lunes, 31 de enero de 2011

Desigualdades en salud y entorno físico

En abril del pasado año recibí un correo de Carme Borrell (Agència de Salut Pública de Barcelona) solicitando mi colaboración para hacer aportaciones al documento Avanzando hacia la equidad, propuesta de políticas e intervenciones para reducir las desigualdades sociales en salud en España. El documento surgió como una actividad de la Comisión para Reducir las Desigualdades en Salud en España, creada en octubre de 2008 por la Dirección General de Salud Pública del Ministerio de Sanidad. Se trata de una iniciativa interesante, que ya se ha llevado a cabo en otros países y que pretende entender y clarificar los factores que inciden en las evidentes diferencias por motivos sociales que se producen en la salud de los ciudadanos. Ya hace tiempo que los temas que relacionan salud y ciudad me interesan de forma especial. Suelo colaborar con la Red Española de Ciudades Saludables (incluso en este blog he escrito algún articulo al respecto) y decidí atender la solicitud que se me hacía. De todas las áreas que trataba el documento envié mis reflexiones acerca de la más cercana a mis preocupaciones, el área 8 (entornos físicos acogedores y accesibles). Un documento de este tipo es, casi por definición, de carácter muy genérico y sólo propone recomendaciones muy globales de forma que mi aportación fue en este sentido. Dado el carácter transversal de la sanidad (igual que el de la seguridad ciudadana) el diseño y organización de las áreas urbanas y territorios son parte de los campos que inciden en su situación y evolución. Y también las recomendaciones desde una perspectiva sanitaria (asimismo esto es válido para la seguridad y otros campos aparentemente alejados del urbanismo) deberían de influir en la actividad urbanística y de ordenación territorial. Por eso pienso que el conocimiento de algunas de estas recomendaciones no están de más en un blog como éste.

Estado de salud percibido, porcentajes estandarizados por edad
Señalar en la imagen para ampliarla

En el documento (tengo la versión de mayo de 2010, ignoro si existe otra posterior) aparece una recomendación principal y luego las recomendaciones de la Comisión divididas en tres grupos atendiendo a su prioridad. La recomendación principal dice textualmente: “Introducir en la planificación de los entornos la perspectiva de equidad en salud, utilizando los marcos de la evaluación de impacto en salud y de la planificación urbana saludable (que implican la participación ciudadana) . Desarrollar planes de renovación urbanística priorizando según privación socioeconómica, que tengan en cuenta las propuestas de la población para mejorar la calidad del entorno, que no generen procesos especulativos, y que incluyan programas de revisión y reformas de las viviendas”. Resulta sorprendente que estas recomendaciones se puedan aplicar a otros campos aparentemente muy alejados como la sostenibilidad, la seguridad ciudadana o la rehabilitación y renovación urbana. Podría achacarse a la generalidad de la propuesta. Sin embargo me inclino más por una explicación basada en la convergencia de temas y por la incidencia de los procesos en los resultados finales más que en la existencia de estándares establecidos. Ya señalábamos en el Libro Blanco de la Sostenibilidad en el Planeamiento que la participación como parte de la metodología del plan era fundamental y que la renovación y rehabilitación de nuestras ciudades no podía basarse en procesos de gestión de los mismos que sustituyeran las redes sociales existentes por colecciones de individuos homogéneas y desestructuradas.

Duración media diaria según actividad y sexo

Luego, en la explicación de esta recomendación se incide en el tema: “Vivir en lugares que tengan asegurado el acceso a los bienes básicos, con alta cohesión social, diseñados para promover el bienestar físico y psicológico y protectores del ambiente natural, es esencial para la equidad en salud” (La referencia: Truong KD, Ma S. “A systematic review of relations between neighborhoods and mental Elath”. J Ment Health Policy Econ. 2006;9(3):137-54). Y un párrafo dedicado en exclusiva a las zonas verdes: “También se ha señalado la importancia de las áreas verdes y de esparcimiento y del tiempo pasado en el exterior como determinantes de buena salud” (La referencia: Maas J, Verheij R, Groenewegen P, de Vries S, Spreeuwenberg P. “Green space, urbanity, and health: how strong is the relation?” J Epidemiol Community Health 2006;60:587-92). La importancia de las zonas verdes también aparece ya en las recomendaciones del Primer Informe sobre Desigualdades y Salud en Andalucía editado por la Asociación para la defensa de la sanidad pública en Andalucía donde se puede leer en el apartado 4 (recomendación 19): “Que se de prioridad a la creación de espacios verdes e instalaciones para la práctica de ejercicio físico en los barrios más desfavorecidos, así como a la lucha contra la contaminación”. En relación con esta misma recomendación principal también se mencionan las políticas de movilidad como posibles generadoras de desigualdades en materia de sanidad y la mayor exposición a la contaminación atmosférica de los barrios más pobres. Asimismo se alude al hecho de que los factores negativos asociados al cambio climático tienen mayor incidencia en los grupos vulnerables (La referencia: Borrell C, Marí-Dell'Olmo M, Rodríguez-Sanz M, et al. “Socioeconomic position and excess mortality Turing the heat wave of 2003 in Barcelona”. Eur J Epidemiol. 2006; 21: 633-40).

