martes, 1 de diciembre de 2015

Paisaje y paisajes

Hace tiempo que no dedico ningún artículo al paisaje. Pero como la semana pasada he tenido que explicar el tema en la asignatura de protección del patrimonio, he decidido retomar unas ideas que desarrollé en su momento para la licenciatura de Ciencias Ambientales, y ampliarlas un poco. Por cuestiones relacionadas con el plan de estudios a esta licenciatura de segundo ciclo (que ya no se imparte) venían alumnos de todas las ingenierías pero no de arquitectura, lo que era un problema si pretendía explicar el paisaje desde el punto de vista de su belleza y, por tanto, subjetivo. Y es que la formación impartida en las ingenierías está bastante alejada de disquisiciones estéticas. Pero esta dificultad me encantaba porque me permitía organizar una interesante discusión con los alumnos. Porque existen diferentes formas de acercarse al tema según la disciplina de que se trate. Así, entre otras muchas, se habla de arquitectura del paisaje, geografía del paisaje, ecología del paisaje o incluso, fotografía del paisaje.

Existe un concepto corriente (no disciplinar) de paisaje
 Uno de los top de “paisajes” en Google  wallpaperup

Todos estos intentos de abordar el tema son, en principio, igualmente lícitos, aunque no necesariamente se encuentran cercanos al concepto corriente (no disciplinar). Se podría afirmar que el paisaje de un geógrafo, de un ecólogo o de un arquitecto, no es exactamente el mismo que el del resto de los mortales. Y, además, es diferente según cada una de las disciplinas implicadas. En la 22ª edición de su diccionario, publicada en 2001, la Real Academia Española ofrece hasta tres acepciones del término paisaje, de las cuales las dos primeras tienen un interés directo para nosotros. Por una parte aparece definido como extensión de terreno que se ve desde un sitio, y por otra como extensión de terreno considerada en su aspecto artístico. De la tercera también pretendo escribir algo en un próximo artículo, ya que se trata de una pintura o dibujo que representa cierta extensión de terreno. Es decir, relacionada con la creación de arquetipos y la propia formación del concepto.

Extensión de terreno que se ve desde un sitio  misimagenesde

De este diccionario ya se puede consultar en línea la llamada Edición del Tricentenario en la que cambia un poco la definición que se propone para estas tres acepciones pero, desde mi punto de vista, no en todos los casos para mejorarlas. Así la primera, extensión de terreno que se ve desde un sitio, se convierte en parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar. La segunda, extensión de terreno considerada en su aspecto artístico, en espacio natural admirable por su aspecto artístico. Y la tercera, pintura o dibujo que representa cierta extensión de terreno, en pintura o dibujo que representa un paisaje. Me he detenido en precisiones terminológicas (aunque puedan resultar pedantes) porque me van a permitir centrar el tema de forma bastante rápida. A lo largo del artículo veremos que es sencillo deducir que hay dos elementos clave al manejar el concepto vulgar de paisaje: la necesidad de que alguien observe y la belleza del territorio observado.

Extensión de terreno considerada en su aspecto artístico  cntraveller

Pero antes de seguir adelante voy a ser todavía algo más pedante. Si nos fijamos en la segunda acepción del diccionario actual, extensión de terreno considerada en su aspecto artístico,  no parece que existan demasiados problemas a la hora de ponerle un adjetivo. Así, si la extensión de terreno es una ciudad podemos hablar de paisaje urbano. Si se trata de campos cultivados estamos ante un paisaje rural. Y en el caso de un bosque virgen (eso que no existe en Europa) podemos hablar de paisaje natural. En la edición del Tricentenario esta acepción se convierte, como hemos visto, en espacio natural admirable por su aspecto artístico. Entonces resulta que, según la nueva edición, este aspecto artístico sólo puede ser aplicado a “un espacio natural”. Vaya por Dios, la que ha liado el pollito. Si la utilización del “aspecto artístico” en lugar de “aspecto estético” ya era cuestionable en la edición actual como he comentado en otros artículos, la nueva nos impide hablar de un paisaje urbano o rural en su “aspecto artístico” ya que dicha acepción solo la podemos aplicar a los espacios naturales.

Espacio natural ¿admirable por su “aspecto artístico”?  mvieira

Es decir, que para los espacios urbanos o rurales solo podríamos utilizar la primera acepción de parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar. Claro que un territorio se puede observar con diferentes objetivos, algunos muy concretos. Por ejemplo, para medirlo ¿esta observación sería paisaje? O para calcular su valor en euros ¿También sería paisaje? O para estudiar la posibilidad de convertirlo en vertedero ¿También esta observación sería paisaje? Además existe una cierta contradicción en la segunda acepción de la versión del Tricenteario. Puedo entender que exista intencionalidad artística en algunos paisajes urbanos ¿Pero en uno natural? ¿Quién pone dicha intencionalidad? ¿El Sumo Hacedor? ¿La Pachamama? Por supuesto que hay una percepción estética por parte del observador, pero arte implica, en general, la existencia de un artista que comunica. En fin, que si ya esta acepción de la 22ª edición tenía problemas, la actual parece que no la mejora.

Un paisaje se ve, se contempla, se admira
 El banco más bonito del mundo, Ortigueira  amanso

Dejando aparte el tema de que los redactores de la ponencia sobre el término paisaje deberían de revisar sus propuestas, parece evidente que desde el punto de vista del común de los mortales el término paisaje está íntimamente relacionado con la observación. Parece inherente al término la actividad de contemplación. Un paisaje “se ve”, “se contempla”, “se admira”. Incluso según la nueva edición del diccionario de la RAE “se huele” o “se toca” ya que el término ver es sustituido por el de observar lo cual está bien. En todo caso, si la componente emocional es muy fuerte “se siente” o “emociona”. Normalmente estas son las expresiones que se utilizan cuando alguien se encuentra ante algunos de los paisajes más tópicos como puede ser la puesta de sol en un panorama natural o la vista de un pueblecito en la ladera de una montaña. Esta actitud de observar es el primer elemento básico a considerar.

Salvador Dalí, "Muchacha en la ventana", fragmento  algaida

Por tanto se podría decir que un paisaje existe siempre y cuando exista un observador. Lo que no significa que todos los observadores contemplen el paisaje de la misma manera. El robledal que hay a la salida del pueblo no tiene el mismo interés para los niños que van a jugar, que para el dominguero que va a comer la tortilla a la sombra de sus árboles. No lo “observan” igual. Es decir, no buscan las mismas cosas en ese territorio. De los dos elementos que implícitamente plantea el diccionario de la Real Academia, el observador y el territorio observado, resulta que el segundo es bastante irrelevante al lado del primero. Esto es así ya que de forma imprescindible es necesaria la existencia del observador. Sin observador no hay paisaje. Hay una extensión de terreno, claro. Pero es que, además, este observador es el que decide sobre el interés o no de lo observado. En realidad, en el caso del paisaje, sobre su belleza.

