Eso, ¿dónde?, Banksy withfriendship
El tema surgió después de una conversación con Luis Felipe Alonso y Lucila Urda, una de las profesoras del departamento. Lucila está haciendo una tesis titulada El espacio público como marco de la expresión artística que le codirigimos entre Luis Felipe y yo. Nos trajo, para discutirlo, un artículo de Javier Abarca que me pareció de gran interés. Javier Abarca tiene una página, que recomiendo, sobre grafiti, arte urbano y temas relacionados (al final incluyo un enlace). Docente e investigador sobre el tema, su tesis doctoral dirigida por Agustín Martín Francés y presentada en la Facultad de Bellas Arte de la Universidad Complutense de Madrid, se llama El postgraffiti, su escenario y sus raíces: graffiti, punk, skate y contrapublicidad. También ha sido comisario de algunas exposiciones sobre el tema. Pero, además, Javier es (o por lo menos, lo fue) un artista del grafiti y, por tanto, sabe por experiencia de lo que habla. En este artículo me voy a basar en algunos aspectos de su tesis que ayuden a comprender el espacio público como escenario artístico. Por supuesto que también recomiendo la lectura de la misma que se puede conseguir en el enlace que incluyo al final.
Street Art, Puhov Pavel mundoflaneur
He advertir que, después de un intercambio de correos con Javier he sustituido el término "postgraffiti", que utiliza incluso en el titulo de su tesis, por el de "arte urbano" ya que, aunque en su investigación se diferencian conceptualmente los términos "graffiti", "postgraffiti" y "arte urbano" en el tiempo transcurrido desde que la escribió su forma de pensar el tema ha evolucionado. Me dice en un correo: “la palabra me resultó útil como herramienta de trabajo durante la elaboración de la tesis, porque necesitaba términos para distinguir el arte urbano basado en la propagación de una identidad ("postgraffiti") y el arte urbano que consiste en obras anónimas basadas en contextos concretos ("intervención específica", lo llamaba últimamente). Pero al tratar de usar todos estos términos en el "mundo real" comprobé que causaban más confusión que entendimiento. Prácticamente el 100% de la gente creía que yo usaba "postgraffiti" simplemente como una forma snob de decir "arte urbano". De todas formas, otros autores siguen utilizando el término “postgraffiti”, aunque dando diferentes definiciones del mismo. Estamos ante un campo, el del arte urbano, en el que todavía los conceptos y las corrientes no están definitivamente asentadas. De cualquier forma, la propuesta que hizo Javier en su tesis me parece válida a pesar de su evolución personal al respecto. También, a partir de ahora, sustituiré las dos “efes” con las que escribe “graffiti” por una sola (excepto en las citas textuales), de acuerdo con la última edición del diccionario de la RAE.
Reloj cebra, 6emeia 6emeia
En la tesis se plantea el postgrafiti, no como un movimiento heredero y sustitutivo del grafiti, sino distinto, aunque de consolidación posterior (lo que explica anteponerle la partícula “post”). Aunque, como ya se ha advertido, muchos autores lo hacen prácticamente sinónimo de “arte urbano” Javier Abarca lo entendía entonces de forma más restrictiva. Lo definía como: “El comportamiento artístico no comercial por el cual el artista propaga sin permiso en el espacio público muestras de su producción, utilizando un lenguaje visual inteligible para el público general, y repitiendo un motivo gráfico constante o bien un estilo gráfico reconocible, de forma que el espectador puede percibir cada aparición como parte de un continuo”. Me ha parecido interesante reproducir esta definición que hace Javier (a pesar de que a partir de ahora trataré de sustituirla directamente por arte urbano) porque el término se utiliza por bastantes autores y no he encontrado ningún sitio que aclare con suficiente nitidez a qué concepto responde. Y, de momento, dejaremos las precisiones terminológicas aquí.
Madrid, años ochenta, "Muelle" en la calle Montera carlitosbuenaventura
El grafiti lo define como: “Marcas gráficas y/o textuales ejecutadas sistemática e ilegalmente sobre superficies públicas, que utilizan un código concreto y se dirigen por tanto a una audiencia concreta, de forma que sirven como sistema de comunicación interno de una escena subcultural cerrada”. Aunque hay otras diferencias, lo fundamental es que la mayor parte del arte urbano pretende que el mensaje del artista sea conocido por todos los ciudadanos, mientras que el grafiti se dirige a un público concreto: los otros grafiteros. El grafiti es, básicamente, un juego competitivo en el cual lo jugadores tienen unas reglas muy estrictas basadas en adquirir prestigio entre los demás. El prestigio no se adquiere de cualquier forma sino que se consigue principalmente a través de la ubicación, el estilo y la propagación. Si se escribe (un grafitero es un writer, un escritor) en lugares muy visibles y difíciles, se sube en el ranking. También se consigue respeto si el nombre aparece muchas veces. Y, sobre todo, si con la práctica se llega a adquirir un estilo propio, reconocible y admirado por los otros “escritores”.
Ganando respeto veochorras
En este juego, no importan demasiado aquellos actores ajenos al mismo, ya que no son capaces de apreciar en su justa medida las condiciones de prestigio necesarias para adquirir respeto. Por tanto se trata de un vocabulario gráfico hermético a diferencia del resto del arte urbano que trata de llegar también a los no conocedores. El grafiti así definido (y no el grafito que cuenta con una antigüedad de miles de años) aparece en Philadelphia a finales de los cincuenta del pasado siglo XX y se consolida en el metro de Nueva York en la década de los setenta. Sus raíces están en los escritos murales infantiles y en las bandas. La cultura infantil callejera, hoy incomprensible, fue el fruto de la ausencia de TV y otras formas de entretenimiento, que dejaba en la calle a los niños y adolescentes de los barrios más desfavorecidos, que afirmaban su identidad y su rebeldía escribiendo en los muros de los edificios. Los adolescentes se agruparon en bandas (características de las grandes ciudades americanas en los años sesenta y setenta) que solían marcar su territorio con nombres o símbolos. El salto de las marcas de bandas callejeras al grafiti se produce cuando el escenario deja de ser el barrio y se convierte en toda la ciudad, aunque el colectivo al que se dirija no sean todos los ciudadanos.