“Zona verde” de Paul Callery (Belleza Infinita)

Entre las recomendaciones de la Comisión aparecen con prioridad máxima las recogidas en la recomendación principal. Respecto a las de prioridad alta me gustaría comentar dos de ellas. La primera dice: “Desarrollar políticas de movilidad que tengan especialmente en cuenta las necesidades diferentes de desplazamiento y de uso del espacio público de las mujeres, las personas de clases trabajadoras y las personas ancianas”. Me parece que efectivamente esto debe ser así pero pienso que esta recomendación debería extenderse a la totalidad de colectivos con necesidades especiales. Esto es lo que he tratado de plantear en el articulo de este blog titulado “Accesibilidad universal”. Aún en el supuesto de que no querer mencionar a determinados colectivos que padecen minusvalías por su especificidad (como, por ejemplo, los obligados a la utilización de sillas de ruedas o los ciegos), resulta sorprendente que no se mencione a los niños, cuando los niños en muchas ocasiones se convierten en el patrón de diseño para lo intentos más acertados de conseguir ciudades para todos, y que permitan caminar y la práctica del ejercicio físico. La segunda dice: “…Esto incluye el apoyo y la promoción de los establecimientos comerciales de proximidad (que favorecen además los desplazamientos a pie y las relaciones sociales) y el empleo local, especialmente en zonas desfavorecidas. Las áreas de esparcimiento deben considerarse bienes básicos y es importante garantizar un aprovechamiento eficiente de instalaciones ya disponibles como los centros educativos durante los fines de semana”. Resulta que los establecimientos comerciales de proximidad son importantes, no sólo por razones de sostenibilidad, eficiencia y seguridad, tal y como he tratado de hacer notar en artículos anteriores, sino también por razones sanitarias. Como puede observarse, sea cual sea la mirada, las conclusiones nos conducen siempre a los mismos sitios.

Imagen de Frato

De las dos recomendaciones de prioridad media que se incluyen, la primera (relacionada con el cambio climático) es, desde mi punto de vista, tan genérica y global que, simplemente, se convierte en una declaración de intenciones de buena voluntad. La segunda, en cambio, tiene algunos aspectos críticos y otros de complicada gestión que me gustaría comentar. Dice en su primera parte: “Incrementar el esfuerzo para garantizar un crecimiento equilibrado entre el entorno urbano y rural con una inversión sostenida en las áreas rurales, de forma que sean lugares atractivos para vivir con oportunidades de trabajo estable e infraestructuras adecuadas (salud, educación, carreteras, transporte público y servicios)”. Estando de acuerdo con las bases de esta afirmación me gustaría plantear algunas cuestiones no demasiado “políticamente correctas”. En primer lugar sería conveniente dejar claro que el mundo rural, entendido como forma de vida rural, no existe actualmente en España. Ya he tratado el tema extensamente y no es el momento de hacerlo ahora. Lo que si existen son las profesiones de agricultor, ganadero, etc., que tienen su problemas específicos lo mismo que los marineros, los trabajadores de un astillero o los oficinistas. Estoy totalmente de acuerdo en dotar a estos profesionales que residen “en el campo” por necesidades de su profesión, de los mismos servicios y equipamientos que hay en la ciudad (en la medida de lo posible, claro) pero estoy totalmente en desacuerdo, por razones de sostenibilidad del planeta, de extender estas posibilidades a cualquiera que le apetezca vivir “en el campo” y que pretenda vivir "como en la ciudad". No me parece conveniente (ni posible) hacer del entorno rural un lugar atractivo para cualquier “urbanita” que pretenda gozar de un entorno privilegiado y, a la vez, tener un centro de salud a dos minutos de casa, acceso a cable de fibra óptica y que su hijo pueda ir a un colegio en el que hay doce niños y veinticinco profesores. Incluso aunque se lo pueda pagar. El planeta no puede.

Santiago de Peñalba, El Bierzo (Día a Día)

Independientemente de mi acuerdo o mi desacuerdo con el informe en esta área concreta, me parece fundamental que se haya realizado y que se considere el entorno físico (la ciudad es el entorno físico por antonomasia en la civilización actual) como parte importante de la salud de las personas y como generador de desigualdades al respecto. Al fin y al cabo nuestra disciplina surgió como reacción precisamente a las desigualdades sanitarias que daban lugar (en términos de esperanza de vida) a situaciones insostenibles. Por ejemplo, en una encuesta llevada a cabo en Manchester en el año 1844 por P. H. Holland (Report of Commission of Inquiry into the State of large Towns and Populous Districts, first Report, 1844. Appendix) llega a la conclusión al clasificar las calles en tres grandes grupos que los residentes en las de tercera categoría presentaban una mortalidad cuatro veces superior a los que lo hacían en las de primera categoría. En el conocido informe de La situación de la clase obrera en Inglaterra de Federico Engels se constata que, por ejemplo, en Liverpool en 1840 el promedio de vida de la “gentry” era de 35 años, de los hombres de negocios y artesanos acomodados de 22 años, y de los jornaleros de 15 (la tremenda mortalidad infantil daba lugar a estos números). Para corregir esta situación de la ciudad surgida de la Revolución Industrial aparecieron las primeras leyes sanitarias, germen del urbanismo moderno. La fecha del 31 de agosto de 1848 es la elegida por Leonardo Benévolo precisamente con el comienzo de todo. En esta fecha se aprueba la primera ley sanitaria inglesa y, a partir de este momento, la planificación urbanística pudo empezar a dar respuesta a los problemas generados por la ciudad industrial.