Otra forma de ver el paisaje (más alimenticia)
 Picnic en el parque  merseyparkprimary

Esto nos lleva directamente al centro del problema. Podremos hacer descripciones absolutamente perfectas, precisas, de lo observado. Y estas descripciones pueden incluir no solamente su apariencia formal, sino incluso el conjunto de relaciones que subyacen bajo esta apariencia y que nos permiten entender su funcionamiento, tal y como hacen los ecólogos cuando hablan de fenosistema y de criptosistema. Todo esto está muy bien y es muy científico. Un geógrafo nos podrá describir de una forma magistral las relaciones del hombre y el medio que han producido los cultivos en terrazas. O un biólogo la importancia de un biotopo específico para poder conservar los únicos ejemplares que quedan de una araña determinada. O un arquitecto la morfotipología de una manzana. Es decir, habrán descrito geográficamente, biológicamente o urbanísticamente un territorio. ¿Pero esto es lo que entendemos por paisaje cuando nos desprendemos de nuestras capas disciplinares?

 Ecología del paisaje, matriz agrícola  AnalGeogr

O dicho de otra forma ¿Qué es lo que incluye un paisaje si dejamos de lado todas estas explicaciones? Básicamente, una valoración subjetiva. Y precisando todavía más, una valoración estética. Es decir, un paisaje es bonito o feo. No es caro o barato, necesario o superfluo. Cuando decimos bonito o feo lo estamos apreciando estéticamente. Lo estamos comparando con un canon de belleza que guardamos todos en lo más profundo de nuestro ser, derivado de cada experiencia personal y cultura. Aunque el canon varíe entre generaciones o entre sociedades. Incluso de un individuo a otro dentro de la misma sociedad, o para cada individuo concreto según su estado de ánimo o la época de su vida. Pero a pesar de todo, en el fondo, estamos convencidos de que existen determinadas áreas territoriales, urbanas, rurales o naturales que deberían ser preservadas no por ser la muestra de una cultura o por representar la identidad de un colectivo sino, sencillamente, por ser bellas.

Hay paisajes que deberíamos preservar por su belleza
 Bolivia, el salar de Uyuni  bootsnall

Y esto se reconoce incluso en toda la legislación de protección en la cual el término paisaje siempre va asociado a la palabra belleza. Así en el art. 30 de la ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad: "Los Parques son áreas naturales, que, en razón a la belleza de sus paisajes, la representatividad de sus ecosistemas o la singularidad de su flora, de su fauna o de su diversidad geológica, incluidas sus formaciones geomorfológicas, poseen unos valores ecológicos, estéticos, educativos y científicos cuya conservación merece una atención preferente". En este caso, por ejemplo, los paisajes se defienden por su belleza, los ecosistemas por su representatividad o la fauna y la flora por su singularidad. Pero esta asociación entre paisaje y belleza no está sólo en la Ley de Patrimonio Natural, está en toda la legislación española de protección, incluso también en el caso del patrimonio arquitectónico o el urbano.  

La literatura también ha creado paisajes que necesitan como
 cualquier otro un observador (lector) para existir  cibermitanios

Si la noción vulgar de paisaje está relacionada con un constructo estético, todo paisaje sería un paisaje cultural. Por tanto, el término paisaje con el añadido “cultural”, aunque se suele aplicar al patrimonio antrópico, sería una redundancia. Parece clara la idea de que el elemento fundamental para que exista un paisaje es que exista un observador que se ponga en actitud contemplativa ante un territorio. Y que esa actitud contemplativa tenga que ver con valores estéticos. Pero también se puede hablar de “paisajes literarios” que sólo están en la mente del escritor y de los lectores. Pero el objeto de la contemplación, aunque literario, debería ser un territorio. Se puede hablar también de paisajes que se ven, se oyen o se huelen, aunque no se correspondan con territorios reales. No sólo existen paisajes literarios creados por un escritor, también existen paisajes dibujados y paisajes virtuales que surgen de las posibilidades de los nuevos medios técnicos. Incluso paisajes creados manipulando realidades existentes (de esto saben mucho los paisajistas y los arquitectos).

Imagen virtual creada por ordenador ¿paisaje?  8z4

Por ejemplo, la trilogía que escribió Dolores Redondo sobre el valle del Baztán ha cambiado la percepción del valle para mucha gente. El paisaje del Baztán ya nunca será el mismo para sus lectores. Lo mismo que nunca será igual París después de haber leído "Rayuela" de Cortázar. En el año 2007 publiqué un artículo en este blog titulado "Quintana de Vivos e Quintana de Mortos" para ver cómo cambiaba en mis alumnos la percepción de ese espacio maravilloso de las Quintanas de Santiago de Compostela después de haber leído algunos datos sobre el significado de dicha plaza y contar una historia real que me sucedió en ella. Pero también se puede estudiar el objeto. Es decir, esa extensión de terreno o esa parte del territorio (literaria, virtual o física) a la que se refiere el diccionario de la RAE. Y para ello, lo primero sería intentar diferenciar entre paisaje natural, rural y urbano. Aparentemente nos estamos refiriendo a objetos distintos: la ciudad, el campo, la naturaleza. El problema es que no es tan sencillo separar estos tres elementos en la mayor parte de los territorios.

Elizondo, valle del Baztan  bibliofilo

La casa de campo de Petrarca en Francia tenía dos jardines: el dedicado a Apolo que personificaba el control y la razón, y el dedicado a Baco que representaba la sexualidad y el instinto. Estos dos elementos parecen básicos para abordar el concepto de paisaje. La palabra lugar (el sitio), el topos griego, se refiere al paisaje natural como morada de los dioses. Ausente de toda geometría, tiempo y distancia y, aparentemente, incomprensible para los humanos. Frente al topos se suele señalar al locus como algo geométricamente determinado en el que existen el tiempo y la distancia. Cuando se funda una ciudad se intenta introducir la racionalidad, el control, frente a la naturaleza. Así, Rykwert afirma refiriéndose a la fundación de la ciudad de Roma que "la parte más importante de todo el rito fundacional, del que ahora me ocupo, era la apertura del sulcus primigenius, el surco inicial".

Apertura del "sulcus primigenius", fundación de Aquileia  eleri

Esta línea de separación entre lo que sería la ciudad y el resto del territorio, y a la que nos hemos referido en otros artículos del blog, era tan importante que los muros construidos siguiéndola eran sagrados mientras que las puertas (únicos elementos de conexión con el exterior) estaban sometidas a las leyes civiles. La narración de la fundación mítica de Cartago por la reina Dido, en el interior del recinto delimitado por la unión de las finas tiras de su capa, adopta una forma similar. Esta fundación inicial nace con vocación de mantenimiento, de permanencia. Muros, murallas, cercas o fosos, van a establecer la separación entre dos mundos y van a permitir conocer de forma inequívoca qué partes del territorio están ordenadas de forma distinta. El límite se vincula a la identidad. Existe un dentro y un fuera no pocas veces relacionados con regímenes legales y de dominio muy diferentes.

Ávila, murallas  sgc

Dentro de estos límites, la sociedad urbana construye un orden diferente del exterior. Manipula el espacio para dar lugar a unas estructuras distintas. Esta manipulación no es, inicialmente, gratuita, sino que responde a motivaciones más o menos conscientes. Para la sociedad urbana se trata, por una parte, de convertir un espacio natural cuyo comportamiento le resulta difícil de predecir en un medio mucho más fácil de comprender, de relaciones conocidas y que genere un espacio de certidumbre para llevar a cabo el conjunto de actividades que la definen como tal sociedad: domesticar, en el más preciso sentido de la palabra, la naturaleza. Lo cual, como sabemos requiere mayor consumo de energía, pero esa es otra historia (¿o no?).

