sábado, 29 de septiembre de 2007

Espacios urbanos seguros

Ya en los años sesenta y setenta del pasado siglo XX se empiezan a producir los intentos más serios de relacionar ciudad y delincuencia. Así, los trabajos pioneros de Newman y los demoledores análisis de Jacobs a propósito de la ciudad del Movimiento Moderno, marcan el inicio de una serie de estudios que, de alguna forma, plantean la hipótesis de que conformación del espacio urbano y seguridad ciudadana están relacionados.

Imagen extraída de Creating Defensible Space

Probablemente una de las obras más importantes de Oscar Newman, pionero de estos estudios, es Defensible space: people and design in the violent city publicada por Architectural Press en el año 1971. En 1996 llegó a desarrollar un manual titulado Creating Defensible Space conjuntamente con U.S. Department of Housing and Urban Development y Office of Policy Development and Research. En ella se incluyen algunos principios básicos sobre diseño de espacios seguros, ejemplos y normas propias de un manual.

Este interés por el tema ha sido, durante bastante tiempo, casi únicamente patrimonio de los sociólogos (empezando por la Escuela de Chicago) pero, últimamente ha empezado a despertar la curiosidad también entre algunos profesionales del diseño urbano hasta el punto que, incluso, se han llegado a publicar manuales destinados a ellos. Casi siempre los intentos de prevención de la delincuencia relacionados con el diseño urbano se han basado en dos premisas esenciales:
  • En primer lugar en la llamada “vigilancia informal” (ver y ser visto).
  • Y también en el “control del espacio urbano” (buenos sistemas de orientación e iluminación adecuada).

Imagen extraída de Safer Places

Estos dos principios, vigilancia informal y control del espacio urbano han sido adoptados con un cierto interés por el diseño urbano aunque no puede decirse lo mismo respecto a la planificación. A veces también se habla de "control personal" como, por ejemplo, en la descripción de la Buena Práctica titulada Programa de Seguridad Ciudadana en el Distrito de Oosterwei en Gouda (Países Bajos) del Concurso Internacional de Buenas Práctica de Dubai de 1966.

En general podríamos decir que estas relaciones entre diseño urbano y prevención de la delincuencia se han producido de forma bastante estrecha en los últimos años destacando, sobre todo, la labor normativa de algunos países como el Reino Unido o Sudáfrica. Incluso la Unión Europea, a través del Comité Europeo de Normalización (un camino un tanto retorcido) tiene un funcionamiento el Comité Técnico 325 con la misión de reducir la delincuencia a través del diseño y la planificación urbana. La finalidad del TC325 es: "La propuesta de estándares europeos en diseño de edificios y planeamiento urbano para conseguir la prevención del crimen en áreas residenciales de nueva creación, incluyendo locales comerciales".

Imagen de la calle Luna en Madrid extraída de 20minutos.es

Estas corriente se ha concretado en diferentes metodologías, entre las que destaca la llamada CPTED (Crime Prevention Through Environmental Design) tanto por las actuaciones llevadas a cabo como por el cuerpo teórico desarrollado. La CPTED ya ha sido ya implantada con éxito en bastantes lugares del mundo pero no es la única metodología que permite mejorar la seguridad modificando adecuadamente el ambiente urbano y arquitectónico. Ciudades como Toronto y países como Inglaterra, Sudáfrica, Holanda o Chile han intentado buscar sus propios sistemas. En la delegación europea de la ICA (International CPTED Association) se puede encontrar mucha información.

En realidad, un impulso muy importante a estos temas ha venido de las organizaciones feministas ya que las mujeres son uno de los colectivos que más sufren estos temas de violencia urbana. Pueden encontrarse algunos datos y enlaces en la página de generourban.

Quien esté interesado en comenzar el estudio de estas cuestiones puede encontrar una excelente bibliografía (incluso con remisión a lugares de la red fundamentales) en la publicación de la European Crime Prevention Network titulada A review of scientifically evaluated Good Practices for reducing feelings of Insecurity or Fear of Crime in the EU member states. Es un poco antigua (del 2004) pero merece la pena.

Parece pues que existe ya un mínimo cuerpo de doctrina en relación con el diseño urbano que permite establecer unas ciertas pautas. Resulta, sin embargo, bastante decepcionante el escaso interés de los urbanistas y los arquitectos por el tema: en la reciente conferencia Internacional "Ciudades, Urbanismo y Seguridad" celebrada en Madrid en enero de este mismo año la asistencia de estos profesionales fue muy escasa (pienso que no estábamos más allá de una decena). Las "ciudades seguras" están en la base de todas las justificaciones de la forma de construir la nueva ciudad fragmentada y en la explicación de los cambios que se están produciendo en la manera de usar los espacios públicos. Su estudio y análisis, por tanto, debería estar entre las prioridades de los centros de investigación y enseñanza.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Zygmunt Bauman: “Modernidad Líquida”

Me gustan los libros que representan las ideas mediante metáforas o, mejor aún, mediante imágenes. Comprendo y asumo los peligros de explicar las cosas mediante símbolos icónicos pero es que mi educación como arquitecto tiene estas servidumbres. Este libro de Bauman está lleno de imágenes. Su propio título es una imagen “La modernidad líquida”. Aunque está publicado ya hace siete años pienso que sus planteamientos reflejan bastante bien la situación actual. La sociología y los sociólogos han hecho aportaciones inmensas a la historia de la urbanística y sus análisis, que van más allá de la descripción banal de las cosas en la que solemos quedarnos los “urbanistas”, deberían ser siempre consideradas por todos nosotros con suma atención. Traigo el libro a este blog sobre todo por su capitulo tercero donde se habla del espacio y del tiempo. Pero resultaría incomprensible sin los dos primeros por lo que voy a basar mi comentario, básicamente en los tres. Creo que su lectura es muy recomendable, sobre todo para aquellos que somos casi anteriores a la propia modernidad o que, en cualquier caso, nuestra juventud tuvo que ve con la “modernidad sólida”: la defensa de la urbanidad y la consideración del espacio público tradicional como la esencia de la ciudad.