Dudley Street, grabado de Gustavo Doré, 1872

La urbanística es una disciplina que muchas veces (sobre todo a los que nos dedicamos a ella de forma más intensa) nos abruma. Son tantas las cosas que hay que considerar, tantos elementos, tantas situaciones, tantos intereses, que confluyen en una única palabra, que esta termina por aparecer desdibujada y casi inútil. Claro que siempre los intereses más fuertes, más potentes, barren y excluyen del tablero de juego a los más necesarios. Y los intereses más fuertes son, en este momento histórico concreto, los económicos. En otros han podido ser los religiosos, los funcionales, incluso los artísticos. Y, por supuesto, los sanitarios. Sería bueno que nos preguntáramos cuáles son estos intereses a los que debemos atender de forma prioritaria. Es decir, preguntarnos sobre el “núcleo duro” de nuestra dedicación, independientemente de los que se impongan por ser más fuertes. Y esta es una cuestión compleja que depende, entre otras cosas, de la procedencia de cada uno y de sus expectativas. Hay una canción del grupo “No me pises que llevo chanclas” que dice cuando empieza: “¿Y tú de quien eres? De Marujita. ¿Y tú de quien eres? De Josefita, le dije yo a la vieja. ¿Y tú de quien eres? De Marujita, otra vez te lo estoy diciendo. ¿Y tú de quien eres? De Miguelina, la que le tocaba prima hermana, a la que sa casó de penalty, con un hijo del que vendía cupones en la esquina Sacristanes”. Y luego casi al terminar después de repetirle a la abuela una y otra vez las mismas cosas: “¿Y tú de quien eres? Y yo le dije, que yo era un niño huérfano, o recogido, por una familia mu´ buena que me había criado un poquito mas pa´lla de Trebujena. ¿Y tú de quien eres? De Marujita, me duele la boca de decirlo. ¿Y tú de quien eres? Y yo ya no sé ni de quien soy”.

Postal, puente sobre el Monongahela, Pittsburg

A algunos ya nos empieza a pasar esto, que no sabemos ni de quien somos. Porque, vamos a ver ¿quién se dedica a esto del urbanismo en este país? Pues un arquitecto que se ha hecho urbanista, un abogado que se ha hecho urbanista, un ingeniero que se ha hecho urbanista, un geógrafo que se ha hecho urbanista, un sociólogo que se ha hecho urbanista, un economista que se ha hecho urbanista. Durante un tiempo la Ley de Régimen Local obligaba a que los planes de urbanismo vinieran firmados por un arquitecto o un ingeniero de caminos. De ahí se podía deducir que los urbanistas “de pata negra” (expresión española que viene a significar “de rancio abolengo” que, a su vez viene a significar “de noble cuna” que, a su vez viene a significar “de antepasados ilustres”, y así) eran los arquitectos e ingenieros de caminos. En los demás países europeos hay ya una carrera de grado de Urbanismo y Ordenación del Territorio. ¿Es esto conveniente? Prometo un articulo sobre el tema. Pero hoy me sobrepasa porque ya he llegado a los cuatro folios. Además ya se lo he prometido a Andrés en un comentario en su blog por lo que no me va a quedar más remedio que hacerlo. Pero, de momento, cada uno de los que estamos en este invento en España “somos de Marujita” “de Josefita” o de “Miguelita” incluso algunos no vienen de nadie porque son huérfanos o “cojios” por “una familia mu´ buena que me había criado un poquito mas pa´lla de Trebujena”. Como cada uno de nosotros venimos de donde venimos y somos de quien somos, resulta que tenemos nuestras querencias, nuestras filias, nuestras fobias y una cierta tendencia, además, a tratar como anatema todo aquello que no conocemos porque no es de nuestra familia. Ese es un problema importante del que todos deberíamos ser conscientes.

