva privada permanente para la reinita y otras especies amenazadas que anidan en árboles caducifolios. Las compañías mineras tenían motivos para temer que la reinita pronto apareciese en la lista de animales amparados por la Ley de Especies en Peligro de Extinción, con nocivos efectos para su libertad de talar bosques y volar montañas. Vin creía que era posible convencerlas de que ayudaran a la reinita, a fin de evitar la incorporación del ave a la lista de Especies Amenazadas y cosechar un poco de buena prensa, tan necesaria, mientras se les permitía continuar con la extracción de carbón. Y así fue como Walter consiguió el empleo de director gerente de la fundación. En Minnesota, cuando trabajaba para Nature Conservancy, había fraguado una buena relación con los grupos de presión mineros, y era por consiguiente una persona anormalmente abierta al compromiso constructivo con el sector del carbón”.

    El reino USA de la reinita cerúlea, Predicting Bird Habitat Quality

    Ya casi tenemos todos los elementos que configuran la primera parte de lo que quería explicar: un par de ecologistas, un millonario enamorado de la reinita cerúlea, la propia reinita cerúlea, las compañías mineras y Katz, un personaje aparentemente fuera de lugar pero fundamental para explicar en el libro la evolucion de la familia norteamericana (cosa que no es el objeto de este articulo). Veamos la situación uno. Como al millonario le gustaría conservar el pajarito en peligro de extinción los ecologistas van a intentar llegar a un acuerdo con las compañías mineras. Para ello se comprarán 25.000 hectáreas en Virginia Occidental que se constituirán en la reserva, además de una zona de contención. Para poder pagar todo ello habría que permitir la extracción de carbón en casi un tercio de la reserva. A pesar de que la explotación rentable era una locura ecológica, si posteriormente se acondicionaba de forma adecuada se podrían mitigar los daños y, además “la gran ventaja de una tierra con los recursos mineros ya explotados era que nadie volvería a excavarla”. Por otra parte estaba la cuestión de Colombia donde nuestro pajarillo pasaba el invierno. Walter se dedicó a comprar grandes extensiones de bosques andinos en peligro de desaparición. Debido a que los nativos tenían la extraña costumbre de calentarse con la leña de los árboles había que suministrarles estufas solares o eléctricas para sustituir a las tradicionales.

    La reserva colombiana de la reinita cerúlea, ProAves Colombia

    El tema lo resumía Walter en forma bastante concisa de la manera siguiente: “La cuestión es que la tierra sin edificar desaparece a tal ritmo que no tiene sentido esperar a que los gobiernos se ocupen de la conservación. El problema de los gobiernos es que los eligen mayorías a las que les importa un bledo la biodiversidad. Los multimillonarios, en cambio, sí suelen preocuparse por eso. Tienen un interés directo en evitar que el planeta se joda del todo, porque ellos y sus herederos serán los únicos con dinero suficiente para disfrutar del planeta. La razón por la que Vin Haven empezó a aplicar medidas conservacionistas en sus ranchos de Texas es que le gusta cazar las aves más grandes y contemplar las pequeñas. Un interés egoísta, desde luego, pero ahí sí tenemos todas las de ganar. A la hora de cerrar el hábitat para salvarlo del desarrollo urbanístico, resulta mucho más fácil convertir a un puñado de multimillonarios que educar al votante estadounidense, que está la mar de contento con su televisión por cable, su Xbox y su banda ancha. ‘Además, tampoco te conviene tener a trescientos millones de americanos paseándose por tus espacios naturales’ señaló Katz. ‘Exacto. Dejarían de ser espacios naturales’. ”

    Admirando a nuestro pajarillo, Rutland County Audubon Society

    Pienso que la situación número uno está claramente expuesta. He tardado un poco en llegar a este punto pero es necesario que mis lectores se sitúen cómodamente en la primera contradicción porque hoy el artículo va de contradicciones ecológicas, de contradicciones sostenibles e, incluso, de contradicciones ideológicas. De forma que, para conservar la reinita cerúlea es necesario permitir que la minería destroce el territorio, se queme carbón, se produzca CO2, se contribuya al calentamiento global y, de paso, algunos obtengan unos beneficios exorbitantes. Pero eso de ninguna forma es malo porque, en realidad, es mucho mejor que los ricos sean muy ricos (siempre que sean pocos) porque la huella ecológica que producen aunque consuman a tope es verdaderamente inapreciable al lado de la que puede producir la plaga de las clases medias aunque reciclen, ahorren energía, vayan en transporte público o coloquen sus millones de toneladas de bolsas de basura cada una en el contenedor correspondiente. Además, como bien le recordaba Katz a Walter “tampoco te conviene tener a trescientos millones de americanos paseándose por tus espacios naturales”. El que un ecologista bienintencionado pueda mantenerse medianamente cuerdo ante un panorama tan paradójico es bastante complicado y sólo posible recurriendo al alcohol o fumándose unos cuantos porros.