La ciudad como utopía del Paraíso perdido
 “El paraíso” Cosmografía Universal 1559

Históricamente llega un momento en que las cercas y las murallas desaparecen. Es  un momento muy importante en la historia de la Humanidad aunque, a veces, no seamos muy conscientes de ello. Si hasta la aparición del automóvil, y aún sin cercas ni murallas, la extensión de la ciudad estaba razonablemente controlada, este control desaparece cuando la práctica totalidad del territorio es accesible para el sistema urbano al generalizarse el uso del vehículo privado. Se produce entonces un auténtico acorralamiento de la naturaleza que se bate en retirada. Hasta tal punto que, en muchos lugares, esta naturaleza virgen o no hollada ha desaparecido. En los años setenta del siglo XX, el ecólogo español Margalef dijo que el único lugar no antropizado de la Península Ibérica eran poco más de 100 hectáreas en Isaba (Navarra).

Hayedo abetal de Aztaparreta en Isaba (Navarra)  ebaquero

En estas circunstancias, ¿qué sentido puede tener hablar de paisaje natural? En la Unión Europea la práctica totalidad de los paisajes son paisajes antropizados. La mayoría muy antropizados. La confrontación entre el paisaje natural y el urbano en muchos lugares del mundo ya no existe. Lo que existe es una gradación entre la urbanización más dura y las escasas reservas naturales. Incluso hasta el llamado paisaje natural está controlado artificialmente (visitas y accesos restringidos, sistemas de vigilancia vía satélite, control de incendios, etc.). El límite entre la ciudad y la naturaleza ha desaparecido ¿Y qué decir del paisaje rural cuando lo rural, en realidad, se ha convertido en una industria más? ¿Los cultivos bajo plástico son paisaje rural? ¿Son paisaje rural las modernas construcciones donde está estabulado el ganado? ¿Los silos y almacenes de cereal? ¿Las grandes presas y los pantanos? Parece como si el objeto que se observa, sea mental virtual o físico,  no sea lo importante. Lo importante es “como” se observa.

El paisaje de los cultivos bajo plástico ¿rural? 
 Invernaderos en El Ejido (Almería)  wikimapia

Y ahí es donde está, realmente, la verdadera diferencia. Ya hemos visto que parece inherente al término paisaje la actividad de contemplación. Un paisaje “se ve”, “se contempla”, “se admira”. Normalmente estas son las expresiones que se utilizan cuando estamos ante un bosque o un alegre riachuelo que discurre serpenteante por el valle. Pero, en una calle, en una plaza o en un jardín normalmente “se está”, “se pasa”, “se entra”, “se sale”. Uno se comporta de una forma u otra según la parte de la ciudad en la que se encuentre. Es decir, actúa, asume un rol determinado que, en muy contadas ocasiones, es el de espectador ajeno al lugar. Es por esto que normalmente la expresión adecuada al territorio urbano no suele ser la de paisaje urbano sino más bien la de escena urbana. En ella desarrollamos nuestro rol de ciudadanos. Se trata del medio en el que actuamos, en el que vivimos. Solo en muy contadas ocasiones (por ejemplo, cuando nuestro rol es de turistas) contemplamos un paisaje urbano.

La escena urbana, el lugar en el que desarrollamos
nuestro rol como ciudadanos  circulaseguro

Por tanto, el objeto urbano puede entenderse con escena urbana (lugar donde el ciudadano desarrolla su rol cívico) o paisaje urbano (cuando este rol es el de contemplación). Lo normal es entender  los espacios más urbanos como escena porque los usamos como ciudadanos, mientras que un turista suele ponerse en actitud de espectador y verlos como paisaje. Por supuesto que la escena urbana tiene que estar adecuadamente diseñada para que el ciudadano pueda cumplir su rol cívico. Pero no tiene necesariamente porque ser bella para cumplir esta función. Y esta es la razón de que el objeto sí tenga importancia. En un territorio muy urbano nos resulta mucho más difícil dedicarnos con ahínco a la contemplación estética. Pero eso no significa que no lo podamos hacer. Por tanto, esa extensión de terreno de que habla el diccionario de la RAE, aunque sea una ciudad, también puede ser considerada como paisaje. Eso sí, a medida que el territorio está menos antropizado más sencillo nos resulta asumir el rol de admirar su belleza al ir disminuyendo su función como escenario en el que se desarrolla nuestra vida diaria.

El paisaje urbano, la ciudad como territorio de la belleza
 Amanecer en Venecia, San Marco, piazzetta  imgur

Ya he explicado en diferentes artículos del blog que un paisaje además de la belleza puede tener otros muchos atributos también muy importantes. Por ejemplo, aquellos relacionados con la historia, los recursos económicos, la identidad o las relaciones ecológicas. Lo que da lugar a enfoques más especializados, distintos del corriente que es sobre el que he escrito hoy. Y esto significa enriquecer el concepto porque lo vuelve complejo. Pero aquellos que nos dedicamos de una forma u otra al estudio o a la intervención en el paisaje no deberíamos nunca perder de vista que, cuando cualquier persona sin filias ni fobias disciplinares habla de paisaje, no está pensando en lo mismo que un ecólogo, un paisajista, un geógrafo, un arquitecto, un urbanista o ingeniero. Lo que no quiere decir que, en el fondo, si rascamos la capa disciplinar que nos recubre, cuando alguien nos pregunta por los paisajes que recordamos, se nos ilumine la belleza de algunas cosas: de un atardecer en las Torres del Paine, de la vista de La Alhambra desde el Albaicín, de las olas rompiendo en el faro de Corrubedo un día de tempestad, o de las casas de Cuenca colgando sobre la hoz del Huécar.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Las nuevas agendas urbanas

En octubre de 2016 se celebrará en Quito el congreso Hábitat III centrado en la propuesta de una Nueva Agenda Urbana que debería basarse en el desarrollo urbano sostenible. El primero se celebró en Vancouver en 1976 y el segundo en Estambul en 1996. Se trata de convocatorias de la Asamblea General de Naciones Unidas y suponen hitos de referencia que es conveniente conocer ya que se citan con profusión en toda reunión internacional que se precie. Con esta disculpa voy a tratar de exponer algunas ideas que me perturban respecto al tema de la posibilidad de una Agenda Urbana Mundial. Porque hay múltiples Agendas Urbanas: mundial, europea, española, de Madrid, de Valencia, del Eixo Atlántico, de Benimaclet o de América Latina y el Caribe (entre decenas de ellas). El hecho de que se pretenda redactar una Agenda Urbana Mundial me produce algunas inquietudes que voy a tratar de reflejar en este artículo.

