Participación, esa utopía Reddeexpertos
Menciono la anécdota anterior porque cuando estaba pensando qué titulo iba a darle a este artículo pensé en principio el de "ciudades de código abierto", pero luego viendo el título del suyo "Open Source Urbanism" llegué a la conclusión de que, efectivamente, este era el más adecuado ya que no estaba claro que las ciudades fueran su objeto exclusivo. De cualquier forma el título es lo de menos. Domenico di Siena, uno de mis mejores exalumnos de doctorado (en este mismo blog podéis leer un trabajo suyo: “Internet para la investigación”) en un magnífico artículo publicado en Creatividad y Sociedad habla de “ciudades de código abierto”, lo mismo que Juan Freire en su blog ya hace algún tiempo. Y en ambos se entiende perfectamente el objeto. Uno de los grandes agujeros negros en la creación, organización y diseño de nuestras ¿ciudades? es la llamada participación. Todos decimos que es algo muy importante, fundamental, inexcusable, imprescindible, necesario, etc., pero casi nadie sabe como abordarlo de una forma mínimamente creíble. Paralelamente, la tecnología avanza de una forma inexorable cambiando formas de vida, usos de tiempo, relaciones personales e, incluso, valores. Pienso que la consideración conjunta de ambos factores, participación y tecnología, puede ayudar a mejorar esos entornos urbanos y hacerlos más sostenibles.
“Changing a City, a Country, the World” Cisco
En un artículo anterior que titulé “Smart Cities, los inventos del TBO” trataba de reflexionar sobre las tecnologías aplicadas a la organización de la ciudad y planteaba el hecho de que los sistemas centralizados cerrados, en los que las decisiones se toman en función de miles de datos que entran en un sistema, se cruzan, y se elaboran para presentar unas pocas alternativas a los gobernantes (a veces una sola que se convierte en automática), tiene muchos peligros. El más evidente es, por supuesto, que los encargados de decidir pueden considerarse auténticos dioses que ayudados de máquinas casi infalibles toman las mejores decisiones (o las menos malas). Pero la perversión probablemente más importante es que el gobernado, el que no decide, no tiene ninguna posibilidad de saber lo que realmente ocurre, de plantear alternativas o de oponerse a unas decisiones que le vienen impuestas. En primer lugar, por un software diseñado por empresas cuyo objetivo fundamental es el de obtener dinero, basado en cientos de patentes y del que resulta imposible conocer sus interioridades más que por los “sumos sacerdotes” del programa. Pero también, porque los gobernantes (en el mejor de los casos honrados) constituyen un reducido círculo con visiones a veces demasiado personales y casi siempre cerradas, sobre los criterios de decisión o sobre las decisiones mismas.
“Esta ciudad está incompleta” Alejandra Mitrani
El enfoque de Saskia Sassen parte de una idea básica que resume con la expresión: “la ciudad incompleta”. La ciudad, o lo que sean los lugares en los que vivimos, históricamente se ha caracterizado porque nunca está terminada, porque siempre existen resquicios que permiten el cambio, la mutación. El que la ciudad sea incompleta (mis alumnos me lo habrán oído decir muchas veces) es esencial para permitir su evolución y, sobre todo, para responder a las nuevas necesidades. Las ciudades nunca deberían están terminadas porque en ese instante estarán muertas. Esto no sucede sólo con las ciudades, pasa con casi todos los sistemas parecidos. Ahora no es el momento de entrar en el tema, pero me resulta suficiente admitir la evidencia de que la ciudad incompleta tiene mayor capacidad de adaptación que la terminada. La otra idea que complementa la anterior es que la ciudad cambia no sólo por las grandes actuaciones de arriba-abajo sino también por muchos y pequeños cambios de abajo-arriba. Dice Saskia que esto es posible porque la ciudad no está formada sólo por lo que llama el hardware (los árboles, los edificios, las calles) sino también por el software (las personas). Sin software no existe ciudad, sólo objetos. Y es el software lo que le da sentido al hardware, no al contrario.
Paseando el perro en Riverside Park Doggoes
En su artículo describe un caso concreto. “En mi ciudad, Nueva York, un ejemplo de software de esas personas es el Riverside Park. En la década de 1980 pasó de ser una zona prohibida, cargada de peligros, a ser un parque para todos aquellos que querían usarlo. ¿Cómo sucedió este cambio? En parte porque muchos dueños de perros comenzaron a pasearlos en el parque. Tener un perro en sí era una reacción a la sensación de inseguridad en una ciudad de altas tasas de homicidio y atraco. Pero la ciudad como un medio ambiente vivo ha tolerado la mutación y permitió a la gente a interactuar de nuevo: un perro, a pasear al perro, ir en grupo, y a recuperar el territorio del parque”. Pues bien, en una ciudad terminada no hay posibilidad de que los pequeños y numerosos cambios permitan una organización urbana de abajo-arriba. Las ciudades inteligentes, tal y como están hoy planteadas, tienden siempre a cerrar las situaciones, a evitar la incertidumbre, entendiendo que el valor de la seguridad es siempre más importante que el de la innovación o la creatividad. Cuanto más cerremos el sistema más seguro será. Por este camino nos acercamos al panóptico de Jeremy Bentham en el que la seguridad es máxima, la incertidumbre mínima y donde las situaciones se gobiernan excluyendo el azar o la disidencia. La posibilidad de que las pequeñas acciones terminen cambiando el funcionamiento del sistema tiende a ser rechazada.