    El paisaje ideal de la reinita, Predicting Bird Habitat Quality

    Dadas la dificultades de ser ecologista contemporizando con una situación capitalista y neoliberal a tope uno podría pensar en volverse “sostenibilista” (la expresión es invento de Ricardo Aroca). Al fin y al cabo la sostenibilidad parece ser que está relacionada con la justicia intergeneracional, entre territorios, y social. Un “sostenibilista” lo tendría claro, la pérdida de la reinita cerúlea sería una simple anécdota al lado de los problemas del calentamiento global ¿para qué mantener un pajarillo anodino, azulado, pequeño y sin inteligencia, si todo el planeta se va al garete y no sólo desaparecerá la reinita cerúlea, sino también la no cerúlea, las personas y, probablemente, hasta las cucarachas? De forma que los ecologistas rama sostenibilidad (en el libro, supuestamente Jocelyn Zorn) cuando la compañía minera pretenda explotar, en su doble sentido de “extraer” y “explosionar”, el carbón de los campos de Virginia tratarán de impedir el paso a las máquinas y obreros al lugar, incluso enfrentándose con los ecologistas rama reinita cerúlea (nuestro protagonista Walter y su compañera Lalitha) que, sin entender nada de nada, piensan que ellos también son “de los buenos” y que todos, “aunque discrepemos en cuanto a los métodos, estamos en el mismo bando”.

    El crecimiento de la población mundial

    Vayamos a la situación dos. En realidad Walter en su juventud no estaba demasiado preocupado por la reinita cerúlea. Lo que de verdad le impedía dormir según Katz (su amigo del alma, y que luego le engaña con su mujer) eran otras cosas: “No recuerdo que te preocuparan tanto los pájaros cuando estábamos en la universidad. Por entonces, si la memoria no me engaña, el problema era más bien la superpoblación y los límites del crecimiento”. Walter le contesta que, precisamente, para eso le necesitan: “Verás, la depredación de nidos por parte de los cuervos y los gatos salvajes es una causa eficiente del declive de la reinita. Y la fragmentación del hábitat es una causa formal de eso mismo. Pero ¿cuál es la causa final? La causa final es el origen de prácticamente todos nuestros males. La causa final es el exceso de gente en el planeta. Esto se ve sobre todo cuando vamos a Sudamérica. Sí, el consumo per cápita está aumentando. Sí, los chinos están chupando ilegalmente los recursos de esa zona. Pero el verdadero problema es la presión demográfica. Seis niños por familia frente al uno coma cinco. La gente se desespera para dar de comer a los hijos que el Papa, en su infinita sabiduría, les obliga a tener, y entonces se carga el medio ambiente”. Luego Lalitha remacha diciendo que debería acompañarlos a Sudamérica: “Vas por esas carreteritas, y te envuelven esos humos de escape espantosos de los motores de mala calidad y la gasolina demasiado barata; las laderas de las montañas están todas deforestadas, y las familias tienen todas ocho o diez hijos... Es penoso”.

    Emisiones totales de CO2

    Walter le entrega a Katz un gráfico de barras dibujado sobre un papel plastificado y sigue: “Sólo en Estados Unidos la población va a crecer un cincuenta por ciento en las próximas cuatro décadas. Piensa en lo saturadas que están ya las zonas residenciales de las afueras, piensa en el tráfico y la expansión urbanística y la degradación del medio ambiente y la dependencia del petróleo extranjero. Y a eso súmale el cincuenta por ciento. Y eso sólo en Estados Unidos, que teóricamente es capaz de mantener a una población mayor. Y luego piensa en las emisiones de carbono globales, y en el genocidio y la hambruna en África, y las clases marginadas radicalizadas sin porvenir en el mundo árabe, y la sobreexplotación pesquera de los océanos, los asentamientos ilegales de Israel, la ocupación del Tibet, los cien millones de pobres en el Paquistán nuclear: no hay casi ningún problema en el mundo que no se pueda resolver, o paliar enormemente al menos, reduciendo la población. Y sin embargo -le dio a Katz otro gráfico- en 2050 tendremos otros tres mil millones de personas”.