¿Y tú de quién eres? (Universo arquitectura)

Porque resulta que el asunto, el objeto de nuestros desvelos, es la ciudad. Y la construcción de la ciudad es uno de los procesos más transversales que existen. Pero hay prioridades, por supuesto. La primera es que posibilite un alojamiento digno a sus ciudadanos. Pero, para ello, la condición básica es que los mantenga con vida durante el mayor tiempo posible y en las mejores condiciones. Es decir, que la sanidad, la seguridad y los riesgos naturales deberían formar parte de “este núcleo duro”. Dice Holland en el informe citado más arriba: “Cuando vemos que en algunas calles la mortalidad es cuatro veces más elevada que en otras, y qué …/…, no nos queda más remedio que llegar a la conclusión de que una gran cantidad de nuestros semejantes, que centenares de nuestros vecinos más cercanos mueren cada año por falta de las precauciones más elementales”. Hace más de un siglo que tenemos los conocimientos técnicos para que esto no suceda y también los instrumentos urbanísticos para conseguirlo, entonces ¿qué pasa? Probablemente (no estoy demasiado seguro, ya he dicho que debo un articulo al respecto), además de las querencias relacionadas con las áreas de conocimiento de las que procedemos cada uno de nosotros y que, en general, nos impiden ver claramente tanto los objetivos prioritarios como “la forma en la que empezó todo esto”, sean necesarios otros conocimientos más globales. Esto podría significar la necesidad efectivamente de profesionales formados directamente en las técnicas de planificación urbana y territorial complementados por los que provienen de áreas más especializadas con conocimientos mucho más profundos en materias concretas. Y, por supuesto, una mayor articulación entre técnicos, políticos y sociedad.

Madrid, atmósfera contaminada, 2008 (El País)

De cualquier forma, todo lo anterior se queda en simple teoría sin posibilidad ninguna de servir para construir una ciudad mejor y un territorio compatible con el planeta, si algún sector concreto acapara el poder y decide en función exclusivamente de sus intereses. Leyendo estos días la prensa española cualquiera puede comprender que la prioridad no es la salud del ciudadano, ni su seguridad, ni la prevención de catástrofes naturales como inundaciones, olas de calor, temblores de tierra o incendios. La prioridad es el funcionamiento de la economía. En El País del pasado día 18 de enero puede leerse que “Madrid superó en 2010 el límite legal de contaminación que marca Europa al registrar 44 microgramos por metro cúbico de dióxido de nitrógeno de media anual. Prácticamente todas las estaciones de medición de la red de Madrid ha registrado niveles que exceden el límite que marca Europa: un máximo anual de 40 microgramos por metro cúbico”. Un poco más adelante la concejala responsable de Medio Ambiente del Ayuntamiento dice: “Para cumplir los límites tendríamos que reducir el tráfico en un 50% y eso no es posible”. Es verdad, tiene razón, tal y como están las cosas esto sería difícilmente admisible por los madrileños y seguramente sería una catástrofe económica de inesperadas consecuencias para muchos sectores (entre otros, la sanidad). Las preguntas entonces serían: ¿cómo se ha llegado a esta situación? ¿qué estamos haciendo mal? ¿cuáles son las verdaderas prioridades? ¿realmente el ciudadano es el que decide a través de sus representantes políticos? ¿tiene toda la información? ¿funciona el planeamiento urbano? ¿servimos para algo los urbanistas?


Materiales a los que me he referido en el texto:
  • Comisión para Reducir las Desigualdades en Salud en España: Avanzando hacia la equidad, propuesta de políticas e intervenciones para reducir las desigualdades sociales en salud en España, mayo 2010. Puede obtenerse en .pdf aquí. También la presentación que se hizo en Madrid. Y la que se hizo en Florencia (está en inglés)
  • Escolar, A. (ed.): Primer informe sobre desigualdades y salud en Andalucía, Asociación para la defensa de la sanidad pública en Andalucía, mayo 2008.
  • Bacigalupe de la Hera, A. y Martín Roncero, U.: Desigualdades sociales en la salud de la población de la Comunidad Autónoma del País Vasco, la clase social y el género como determinantes de la salud, Ararteko, Vitoria-Gasteiz, 2007. Se puede obtener el .pdf aquí.
  • Engels, F.: La situación de la clase obrera en Inglaterra. Leipzig, 1845. Puede encontrarse traducida al español aquí.
  • Benévolo, Leonardo: Orígenes del urbanismo moderno, Blume, Madrid, 1976. Original en italiano Le origini dell’urbanistica moderna, Gius. Laterza & Figli Spa, Roma-Bari, 1963.
  • EL PAIS: “Madrid superó en 2010 el límite legal de contaminación”, sociedad, 18/01/2011.
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    lunes, 10 de enero de 2011