La ciudad como El Gran Hermano Cisco
Sin embargo la tecnología puede utilizarse de otra manera. La imagen sería la del código abierto. En informática el código abierto no es más que un programa normalmente construido entre muchos, expuesto al conocimiento público y que, por tanto, puede ser modificado por cualquiera (aunque luego el tema de los derechos sea más complejo). Al tratarse de una imagen tiene bastante poder evocador pero también es necesario tomarla con precauciones. Saskia habla de la necesidad de “urbanizar la tecnología”. Para ella esto significa utilizar la tecnología con el objetivo de conseguir que la ciudad se haga más visible al ciudadano. Que procesos normalmente ocultos puedan aparecer y volverse comprensibles. Dice: “pienso desde hace tiempo que las principales infraestructuras, desde la recogida de residuales hasta la electricidad o la banda ancha, deberían estar recubiertas por materiales transparentes y así, si por ejemplo estás esperando el autobús puedes ver como trabaja la ciudad e implicarte”. Esta trasparencia es ahora posible mediante la tecnología. Lo mismo que se puede ver la temperatura en la parada del autobús, el ciudadano debería poder conocer en tiempo real la situación de algunas variables críticas relacionadas con sus intereses. Desde la contaminación hasta el consumo en electricidad de la calle por la que transita, pasando por el número de delitos que se han producido en el barrio en el último mes.
Fragmento página web policía de Chicago con los delitos producidos
Señalar la imagen para verla más grande Policía de Chicago
Este sería un primer paso para conseguir ciudades de verdad inteligentes. Hacer que los procesos urbanos se hagan visibles al ciudadano. Es decir, hacer la ciudad transparente. He empezado el artículo hablando de la Ley de Trasparencia. Aunque parezca que ambas cosas no tienen que ver están muy relacionadas. Sin que el ciudadano tenga posibilidad de informarse, de conocer lo que realmente pasa, sea en las cuentas públicas o en la implicación que tiene el transporte privado en la calidad del aire que respira, no podrá tener criterio racional para decidir (ya que de eso se trata). Su única alternativa será dejar su gobierno en manos de unos pocos que parecen contar con la sabiduría necesaria y que tomarán las decisiones por ellos. A finales del pasado mes estuve en una Jornada que organizó el Instituto Valenciano de la Edificación conjuntamente con la Universidad de Alicante sobre La evaluación de la sostenibilidad en la regeneración urbana integrada intentando responder a la pregunta de si era posible medir la sostenibilidad urbana. Independientemente de la respuesta que dí en la charla (lo dejaré para otro día) la Jornada fue muy interesante porque casi toda ella transcurrió hablando de números, de índices y de indicadores, pero al final surgió la idea más o menos clara de que, en realidad, el objetivo más importante de esos números no era ayudar a tomar decisiones a los gobernantes sino conseguir que el ciudadano tuviera una idea lo más certera y comprensible de qué estaba pasando en el sitio donde vivía.
Nuevas formas de comunicación y relaciones personales Cmonkeys
Pero la tecnología debería permitirnos dar un paso más. Lo explica muy claramente Domenico di Siena cuando dice: “La presencia de una entidad centralizada no es necesaria cuando los dispositivos de control y de retorno de la información (feedback), permiten a los actores visualizar o tomar conciencia de las consecuencias de sus acciones. El fenómeno de auto-organización inconsciente se vuelve control consciente e intencionado cuando se permite a los individuos entender los efectos de sus acciones. Aquí entra el concepto de tensegrity, cuando se refiere a un modelo de gestión donde las decisiones descentralizadas se juntan a las centralizadas evitando una dinámica de control totalmente cerrada y omnipresente. Invirtiendo la supremacía de la centralización sobre las decisiones individuales, se consigue que los ciudadanos tomen consciencia de sus acciones y así coordinarlas de manera intencionada”. Hay que entender por tanto que se trata de aprovechar la tecnología para conseguir un modelo de gestión diferente en el que los individuos tengan un papel activo en la toma de decisiones. Intentar conseguir esto hace unos años era una utopía. Hoy es posible. Y esto es lo que debería ser una ciudad inteligente, una ciudad transparente al ciudadano en la que la tecnología posibilitara esta trasparencia permitiendo además intervenciones de abajo-arriba que mediatizaran las decisiones de arriba-abajo.