    Evolución de la población mundial

    Y ahora llega la contradicción sostenibilista. A Katz aquello ya le sonaba más como propio de Walter, que le contesta que efectivamente “en la universidad ése era un tema que desde luego me preocupaba. Pero después, en fin, yo mismo me dediqué a la reproducción”. Pero la contradicción no termina en que hubiera traicionado sus principios teniendo hijos con Patty, su mujer, cosa que disculpa históricamente por el cambio de la moda de “los límites del crecimiento” a la moda “verde” o con la presentación del movimiento estadounidense Crecimiento Demográfico Cero como xenófobo y racista. Ya situado en el momento actual (y enamorado de Lalitha) ante la afirmación de que esta pretende operarse para no tener hijos, y después de una ardua lucha consigo mismo le pide que no lo haga porque, en fondo, “le apetecería tener hijos con ella”.  Ya sumido en un cúmulo de contradicciones, resulta que toda la operación de la reinita cerúlea no era más que una tapadera para obtener dinero de la Fundación con objeto que realizar una campaña anti-natalidad con lo que, en realidad, no se sabe muy bien si pertenece a la rama reinita cerúlea o a la sostenibilista. Para eso necesitan también la ayuda de Katz para que, con sus canciones difunda ese mensaje entre la juventud: “Sólo queremos que la gente se avergüence de tener más hijos. Como se avergüenza de fumar. Como se avergüenza de la obesidad. Como se avergonzaría de conducir un Escalade si no fuera por el argumento de los críos. Como debería avergonzarse de vivir en una casa de cuatrocientos metros cuadrados en una parcela de ocho mil”.

    Imagen de la Tierra desde el espacio

    El desgraciado Walter vive sin vivir en él. En el incidente en los terrenos de la Fundación mientras Lalitha intentar solucionar el problema del acceso a la reserva, desesperado, se retira a rumiar su enfado en el interior del coche y a insultar iracundamente a los que considera causantes de cargarse el planeta: “En las dos semanas y media transcurridas desde su encuentro con Richard en Manhattan, la población mundial había aumentado en siete millones de personas. Un aumento neto de siete millones de seres humanos -el equivalente a la población de Nueva York- destinados a deforestar montes y contaminar arroyos y cubrir prados de asfalto y tirar basura plástica al océano Pacífico y quemar gasolina y carbón y exterminar otras especies y obedecer al puto Papa y producir familias de doce miembros. Desde el punto de vista de Walter, no existía en el mundo mayor fuerza del mal que la Iglesia católica, ni causa más perentoria para la desesperanza respecto al futuro de la humanidad y del asombroso planeta que se le había concedido, aunque cabía reconocer que en esos tiempos la seguían muy de cerca los fundamentalismos siameses de Bush y Bin Laden. Walter no podía ver una iglesia ni el letrero «Los hombres de verdad aman a Jesús» ni un símbolo de un pez en un coche sin notar una opresión de ira en el pecho”. Aunque no quiero estropearos el desenlace por si decidís leer el libro, sólo querría informados para completar el sombrío panorama de su vida, que Walter hacia el final de la novela se retira a una urbanización de nueva construcción frente al lago de Canterbridge Estates (dispersión, antropización de la naturaleza, etc.) donde, en una situación de soledad casi completa, se dedica a luchar contra los gatos de sus vecinos que espantan y cazan pájaros. En particular contra Bobby el gato de Linda (una de sus vecinas) que "capturaba y jugueteaba y descuartizaba, y luego a veces comía un poco, pero normalmente se limitaba a abandonar el cadáver" de cualquiera de sus queridas avecillas.

    Picasso, “Gato atrapando un pájaro”, París, 1939

    Pero bueno, ya puesto a escribir sobre las contradicciones y las dificultades de vivir en una situación como la que pasa actualmente la humanidad intentando hacer algo para resolverlo, también debería mencionar la otra cara de la moneda: el comportamiento desvergonzado de algunos personajes que se aprovechan de un sistema capitalista que se encuentra en estado cataléptico sin capacidad de reacción y con unos "mercados" al borde del suicidio por pura indecencia. Después de terminar de leer el libro de Franzen recordé (era inevitable) Solar de Ian McEwan. El título no se refiere precisamente a un solar considerado como predio edificable por contar con los servicios necesarios, sino que hace alusión al sol como fuente de energía renovable. Solar a pesar de que muchos lo califican como libro de humor es, probablemente, uno de los relatos más pesimistas que he leído últimamente. Trata de un premio Nobel de Física (Michael Beard) que después de años de adocenamiento acaba por dirigir un instituto para la investigación de energías renovables. El instituto está empeñado en construir una turbina eólica individual. A todo el mundo le parece una idea inútil por muchas razones pero sirve para mantener en pie un tingladillo de intereses de todo tipo, básicamente personales. El cinismo del autor aparece en muchos lugares a lo largo de la narración como, por ejemplo, cuando Michael, como premio Nobel, recibe una invitación para ir al Polo Norte a contemplar de cerca el “calentamiento global”.