El congreso Hábitat III se celebrará en Quito  climade

Y no es que desconfíe que se pueda llegar a consensuar y a firmar (no me cabe ninguna duda de que se hará). Lo único que me inquieta son algunas preguntas que tengo ahí, soterradas, y que me parecen “políticamente incorrectas”. Por otra parte, reunir a tantos cerebros de tantos países pensando conjuntamente sobre las ciudades solo puede ser beneficioso para todos (?). Empezamos bien, no sé si seguir porque tengo la impresión de que el artículo de hoy va a ser excesivamente negativo. Y tampoco es cosa de desanimar al personal que, a estas alturas, ya anda suficientemente desanimado. Pero bueno, seguiré. De momento con el único propósito de intentar contestarme a mí mismo. El hecho de que lo convoque la Asamblea General de las Naciones Unidas ya es un indicador de inutilidad. No me quiero meter ahora en disquisiciones políticas pero el currículum de esta institución no es precisamente de excelencia en la resolución de problemas y conflictos. Y no es que esté en contra de su existencia, al contrario, de lo que me quejo es de la insuficiencia de los instrumentos con los que cuenta.

Centro de negocios de Astana capital de Kazajistán  shutterstock

Pero voy a ir directo al grano. Es decir, voy a hablar de ciudades. Las ciudades deberían ser hijas de los territorios en los que están enclavadas, lo que significa ser hijas de su tierra, de su clima, de la cultura de sus habitantes. Como es casi imposible (por ejemplo) encontrar dos territorios iguales o dos culturas iguales debería ser igualmente imposible encontrar dos ciudades iguales. Probablemente por eso Astana, la capital de Kazajistán que se encuentra en el centro de una estepa semidesértica perfectamente llana, no se debería parecer nada a Quito, capital de Ecuador, situada en una hoya en las laderas de un volcán ¿o sí? Lugares diferentes; climas diferentes: la temperatura mínima absoluta de Quito a lo largo del año es de 0 ºC y la de Astana de -51,6 ºC, mientras que las máximas son de 32 ºC y 41,6 ºC; culturas diferentes: sin ahondar demasiado, por ejemplo, los idiomas kazajo y el español no tienen demasiado parecido.

Centro de negocios de Quito capital de Ecuador  espaciosoffice

Admito que puede haber dos ciudades con culturas, territorios y climas, muy parecidos que puedan dar lugar a una organización y a unas formas igualmente parecidas. Pero ni tan siquiera los habitantes de Villa Arriba se identifican con los de Villa Abajo. Y sin embargo resulta que cuando uno mira fotos de determinados paisajes urbanos duda de sí serán de Astaná o Quito, si en la imagen no aparece el territorio circundante. Eso no quiere decir que las ciudades no puedan tener partes comunes de apreciables dimensiones, organizadas de forma parecida o construidas con una arquitectura similar. Como hemos dicho tantas veces, son precisamente estas áreas que no responden a una relación biunívoca entre medio y paisaje urbano las que permiten la innovación y posibilitan el cambio. Pero deberíamos tener claro que no dejan de ser experimentos. Y que, muchas veces, los experimentos no resultan bien.

Este lenguaje formal se puede encontrar en cualquier ciudad…  losgosarchitect
  
Toda ciudad debería estar adaptada al lugar en el que está inserta, o debería de tender a estarlo. Sería como la metáfora de un ecosistema natural que progresivamente establece relaciones entre medio biótico y abiótico hasta que consigue altas dosis de eficiencia para unos parámetros concretos. Pero ni tan siquiera en los ecosistemas naturales los parámetros permanecen fijos. Hay perturbaciones exteriores, cambia el clima aunque sea ligeramente, aparece un nuevo depredador venido de otro ecosistema, o un fuego que lo calcina todo. En las ciudades también, por eso son necesarias zonas de innovación, de experimento. Son precisamente esas zonas que en otros artículos del blog llamamos áreas descontextualizadas las que permiten la réplica e imitación de lo que se hace en otros lugares. Si funciona en Quito igual también funciona en Astana (o igual no). Pero, normalmente estos experimentos son costosos. Desde el punto de vista económico, social y ecológico. Y es que las soluciones descontextualizadas suelen ser muy poco eficientes.

…pero este no. Calle Alamillos del Tránsito, Toledo, España  mapio

Esta es la razón por la que, normalmente, la trasferencia de entre ciudades sea muy complicada. Y, en cualquier caso, debería de hacerse en zonas no consolidadas y con unas dimensiones muy contenidas ya que, de lo contrario, el balance de la eficiencia global sería muy desfavorable. Es decir, así como en otros ámbitos la ejemplaridad tiene un alto valor, en el caso urbano es escaso ya que la trasferencia, aunque se haga con las convenientes adaptaciones, probablemente no resulte adecuada. En estas condiciones hablar de una Agenda Urbana Mundial parece cuestionable. O las determinaciones de dicha Agenda son totalmente genéricas o probablemente entrarán en contradicción con las necesidades específicas de las ciudades concretas. Para llegar a la conclusión de que las ciudades deberían consumir menos energía y generar menos contaminación no hace falta reunir a cientos de personas en un lugar concreto generando a su vez contaminación y consumiendo energía en su traslado.

Ciudades de África central, acceso a los servicios urbanos
 Señalar en la imagen para verla más grande
 The State of African Cities 2014, Informe UN-Hábitat

Pero es que aparte de la imposibilidad de establecer medidas concretas que puedan asumir todas las ciudades del mundo, está el hecho real de las desigualdades de partida existentes en estos momentos. Es comprensible que, a día de hoy, la prioridad de Europa y USA sea controlar el cambio climático ya que, de lo contrario, en unos años lo van a pasar mal. Pero la prioridad en África no es esa, es comer. Ya lo están pasando mal. Y el objetivo de sus ciudades no es consumir menos (ya consumen menos) sino crear riqueza para que sus habitantes coman aunque contaminen algo más que los europeos. Porque la capa de ozono no la tienen que preservar las ciudades africanas sino las europeas que despilfarran gracias a que África está muy por debajo de los niveles de consumo de planeta. He puesto el argumento en blanco y negro (por tanto con muchos flancos que se pueden atacar) pero estoy intentando reducir el artículo para que no me salga de una longitud excesiva.

Centro de Malabo, Guinea Ecuatorial  R. Blackwell
 The State of African Cities 2014, Informe UN-Hábitat

Pero esta dificultad de globalizar unas recomendaciones para situaciones concretas casi infinitas y, en cualquier caso, muy dispares no es la única cuestión que me inquieta. Hay otras, aparentemente, de menor rango pero también importantes. Por ejemplo, el intento sistemático de eliminar los rasgos locales. Comentaba en párrafos anteriores la necesidad de contar en nuestras ciudades con lugares de innovación. Pequeñas áreas urbanas que sirvieran para probar alternativas a los elementos tradiciones que se suponen adaptados al lugar. El problema es que estas áreas, en teoría de reducidas dimensiones, están colonizando, muchas veces en nombre de la modernidad, la totalidad de nuestros espacios urbanos convirtiéndolos en lugares genéricos. Es decir, en lugares no adaptados al sitio y a la cultura del lugar. Y se está haciendo con una obvia finalidad de aumentar los mercados de las grandes empresas multinacionales. Esto se ve muy claramente en los lenguajes formales pero también en las formas de organización o los sistemas de gobernanza.