15M, Puerta del Sol, Madrid El País
Ya ha empezado a ocurrir. Dice Domenico: “Un ejemplo muy claro de todo lo que estamos presentando aquí son las últimas movilizaciones ciudadanas que están teniendo lugar en España. Tras la manifestación del 15M, un evento autorizado y organizado durante semanas, que congregó a decenas de miles de personas, nacen unas acampadas en numerosas plazas en toda España. Estas acampadas se organizaron en cuestión de horas, usando únicamente Twitter y Facebook. Ejercer un control sobre todos estos flujos de información y catalizadores de acciones como las acampadas es imposible. Se ha dado un paso hacia un modelo en el que gobernantes y administradores van a tener que entender, que no pueden seguir ignorando a los ciudadanos y defendiendo los intereses de otros”. Es evidente que están pasando cosas que pueden ayudar a cambiar la forma de gobernar lo local, evolucionando de una situación en la que la mayor parte de las decisiones eran centralizadas a otra de carácter más descentralizado. Por supuesto que en muchos casos, para determinadas decisiones, sigue siendo necesaria la presencia física en los sitios y los intercambios directos entre personas. La función básica del espacio público que es la de posibilitar la expresión de la ciudadanía está más viva que nunca (otras no). Pero la forma en la que se crea opinión, en la que se organizan los ciudadanos y en la que se mueven, nunca volverá a ser como antes.
No más ciudades obscuras, por una ciudad transparente Puenteaereo
La constatación de que el llamado cuarto poder, los “media”, está hoy al servicio de los grupos de presión económicos, o en manos de unos pocos que buscan exclusivamente su beneficio, ha llevado a Ignacio Ramonet a proponer un quinto poder (ver la referencia en Materiales). Obviando su propuesta del Observatorio Mundial que parece un tanto discutible, el análisis que hace para llegar a ella me parece brillante. En cualquier caso es importante entender la necesidad de un contrapoder frente a los "media”, frente a los gobernantes y frente a los grupos de presión económicos. Probablemente esté basado en la comunicación descentralizada. Pero, tal y como hemos visto, para que verdaderamente funcione es necesaria la trasparencia. Es decir, la comprensión por todos del comportamiento del sistema. Y si hablamos de urbanismo y de ciudades, con mayor motivo, ya que estamos ante nuestro ámbito vital, parte esencial de nuestra identidad. Necesitamos, como dice Saskia, una ciudad de cristal. Una ciudad transparente, sin rincones obscuros. Sólo así será posible un poder local descentralizado que equilibre la imposición de los poderes tradicionales y que posibilite cambios de abajo-arriba. Esa sería, de verdad, una smart city, una ciudad de código abierto, no la ciudad de Cisco, de IBM o de Microsoft. La tecnología debería ayudar a conseguirlo.
Materiales:
- Saskia Sassen: “Open Source Urbanism”, en The New City Reader: A Newspaper Of Public Space, nº 15 Local, "The Last Newspaper" New Museum of Contemporary Art, October 6, 2010 - January 9, 2011.
- “Entrevista con Saskia Sassen: Urbanismo de código abierto y urbanización de la tecnología. Sobre Smart Cities”. Urbana Digital, 27, julio, 2011.
- Los materiales anteriores también se pueden encontrar en la página web de Saskia Sassen, además de otros enlaces bastante interesantes.
- Domenico di Siena: “Ciudades de código abierto. Hacia nuevos modelos de gobernanza local”, en Creatividad y Sociedad, nº 17, septiembre de 2011. Este artículo algo reducido se puede encontrar también en La Ciudad Viva.
- Como en el último párrafo he citado el artículo de Ignacio Ramonet, y aunque el quinto poder de que habla no es exactamente al que me refiero, esta es la referencia en castellano: Ignacio Ramonet: “El quinto poder” en Le Monde Diplomatique (edición española), octubre de 2003.
Los procesos en curso son tan complejos y de tal calibre que necesitamos estas guías para entender lo que ocurre. Orientar el cambio necesario es una tarea apasionante y, sin embargo, dificilísima.
ResponderEliminarEnfrente nos encontramos con la cerrazón y los intereses que buscan la inmovilidad. Por eso, organizar eficientemente la participación de todos se ha convertido en una tarea esencial. De esa manera, entramos de una manera esquinada en la esfera de la política.
Pero es lo que toca en estos momentos tan difíciles.
Sobre todo, ante tantos tiranuelos como nos rodean y que pretenden ejercer el poder de decisión unilateralmente.
Muchas gracias, Fariña. Por este interesante y preciso artículo. Siempre aprendemos contigo.