Dibujando a niños grafiteros que "escriben" codex1nferno
En los tres o cuatro párrafos anteriores se esconden muchas preguntas y también una forma de mirar el espacio público alternativa a la tradicional en el diseño y la planificación urbana. Por ejemplo, la afirmación que suelo repetir como un mantra a lo largo de los diferentes artículos del blog de que la superación de los guetos urbanos sólo se consigue introduciendo actividades en el espacio público de carácter global, frente a la necesidad de conseguir identidades de barrio mediante la identificación de los habitantes con el territorio concreto, cuenta con un ejemplo más en la evolución de las marcas de las bandas al grafiti, aunque no llegue todavía a considerar todo el colectivo ciudadano como objetivo del mensaje. Necesitamos identidades territoriales basadas en la identificación del lugar concreto en el que vivimos, pero también relaciones con los “otros”, con los que no comparten este territorio. Esa es la esencia de la urbanidad y, por tanto, también de la ciudad. Una ciudad se diferencia de una aldea, de un pueblo, precisamente en la posibilidad de anonimato. Pero para que los anónimos puedan convivir es necesario relacionarse con "el otro", con el que es distinto a nosotros.
Marcas de bandas, Barcelona elmundo
Si lo que predomina de forma clamorosa es la identificación con el sitio, hasta tal punto que los residentes se “lo apropian” (sean bandas o asociaciones de vecinos) expulsando a los “no residentes” o a “los otros”, en la ciudad se va a producir una segregación socio-territorial muy importante que impedirá la educación en la urbanidad. Es decir, estaremos creando anti-ciudades porque la ciudad nació, precisamente, para superar la horda o el clan. Pero resulta que sin identificación con el sitio todo el cuerpo social urbano se perderá diluido en “lo genérico” y se convertirá en una masa indiferenciada en la que el individuo no se sentirá formar parte de un grupo. Estamos, en el otro lado, y desde el punto de vista individual, ante uno de los problemas esenciales de la ciudad actual, denunciado por numerosos médicos y psicólogos, la soledad. Y desde el punto de vista social ante el desapego respecto a lo público (y no me refiero ahora tan sólo al espacio público físico, sino a “lo público” en general incluyendo la política).
Grafiti de Garrulo (Javier Abarca), firma garrulo
Pero no era mi intención plantear este tema cuando me decidí a escribir el artículo. Retomaré el hilo que, como siempre, al ir escribiendo voy olvidando. Después de tratar de entender un poco el grafiti volvamos ahora al arte urbano. Javier detecta varias raíces diferentes en su formación: el arte académico, la vida en la calle, las culturas urbanas, el punk, el skate, el diseño gráfico, la publicidad, la contrapublicidad y el grafiti. Al grafiti ya le he dedicado unos párrafos y ahora voy a centrarme en el núcleo del artículo: la publicidad y la contrapublicidad. El espacio exterior como soporte publicitario tiene casi tantos años como la propia ciudad. No quiero meterme ahora en honduras históricas pero, probablemente todos mis alumnos recuerden que al explicar la plaza de San Marcos de Venecia les digo que la forma alargada de la gran plaza estaba pensada con una perspectiva que la alargara todavía más para “vender a los comerciantes que llegaban al puerto que aquella ciudad era magnífica y que a los que hicieran negocio con sus habitantes les iría bien". Es la propia ciudad publicitada a sí misma. Aunque el city branding tampoco es el tema de hoy.
Amor mural, Leipzig (Alemania) streetarutopia
Se trata, más bien, del espacio público considerado como soporte publicitario. En sus comienzos la publicidad moderna utilizó el espacio público como un lugar idóneo para insertar sus invitaciones al consumo. Que, si al principio, eran sólo instrumentos de información para que la gente conociese la existencia de los productos que aparecían en el mercado (el término “anuncio” viene de ahí), pronto se convirtieron en creadores de necesidades. En realidad, el espacio público era casi el único soporte que existía hasta la llegada de los mass media. Sobre todo con la aparición de la TV, porque se constató que los anuncios en movimiento vendían mucho mejor que los fijos. La consolidación de la TV como medio de comunicación y entretenimiento fue una época dorada para la publicidad. Nada parecía fuera de sus posibilidades y pronto fue capaz de cambiar el patrón de comportamiento social e, incluso, los valores. Fue el momento en el que se pusieron las bases del sistema actual basado en el consumo desaforado de productos aparentemente no necesarios, pero que podemos hacer que lleguen a serlo invirtiendo los recursos suficientes y utilizando las técnicas adecuadas.
Puerta del Sol, Madrid, 1935, anuncio de Cinzano historias matritenses
Parecía que el soporte publicitario mediante muros, vallas, carteles y los variopintos artefactos que se había inventado para utilizar el espacio público tenía sus días contados. Sobre todo porque aquello apenas se movía (a pesar de los neones nocturnos) y, además, llegaba a poquísima gente. Las normas que fijaban unos máximos de tiempo dedicado a la publicidad en TV fueron un problema, sobre todo para las pequeñas empresas debido al encarecimiento que se produjo. Pero, casi a la vez, la proliferación de canales parecía que iba a arreglar las cosas. Entonces apareció el mando a distancia. El resultado fue que el espectador podía zapear y evadirse de la publicidad cambiando de canal (maldita sea, estos imbéciles se nos van). Pero no sólo el mando a distancia. Los modernos sistemas de grabación posibilitan que los programas grabados sean tan perfectos como los originales y mucha gente empieza a verlos en diferido, con la posibilidad de pasar un cuarto de hora de elaborados y caros anuncios publicitarios en cinco imágenes que no dejan huella. Incluso, acaba de aparecer una app llamada “Duck” (pato, no me preguntéis por qué) que te avisa cuando acaba la publicidad “para que no te pierdas eso tan interesantísimo que descubrirás cuando termine” (la publicidad, claro).
No puedes zapearlo, no puedes ignorarlo periodicopublicidad
Entonces fue cuando se empezó a redescubrir el espacio público como soporte publicitario. Hay una frase que recoge Javier en su tesis y que atribuye a la Asociación Americana de Publicidad Exterior (y que da título a este artículo) refiriéndose al espacio público: “no puedes zapearlo, no puedes ignorarlo”. Esa es la gran ventaja que tiene como soporte. No llega a mucha gente (excepto en lugares estratégicos porque permanece para siempre en miles de fotos y vídeos de recuerdo), pero es inevitable. El problema es que cuando la publicidad importante se marchó de las calles y de las plazas para irse a las televisiones, sólo quedaron en ellas las pequeñas empresas y a las administraciones empezaron a regular su colocación de forma muy restrictiva con objeto de aumentar los cánones por uso del espacio público para compensar la pérdida de ingresos. Pero cuando los publicistas se percataron de la inevitabilidad del espacio público nuestras calles, plazas y parques se volvieron a llenar de vallas, muros y soportes publicitarios de toda índole. Hasta tal punto que se empezó a hablar de “contaminación visual”. Una de las tesis que dirijo, a José Manuel Gallego, trata el tema, su título es Contaminación Visual (CV). Algoritmos. Estoy esperando que avance lo suficiente para contaros lo que vaya descubriendo del tema.