Amán, Jordania, urbanización tradicional   charlietyack

Y es que una Babel de formas de consumo no interesa para nada a las grandes empresas que necesitan mercados lo más amplios posibles. De manera que si unificamos los gustos, las modas, los elementos formales, incluso el idioma, la manera de construir edificios y de vivir en ellos, la anchura de las calles o los tiempos dedicados en TV a la publicidad, ensanchamos nuestra posible base de ventas. Todo esto no es bueno ni malo, está sucediendo y no hace falta hacer una tesis doctoral para constatarlo. De forma que esas áreas urbanas dedicadas a la experimentación y la innovación, que presentan características comunes y que surgen, casi a la vez, en muchas partes del mundo, ocupan cada vez más espacio en nuestras ciudades y van sustituyendo de forma más o menos acelerada aquellas otras enraizadas en el territorio, en la cultura heredada de generaciones anteriores, y que se han ido adaptado perfectamente  al lugar en el que están ubicadas. Esto tampoco sería malo ni bueno si no fuera por dos cuestiones que entiendo críticas y que no se pueden obviar.

Amán, Jordania, urbanización “moderna” sin referencias
 Se trata de un fragmento de la foto siguiente  tourist

La primera es la necesidad de aumentar la resiliencia o capacidad de adaptarse a los cambios producidos en el sistema por perturbaciones normalmente externas. Esas mismas compañías multinacionales conocen perfectamente la mejor forma de aumentar la resiliencia: diversificar. En las ciudades y en los sistemas urbanos pasa lo mismo. Una ciudad con barrios distintos, surgidos de identidades colectivas concretas, que responden a condiciones físicas específicas, complejos y con procesos de adaptación propios, harán que tenga mayor capacidad de adaptarse a los cambios que aquellas otras construidas mediante patrones únicos. Y eso mismo es aplicable al sistema de ciudades de un país o de una región. Si la totalidad de las áreas urbanas terminan por descontextualizarse y parecerse unas a otras como gotas de agua, bien en nombre de la modernidad o del consumo (que, probablemente sea lo mismo) estaremos construyendo ciudades con escasa capacidad de respuesta. Estaremos construyendo monocultivos urbanos.

Amán, Jordania, urbanización “moderna” con mezquita
 La foto anterior es un fragmento de esta  tourist

El segundo problema aparece cuando intentamos plantear una Agenda Urbana mundial basada en un “desarrollo urbano sostenible”. Los lectores del blog ya saben de mi cruzada por intentar desterrar “lo sostenible”, “la sostenibilidad”, “lo sustentable”, de nuestro vocabulario (la expresión “desarrollo sostenible” ya ha sido desechada hace años por incluir términos contradictorios). Y es que, una idea que empezó tratando de ejemplificar que estamos consumiendo planeta por encima de nuestras posibilidades creando graves problemas de injusticia inter-generacional e inter-territorial que se vienen a sumar a los sociales de toda la vida, se ha degradado hasta convertirse en una muletilla política, social y económica. Incluso ha sido adoptada por la propia publicidad que induce al consumo y, muchas veces al despilfarro. Así que podemos encontrar “juguetes sostenibles”, “fábricas sostenibles”, “impresoras sostenibles” e, incluso, “equipos de fútbol sostenibles”.

Fábricas más sostenibles (¡de coches!)  abc

Si volvemos a la ciudad y pretendemos poner en primer plano lo que convocatoria de la Asamblea General de las Naciones Unidas llama “desarrollo urbano sostenible” nos daremos cuenta rápidamente de la dificultad de compaginar el término mundial en una Agenda Urbana con el término sostenible. Y es que, después de lo visto y discutido en párrafos anteriores, realmente sólo podríamos aplicar algunas recomendaciones generales a las áreas urbanas descontextualizadas que empiezan a proliferar demasiado en el planeta. Al resto, a los cientos de miles de hectáreas urbanizadas todavía relacionadas con sus lugares específicos y con sus culturas concretas, sólo podríamos sugerirles criterios parecidos a este: se procurará que las ciudades intenten conseguir el mayor grado de confort posible compatible con un consumo de planeta respetuoso. Poco más. Pero, para llegar a estas conclusiones (o parecidas) ¿Es necesario organizar un evento masivo con decenas de mandatarios, grupos de trabajo, reuniones, viajes a Quito, presentaciones, y demás parafernalia que rodea este tipo de actos?

Melbourne también se vende (y Madrid, y Barcelona, …y Pereira)   graphis

Estas son algunas de mis inquietudes de fondo. Pero tengo muchas otras que no cabrían en un artículo como este y dejaré para otro día. Sin embargo, sí que me voy a fijar en tres que me preocupan especialmente. Una es la denominada ciudad-negocio. Muchas ciudades (en parte el llamado “modelo Barcelona” podría incluirse en este paquete) han cambiado su objetivo tradicional de un lugar donde vivir que permita el desarrollo de sus ciudadanos, por el de un lugar del que se puede obtener un beneficio (muchas veces a costa de sus ciudadanos). Ya no se trata de que las empresas intenten buscar sus ganancias en el ámbito urbano, se trata de obtenerlas “del” ámbito urbano. Ya no es suficiente ofrecer a los empresarios un marco adecuado para el desarrollo de sus negocios. Se trata de ofrecer a la propia ciudad como negocio. Las “Smart Cities” son un ejemplo perfecto, pero se ve venir un negocio todavía mayor con la adaptación al cambio climático o con la gestión de riesgos.

Smart City según Cisco  cisco

Y es que la forma de preparar a estas ciudades para ser vendidas es convertirlas en objeto de deseo de los compradores (generalmente turistas, pero no sólo turistas) para lo cual lo primero es dotarlas de una organización y un lenguaje formal comprensible por la mayor cantidad de gente posible en el planeta. Es decir, descontextualizarlas, separarlas del lugar y de sus especificidades. No completamente, claro, es necesaria la diferenciación que caracterice la marca ciudad. Y la mayor parte de las veces esto significa mayor consumo (de energía, de suelo, de agua, de materiales) y mayor contaminación. En términos de huella ecológica: “menos sostenibilidad”. Me temo (igual estoy equivocado) que estos grandes eventos se promocionan precisamente para adaptar los lenguajes y patrones específicos a otros genéricos. Incluso, muchas veces, aprobando indicadores y parámetros que permitan comparar unas con otras cuando, normalmente, las situaciones no son comparables.

Tantos datos ¿quién los controla? ¿quién tiene el poder?  IBM 
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La segunda está relacionada con el control de la información. En primer lugar es necesario tener acceso a la información. El “big data” ya permite, en la actualidad, conocer montañas de datos que, convenientemente tratados, ofrecen una radiografía casi perfecta de muchas de las variables que antes era muy costoso obtener. Y lo que es más importante, su evolución casi en tiempo real. A ello contribuirán de forma decisiva las llamadas “Smart Cities” que nos permitirán conocer en el mismo instante en el que se producen: anomalías en el sistema de circulación, necesidades de iluminación pública o previsiones sobre riadas. Todo esto y mucho más. Entonces, ¿cuál es el problema? Por supuesto no está en los datos, ni en la ayuda a la toma de decisiones, ni en el conocimiento ajustado de previsiones. El problema está en el control de toda esta ingente cantidad de información. Sencillamente, los actuales sistemas de política local no están preparados para responder al problema. Pero abordar las nuevas formas de gestionar lo local no pasa por soluciones genéricas aplicables a todas las ciudades del mundo.