    Barbery, Mendoza y Ángel Ramos

    Y Umberto Eco. Y Vargas Llosa. Y Lorenzo Silva. Y Manuel Rivas. En estos días de asueto (otrora dedicados a las compras compulsivas) he estado leyendo ferozmente. Es decir, que me he dado un atracón de felicidad. He leído todo lo que ha caído en mis manos y por los motivos más peregrinos. He leído analógicamente en la mecedora, en el sillón, en el sofá, incluso de pié. He leído digitalmente en la pantalla del despacho, en el portátil y en la PDA (la utilizo por la noche en la cama, ayer estuve hasta la 3 a.m. terminando el bestseller de Verdon Sé lo que estás pensando, por cierto no os voy a descubrir como se las arregla el malo para adivinar que Mellery, el amigo de Gurney, está pensando en el número 658). No he viajado, no he ido a ningún Congreso ni Jornada, no he ido a hacer ninguna visita, no he visto la televisión. Tan sólo las revisiones médicas de rigor y la lectura. Hacía bastantes años que no conseguía un grado tal de bienestar como en estas vacaciones. Claro que, entonces, lo que os voy a contar en este artículo probablemente tenga poco que ver con el objeto del blog. Aunque es posible que me equivoque y que, en el fondo, esté bastante más relacionado que algunas de las entradas anteriores. De cualquier forma como en un blog se cuenta lo que uno ha estado haciendo, esto es lo que he estado haciendo.

    Fragmento de la portada de “Rapsodia Gourmet”
    Seix Barral, Biblioteca Formentor


    Aunque voy a escribir de forma desordenada (probablemente influenciado por la forma de vivir que tiene el protagonista sin nombre de la trilogía de Eduardo Mendoza que comienza con La cripta embrujada) lo único que tengo claro es que voy a empezar por Muriel Barbery. Hace un par de años ya leí (en papel) La elegancia del erizo. Desde entonces me rondaba en la cabeza la idea de escribir algo sobre esta novela tan singular. Cuando hablamos de paisaje por supuesto que hablamos de belleza. Y cuando hablamos de arquitectura. O del arte, o de la vida. Y este es un libro bello, que habla de belleza, de cultura, de sensibilidad. De esas cosas tan menospreciadas y devaluadas por la televisión en general y por Tele5 en particular. Y es que, entre los muchos libros que han caído en mis manos estos días, me he tropezado con Rapsodia Gourmet (en digital). Rapsodia Gourment, curiosa traducción de Une Gourmandise, se ha publicado por Seix Barral aprovechando el tremendo éxito de La elegancia del erizo, pero a mí me ha decepcionado. Es verdad que, en general, las cuestiones gastronómicas no me van demasiado, pero el tema es suculento: la búsqueda, en los últimos días de su vida de un reputado gastrónomo, de un sabor único, de aquel sabor que le hizo feliz un día. Y el libro habla de cultura, por supuesto. Es decir, el libro habla de paisaje, de belleza.

    Fragmento de la portada de “La elegancia del erizo”
    Seix Barral, Biblioteca Formentor


    Y de otras cosas. No quiero destripar el final, de forma que tan sólo voy a reproducir unas líneas cuando descubre ese sabor que buscaba: “¿Cómo puede uno traicionarse a sí mismo hasta ese punto? ¿Qué corrupción más profunda aún que la del poder nos conduce así a negar la evidencia de nuestro placer, a maldecir lo que nos ha gustado, a deformar hasta ese punto nuestro gusto?” Pero, una vez comparados ambos, Une Gourmandise es como un aperitivo de La elegancia del erizo. Renée, la portera del número siete de la calle Grenelle (que también aparece en Une Gourmandise), es una portera singular: le gusta el arte y la filosofía. Pero, claro, tiene que disimularlo si quiere ser una portera como es debido. Para conseguirlo recurre a todo tipo de trucos como instalar un mecanismo que funciona por infrarrojos que le avisa de cuando alguien cruza el vestíbulo para que parezca que está extasiada ante el televisor: “Como no es muy frecuente que una portera disfrute con Muerte en Venecia, y que de la portería provengan notas de Mahler, recurrí a los ahorros conyugales, con tanto esfuerzo reunidos, y adquirí otro aparato que instalé en mi escondrijo. Mientras, garante de mi clandestinidad, el televisor de la portería berreaba sin que yo lo oyera insensateces para cerebros poco o nada refinados, yo podía extasiarme, con lágrimas en los ojos, ante los milagros del Arte”.

    Fragmento de la portada del libro de Perec
    Anagrama, “Lady Filmer Dans son salon”, 1860


    Pero el número siete de la calle Grenelle da para mucho. Está también Paloma, una niña de doce años de una inteligencia extraordinaria, que se encarga, junto con Renée, de contar la historia. Y la variada fauna y flora del edificio (incluido un japonés porque la alusiones a esta cultura son constantes) que me recuerdan, en cierta medida, a La vida, instrucciones de uso de Georges Perec que narra la historia de un edificio a través de sus personajes. Aunque no sea tan coral como en el caso de Perec (ni tan arquitectónica, ni tan difícil) es una obra muy francesa. En algunos sitios se la ha tachado de pedante y elitista, pero el humor con que está escrita la pone a salvo de estas acusaciones. Además, dada la ramplonería que nos invade en casi todas las actividades de la vida cotidiana, empiezo a pensar si el problema no estará en la excesiva banalización que está produciendo, precisamente, en el núcleo intelectual que siempre va por delante tirando de la sociedad (nunca se sabe si en la buena dirección). Es obvio que, en términos de media aritmética, la “cultura” de la sociedad actual es mucho más elevada que, por ejemplo, la de hace cuarenta años. Pero no me atrevería a decir lo mismo de la parte más elitista de la misma. Probablemente no sólo haya disminuido su número de integrantes, sino también la calidad de sus planteamientos y respuestas. Esto es muy evidente, por ejemplo, en el caso de las vanguardias.