Estación Sol Galaxy Note! marketingdirecto
Son particularmente “golosos” aquellos espacios cercanos a monumentos históricos o artísticos, grandes obras de arquitectura o ingeniería, lugares de centralidad o elementos simbólicos urbanos. Como algunos están protegidos por las leyes de defensa del patrimonio surgen los patrocinios, que consiguen colar en el cartel de anuncio de una ópera o de restauración de una catedral, el símbolo de Bankia, de Apple, o de Adidas. El Ayuntamiento de Madrid ha llegado a vender por unos días el nombre de la estación del Metro de Sol que ha pasado a llamarse “Estación Sol Galaxy Note”. Como reacción, a partir de los años setenta del pasado siglo se empezaron a producir intentos de sabotaje de esta publicidad (culture jamming) mediante distorsiones en los anuncios, bromas, pegadas de carteles encima de otros, etc. Aunque se trata de un campo bastante complicado, para lo que ahora necesitamos comprender vamos a llamar a toda esta reacción que tiene múltiples derivaciones “contrapublicidad”. La contrapublicidad abarca muchas muestras de arte urbano además del grafiti, en particular las perfomances y algunas instalaciones inclasificables.
Cartel de “L’Oreal” en la Puerta del Sol de Madrid durante el 15M
astutamente reconvertido en “Democracia real” (sin "ya") robertocarreras
La mayor parte de la contrapublicidad en el espacio público se produce, por supuesto, ilegalmente. Es decir, machacando total o parcialmente el anuncio publicitario existente con objeto de hacerlo ilegible, ridiculizarlo (lo más corriente) o destruirlo. Aunque, a veces, también de forma legal aprovechando los resquicios del sistema. Pero los publicistas no se han quedado con los brazos cruzados. Han contraatacado con las mismas armas. Y lo han hecho de forma tan inteligente que la línea de separación entre publicidad y contrapublicidad ha veces se ha borrado. Básicamente su defensa ha consistido en adoptar los modos y estilos de la contrapublicidad y hacerlos suyos. Así han empezado a aparecer carteles destinados a un público concreto, más contestatario, que imitan las formas de la culture jamming. Y no sólo las formas, dice Annie Finnegan en un texto que recoge Javier en su tesis: “un gran número de publicistas se han convertido en expertos en la imitación no solo del aspecto de la contrapublicidad sino de todo su espíritu sinvergüenza y su actitud”. Y Pedro Carvajal de Cicada: “algunos anuncios parecen tan auténticos que cuando los veo tengo que admitir que parecen algo hecho por un culture jammer”.
Municipio de Panamá ¿publicidad? portodiao
Pero no sólo la contrapublicidad se produce normalmente de forma ilegal (o, por lo menos, sin permisos y sin cánones) es que la misma publicidad también recurre a saltarse las leyes a su conveniencia, colocando carteles en lugares prohibidos, machacando con otros encima, o eludiendo el pago de cánones. Algunos de los ejemplos más significativos se pueden encontrar en la publicidad de los partidos políticos en tiempo de elecciones. Esto se debe a esa especie de confusión que se produce entre la pretendida libertad del espacio público como medio de expresión y la constatación evidente de que “no puedes zapearlo, no puedes ignorarlo” lo que le otorga un valor importante. Es decir, que cualquier viandante, por narices, tiene que tragar con lo que la marca Adidas le pone delante de los ojos, con Zapatero o con Rajoy. En caso de ilegalidad claro que se multa. El problema es que, normalmente, esas multas son muy inferiores a los beneficios que obtiene el que infringe la ley. Eso, en el supuesto, de que le compense a la propia administración o a un particular perseguir, y en algunos casos llegar a los tribunales, a una gran empresa (o no tan grande) con un litigio de este tipo.
"Le's go...", Huida hacia un espacio urbano ¿libre?, OaKoAk oakoak
Esto que sucede con la publicidad y la contrapublicidad pasa también con todo aquello que utiliza nuestras calles para violentar la libertad a decidir si queremos verlo o no. Por supuesto, pasa también con el grafiti y con todos los tipos de arte urbano. La única diferencia es la obtención de un rendimiento económico aunque a veces es complicado separar el arte de la promoción personal. Vemos, por tanto, que el arte urbano no sólo tiene relaciones con el grafiti, el skate, el punk y el diseño gráfico, sino que también la publicidad y la contrapublicidad influyen, distorsionan y, sobre todo, ocupan. En muchos casos las diferencias se diluyen y se hace impreciso plantear qué es aquello que está en la pared. Una de las notas de diferenciación de la publicidad, por ejemplo, con el grafiti, sería la de contar con los permisos administrativos correspondientes pero ya hemos dicho que no siempre es así. A la inversa, determinados trabajos realizados, por ejemplo, en muros ad hoc en muestras o exhibiciones por parte de algunos artistas no está demasiado claro que no sean publicidad personal aunque imiten las formas y estilos del grafiti. Todavía se produce una mayor confusión cuando es el propio artista que "de forma premeditadamente ilegal" utiliza las calles y plazas como medio de autopromoción.
El resto se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia positivos
En realidad, el espacio público (el físico) debería ser, sobre todo, un soporte de libertad. El problema es su inevitabilidad. Cuando salgo a la calle no puedo dejar de ver, de oír, de sentir, algo sobre lo que no tengo aparente control. “No puedes zapearlo, no puedes ignorarlo” (el grafiti, la publicidad, la contrapublicidad, la arquitectura). Es verdad que un writer (grafitero) no debería tener menos derecho que un publicista o un arquitecto a expresarse en ese espacio. Y que todos los arquitectos lo hacen, es su oficio. Y que no siempre lo hacen como deberían. Todavía más sangrante: una obra de arquitectura dura, más o menos de media, unos cuarenta años, mientras que, por ejemplo, la mayor parte de las obras de grafiteros y otros artistas urbanos desaparecen muy pronto. A veces tan pronto que la única prueba de que han existido es la fotografía o el vídeo. Ya he dicho muchas veces que las ciudades se van haciendo históricamente. Cada generación la adapta a sus necesidades y la expresa como entiende que debe expresarla. Esto obliga a seleccionar en cada momento lo que va a perdurar. En su mayor parte los restos de los primeros grafitis ya no están en las calles, en soporte urbano, sino en fotos, en vídeos o en el recuerdo. Dentro de unos años sólo lo excepcional, aquello que pasa por el tamiz de la generaciones permanecerá allí donde se creó, en nuestras calles, plazas o parques. El resto, casi todo, será ¿arte? efímero. Se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Lo que no tiene porque ser necesariamente malo.