¿El objetivo a conseguir es ser cada vez mayor? Cali, Colombia  slideshare

Y la tercera tiene que ver con el afán desmesurado de crecimiento. El modelo económico actual, además sin aparente alternativa, se traspone directamente a la planificación física. De forma que se supone que una ciudad se desarrolla cuando crece y que crecerá sin límite. Hasta el momento, y salvo excepciones, planificar es sinónimo de aumentar la superficie urbanizada. Todas las ciudades, y en esto no se parecen a los ecosistemas naturales, tienden a crecer de forma ilimitada (de forma planificada o no). Algunas todavía están en la etapa “del estirón”, pero otras se han convertido en verdaderos monstruos incontrolables, ineficientes y que superan sus territorios subsidiarios de forma evidente. Claro que tiene que haber ciudades globales cuyo ámbito sea el planeta. Nadie lo discute. Lo que se discute es la necesidad de que “todas” las ciudades tengan vocación planetaria. Pues bien, desde el más pequeño pueblo a la ciudad más grande, el objetivo es conseguirlo.

El objetivo de algunas ciudades no es crecer indefinidamente sino
 procurar la mejor calidad de vida a sus habitantes, Vitoria-Gasteiz  fotopaises

Tengo que dedicar un artículo a las ciudades intermedias que, pienso, deberían de ser la base del sistema urbano, pero hoy lo único que pretendo es poner sobre la mesa la necesidad de diversidad de tamaños. Y sobre todo, de situaciones en las que se encuentran relacionadas con los objetivos a conseguir. ¿Cómo es posible que se pretendan dar recomendaciones comunes y que sean válidas para una pequeña ciudad perdida en medio de una zona rural, para una ciudad de tamaño medio y para ciudades como México, Nueva York o Londres? Sí claro, una vez más lo puedo resumir rápidamente: que sean más eficientes, que consuman menos, que contaminen menos, que sus ciudadanos estén implicados en su gobierno, que vivan más seguros y confortables, que tengan posibilidades de empleo, que generen “riqueza”. Así como los llamados “Objetivos del Milenio” eran una generalidad en sí misma, la llamada Nueva Agenda Mundial será una llamada a la sensatez también llena de generalidades.

Por lo menos el hecho de que se celebre en Quito tiene
 la ventaja de darle la voz “al sur” y a sus problemas  mapamundial

De forma que a Hábitat III sólo le veo dos ventajas. La primera sería de marketing. Va a ser un inmenso amplificador de algunos de los lugares comunes que manejamos relacionados con las ciudades. Y eso tiene una parte buena que es hablar de ellos en ámbitos que no sean sólo los cenáculos técnicos. Y una parte mala: que igual que pasó con la sostenibilidad estos tópicos se conviertan en moneda de uso para el consumo. Y la segunda, que se celebre en Quito. No sólo para dar relevancia a una parte del planeta que, en estos momentos, es la reserva que nos queda. Sino para tratar de aflorar una serie de temas que, de celebrarse en una ciudad “del norte desarrollado” ni se mencionarían. Pero veo tantos peligros, desde el de institucionalizar la ciudad-negocio hasta proponer indicadores comunes que descontextualicen todavía más nuestras ciudades para convertir el planeta en un inmenso mercado (ya casi lo es), que no tengo claro que salga nada bueno de su celebración.

Hagamos muchas nuevas agendas urbanas  uclg

Y termino por donde tenía que haber empezado. En realidad, las agendas urbanas de nuestras ciudades tienen que ser producidas por los propios ciudadanos. Pero los ciudadanos de Madrid producirán la de Madrid, los de Astana la de Astana y los de Quito la de Quito. Hay muchas posibilidades que los de Madrid no tengan nada que decir en la de Quito, y los de Quito en la de Astana. Es decir, lo que de verdad importa es cómo se organiza la ciudadanía para conseguir que su ciudad no se venda al mejor postor, que la tremenda cantidad de datos que podemos conocer en el momento actual sea accesible y comprensible por todos y no tan solo por unos pocos, que sea más eficiente en el uso de la energía, que consuma menos suelo, que contamine menos, que su objetivo supremo no sea crecer a toda costa, que sea más habitable y humana. Total, que una vez más a lo largo del artículo acabo de diseñar la Nueva Agenda Urbana Mundial. Pero ¿alguien se puede atrever a dar pautas concretas sobre cómo se deben organizar los habitantes de Madrid, de Quito o de Astana desde una reunión en la que el planeta se ve como desde un satélite, todo verde y azul (todavía) pero desde donde desaparecen completamente las caras de sus habitantes?  Se necesitan muchas nuevas agendas urbanas, pero ¿una mundial?


  • Nota: A pesar de mis reticencias la Conferencia ya ha producido una buena cantidad publicaciones que se pueden encontrar en internet. A día de hoy las agencias de las Naciones Unidas ya han publicado 22 documentos temáticos. Aunque la mayoría son tan generales como he tratado de explicar en el artículo, otros contienen análisis y propuestas de interés. En este enlace podéis encontrar 19 de los 22 traducidos al español por la Federación de Mujeres Municipalistas de América Latina y el Caribe (FEMUM-ALC) y la Red Iberoamericana de Municipios por la Equidad. Y en este los 22 originales en inglés.

jueves, 1 de octubre de 2015

Ciudades más inclusivas (también)

Hace unos días formé parte del tribunal de una tesis doctoral de gran interés. Estaba básicamente destinada a los primeros pasos del proyecto con objeto de conseguir altas puntuaciones en las herramientas de evaluación de construcciones sostenibles como BREEAM o LEED de la forma más eficiente posible. Pero quedé tan saturado de números, indicadores, marcos de referencia, prácticas habituales, mejores prácticas y variables, que cuando me puse a escribir el artículo mensual para el blog pensé que necesitaba airearme. Así que decidí dejar para otro día todas estas cuestiones relativas a las entidades de certificación, los números y la eficiencia (muy importantes por otra parte) y centrarme en pensar sobre algunos criterios cualitativos para conseguir ciudades más humanas. Y de todos los aspectos que podría tratar me he centrado en aquellos con un objetivo claro relacionado con "lo inclusivo".

"Que incluye o tiene virtud y capacidad para incluir algo"  fepsu

Según el diccionario de la RAE se define el adjetivo inclusivo como: “Que incluye o tiene virtud y capacidad para incluir algo”. Si lo aplicamos a la ciudad hablaríamos de ciudades inclusivas como aquellas que tendrían la virtud y capacidad de incluir casi cualquier cosa que se nos ocurriera. Pero, en particular, se suele utilizar referido a personas o grupos concretos y de forma opuesta a excluyente. Esto es así porque, muchas veces, cuando se piensa, se organiza o se diseña una ciudad, no se atiende a determinados colectivos y se los excluye de los criterios para conseguir que pueda ser utilizada con un mínimo de condiciones favorables. Tradicionalmente han sido las mujeres o los niños. Aunque, dada la evolución de la pirámide de población, cada vez adquieren un mayor protagonismo los ancianos. Pero también ciegos, personas con problemas físicos que les impiden caminar o, sencillamente, sin recursos económicos.