    Vermeer, "Vista de Delft", 1660-61
    Mauritshuis, La Haya


    La propuesta de belleza que se hace en el libro aparece claramente definida cuando escribe: “Aparte del amor, la amistad y la belleza del Arte, no veo gran cosa que pueda alimentar la vida humana… / … Bueno, cuando digo el Arte, tengo que aclarar a qué me refiero: no estoy hablando sólo de las grandes obras de los maestros. Ni siquiera por Vermeer le tengo apego a la vida. Su obra es sublime pero está muerta. No, yo me refiero a la belleza en el mundo, a lo que puede elevarnos en el movimiento de la vida”. Las relaciones entre lo intelectual, lo banal, la belleza, la cultura se plantean sutilmente en este libro. También algunas perversiones (este párrafo va dedicado a mis alumnos de doctorado): “Es sideral, embriagador como un mal vino y sobre todo muy revelador acerca del funcionamiento de la Universidad: si quieres hacer carrera, coge un texto marginal y exótico (la Suma de lógica de Guillermo de Ockham) todavía poco explorado, insulta su sentido literal buscando en él una intención que el propio autor no había visto (pues todo el mundo sabe que la inconsciencia en materia de concepto es mucho más poderosa que todos los designios conscientes), defórmala hasta el punto de que parezca una tesis original (es el poder absoluto de Dios, que funda un análisis lógico cuyas repercusiones filosóficas se pasan por alto), quema al hacerlo todos tus iconos (el ateísmo, la fe en la Razón contra la razón de la fe, el amor por la sabiduría y otras fruslerías que tanto gustan a los socialistas), dedica un año de tu vida a este jueguecito indigno a expensas de una colectividad a la que sacas de la cama a las siete y envíale un mensajero a tu director de investigación”.

    "Sin noticias de Gurb"
    Ilustración de Marc Taeger


    Para compensar un poco también leí, y releí en digital lo que ya había leído en analógico, El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y La aventura del tocador de señoras. Así, seguidos, empachándome de Eduardo Mendoza hasta las cejas (estoy terminando Riña de gatos para completar la faena). Aunque lo normal es descubrir a Eduardo Mendoza a partir de la cripta embrujada en mi caso (anómalo) fue a partir de una obra maestra del humor: Sin noticias de Gurb. Todavía hoy, después de releerlo tantas veces que casi me lo se de memoria, una dosis de dos o tres pastillas de Gurb es mano de santo para algunas de las situaciones melancólicas en las que me encuentro últimamente. Pero decía que, para compensar tanta belleza, cultura y elitismo, una inmersión en “la purria” es lo más adecuado: “Que no soy rico, a la vista está, pero tampoco soy un indigente ni un proletario ni un estoico miembro de la quejumbrosa clase media. Por derecho de nacimiento pertenezco a lo que se suele denominar la purria. Somos un grupo numeroso, discreto, muy firme en nuestra falta de convicciones. Con nuestro trabajo callado y constante contribuimos al estancamiento de la sociedad, los grandes cambios históricos nos resbalan, no queremos figurar y no aspirarnos al reconocimiento ni al respeto de nuestros superiores, ni siquiera al de nuestros iguales. No poseemos rasgos distintivos, somos expertos en el arte de la rutina y la chapuza. Y si bien estamos dispuestos a afrontar riesgos y penas por resolver nuestras mezquinas necesidades y para seguir los dictados de nuestros instintos, resistimos bien las tentaciones del demonio, del mundo y de la lógica. En resumen, queremos que nos dejen en paz. Y como no creo que después de esta exposición haya coloquio, me marcho a mi casa, a descansar. Si vuelven a detenerme, no hace falta que me envíe a su abogado. Tampoco hace falta que me acompañe a la puerta, yo solo encontraré el camino” (La aventura del tocador de señoras, Seix Barral, Barcelona, 2001).

    Fragmento de la portada del libro

    Pero no vayáis a creer que, por pertenecer a la purria, el innominado protagonista de la trilogía no tiene opiniones, chocantes por lo demás, respecto a algunos de los temas que tocan la fibra sensible de este blog. En un párrafo memorable de este mismo libro describe el paisaje desde el tren que me evita hacer lo dije que iba a hacer cualquier día para sustituir una de mis clases de paisaje. A saber, ir pertrechado de mi Sony con batería suficiente para filmar en una única toma todo lo que se ve por la ventanilla del cercanías en el recorrido entre Parla y Atocha, que hace puntual y eficientemente el tren de la línea C4, y luego proyectarla en clase de una sola tacada. Debo decir que los interiores son muy distintos. Es decir, que lo que se ve por la ventanilla se diferencia notablemente de lo que se ve por dentro. Por dentro todo es salubridad, eficiencia y prevención del delito (por ejemplo, los vagones ya no tienen puertas entre uno y otro sino que se ensartan mediante fuelles de forma que se ve todo el interior, desde la cabeza a la cola). También hay gente. Y ahí vamos mezclados, clases medias, proletarios (todavía quedan algunos), funcionarios, mujeres, algunos distinguidos miembros de la purria, negros, seguratas, “payoponis”, entes anómalos como yo mismo que me puedo incluir en casi todos los tipos anteriores e, incluso, algún drogodependiente que suele bajarse en Villaverde (Alto o Bajo).