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Pepe: qué artículo más cojonudo, como siempre. Unha aperta.
ResponderEliminarInteresante punto de vista sobre el espacio urbano como soporte de los intereses y demandas de la colectividad a través de formas de expresión individuales y anónimas. Buen artículo. Un abrazo
ResponderEliminarInteligente planteamiento de una cuestión complicada. He leído con atención todo el artículo y a pesar de la extensión no me ha costado mucho. Lo único que no entiendo es el pie del dibujo de Banksy ¿qué quieres decir con eso, dónde?
ResponderEliminarEduardo: ¿no has oído la expresión ¡esto es Hollywood!? Pue eso, que yo quiero irme, como el ratón de Banksy, a Jauja, al País de Nunca Jamás, a El Dorado, y marcharme de la cutrez de los recortes de la Merkel y de los programas de Tele5. El único problema es encontrarlo.
ResponderEliminarAaaahhhhh... eso era! y yo dándole vueltas
ResponderEliminarMuy buena la reflexión...
ResponderEliminarA mi modo de ver la denuncia del escrito trasciende con mucho el mundo del arte sea urbano o no sea urbano. Se refiere al concepto último de lo que se entiende por lo público que en estos momentos está siendo cuestionado y atacado desde todos los puntos de vista. El problema tanto en publicidad como en arte o en politica es cuando lo que es de todos se lo apropian unos pocos para su uso personal. Así el concepto de patria que se apropian algunos partidos políticos o el de defensa del menos poderoso. También la belleza de los paisajes naturales o incluso el aire que respiramos o el agua que bebemos. En todo este elaborado sistema de apropiación de lo público la apropiación del espacio visual o sonoro de las calles no es más que una pequeña incidencia si atendemos al problema global. En general digamos que la propiedad privada es el problema.
ResponderEliminarLuis, lo que dices es verdad y se entendería mejor si pusieras alguna coma. De todas formas la afirmación final acerca de la propiedad privada es, pienso, por lo menos discutible. El urbanismo se basa en la regulación. No en la abolición de la propiedad privada, sino en la regulación. Y lo que plantea Fariña me parece que va más bien en ese sentido. Ni el más neoliberal de los neoliberales propugna la ausencia total de regulaciones. En general, la gente no es estúpida y es evidente que es necesario regular. Pero el paso de la regulación a la abolición de lo privado en favor de lo comunitario siempre ha presentado no pocos problemas, no solamente desde una perspectiva teórica, sino también desde la práctica. Me parece que, en estos momentos, esta solución ni se plantea. Lo importante es conseguir un equilibro adecuado entre regulación y libertad y mi impresión es que lo que se plantea en el artículo es, precisamente, esto. Manolo.
ResponderEliminarManuel: suscribo el planteamiento porque es el que subyace en el artículo. Efectivamente, en el fondo se trata de buscar un punto de equilibrio (como tantas cosas en el momento actual) entre regulación y libertad. No es fácil, sobre todo cuando lo que predomina es la desmesura y la distorsión. Algo de desmesura (una pizca) es bueno que se produzca. Pero no la desmesura como norma. Y eso sólo se puede conseguir regulando. La cuestión está en decidir hasta donde. Y, sobre todo, en saber quién tiene que decidirlo. Para mí, el "quién" está en el fondo de la respuesta del "hasta dónde".
ResponderEliminarEn este caos del final del cuatrimestre he hecho un descanso para leer esta entrada. Es como su un soplo de aire fresco entrara en la densidad de páginas y páginas de conocimientos inútiles que estoy empollando. ¿No sería posible una forma de aprender y enseñar distinta al trivium y el cuadrivium? Hoy no puedo porque esta tarde tengo el último examen del cuatrimestre pero mañana cuando salga a la calle trataré de ver algunas de las cosas que he aprendido leyendo su entrada y los comentarios. Probablemente aprenderé más que durante estos últimos veinte días absurdos en los que sólo he hecho cosas sin objeto que olvidaré de inmediato. Bueno no estoy segura de que TODO haya sido inutil pero la hartura de hoy me lo hace parecer.
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ResponderEliminarEstimado Profesor:
Tengo que decir que este post me ha gustado y ayudado mucho. Empiezo a impartir mi curso introductorio sobre la ciudad para alumnos de Bellas Artes en febrero, cosa que nunca había hecho, y su post me ha llenado de ideas para el taller de la asignatura. Es más, dentro de mi clase de city marketing de identidades y conflictos pondré este post junto con otras lecturas obligatorias para realizar el dialogo socrático de esa clase.
Existen en el post muchísimas cosas interesantísimas que se podrían debatir, pues son muchas las ideas expuestas en el mismo, pero me gustaría exponer, dada la libertad que existe en este blog, algunas de las ideas con las que vengo trabajando en los últimos años relacionadas con la ciudad y su imagen (tal como la explica Kevin Lynch) como bien público, pues creo, aunque me puedo equivocar, que esta relacionado con el post y puede a lo mejor enriquecer el debate.
Los bienes públicos, en términos económicos, son aquellos bienes que ni son excluibles en la oferta ni son rivales en consumo (non-excludable in supply and non-rival in consumption). Dicho de otra forma nadie puede impedir el consumo de ese bien y todo el mundo lo puede adquirirlo a la misma vez. Por ejemplo el aire. El resto de bienes económicos: priveta goods (excludable and rival, ejem. viviendas), club goods (excludable and non-rival, ejem. Parques privados) y common goods (non-excluidable and rival, ejem. calles de dominio público), no cumplen estas características. Pues bien, a donde quiero llegar es que la imagen de la ciudad es un bien público. Quizás uno de los pocos que existan en las ciudades, pues el espacio público, es decir de uso público, no es un bien público en términos económicos. Por todo ello, el arte urbano (me ha encantado el término) forma parte de la imagen de la ciudad que es un bien público y como bien público produce externalidades tanto negativas como positivas. Es decir, el arte urbano puede ser utilizado para mejorar la imagen de una zona deteriorada y crear así una externalidad positiva sobre el conjunto o puede generar externalidades negativas deteriorando la imagen de diversas zonas creando así una externalidad negativa.