Se trata de no excluir de la ciudad a determinados colectivos  impulsonegocios

Los que leéis regularmente el blog ya sabéis que, de broma, suelo hablar de un diseño urbano pensado para “varones caucásicos, sanos, de treinta años y sin problemas económicos”. Por tanto, como en mi departamento empezamos un curso nuevo en el Máster Universitario en Planeamiento Urbano y Territorial, había pensado que sería interesante darle a unos alumnos que, precisamente, formamos para diseñar nuestras ciudades y territorios, unas bases de discusión que les forzaran a pensar en ciudades para todos. Los criterios a los que hago referencia a continuación están basados en el decálogo que preparamos para el Libro Blanco de  la sostenibilidad en el Planeamiento Urbanístico español que redacté conjuntamente con José Manuel Naredo para el Ministerio de la Vivienda de España hace unos cinco años.

Una acera "muy inclusiva" en Vigo (incluye bidé)  voltairevigo

En el Libro Blanco estudiamos multitud de trabajos, recomendaciones, guías, normas, ordenanzas, y artículos científicos, tanto del estado español como de las Comunidades Autónomas y tuvimos en cuenta informes de los profesionales más relevantes en el campo del planeamiento y la sostenibilidad. A continuación, y casi de puntillas, trataré de asomarme a algunos criterios orientados a conseguir ciudades más inclusivas y que deberían considerarse (o, por lo menos, discutirse) al planificar ciudades en el siglo XXI. Lo haré intentando apartarme del lenguaje académico con objeto de ir lo más directo posible al núcleo de la discusión.

Complejidad de usos

Probablemente sea esta la cuestión más importante a la hora de realizar un urbanismo más inclusivo, eficiente y respetuoso con el medio. La ciudad que surgió de la Revolución Industrial fue una de las ciudades más insanas y desiguales de la historia. Uno de los “inventos” para mejorarla fue, precisamente, la zonificación. La zonificación significó sacar los usos más contaminantes de las zonas residenciales y mejoró de forma notable la esperanza de vida de los urbanitas. Junto con el abastecimiento de agua y el saneamiento contribuyó bastante a mejorar la salud de la población. Sin embargo el sistema de zonificación llevado al límite, se tradujo en una segregación socio-espacial muy importante.

Niño socializándose en un fragmento urbano complejo  lanacion

Esta tendencia a separar todas las funciones y a situarlas sobre el territorio en lugares físicos bastante alejados unos de otros, buscando un suelo más barato y dejando todos los intercambios en manos del automóvil privado, representa uno de los mayores problemas a los que se enfrenta ahora mismo el planeamiento urbano. Sobre todo porque crea, de hecho, áreas de exclusión y ciudades desiguales. Parece necesario volver a la ciudad compleja en la que las tiendas se mezclen con los talleres, las oficinas, las viviendas y en las que no existan guetos (de ricos o de pobres, de jóvenes o de ancianos).

Proximidad

Los equipamientos y los servicios tienen que volver a ser de proximidad. De nada sirve un parque enorme situado a varios kilómetros de la vivienda si, además, no tenemos pequeños parques de proximidad a menos de 400 metros, para que una persona con problemas bien por la edad o de otro tipo, pueda ir y volver sin necesidad de prepararse para una expedición de aventura. Debería de posibilitarse que, por ejemplo, el “camino al colegio”, tan importante según los psicólogos y sociólogos para la formación del niño y para la educación en la urbanidad, pudiera hacerlo andando con los amigos y, en su caso, acompañado por algún adulto. Cosa imposible si el colegio se encuentra en otro fragmento situado a siete kilómetros de la residencia.

El camino al colegio base de la educación en la urbanidad  20minutos

La organización de la ciudad debería posibilitar tiendas de proximidad que hicieran posible realizar las compras diarias sin necesidad de desplazarse en coche. Todo esto sólo se consigue con unas densidades mínimas que permitan el mantenimiento de estos servicios y equipamientos con unos radios de influencia dentro de los límites de la cercanía. Y, además, dejando las reservas de suelo necesarias para su funcionamiento efectivo.

Transporte público

Determinados colectivos, sencillamente, no pueden conducir o no tienen dinero para comprarse un coche. Es decir, necesitan de forma imprescindible del transporte público. Para que el transporte público sea rentable y eficiente requiere también una cierta densidad y políticas que lo promuevan. Por desgracia, las ciudades metropolitanas fragmentadas, tal y como están concebidas, dependen totalmente del transporte privado. Bien sea para los viajes directos desde la residencia a los diferentes fragmentos, o mediante intercambios transporte privado con transporte público. La actual fragmentación de la urbanización solo permite dos posibilidades si se pretende implantar un sistema público de transporte: o bien tiempos muy dilatados con múltiples paradas, o bien tiempos normales pero con pocas paradas.

Un transporte público cómodo, eficiente y accesible
 Elemento básico para una ciudad más inclusiva  antena3

La primera solución es inviable ya que los recorridos entre fragmentos son excesivos en todos los casos, y casi imposibles de diseñar si manejamos tiempos normales. Y la segunda dejaría fuera de cobertura a la mayor parte de los fragmentos o tendría tan pocos usuarios que sería insostenible económicamente. Para los viajes al trabajo (producción) si es posible un sistema mixto coche privado y transporte público. Pero no para las necesidades cotidianas.

Espacio público, seguridad

La esencia de la ciudad es el espacio público. Pero el espacio público en las urbanizaciones periféricas se vuelve privado colectivo y de relación entre iguales. Y en la ciudad tradicional también se va reconvirtiendo progresivamente debido a muchas razones. Entre otras, las tipologías arquitectónicas de manzana cerrada con elementos interiores comunes tales como juegos de niños, piscinas o pistas de deporte. De forma que el espacio público, esencial para la educación en la urbanidad, se va volviendo cada vez más inhóspito. Se van reduciendo progresivamente sus funciones y casi sólo queda la de transitar. Y aún esta con una altísima inseguridad subjetiva. Tenemos miedo cuando estamos en el espacio público. Pero los más débiles todavía más. Mayores, niños, mujeres, son los más perjudicados en esta especie de “selva” en la que se han convertido nuestras calles, parques y plazas. No es extraño que los avances más importantes en diseño urbano seguro hayan venido de las organizaciones feministas.

La seguridad afecta a unos colectivos más que a otros  sinmordaza

Hay determinados diseños urbanos que no sólo aumentan la seguridad subjetiva (básica para que la gente ocupe el espacio público) sino incluso la objetiva. A pesar de ello se trata de un aspecto notoriamente olvidado en la planificación y el diseño urbano. Además de ser seguro el espacio público ha de ser confortable, identitario y funcional. Solo este último aspecto suele considerarse en los proyectos. El resto debería tener la misma importancia pero casi nunca es así.

Equipamientos

Otro de los temas importantes que habría que considerar con una óptica distinta es el de los equipamientos. Básicamente, el objetivo es reconvertir la mayor parte de los equipamientos centralizados en equipamientos de proximidad. Por supuesto que no se trata de eliminar los equipamientos muy especializados sino en no mezclarlos. Los equipamientos de proximidad fundamentales son “genéricos” en el sentido de no especializados y deberían de estar distribuidos por todo el tejido urbano en función de las necesidades. No se trata de “café para todos”. Se trata de atender a las necesidades de la población. Y las necesidades de la población son distintas (aunque hayamos conseguido tejidos complejos) en un sitio o en otro.