    Tren de cercanías decorado a tono con el entorno (positivos.com)

    Pero bueno, con la descripción del paisaje interior se me ha ido el santo al cielo. Veamos el relato del protagonista de La aventura del tocador de señoras (he de advertir que la diferencia más apreciable entre la C4 y el recorrido descrito a continuación, a pesar de los intentos de algunos dirigentes madrileños, es la no existencia de mar, y por tanto de playa, en el caso de Madrid): “Y así, recostado contra la puerta y arrullado por esta filosofía, me quedé dormido mientras el tren circulaba por el subsuelo de la ciudad. Me despertó la luz del día al salir el tren del túnel. Ivet seguía en su asiento, enfrascada en la lectura del periódico. En el cristal vi transcurrir el paisaje sobre la transparencia de mi cara mustia. El tren circulaba junto a un muro corrido de unos dos metros de altura, totalmente cubierto de graffiti de colores. Detrás del muro se veían almacenes de ladrillo rojo, vacíos y desvencijados. Las paredes de estos almacenes también estaban cubiertas de graffiti. No había un palmo de pared sin graffiti. Ponderé con respeto la diligencia y constancia de una generación dedicada a pintarrajear todo el trayecto de Gibraltar a la frontera. En la suave cadena de montículos, bloques de viviendas destinados a la cría del pobrete violentaban el horizonte. En todas las ventanas había ropa tendida. Al cabo de un rato avistamos el mar. Como el cielo seguía opaco, en la playa no había nadie. Aparté la vista, porque el mar me deprime. La montaña también. En general me deprime el paisajismo. Todo lo que está a más de diez metros de distancia me produce desasosiego. Por suerte, al otro lado de la vía discurría la carretera y, más allá, la autopista. Con esto me distraje un poco. Los almacenes vacíos dejaron paso a desmontes y pilas de detritus. Luego fueron apareciendo urbanizaciones y centros comerciales entre espacios verdes. Unas veces había grandes bloques de apartamentos, todos iguales, otras veces, casitas bajas, también iguales, dispuestas en forma lineal o caprichosa, como si la organización general del territorio se hubiera ajustado a varios planes, todos distintos entre sí, todos malos y todos dejados a medio hacer. En los trozos no construidos, donde antes había habido huertos en bancales con higueras y almendros y una carretera sinuosa que subía por la ladera hasta llegar a una torre vigía o una ermita, ahora había césped, palmeras, pozuelos de alabastro y riegos de aspersión, en un intento de convertir aquel otrora honesto paraje suburbano en una California de segunda mano”.

    Contraste con el magnifico aspecto interior (El economista)

    Por si alguien ha tenido la tentación de no leer el párrafo anterior por el hecho de estar entrecomillado y en otro color, he de decirle que se ha perdido una genial descripción de la periferia metropolitana, que incluye: a) el arte en las calles; b) un alegato paisajista; c) otro relativo a la ordenación del territorio y el urbanismo; c) la explicación de la existencia de enanitos, cisnes y búhos en alabastro en los jardines y cierres de los adosados. De todas formas se trata de una opinión (muy respetable, eso sí) de uno de los miembros de la purria. Habría que confrontarla con la del resto de la variada fauna que puebla los salubrizados vagones de nuestros queridos cercanías actuales. Bien, dije que iba a escribir un artículo corto pero la verdad es que ya me he ido a los cuatro folios y tengo que cortar. No puedo contaros ya nada de Vargas Llosa, Lorenzo Silva Manuel Rivas o Umberto Eco. Respecto a este último no era para relatar nada sobre El Cementerio de Praga que pienso leer en estos días, sino sobre La estructura ausente (lo había leído en analógico allá por la prehistoria y ahora me lo he reencontrado en digital) que me ha transportado al recuerdo de la semiología, la semiótica, los happening de los años sesenta, la teoría de la comunicación y otras yerbas que, al parecer, no han servido para nada.