"Participación"... Lo de los conceptos etéreos, las entelequias, es algo recurrente en urbanismo... me ha recordado lo de «nueva cultura de la ciudad» frente a la «ciudad defensiva» (Álvarez Mora, "Conservación del Patrimonio...", 1995; M.A. Castrillo Romón, "La práctica de la arquitectura contemporánea...", 2011), en la que se critica ferozmente un concepto y un método, anunciando su necesario e inevitable fin, pero no ofreciendo a cambio más que un modelo lleno de palabras bonitas y muy políticamente correcto, pero del que nadie sabe cuáles son sus fundamentos ni cómo puede aplicarse al mundo real. Pero lo peor es que de este modo, no solo no se acosa buscando el derribo de un modelo que ha demostrado funcionar -cuando se ha aplicado correctamente- logrando los objetivos perseguidos (porque también ha fracasado estrepitosamente cuando se han pervertido los fundamentos, pero eso es como acusar a la pistola de matar a alguien), sino que se abre la puerta al urbanismo feroz, en el que cualquier cambio del planeamiento aprobado (léase: techos de edificabilidad, ratio de áreas verdes) es "lícito" si va acompañado de palabras como "sostenibilidad", "socializador", "reactivador", etc., aunque la materialización de estos cambios se traduzca al final en lo de siempre: de un lado, unos pocos engordando sus bolsillos con fajos de billetes de 500€ y, de otro lado, una ciudad cada vez menos "amable", menos "cómoda", menos "respetuosa" y más "egoista".
ResponderEliminarOtra de esas medias verdades en lo relativo a la "participación", al menos en su aplicación práctica, es el de las alegaciones públicas, ya que dichas alegaciones son revisadas por los mismos que promueven el plan urbanístico que dichas alegaciones critican, por lo que son sistemáticamente desechadas con argumentos, en el mejor de los casos, absurdos, cuando no insultantes. Sería muy interesante realizar una ambiciosa investigación sobre el porcentaje de alegaciones urbanistícas desechadas frente a las tenidas en cuenta parcial o totalmente, en la historia de nuestra reciente democracia española.
En cuanto al alegato a la certidumbre (U. Bech), a la seguridad, al control, que es una patología urbana de primer orden contra la que, sin duda, los ciudadanos debemos participar derribándolo, impidiendo prácticas, como por ejemplo, la última aberración habida en Málaga: si un mimo quiere sacarse unos eurillos en el centro entreteniendo a los transeuntes, antes debe obtener no una "licencia", sino que debe pasar un examen "estético" y "semántico", por lo que el Ayto. no ejerce de intermediario en la interactuación ciudad-ciudadano, sino que se erige en censor, en adalidad de una moral no definida en ningún texto legal vigente... en suma: la arbitrariedad elevada al cubo.
Un ejemplo reciente que se me ocurre en relación con la cuestión de las decisiones “de abajo a arriba” es el fenómeno “cash mob”, en el que no es un tecnócrata quien decide otorgar una subvención a un negocio local, sino que los ciudadanos deciden hacer una “quedada” consumista en ese local, con lo que se anula la necesidad de subvencionar, sustituida por una facturación incrementada… por cierto que este fenómeno de los “cash mob” creo que está demasiado “verde”, porque encuentro demasiadas fisuras aún. Por ejemplo: ¿y si se está enriqueciendo a un empresario que explota a sus trabajadores, por más que su negocio venda productos locales en vez de otros traídos desde 10.000 km?
Concluyo esta parrafada que espero José me sepa disculpar, pero es que sus artículos siempre nos despiertan las ganas de pensar y debatir… ¡gracias Sr. Fariña!, con la idea de que Facebook, twitter, o cualquier otra plataforma digital que exista o pueda existir en el futuro, se han revelado como instrumentos poderosísimos para coaligar a una ciudadanía “dispersa” que puede constituir en no pocas ocasiones la masa crítica que permita el cambio del modelo “arriba-abajo”.
De acuerdo completamente con Federico García Barba. Es hora de que los técnicos empiecen a mojarse políticamente. Sobre todo los arquitectos que siempre han estado en un pedestal por encima del bien y del mal. Se terminó el tiempo de la asepsia. La arquitectura y el urbanismo no son neutrales. Toman partido. Generalmente apoyando al poder de cada momento porque es la forma de conseguir el reconocimiento de "lo establecido". Y contratos.
ResponderEliminarImprescindible un contrapoder descentralizado que equilibre la excesiva preponderancia de las castas. Y no solo localmente. También de acuerdo con la necesidad de una ciudad transparente. Nunca le había visto la utilidad a los indicadores hasta leer este artículo. Ahora lo veo bastante claro. Indicadores para que la gente sepa lo que pasa en su ciudad. No para asesorar a "los gobernantes". O a los técnicos. Indicadores para que todos sepamos qué ocurre. Gracias por hacerme ver cosas aparentemente de cajón pero que nadie cuenta con claridad.
Pensaba que lo de la web de la policía de Chicago era un bulo pero veo que no ¡qué sorpresas te da la vida! ¡la ciudad de Al Capone! Debe ser que la letra con sangre entra. Ya me gustaría a mí que hubiera algo igual en alguna ciudad española. Eso si que es trasparencia por lo menos respecto a los delitos que se cometen en cada barrio. Recogiendo las palabras de Fariña ¿a qué os gustaría un plano en tiempo real del consumo energético por persona de cada calle de la ciudad iluminado desde el rojo para los mayores consumos hasta el verde para los menores? ¿o la densidad de servicios y equipamientos por persona en cada barrio? ¿o la cantidad de basura recogida diariamente en cada punto de ídem? ¿o los gastos en mantenimiento de cada acera o de cada distrito? Madre, la de cosas que iban a salir. Espero que alguien ponga algo de esto en marcha alguna vez. Prometo que le voto.