Equipamientos para una población envejecida  tenzaragoza

Sin embargo, al tratarse de equipamientos “genéricos” los espacios, sean al aire libre o cubiertos, pueden servir para funciones distintas. En general, y dada la evolución de la población van a adquirir una gran importancia aquellos relacionados con la dependencia ya que una población cada vez más envejecida los va a necesitar. También los asociativos, base de una nueva gobernanza a la que me referiré en el último punto del artículo.

Colegios y docencia

La organización de las ciudades actuales con fragmentación, bajas densidades y una zonificación llevada al límite, impide que una gran parte de las dotaciones puedan ser de proximidad. Pero esto reviste una especial importancia en el caso de los colegidos ya que el camino al colegio andando se ha revelado como uno de los más importantes elementos de socialización y educación en la urbanidad. Los largos desplazamientos en autobuses escolares con los niños encerrados y sentados consumiendo una parte importante no sólo del tiempo de socialización sino también del docente es una anomalía más de las producidas por el sistema urbano actual. No sólo por incidir en una de las lacras de la vida moderna, el sedentarismo, sino por el consumo energético y la contaminación que se produce en los desplazamientos horizontales.

Amarrados en sus asientos mediante cinturones de seguridad
 muchos niños hacen largos trayectos diarios en bus escolar  adn

Y suele convertirse también en un trabajo más que recae sobre la mujer que, muchas veces, no tiene más remedio que encargarse personalmente (en su coche particular o llevando al colegial al punto de parada del autobús escolar) del traslado. Pero el problema no es solo de los colegios. En general, todo el sistema educativo incluyendo algo tan importante como la educación en el conocimiento de la ciudad, debería de ser en su mayor parte de proximidad.

Grandes comercios, pequeños comercios

Se ha hablado muchas veces de las bondades del pequeño comercio distribuido por las calles y las plazas aumentando la complejidad del sistema y favoreciendo la vida social y la convivencia. Pero pocas veces se habla de cuestiones fundamentales como la seguridad que proporciona (Jane Jacobs ya hace décadas que escribió páginas memorables al respecto que todo ciudadano debería conocer) o la disminución en el consumo y la contaminación. Sin embargo, tanto las normas urbanísticas con su excesiva sectorización de los usos, como la propia estructura y densidad urbanas, lo imposibilitan en muchos casos. No se trata de que todo el comercio sea de proximidad. Eso es imposible, por ejemplo, para el caso del comercio especializado necesitado de un radio espacial con población suficiente para ser rentable.

El comercio diario de cercanía necesita cierta
 densidad de población para poder subsistir mapio

Pero esto sí es posible para el comercio diario o de primera necesidad que necesita radios mucho más pequeños para ser rentable, pero que, progresivamente, se va desplazando a los grandes centros comerciales dificultando todavía más la vida de la parte de la familia que se dedica al cuidado, normalmente la mujer. Es decir, que la mujer tiene que invertir gran parte de su tiempo en desplazamientos dedicados a las compras diarias. La situación se agrava si, además, trabaja. En cualquier caso, y aunque los roles se inviertan, esta situación representa un problema local importante y global todavía mayor.

Una nueva gobernanza local

Sin embargo, todas estas pautas (que como tales pautas no siempre habrá que respetar) no tienen ningún significado en sí mismas, sino como ayuda al cambio que tiene que producirse en la planificación y organización de la ciudad. La ciudad no puede ser responsabilidad de los técnicos, ni de los políticos. La ciudad tiene que ser responsabilidad de todos los habitantes que vive en ella. Y al decir habitantes que viven en ella no me refiero sólo al “varón caucásico, sano, de treinta años, y sin problemas económicos”, que mencionaba al comienzo del artículo. Con los actuales sistemas de gobernanza local basados en una estructura de partidos decimonónica, con unos ámbitos de planeamiento urbanístico que terminan en los límites municipales, con unos grupos de presión económicos que están siempre por encima de los ciudadanos, todas las pautas, las buenas intenciones, o los magnificos diseños inclusivos, no servirán para nada. Pero, sobre todo, habría que cambiar la llamada “participación ciudadana en el planeamiento”.

La falacia de la “participación ciudadana”  consultorartesano

Y es que para que exista participación en el ámbito local son imprescindibles dos premisas: que exista información y que sea comprensible por el ciudadano. No se puede participar (o sí se puede pero se cae inmediatamente en la demagogia) si el que participa no cuenta con información veraz, suficiente y comprensible para decantarse por una opción entre diversas posibilidades. En una buena parte de los casos es que la información no existe. No es que no se ponga al alcance de la persona que tiene que participar. Es que no está. Ni en los centros de investigación, ni en las universidades, ni en internet. Sin información real, no sesgada, que se produzca de forma continuada y en tiempo real, cualquier proceso de participación es, en el mejor de los casos, azaroso. Y en el peor, interesado. Por eso, para construir ciudades por los propios ciudadanos, es imprescindible que los planes se reconviertan en oficinas de planificación cuya primera misión sea conseguir saber qué pasa en la ciudad.

Parodiando un anuncio de la empresa Gas Natural:
 Papá, tengo pesadillas, en ocasiones veo técnicos  tvanuncios

Pero esto no es suficiente. Frecuentemente los técnicos que conocen muy profundamente un tema terminan por construir un vocabulario esotérico mediante el que pueden comunicarse con bastante precisión entre ellos, pero que es ajeno al conjunto de los ciudadanos y al resto de técnicos. De forma que se encierran en sus torres de marfil, se aíslan de la vida real. Esto es todavía más grave si se trata de construir una ciudad. Como mucho, se relacionan con los “representantes” de esos ciudadanos. Es decir, con los políticos. Y tratan de explicarse. Si el político es honrado, intentará entender, con buena voluntad, lo que le dice el técnico y actuará en consecuencia. Pero la información no llega al "administrado" de forma que sepa, realmente, qué está pasando y cuáles son las pautas reales de actuación. Por eso las oficinas de planificación urbana no sólo  tienen que conseguir la información, además tienen que hacerla comprensible a los ciudadanos para que puedan tomar las decisiones adecuadas.

Hacer comprensible la información al ciudadano, una de las
tareas básicas del técnico en planificación urbana  laciudadviva

Esta es la causa de que las oficinas deban funcionar, además, como centros educativos para entender la ciudad. Esta sustitución del plan por oficinas de planificación urbana que se constituyan en centros de información en tiempo real de lo que sucede en el territorio y de educación de la población que reside en el mismo, debería ser la base de una ciudad más inclusiva ya que es la única forma en que los colectivos excluidos pueden hacerse oír y saber, en realidad, qué actuaciones les resultan más convenientes. El sistema actual, sencillamente, no lo permite. Para terminar parece evidente, tal y como hemos visto en los ejemplos anteriores, que los criterios que hemos repasado se parecen bastante a los que ya he ido proponiendo en diferentes artículos del blog con la intención de conseguir ciudades “más sostenibles”, o “ciudades más racionales”, o “ciudades más eficientes”, o “ciudades más humanas”. No es ninguna casualidad, todos estos adjetivos están relacionados con el buen diseño urbano, con la buena planificación de la ciudad, sea inclusiva, sostenible, racional o humana.