    Umberto Eco, catedrático de semiótica en Bolonia (Disonancias)

    La lectura de La estructura ausente es fundamental para aquellos que tratan, de alguna forma con el arte y la belleza. En concreto, la sección C dedicada a “La función y el signo” debería ser de lectura obligatoria para todos los estudiantes de arquitectura. Aunque se discrepe de sus planteamientos, hay que conocerlo. Pero su lectura, otra vez después de tantos años, también me ha reafirmado en la necesidad de que los grupos más críticos y avanzados de la sociedad, los que están en la vanguardia del pensamiento, recuperen la iniciativa que han perdido como la tuvieron en momentos claves de la historia y en situaciones complicadas. Y para eso es imprescindible recurrir a otros medios distintos a los tradicionales. La Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Estudiantes ya no se podrán producir más de la misma forma. Ayer Paloma me recomendó que leyera un artículo que Fernando Vallespín publicaba en El País en relación a la desaparición de CNN+. El artículo termina así: “Tampoco cabe confiar demasiado en el sistema educativo como factor de resistencia y como esperanza en un cambio de tendencia. Entre otras cosas porque hoy los valores, el conocimiento y la visión general de la realidad nos los transmiten sobre todo los medios de comunicación. El papel de la educación sigue siendo central, pero no debe ser nada fácil para los educadores competir con un mundo en el que aquello que enseñan a sus alumnos y se supone importante apenas tiene después algún reflejo en el espacio público más amplio. Ocurre más bien al revés: aquello de lo que allí se empapan, de lo que allí consumen, condiciona después su rendimiento escolar. La distracción acaba predominando también aquí sobre el esfuerzo, el esfuerzo de pensar. Y la creación de individuos autónomos y críticos con capacidad para resistirse a las pulsiones de la masa se convierte en un recurso más escaso cada vez”. No se podría decir con mayor claridad.

    Fragmentos de la portada del libro

    Ya termino. Poco antes de empezar este período de vacaciones estuve con mi amigo Luis Andrés Orive. Luis, que me conoce bastante bien, me trajo un regalo: un libro, claro. El libro se llama Valoración del Paisaje Natural y sus autores Antonio López Lillo y Ángel Ramos. Aún aquellos con conocimientos elementales de paisaje probablemente hayan oído hablar de Ángel Ramos que fue un verdadero pionero en España en temas relativos a la protección del paisaje y del medio natural. El libro, cuyo original es casi imposible de encontrar, es una excelente reedición del publicado en el año 1969 por la sección de publicaciones de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes de Madrid. Aunque Ángel Ramos falleció en el año 1998, el coautor Antonio López Lillo es uno de los que se encargan de la presentación de esta reedición. En esta presentación se puede leer: “En el libro se habla de paisaje natural, concepto que se maneja con gran frecuencia, espontaneidad y familiaridad, aunque lo más correcto sería denominarlo paisaje natural humanizado. Se trataba de compaginar la realidad natural y la realidad humana, pues muchas veces el paisaje se ha objetivado en exceso perdiendo su verdadera dimensión, sin considerar que la interpretación estética de lo que se contempla es subjetiva”. Cualquiera que haya leído este blog sabrá hasta que punto suscribo estas palabras.

    El bosque, la silva romana y medieval (del libro)

    En el texto hay propuestas que hoy nos pueden parecer normales pero que, entonces, eran bastante innovadoras. Incluso otras, como la diferencia entre medio y ambiente, que hoy con la equiparación de ambos términos (que, en la práctica, los hacen equivalentes lo que supone una tautología) no dejan de resultar interesantes. Por ejemplo, la consideración de su propuesta posibilitaría que se pudiera hablar de medio ambiente: “Los seres vivos se mueven en un medio físico, real, de características determinadas, que no es percibido ni experimentado en su totalidad ni de la misma manera ni en la misma cantidad por cada sujeto sensible. La porción perceptible y operante del medio real constituye el ambiente propio de cada ser vivo”. El libro no se circunscribe a la naturaleza “virgen”. Trata de la ciudad, del paisaje rural y, sobre todo, del árbol. Pienso que, independientemente de las posturas de cada cual ante la vida, de las ideologías, o de la distinta forma de pensar, hay que reconocer a los que innovan, a los que apuestan por avanzar (a los inteligentes) su valía. Y Ángel Ramos ha sido una persona valiosa para el paisaje en este país. El libro, magníficamente reeditado por la editorial Abada, a cuyos responsables también hay que reconocerles el valor de dedicarse a estas cosas, reproduce exactamente la edición de 1969 exceptuando la segunda parte que llevaba por título “Cuadros descriptivos y de aplicación de las especies”. Se trata ya de un clásico en estos temas cuyo conocimiento es necesario. Recomiendo su lectura, no sólo a mis alumnos de paisaje, sino a cualquiera interesado porque (a diferencia de La estructura ausente) su lectura es asequible a todos, incluso a los no especialistas.

    López Lillo, Antonio y Ramos, Ángel: Valoración del Paisaje Natural, Editorial Abada, Serie Lecturas de Paisaje, Madrid, 2010
    ISBN 978 84 96775 86 2
    Depósito Legal M-28609-2010
    Se incluyen presentaciones del propio Antonio López Lillo, Jesús Casas Grande, María Jesús Rodríguez de Sancho y José Jiménez García-Herrera.