Dicho esto, el arte urbano, genera múltiples conflictos según sobre que bienes se exprese. Por ejemplo, si se realiza sobre una fachada privada ya sea de un private good o de un club good está produciendo una clara agresión a un derecho de propiedad y por lo tanto está generando un conflicto y si lo realiza sobre un bien de dominio público se podría producir la tragedia de los comunes explicada por Garrett Hardin. Es decir, dada la ausencia de derechos de propiedad se puede sobreexplotar tanto el recurso que el recurso termina desapareciendo. En el primero de los casos, la solución no viene por la asignación de derechos de propiedad sino por el respeto a los mismos y la solución segunda precisamente viene por la asignación de derechos de propiedad.
ResponderEliminarPor todo ello, Luis se equivoca cuando dice que el problema es la propiedad privada. La propiedad privada es justo todo lo contrario, es la solución. La propiedad privada, que puede ser explicada desde muchos puntos de vista (iusnaturalismo, utilitarismo, argumentativas, evolucionistas, eficiencia dinámica, etc.) es la solución a los problemas no el origen de los mismos. Ya lo decía Aristóteles, allí donde hay derechos de propiedad nos encontramos sociedades más ricas con menos conflictos. Es por ello Luis, que los problemas que surgen con el arte urbano, no son precisamente causa de la existencia de derechos de propiedad sino más bien de la violación o ausencia de ellos.
Por otro lado, Manuel, discrepo en tu afirmación en la que dices que “el urbanismo se basa en la regulación”. El urbanismo, que también puede ser definido de otras muchas formas, es la ciencia social que estudia las ciudades y éstas, entre otras muchas cosas, están formadas por redes complejas de derechos de propiedad. Esto es algo, que hay que explicar siempre a un estudiante de arquitectura, cualquier proyecto urbano está asignando derechos mediante el diseño. De ahí que el proyecto del World Trade Center no es difícil en cuanto a diseño sino en cuanto a la reasignación de derechos de propiedad, tanto públicos como privados. Los liberales, no defienden las regulaciones, sino la existencia de normas no coercitivas y el respeto a las instituciones, la propiedad privada es una de ellas. Si por regular se entiende la creación de normas coercitivas que vayan contra normas no coercitivas previamente establecidas ningún liberal estará a favor de dichas regulaciones. Ahora si por regular se entiende la creación de normas no coercitivas todos los liberales estarán a favor de ello. Por ejemplo, surge una nueva urbanización y en entre sus normas está la no realización de cubiertas planas en la urbanización, ningún liberal estará en contra de ello. Ahora, un liberal si estará en contra de que el Estado obligue a la realización de una urbanización con cubiertas planas. El problema no son las normas (o regulaciones como creo que usted las define) sino como se fijan esas normas.
Por todo ello, a mi entender, no se trata de buscar un equilibrio entre regulación y libertad, pues si por regulación se entiende lo que creo que entiende Manuel serían cosas antagónicas, sino se trata de respetar los derechos de propiedad y la libertad para que así surjan nuevas formas creativas de asignación de derechos de propiedad. Sólo de esta forma, en mi opinión, podremos encontrar nuevas formas de arte urbano sin que estas produzcan conflictos.
ResponderEliminarPor último, me ha encantado el final del post donde dice “Se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Lo que no tiene porque ser necesariamente malo.” Está totalmente relacionado con mi último artículo en mi columna de boberías económicas donde cito a nuestra “amiga” Jane Jacobs. http://www.abc.es/local-canarias/20121218/abci-hotel-oasis-turismo-201212181145.html
Un cordial saludo, y repito me ha gustado y ayudado mucho el post,
Gonzalo
Interesante punto de vista el de Javier; y sí, está bien defender que la expresión artística efímera, poco duradera, no debe de tener menor cabida en el espacio público que la pétrea que dura medio sigño. Buenas fiestas, ¡hasta pronto! AM.
ResponderEliminarAprovecho para felicitarte por el artículo y por las navidades. El artículo lo voy a enlazar con mis inquietudes sobre la forma de apropiación del espacio público, cómo y porqué se produce, para poder fomentarlo o reproducirlo, como solución a algunos de los problemas/desarrollo de la ciudad. Coincido tanto en la regulación como en la espontaneidad y el sentido común, teniendo cariño en el cómo y en el quién.
ResponderEliminarEstoy convencido de que ese escenario enorme que utilizan los grafiteros en su juego, lo aman, lo disfrutan y lo temen, en definitiva viven a su manera ese espacio público que es de todos, que es una virtud.
Con esto entro en mi reflexión: pasar el límite físico entre lo privado, la puerta de mi casa, y el espacio público, la acera de la calle, nos supone a la gran mayoría un cambio mental enorme; pasamos de una cosa que es nuestra, a la que la cuidamos, limpiamos y reinventamos día a día, al espacio que no es de nadie, que tiro papeles o basura, chicles o escupo, y que no me preocupo si está de una manera otra, pues un departamento municipal, “otros” se ocupan de ello. Esta percepción la podría acompañar de multitud de tristes anécdotas vividas incluso con personas que podría encasillar en un grupo social de alto nivel educativo.
Me parece importante ir cambiando esta manera de sentir y apropiarse del espacio público, como lo hacen los grafiteros, que sea un lugar de todos, el porche de tu casa, tu zona donde relacionarte, hacer deporte, cultura, juegos, o lo que a cada uno le interese, pero sintiéndolo suyo. Respetarlo como el espacio de los que estuvieron, los que estamos o los que puedan venir en el futuro a usarlo.
Creo que este cambio de mentalidad podría ser fácil ir incorporándolo como parte del aprendizaje de la educación infantil, primaria y secundaria, aunque el cómo sería objeto de debate aparte. Propuesta: hacer que los niños amen el espacio exterior como si fuera su propia casa, que se sientan dueños y participes del espacio público, en definitiva que se vayan formando en la vida urbana, para poder intervenir y tomar mejores decisiones a futuro.
Felicidades por el completísimo análisis sobre el tema.
ResponderEliminarSuelo ver por trabajo con adolescentes en centros educativos, paredes con pintadas, garabatos, dibujos varios, corazones, declaraciones amorosas del tipo "Pepita y Pepito", etc., muy lejos de lo que podría ser una manifestación artística, pero lo que sí había era una necesidad de expresarse y publicitarse atemporalmente en un soporte físico público, lo cual conlleva las iras del docente que entiende que dicho soporte debe permanecer inmaculado y pulcro, si bien cabe, ocultar dichas expresiones con cartulinas coloreadas con el temario que corresponda.