ResponderEliminarFariña, no se si te lo han dicho pero los vídeos con las conferencias de la Jornada de Alicante a la que te refieres en el articulo están ya colgados en
ResponderEliminarhttp://www.five.es/foroescv/?p=3119
Me pareció muy interesante el planteamiento que hiciste sobre los problemas de intentar medir la sostenibilidad de las ciudades.
Gracias, Ramón. Sí, la organización ya me lo había comunicado. Efectivamente, pienso que fue una Jornada bastante interesante.
ResponderEliminarEs un tema muy interesante; Juan Freire, al que citas al principio, suele hablar de un solapamiento entre el espacio público digital (al que aludes vía Doménico) y el físico, que es el que conocemos de toda la vida: sólo mediante la hibridación entre ambos es posible entender el espacio público contemporáneo. Aunque, ¿es realmente público? O bien, ¿comunitario, término que gustaba tanto a M. Solà-Morales? O bien, ¿común, como defiende MDelgado? Ya sólo en esta disyuntiva léxica sobre la propiedad y el uso (sobre la que hemos hablado en otras ocasiones) está contenido todo el problema que explicas, y que tan bien recoge SSassen. Un abrazo afectuoso, Andrés.
ResponderEliminarExcelente artículo que nos trae a la memoria la celebre frase del gran Bauman: “el camino de la identidad es un interminable campo de batalla entre el deseo de libertad y la demanda de seguridad”.
ResponderEliminarPor otro lado, el asunto, que apunta Andrés, sobre la hibridación, lo público y lo comunitario es un gran temazo que conviene ir aclarando poco a poco.
Felicidades por hacernos siempre parar un ratito y reflexionar sobre los temas verdaderamente importantes.
José, que alegría ver reflejado en un tu articulo algunas de mis reflexiones.
ResponderEliminarAprovecho para añadir algo más al debate.
Me parece importante que todos los ciudadanos podamos transformar la ciudad (no terminada) desde lo cotidiano y lo hiper-local.
Puede parecer una reflexión banal pero tiene que ver con una forma bien precisa de ver la ciudad, la gestión y la participación ciudadana, que a mi me gusta definir la Ciudad del Aprendizaje.
Basicamente no creo en la Participación centralizada, aquella que nos habla de modelos de ciudad, de dinámicas y procesos complejos. La misma que atribuye a la participación un tiempo y un espacio muy preciso y delimitado.
No creo que un ciudadano pueda llegar a ser realmente protagonista de la idenditad de su ciudad participando en procesos que abordan directamente la escala urbana.
Por ejemplo, en el caso de dicesiones de transformaciones tan grandes como el enterramiento de la M30 en Madrid, la participación es prácticamente imposible.
La implicación de la ciudadanía es indispensable, pero en este caso se trataría antes de todo de un proceso y una participación política.
La base de todo el sistema de gestión urbana, debería estar en los procesos espontáneos y auto-organizados entre los vecinos de una misma calle o barrio.
Estos procesos de escala hiper-local permiten a cada ciudadano transformar su entorno de manera directa y participar así de la identidad local.
La suma y la sinergia entre miles de estos procesos pueden ser la base para procesos más amplio cuyo modelo mezclaría claramente la politica local con los intereses y las peticiones de este tipo de acciones ciudadanas.
En todo esto los nuevos modelos de comunciación horizontal juegan claramente un papel muy importante, promoviendo y transparentando procesos horizontales y descentralizados, frente a la egemonia de las decisiones politicas impuestas desde arriba.
Resumiendo entiendo que las nuevas tecnologías nos ayudan a transformar de manera cotidiana nuestro entorno más próximo, porque facilitan las relaciones entre vecinos promoviendo la auto-organización de cualquier cosa.
Construir la ciudad sin pensar en su conjunto, porque en lo cotidiano no tenemos porque estar pensando todo el rato en la ciudad, pero si en las personas más cercanas, y en el entorno físico más próximo.
Domenico, te voy a contestar a través de un correo que acabo de recibir desde Piñel de Abajo (puedes leer el artículo "Del CONAMA local al Durban global", pincha en el lateral, en los 30 últimos artículos está el séptimo). También en respuesta a algunos de los comentarios anteriores, sobre todo de Federico que pone el dedo en la llaga al hablar directamente de política. Eduardo me manda la convocatoria de lo que entiendo como una jornada dedicada a la biodiversidad a celebrar el 12 de mayo con el siguiente programa:
ResponderEliminar11:30 Importancia de las variedades tradicionales. Eduardo Perote.