    Ian McEwan en la expedición al Ártico, The Guardian

    Nos cuenta el autor respecto a este viaje al frío polar: “Entre los invitados figuraban veinte artistas y científicos preocupados por el cambio climático, y, oportunamente, a sólo dieciséis kilómetros de distancia, había un glaciar en dramático retroceso, del que periódicamente se desgajaban bloques de hielo tan grandes como una mansión que iban a parar a la orilla del fiordo. Les atendería un chef italiano «de renombre internacional», y un guía pertrechado de un rifle de gran calibre mataría si fuese necesario a los agresivos osos polares. No habría deberes académicos —bastaría la presencia de Beard— y la fundación correría con todos los gastos, mientras que la culpable descarga de anhídrido carbónico de veinte vuelos de regreso, trayectos en motonieve y sesenta comidas calientes al día servidas en condiciones polares la compensarían plantando tres mil árboles en Venezuela, tan pronto como se localizase un lugar adecuado y se sobornara a unos funcionarios”. La descripción de este viaje, inspirado en que hizo el propio Ian McEvan pocos años antes y con parecido motivo, no tiene desperdicio y describe el mismo género de contradicciones que denuncia Franzen en Libertad.

    Solúcar PS10 Planta solar termoeléctrica de torre, Abengoa Solar

    Pero Solar es mucho más bestial que Libertad. En realidad Franzen sólo plantea de forma accesoria el problema del fin de una era feliz sin límites planetarios. Como ya dije algo más arriba, su intención es, más bien, describir los cambios que se están produciendo en el sistema familiar norteamericano. Digamos que he seleccionado del libro aquello que me interesaba particularmente para el artículo pero no me gustaría que creyerais que el foco está puesto ahí. Lo digo por si alguien se decide a leerlo y luego me echa la culpa de que se ha encontrado con otra cosa. En cambio el libro de McEvan sí está más centrado en describir las ruindades del mundo de intereses en torno a la ciencia, de las fundaciones pretendidamente salvadoras del planeta que, en realidad, se mueven por motivos personales y corporativos, y de las propias empresas y empresarios que deciden lanzarse a la cruzada del cambio climático para obtener todo el beneficio posible. El protagonista Michael Beard, aparte de premio Nobel, es "egoísta, bebedor, mujeriego compulsivo, mentiroso, infiel, cobarde y canalla". En la novela hay infidelidades, un cadáver, un ente candoroso e inocente (que sin embargo es el verdadero inventor, el amante de la mujer de Beard y, además, el cadáver) que piensa en la salvación de la humanidad a través de la imitación tecnológica del mecanismo de la fotosíntesis, una Fundación para las energías renovables y un robo de las ideas de este ente candoroso e inocente por el canalla premio Nobel.

    John Tenniel (1820–1914) Through the Looking-Glass, Wikipedia

    Hace unos días cuando volvía de unas jornadas en Valencia me encontré en el tren con Mariano Vázquez. Le comenté mi intención de escribir este artículo y mis dudas sobre la conveniencia de hacerlo por lo que podría suponer de desánimo para los jóvenes (sobre todo para mis alumnos). Sin embargo, después de sopesarlo y ver los pros y contras, creo estar de acuerdo con su afirmación de que saber que “esto es lo que hay” siempre es mejor que cerrar los ojos a la realidad. A pesar de lo expuesto en párrafos anteriores pienso que si el mundo avanza (y lo hace aunque a veces no lo parece) se lo debemos a todos aquellos que se dedican a defender a la reinita cerúlea admitiendo que puede haber cosas más importantes que defender. A los que están convencidos de que el calentamiento global que padecemos hoy es de origen antrópico y luchan por evitarlo aunque, en el fondo, reconocen que podría ser debido a un ciclo natural. También a los que piensan que todos, humanos y no humanos, tenemos iguales derechos pero que, a veces, podría haber excepciones. En fin, a los que sus ideas les llevan a vivir en contradicción permanente, a dudar en casi todas las acciones que emprenden y a replantearse muchas veces el sentido de lo que hacen. Es decir, a todos aquellos que son libres. Me gustaría que los que piensan que sus ideas no sólo son las únicas sino también las verdaderas, los sectarios que además pretenden imponerlas a los demás y los que se aprovechan de unos y de otros, se liberen de sus cadenas y entren de una maldita vez en el mundo de Alicia (para lo cual tendrán previamente que atravesar el espejo, cosa altamente improbable) y puedan llegar a decir que “el rey rojo fue parte de mi sueño… pero también es cierto que yo formé parte del suyo”.

    Nota: la reinita cerúlea, chipe cerúleo, cerulean warbler, sylvette atzree, pappelwaldsänger, bijirita cerulea, reinita azulosa, parula cerulea, mariquita-azul, azuurzanger (Dendroica cerulea) es una especie de ave paseriforme de la familia de los parúlidos que existe realmente (todavía).