En definitiva, como anteriormente expresaba Valetín, la clave está en la educación, y siempre será la educación, especialmente en las etapas más tempranas.
Las Lenguas y las Matemáticas son dignas de horas de estudio, pero si toda nuestra vida se desarrolla en un espacio físico llamado ciudad, pueblo, casa, escuela, granja, llámese como quiera, ¿no sería lógico estudiarlos cuanto antes?.
A pesar de las vacaciones no he podido menos de leer el alegato neoliberal del señor Melian a propósito del espacio público. Siento decirle que estoy en radical desacuerdo con sus planteamientos. El que no suscriba la afirmación final -y sobre todo la ausencia de comas- de Luis, no quiere decir que no piense que los excesos de prerrogativas de la propiedad privada son buena parte de la causa de nuestros males. Mire usted, hubo épocas históricas en las cuales la propiedad –sobre todo del suelo- tenía tal cantidad de atribuciones que llevaba a la aberración más absoluta. Ya en tiempos de los romanos hubo que corregir esta situación quitándole prerrogativas al propietario –como la imposibilidad de someter a tributo las tierras-, pero es que luego la historia nos enseña que la ciudad tal y como la conocemos sólo fue posible mediante la introducción de normas y regulaciones que no eran simples acuerdos entre particulares, sino cesiones de soberanía de aquellos que la ostentaban, los reyes y la nobleza.
ResponderEliminarProbablemente al señor Melian no le hubiera gustado vivir en el Londres de mediados del siglo XIX cuando la ausencia de regulaciones sobre la propiedad impedía cosas tan tontas como inspeccionar las viviendas para ver si cumplían las normas sanitarias. Esta “tontería” hizo que, por ejemplo, las epidemias de cólera camparan por sus respetos y afectaran a todos, pobres, ricos, propietarios y no propietarios. Por tanto la regulación es la base de la convivencia y la regulación no es un acuerdo entre particulares. Por supuesto que puede haber acuerdos entre particulares, pero eso no son regulaciones, son contratos privados. Y no tienen absolutamente nada que ver con la imposición de la soberanía colectiva sobre los intereses particulares. Todo ello no sería necesario si, como decía el artículo 6 de la Constitución española de 1812 -cuyo bicentenario está a punto de terminar- se cumpliera una de las obligaciones fundamentales de los españoles, la de ser “justos y benéficos”. Por desgracia esto no es así y por ello existen leyes y tribunales y cárceles y policías.
Para terminar porque no quiero hacer sangre de nadie en estas fiestas: mire usted, si el estado español, deficitario en fuentes energéticas decide, contra el criterio de los propietarios de una urbanización, que hay que hacer cubiertas planas para colocar paneles solares y conseguir que seamos menos dependientes energéticamente, aplaudiré la medida aunque los propietarios –eso sí, de acuerdo entre ellos- la rechacen. Manolo.
Pensaba que en vacaciones no habría casi comentarios y he desatendido un par de días el dar paso a los mismos. La realidad es que se han acumulado unos cuantos. Lo siento pero mi tiempo no da para más. Pido disculpas. A ver si tengo algún día un rato de asueto y puedo contestar sobre todo a los larguísimos comentarios de Melian Gonzalo que ha introducido muchos elementos de interés en el debate.
ResponderEliminarSeñor Manuel Mora para su tranquilidad no siento que haya hecho “sangre” de mi, ni siquiera cuando ha usado el término neoliberal que suele utilizarse de forma despectiva al igual que cualquier palabra que lleve el neo delante (neogótico, neoclásico, etc.). Con estos debates, lo máximo que podemos hacer es lo siguiente: seguir cada uno en nuestra posición, cambiarla por completo, llegar a puntos de encuentro, o sacar nuevas ideas que nos ayuden a avanzar en nuestros trabajos. En cualquier caso, con su comentario no he cambiado de opinión, sin embargo lo que si he hecho es pensar en él y cuestionarme cosas como siempre hago con casi todos los comentarios que leo. Por otro lado, antes de responder a las cuestiones que introduce, decirle también que no he hecho ningún alegato neoliberal, pues aunque es cierto que a base de lectura, sobre todo de los autores de la escuela austriaca de economía, me he ido alejando cada vez más del mainstream (sobre todo del español), simplemente he querido introducir una de mis tesis, que es que si atendemos a la definición que da de public goods la ciencia económica la imagen de la ciudad es un bien público y por lo tanto esta produce externalidades. Dentro de los conflictos que genera el arte urbano en algunos casos tendríamos como expuse la violación de derechos de propiedad cuando se expresa sobre propiedades privadas y en otros la sobreexplotación de los recursos (o tragedia de los comunes) cuando se hace sobre propiedades de dominio público. Además, como el arte urbano forma parte de la imagen de la ciudad, que como trato de explicar es un “bien público”, produce externalidades positivas o negativas. Las preguntas que intenté lanzar son las siguientes: ¿Qué hacemos al respecto? ¿Asignamos nuevos derechos de propiedad? ¿Nacionalizamos los derechos de propiedad de las fachadas? ¿Prohibimos las expresiones de arte en la ciudad? etc. Yo tengo varias ideas pero también quiero oír otras, pues me ayudan ya sean para sumar o para dar respuesta a ellas con otros argumentos, pues como decía estoy escribiendo un paper sobre este tema.