12:30 Pintada mural. Manuel Frías. Coca
13:00 y 20:00 reparto gratuito de plantas de variedades antiguas. Tomate, pimiento, berenjena, alubias (100 variedades distintas).
15:00 Comida con productos locales (8€)
16:30 Teatro "La tierra de Alvargonzález", Antonio Machado
Aniversario Campos de Castilla. Pimpirijaina La Tizona. San Esteban de Gormaz
18:00 Los pueblos del interior de Marruecos. El Gran Atlas. Jesús Moneo. Aranda de Duero.
En la primera página de la convocatoria aparecen unos tomates de muchas variedades distintas (supongo que tradicionales) y debajo la siguiente cita de Bertolt Brecht: "El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos públicos. No sabe que el coste de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".
Que un grupo de personas en un pueblo de unos 200 habitantes sean capaces de hacer cosas como esta año tras año es lo que entiendo por trabajar desde lo local. Ese tipo de participación a la que aludes es tan transparente (ya que hablamos de ciudades de cristal) que no requiere más explicación hablar de su importancia. Y también es bastante clara la forma en la que se puede abordar. Las relaciones de identidad que surgen de la interacción entre un grupo social y el territorio que habita son directas. Claro, es necesario que exista una cierta conciencia o alguien que sea capaz de dinamizar el grupo (sigue en el comentario que va a continuación).
(Viene del comentario anterior). El problema, como bien apuntas es cuando intentamos pasar del barrio o del pueblo (para entendernos) a la ciudad en su conjunto. Ese es precisamente el reto de cosas como "los indicadores participativos" a los que me refiero en el artículo. Es decir, indicadores que visualicen el funcionamiento de la ciudad como un todo, y que permitan al ciudadano relacionar determinado tipo de comportamiento con unos resultados globales. Otra cosa es la posibilidad de que el ciudadano pueda influir (las modernas tecnologías, las redes sociales, lo permiten) desde abajo en las decisiones normalmente tomadas desde arriba sin ningún tipo de cortapisa. Ahí entra lo que ahora llaman "gobernanza" pero que no es nada más que la política de la cita que he reproducido antes. Para que pueda hacerlo, para producirse como ciudadano político (en este caso local), tiene que entender previamente las relaciones que se producen en un mecanismo tan complicado como la ciudad. Pero para conducir un coche, que también es un mecanismo bastante complicado (aunque no tanto) no es necesario conocer el funcionamiento de un motor de gasolina. Basta con un velocímetro, un cambio de marchas, un freno, un acelerador y una educación del conductor que le permita saber cuando puede ir más rápido y cuando tiene que frenar. Eso es lo que tenemos que darle al ciudadano, velocímetro, freno, acelerador, señales de tráfico, cinturón de seguridad y una educación de lo que puede ocurrir cuando hace cosas que no debe. Entiendo que esa es la ciudad transparente a la que se refiere Saskia. Y también entiendo que, hasta ahora, los urbanistas no hemos sido capaces de producirlos.
ResponderEliminarPienso que son necesarios los dos tipos de participación, la de barrio y la de ciudad. Pero sus ámbitos son distintos, sus objetivos también y, como consecuencia, la manera de abordarlas no puede ser la misma. Ambas son formas de hacer Política, por supuesto. Pero estamos hablando de Política con mayúscula y no precisamente de golfos apandadores (que son otra cosa, políticos con minúscula), o como dice Bertolt Brecht "del peor de todos los bandidos que es el político corrupto". También es misión nuestra, como técnicos, el ser capaces de fabricar un velocímetro adecuado que nos indique, por lo menos, la velocidad a la que va el coche. Pero, hasta ahora, nos hemos centrado en producir complicados mecanismos sólo comprensibles entre la casta de los “sumos sacerdotes”. Mecanismos tales como aprovechamiento tipo, sistemas generales o coeficientes de edificabilidad neta. Pero es que, probablemente, no interesaba (ni interesa) que se sepa la velocidad a la que vamos, cuando hay que cambiar de marcha o es imprescindible frenar.
Hace mucho que no te veo, un abrazo.
Estimado profesor:
ResponderEliminarEl artículo hace comprender procesos que pasan todos los días por delante de nosotros y ni nos enteramos. Gracias por la cercanía de sus palabras.
En la línea de lo que indica Federico, la participación haría que entráramos en la esfera política y las nuevas tecnologías son una pieza fundamental. Yo quería vincular ambas cuestiones a la tradicional falta de interés por los temas comunes del ciudadano español en particular. La mayoría de nosotros huimos de las reuniones de la comunidad de vecinos y cuando nos toca ser presidente salimos refunfuñando. Incluso tus amigos se ríen de ti.
Para participar no solamente se necesitan las herramientas como las nuevas tecnologías y un código sencillo de entender sino que además hay que fomentar su uso. Esto es lo más difícil. La ciudad transparente mostraría la realidad a sus ciudadanos pero habría que conseguir que la miraran y no que cambiaran de canal.