ResponderEliminarEntrando en su comentario, afirma que “la propiedad privada es buena parte de la causa de nuestros males” sin embargo me gustaría que me explicara por qué, pues hasta donde yo sé las mayores atrocidades de la humanidad se han producido cuando no se ha respetado la propiedad privada o se ha intentado eliminar. De lo primero hay mucho a lo largo de la historia y de lo segundo el siglo XX es un monográfico. La verdad es que no me esperaba una respuesta así de usted después de leer su comentario anterior. A mi personalmente me gusta mucho, como buen aristotélico en la parte epistemológica, para explicar la importancia y la razón de la propiedad privada los argumentos iusnaturalistas de Murray Rothbard y los utilitaristas de Mises pues entre otras cosas creo que son las dos caras de la misma moneda. Siempre me ha parecido que de forma individual están cojas ambas teorías. Hay un libro de Henri Lepage que a mi me gusta mucho “Por qué la propiedad” que si no lo ha leído y le interesara el tema se lo recomiendo. http://www.casadellibro.com/libro-por-que-la-propiedad/9788485719600/40539
ResponderEliminarCon respecto a su afirmación “la ciudad tal y como la conocemos sólo fue posible mediante la introducción de normas y regulaciones que no eran simples acuerdos entre particulares, sino cesiones de soberanía de aquellos que la ostentaban, los reyes y la nobleza”. No me queda claro a que se refiere. ¿Se refiere a los Charter que concedían los reyes por aquel entonces para crear las ciudades? Si es así, hay que leer los trabajos de Paul Romer (no sus videos que pueden ser engañosos sino son papers) sobre este asunto que desde luego en mi opinión nada tienen que ver con su afirmación. Si se refiere a como los ciudadanos fueron recuperando sus libertades o derechos pues entonces tampoco se explica pues precisamente hoy gozamos de más libertades y riqueza precisamente por eso, por el aumento de nuestros derechos (y no me refiero en sentido Kelseniano o positivo). Y si se refiere a que las ciudades de hoy existen gracias a que ha existido una planificación central que estuviera por encima de los derechos de propiedad pues creo que no es muy correcto pues ciudades como Houston fueron desarrolladas respetando dichos derechos o ciudades como Singapure o Hong Kong, que están entre las ciudades más ricas del mundo son ciudades donde precisamente los derecho de propiedad existen, se respetan y se desarrollan. En cualquier caso, si miramos al pasado tampoco es en mi opinión muy correcta su afirmaciónn, le recomiendo leer el capítulo que escribe David Beito en el libro The Voluntary City (http://www.amazon.com/Voluntary-City-Choice-Community-Society/dp/1598130323) en el da muchos ejemplos de cómo sobre todo en el siglo XVIII existen iniciativas voluntarias y acuerdos privados para el avance de nuestras ciudades, incluso si no recuerdo mal llega a nombrar iniciativas de este tipo en puentes y carreteras en la Edad Media.
Lo que si me queda claro, es que no considera regulaciones los contratos privados. Ahí podemos estar de acuerdo, lo que yo entiendo por regulaciones tampoco es eso. Sin embargo, los contratos privados sin son normas y pueden ser normas muy desarrolladas. En el mundo anglosajón a este tipo de normas se les suele conocer como contractual developed rules. Yo soy un defensor de este tipo de planeamiento contractual pues si de algo carece el planeamiento de hoy es de este tipo de normas. Aquí a lo mejor podríamos llegar a algún acuerdo. Después de todo, como bien apunta estas normas se basan en la convivencia dado que respetan los derechos de propiedad y después de todo eso es lo que hacemos al convivir en sociedad.
ResponderEliminarCon respecto a lo que apunta de la Constitución de Cádiz y que la soberanía colectiva debe ir contra los interese particulares comentarle que estoy totalmente de acuerdo con usted. Jamás el interés individual debe ir contra los intereses generales. Es más cuando esto sucede es porque se están violando derechos de propiedad, es imposible en una sociedad libre que los interés individuales vayan contra los intereses generales. Pero de igual forma los intereses generales nunca deben ser usados contra los derechos individuales, porque es de interés general que estos se respeten, de lo contrario no seremos justos como proclama “la Pepa”. El problema es que precisamente esta constitución, aunque fue un avance en muchas cosas, no proclamaba esto, sino que el individuo se plegara al interés general y que este interés general estuviera por encima de sus derechos, y este fue su gran error, y yo creo que por ahí mal vamos como hemos visto en la historia.
Si el Estado español decide esa broma de las cubiertas planas, yo muy de acuerdo no estaré. Es como decir que como en España no hay chirimoyas (es una fruta) hay que plantar chirimoyas en nuestros jardines, terrazas o salones porque España es deficitaria de ellas. Además, nos hemos lanzado a plantar huertos solares y ahí tenemos el resultado, una deuda pública de las renovables de 25.000 millones de euros que le aseguro que pagaremos todos nosotros. Pero esto es otro largo debate.
Por último señor Mora, sinceramente he estado dándole vueltas a si me hubiera gustado vivir o no en el Londres del siglo XIX. Y la verdad es que prefiero vivir en el Madrid del siglo XXI, pero si tuviera que hacer el ejercicio de elegir en que época del pasado vivir sin duda preferiría el Londres del XIX que el Berlín del siglo XX donde si entraban en tu casa pero para ver si había judíos escondidos o si tu eras judío. Me fastidia ser, un poco demagógico en este último párrafo, pues es algo que no soporto, pero mi única intención es que se reflexione hasta que punto puede ser muy peligroso que lo que unos consideran interés general vaya contra los derechos individuales.
Le deseo unas felices fiestas, y estaré encantado de seguir debatiendo sobre este tema si usted lo desea, pero lo que más me gustaría es volver al tema del arte urbano y sus conflictos relacionados con la teoría de los bienes públicos.
Un saludo,
Gonzalo Melián
PD: Profesor Fariña, estoy ansioso de oír sus comentarios con respecto al tema de la imagen de la ciudad como bien público, pues estoy seguro, o quizás es lo que me gustaría pues es una de mis tesis que no le he oído o leído a nadie, que éste es uno de los elementos de interés introducidos por mí que usted menciona. Pero no hay ninguna ninguna prisa, como si me responde dentro de 3 meses, ya el hecho que me responda para mi es fantástico. La verdad que estos comentarios largos llevan su tiempo y tampoco se pueden hacer todos los días, pues si no sólo estaríamos escribiendo y no daría tiempo para trabajar y leer ☺. De verdad, no hay prisa, ni me voy a sentir molesto si tarda semanas o meses en responder a mis inquietudes, lo último que querría es estarle molestando y mucho menos quitarle tiempo de sus vacaciones.
Feliz 2013! Que este blog siga así de vivo y los buenos profesores queriendo enseñarnos!
ResponderEliminarDesde el punto de vista de un arquitecto nunca me había planteado que los pocos edificios que hago fueran una especie de grafitis en las calles. Pero, en el fondo, Fariña tiene razón. No sólo hay que ver al edificio como un contenedor de vida sino también como un objeto que se contempla. Y, a pesar de lo que se diga, el segundo objetivo, público, es en algunos casos incomparablemente más importatne que el primero, privado, por la cantidad de personas a las que afecta. Mira por donde... yo que siempre he estado en contra del fachadismo... Esto daría para una discusión muy larga. La fachada como expresión de lo que contiene el edificio versus lo que contiene el edificio condicionado por la expresión histórica y colectiva de un lugar... Al final va a ser verdad esa expresión que siempre repite Fariña que la tomó de no sé quién, que a su vez la tomó de no sé quién más: "llamar a un buen arquitecto". Tampoco pensé que un artículo sobre el grafiti me hiciera reflexionar sobre mi propia actividad profesional. Interesante.