Como cualquier grupo social hay personas que se preocupan por todo esto, los menos, pero hay una amplia mayoría que prefieren ser "analfabetos políticos" y preocuparse mucho más de la clasificación de la liga de fútbol (que tiene nombre de banco).
Movimientos como el 15M me hacen tener una mirada de esperanza en la juventud y en su capacidad de movilización, de la cual carecen la mayoría de los que rondamos los 40 años. Para estos jóvenes hay que crear esas herramientas de participación (si no las crean ellos mismos) y los mecanismos de control entendibles, porque ellos seguro que los van a usar.
Un saludo desde Lanzarote.
Hola José, estoy totalmente de acuerdo contigo.
ResponderEliminarLo único que me gustaría puntualizar es que antes de pasar a la escala de la ciudad en su conjunto y poder utilizar los que tu llamas "indicadores participativos" considero necesario que los ciudadanos actúen a escala local.
Creo que la participación nace cuando el ciudadano se siente identificado con su entorno, de no ser así solo se queda el factor político.
Identificarse con un entorno quiere decir poder transformarlo, poder actuar para que mis acciones puedan dar identidad a ese entorno.
Dudo que la identidad de un ciudadano se consiga trabajando y reflexionando sobre una escala tan grande como puede ser la ciudad entera.
Es por eso que insisto mucho en la importancia de tener en cuenta lo cotidiano y nuestras relaciones sociales, que además trasciende claramente nuestro entorno más proximo justamente gracias a la tecnología.
De todo esto hablaré justo esta tarde en una charla en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Aquí tenéis más info http://urbanohumano.org/social-tecnology/hackeando-la-ciudad-digital/
PD. espero verte pronto!!
Para poder llegar a participar, la ciudadanía necesita, en primer lugar, disponer de herramientas y saber usarlas.
ResponderEliminarCita de Yves Lacoste en "La Geografía, un arma para la guerra" (1976):
"A otra escala, la de los problemas existentes en una ciudad, es sorprendente comprobar hasta qué punto sus habitantes son incapaces de prever las molestas consecuencias que provocará tal plan de urbanismo o cual empresa de renovación, que, sin embargo,les concierne directamente. Los municipios y los promotores son tan conscientes actualmente de esta incapacidad que no titubean en practicar la concertación y en presentar los planes de futuros trabajos, pues las objeciones son escasas y de fácil solución. En efecto, las representaciones espaciales sólo tienen sentido para quienes saben leerlas, y éstos son escasos; de esta manera, la gente no se da cuenta de cómo se le ha engañado hasta el final de las obras, cuando los cambios se han convertido en buena parte, en irreversibles"
Anton: a veces cuando me doy cuenta de que estamos en el año 2012 y que casi cada generación de alumnos repite una y otra vez los mismos procesos, me desanimo un poco. Lo digo por tu cita de Lacoste que me trae recuerdos de los años 60 y 70 cuando era estudiante y luego, cuando empezaba mi carrera profesional. Tienes toda la razón en traer a primer plano lo que se decía entonces. Me acuerdo que en aquellos años los geógrafos USA con Bunge a la cabeza estaban con la experiencia de la Expedición Geográfica de Detroit y los "desembarcos" en los barrios. Claro que los geógrafos americanos tienen una tradición en planificación que aquí no. Aquella expedición que está en el origen de la geografía radical la he visto repetir casi por cada generación de estudiantes de urbanismo "concienciados" que han pasado por mi clase. Entre los planificadores españoles y, en general, la mayor parte de los que se dedican a cuestiones de participación hay un desconocimiento importante de lo que se hizo a partir de aquel momento en la Universidad de Michigan. Y eso que podría entenderse por motivos ideológicos entre los planificadores liberales no se entiende muy bien entre los más de izquierdas porque la Unión de Geógrafos Socialistas tuvo mucho que ver con el desarrollo de la Geografía Radical y es el origen de muchas de las propuestas que ahora se toman como innovadoras. Gracias por haberme hecho recordar una propuesta que me parece de conocimiento imprescindible para mis alumnos. De forma que me pongo a ello. El siguiente artículo que escriba va a ser sobre este tema. Todavía no tengo claro si sobre las expediciones geográficas o, directamente, sobre Antipode (la revista que marcó un antes y un después en estas cuestiones).
ResponderEliminarJosé, es siempre un placer aportar un granito de arena en los estupendos debates que nos permites montar en tu blog a partir de los temas que tratas y expones. Como no sabía quién leería mi comentario quise especificar adrede el año de publicación del libro, porque hay tanto hecho, tanto escrito, tanto pensado, que suele ocurrir que acaba cayendo en el olvido, aunque sean ideas y reflexiones tan importantes como las que lanzó Lacoste, o como las que gracias a ti descubrí respecto a Patrick Geddes; o como ocurre ahora mismo con Jane Jacobs, rescatada sobre todo por ese nuevo "cuño" que es el urbanismo "de género". Cuando dices "desánimo" supongo que te refieres no al hecho de que las nuevas "hornadas" repitan el descubrimiento y la experiencia (eso parece ser consustancial con el paso de la juventud a la madurez), sino porque esos mismos alumnos, luego, acaban olvidándolo casi todo en su ejercicio profesional, presionados por multitud de factores vitales, sociales, empresariales, laborales, políticos, etc. Bueno, esperaremos con todo el interés la publicación de tu próximo artículo y ¡gracias a ti por darnos clases gratis!