ResponderEliminarGracias por estas 16 entradas del 2012. Le deseo que pueda producir otras tantas para el 2013, las leeré también con gusto. Un abrazo -aperta- de un gallego desde México.
ResponderEliminarPido disculpas a los lectores que han hecho comentarios estos días. He estado "desaparecido" hasta hoy y se han acumulado unos cuantos. Feliz año a todos.
ResponderEliminarLa reflexión de Joaquín me ha parecido muy interesante. Efectivamente, eso del fachadismo tiene también su lado bueno. Y eso de que el arquitecto venga condicionado por el hecho de que su obra es visible sí o sí, debería hacer pensar a los arquitectos.
ResponderEliminarMe encanta el arte urbano y la contrapublicidad, así que no podría dejar de añadir algunas aportaciones al tema, según tres perspectivas diferentes:
ResponderEliminar1. La arquitectura es (aunque cada vez menos) pétrea y legal. Y el arte urbano o la contrapublicidad es efímera y ilegal (también cada vez menos). Cambiar esta lógica (lo que se hace cada vez más) siempre tiene sus consecuencias: a) cuando la arquitectura vuelve efímera (y en el caso de la arquitectura puede significar que perdure tan solo medio siglo) vuelve objecto de consumo, sigue tendencias y imágenes de moda, se vuelve obsoleta en su función y cuantas veces se materializa por materiales y técnicas malos y poco durables, siguiendo la tendencia contemporánea de la llamada "obsolescencia programada"; b) cuando el arte urbano se vuelve legal y perenne, ha perdido ya su espontaneidad y carácter contestatario, para tornarse una herramienta de propaganda política, de empresas o del gobierno local (hay muchos casos hoy día) o de veneración/museoficación (como es el caso de las obras protegidas de Banksy o otros artistas urbanos que han salido de la calle directos a las estériles galerías de arte); recientemente, se llegó mismo a robar una de las obras de Banksy en Inglaterra y a trasladarla a Miami para venta en una subasta ( ver http://www.bbc.co.uk/news/entertainment-arts-21562042).
Así que la regulación puede matar estas formas de expresión y libertad en el espacio publico: como regular algo que se pretende espontáneo, de acceso igualitario y libre (sin concursos públicos de ayuntamientos para decorar algún muro específico) y por eso ilegal? Aunque se llamaran expertos en arte urbano que pudieran ayudar al ayuntamiento a seleccionar los que importan: que pretensión sería seleccionar los que valen y los que no (como lo están haciendo en Inglaterra con Banksy)! Con el agravante de que muchas de estas formas de expresión no son arte ni tienen ambiciones a ello; no son sino formas de expresión, marcas del ego y de la identidad de "tribus" urbanas rivales.
Me parecen muy interesantes las diferentes camadas, los papeles y todo el orden que se logra establecer en una pared con diversas intervenciones; en todo ese caos, hay un cierto respecto por la obra del otro artista y incluso contribuciones y diálogos.
La regulación mata esta espontaneidad, la creatividad, el dialogo con el transeúnte, el potencial de libertad y de anonimato. Así que la única regulación que podríamos aceptar sería la autogestionada por los intervinientes y la que se procesa por la acción natural de la lluvia y del sol. Es cierto que en algunos lugares y ciudades muy saturadas la presencia de este tipo de intervenciones se vuelve, ella misma, muy saturada también. Pero ahí me parece que la polución visual de la segunda es resultado de la primera.
Y ese no es el caso de Porto, donde se pasa lo que paso a contar.
Recientemente, el ayuntamiento de esta ciudad portuguesa ha avanzado con una campaña (electoral, pues claro) para eliminar los grafittis de la ciudad, pretendiendo con esto "regular" la actividad. Las más significativas (y artísticas) formas de expresión se situaban en la calle que es conocida por concentrar galerías de arte. Dentro, los artistas admitidos en el círculo; fuera, los que contestan sus vicios.
Algunas de las obras eran magnificas y representaban, con diferentes técnicas, lo que de mejor se está haciendo en la disciplina. Además, el ayuntamiento ha estado pintando muros privados (ciertamente sin el aval de los propietarios, ya que los muros pertenecían a algunas de estas muchas casas de Porto abandonadas y cayendo hace décadas, por negligencia y total distanciamiento de sus propietarios). Imaginen!, gastando dinero publico y tinta blanca para "mejorar" el imagen de una casa privada podrida, por el bien de la "descontaminación visual" de una ciudad llena de casas podridas!
olívia guerra (1/2)
(cont.)
ResponderEliminar"Más rápido y peor sera el resultado", me lo dice. Pues el día siguiente había ya unos cuantos "tags" y alguna frase insultante al presidente del ayuntamiento. Y así sigue, ya que con la histeria del ayuntamiento de "ni un grafitti en la pared" los artistas (los que pasan horas dibujando, pintando, colando, martillando o retirando las hierbas de la pared) tardarán en volver.
2. Sería interesante comprender donde aparecen las intervenciones denominadas de arte urbano o grafitti (las espontáneas, pues claro). Dado que me parece existir algún respecto y algún orden subyacente a estas intervenciones (que raramente ocurren en pisos bajos habitados, por ejemplo) la localización de estas intervenciones nos podría indicar donde están los problemas arquitectónicos y urbanos de una determinad ciudad o barrio: los bajos sin comercios, los edificios vacíos, los pasajes no vigiados por el espacio publico, etc. Como dice un artista urbano portugués, "es fácil elegir una ciudad como Porto, donde constantemente los edificios están amurallados" (http://p3.publico.pt/cultura/exposicoes/5631/linhas-nas-figuras-de-hazul). También es verdad que si no estuvieran, sería más difícil conocer estas magnificas obras.
3. Sobre la publicidad y la contrapublicidad, una provocación: habrá que saber que regulando una se puede eliminar la otra. Y la contrapublicidad - contestataria, crítica y por esto pedagógica - es esencial mientras exista publicidad. O sea: limitando la publicidad en el espacio público (y pasándola, por ejemplo, a espacios privados) impedimos la preciosa contribución de la contrapublicidad como forma de despertar la consciencia critica del publico (ya que sería difícil hacerlo en espacios privados, cada vez más vigiados).
Saludos,
olívia guerra (2/2)