ResponderEliminarContinuando el comentario anterior sobre las infraestructuras verdes,me parece interesante una visión novedosa de los equipamientos , pues ya los standares de equipamiento no creo sean suficientes para obtener una calidad urbana y mantener la riqueza de flora , fauna , yotros aspectos fisicos y psicologicos de los individuos; creo se deberia seguir investigando y viendo otros aspectos de gestion y financieros para que sea viable el plantesamiento de votoria en otras comunidades.Un abrazo.marcolina
ResponderEliminarMe pregunto si no corremos el peligro de que la información masiva colapse nuestras acciones.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en la transparencia de los procesos, que nos lleva hacia una descentralización de poderes. Lo que conlleva a un conocimiento de los entornos y de la posibilidad de acción.
Pero no perdamos la magia. Lamentable la situación en el metro día a día, donde la información absorbe y embebe a la gente en sus smartphones. Donde la sorpresa, lo espontáneo ha perdido su lugar dejando paso a datos, horarios en tiempo real, acontecimientos programados, conectándonos con otras realidades.
Debemos de estar atentos a pensar que la reconstrucción de la ciudad se hace a través de la visión de datos. Tenemos en nuestras manos herramientas muy ponentes que deben de incidir mas en los cimientos del urbanismo que en su maquillaje.
Muy interesante e inspirador, aunque quizá el artículo va demasiado lejos, y antes de entrar en el tema del código abierto, que sigue algo confuso, valdría la pena aclarar algunas de las cosas que se establecen sobre la tecnología al principio, conclusiones que ya de por sí serían revolucionarias si se estableciesen. Como decía Ortega, la tecnología podría definirse como la aplicación de la racionalidad a procesos conducentes a un fin. Por tanto el lenguaje, la agricultura, la construcción... Los fines en la formación de esas tecnologías respondían, podríamos decir, a lo que en lenguaje clásico se denominaba “necesidades básicas”: alimento, cobijo, vestido… comunicación. No obstante a medida que ha avanzado, con los aportes de la ciencia, esa tecnología se ha optimizado. Si establecemos un fin a priori, cuanta menos aleatoriedad exista en el proceso, mayor certeza de la consecución del mismo obtendremos. Creo que todos los procesos tecnológicos han seguido esta tendencia: a través de la planificación (previsión) y del aislamiento de los entornos, así como de su especialización, se produce una mayor eficiencia en la consecución del fin. Ello ha ocurrido con las ciudades y con la sociedad misma: las piezas son especializadas, los canales aislados y eficientes. El problema entonces es quizá la identificación de los fines, los cuáles quedan curiosamente más difusos. Ortega decía que los fines del hombre trascienden su animalidad, algo que personalmente no acabo de compartir. El fin que se ha asignado al desarrollo de las ciudades y de las sociedades (serían las primeras el marco físico de las segundas?) podríamos llamarlo “progreso”, un progreso en el mejor de los casos en la calidad de vida (compleja) y en el peor, planteado como desarrollo económico (simple). El precio que se paga por esa optimización, es como decíamos la “tecnologización social”. La persona en la sociedad avanzada, a cambio del sueldo obtenido de un trabajo, recibe todo aquello que necesita por unos canales estipulados –a su vez, optimizados-. Siendo así es muy difícil que participe de verdad en la construcción de su entorno físico. Si la ciudad, los pueblos etc. se construían antaño como una suma de la obra de muchos, es porque cada cuál era responsable de todos los aspectos de su “pequeño mundo” en la medida en que dependía -funcionalmente- de ello. La racionalización ha abolido esto porque la forma óptima para el bienestar es el Estado, y su aparato tecnológico la burocracia, como diría Weber. Ilich también decía que burocracia y participación pública son contradictorios porque precisamente la finalidad de la primera es optimizar los fines que se supone espera el público. Como mucho, éste puede opinar. Este sistema, podría decirse, en determinados lugares “ha muerto de éxito”. “En la sociedad tecnologizada, el individuo puede hacer seguimiento de que su basura se recicla a través de una aplicación”. Triste. Estamos desvinculados funcionalmente de los procesos que nos afectan, por más que se nos hagan transparentes. Quizá el problema es que, en contra de lo dicho por Ortega, el fin del hombre no está exactamente más allá de su animalidad. Que la vida y la existencia son intrínsecamente inseguras, inciertas, riesgosas, imperfectas, con carencias, enfermedad… como en la gran mayoría del mundo siguen sabiendo, parafraseando en este caso a Cioran.
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