El término “modernidad líquida” se refiere a la disolución de los vínculos entre las elecciones individuales y los proyectos y las acciones colectivas. El objetivo de la modernidad era la emancipación, la libertad individual, el despegue de una sociedad controladora, totalitaria, uniformadora, homogeneizante. Asignar a sus miembros el rol de individuos es la marca de clase de la sociedad moderna. En pocas palabras “la individualización consiste en transformar la “identidad” humana de algo “dado” en una “tarea”, y en hacer responsables a los actores de la realización de esta tarea y de las consecuencias (así como de los efectos colaterales) de su desempeño. En otros términos, consiste en establecer una autonomía “de iure” (haya o no haya sido establecida una autonomía “de facto”).

Individuo versus ciudadano

La sociedad moderna temprana desarraigaba para luego poder rearraigar. Mientras que el desarraigo era el destino socialmente aprobado, el rearraigo era impuesto al individuo como una tarea. La diferencia es que ahora no existen esas anclas donde rearraigar ya que se desvanecen en el momento en que comienza del proceso. Es como el juego de las sillas con los individuos en permanente movimiento sin poder completar jamás su estado. No hay forma de escapar ya que, antes como ahora, la individualización es un destino, no una elección. Además, la autocontención y la autosuficiencia son también una ilusión. Si los individuos se enferman es que no han sido suficientemente voluntariosos en su programa de salud, si no consiguen trabajo es porque no han sabido aprender las técnicas para pasar las entrevistas con éxito, o porque les ha faltado resolución o porque son, lisa y llanamente, vagos. El significado de todo esto no es más que se va ensanchando progresivamente la brecha entre la individualidad como algo predestinado y la individualidad como capacidad práctica y realista de autoafirmarse.

Resulta así que el ciudadano (individuo que busca su bienestar a través del de su ciudad) se enfrenta al individuo, cuyo proyecto no es el proyecto común ya que los problemas más comunes de los individuos-por-destino no son aditivos, no se pueden sumar. De forma que la otra cara de la individualización es la corrosión y la desintegración lenta del concepto de ciudadanía.

Si el individuo es el enemigo número uno del ciudadano, y si la individualización pone en aprietos la idea de ciudadanía y la política basada en ese principio, es porque las preocupaciones de los individuos en tanto tales colman hasta el borde el espacio público cuando éstos aducen ser los únicos ocupantes legítimos y expulsan a codazos del discurso público todo lo demás. Lo “público” se encuentra colonizado por “lo privado”. El interés público se limita a la curiosidad por la vida privada de las figuras públicas, y el arte de la vida pública queda reducido a la exhibición pública de asuntos privados y a confesiones públicas de sentimientos privados (cuanto más íntimos, mejor). Los “temas públicos” que se resisten a esta reducción se transforman en algo incomprensible.

En estas condiciones las posibilidades de rearraigar en el cuerpo republicano de la ciudadanía son escasas. Ya no se busca en la escena pública ni causas comunes ni modos de negociar el bien común, sino la posibilidad de “interconectarse”. Compartir intimidades para ver si el otro ha sido capaz de hacerlo y como lo ha hecho (igual la receta me puede valer a mí). Pero el sistema, como dice Richard Sennett, sólo da lugar a comunidades frágiles y efímeras que cambian de objetivo sin dirección, a la deriva en la búsqueda infructuosa de un puerto seguro. La cultura del blog, los reality shows, son muestras inequívocas de la situación.

El abismo que se abre entre el derecho a la autoafirmación y la capacidad de controlar los mecanismos sociales que la hacen viable o inviable parece alzarse como la mayor contradicción de la modernidad fluida. El poder público ha perdido buena parte de su poder de oprimir, pero también de su capacidad de posibilitar. En el momento actual, la posibilidad de verdadera liberación demanda más, y no menos, “esfera pública” y “poder público”. Ahora es la esfera pública la que necesita se defendida contra la invasión de lo privado, paradójicamente, para posibilitar la libertad individual.

Pienso que la verdadera tesis del libro está aquí, en el estudio de esta primera parte, que Bauman llama “Emancipación”. Luego, en las otras cuatro partes, individualidad, espacio-tiempo, trabajo y comunidad, la va desarrollando.

El nuevo sentido de “lo público”

En la segunda parte, que llama individualidad, estudia la desaparición de los líderes, ya que con la liquidación de los objetivos colectivos el mundo se convierte en una colección infinita de posibilidades. Y para que las posibilidades sigan siendo infinitas no hay que permitir que ninguna se petrifique cobrando vida para siempre. El líder es innecesario (contraproducente) ya que su misión es decidir qué cosas vale la pena hacer o tener. Claro que con una mesa llena de tantas posibilidades (como un inmenso buffet) el mayor problema del consumidor es desechar algunas opciones. Pero no importa, uno nunca se equivoca. Aunque el problema es que uno tampoco puede estar nunca seguro de haber acertado. Desde el punto de vista del mercado para el vendedor es una buena noticia, pero para los compradores es una garantía permanente de ansiedad.

De forma que en la sociedad de la modernidad líquida la gente se lanza a “buscar ejemplos” que le muestren como hacer las cosas que importan. No qué cosas hacer, sino cómo hacerlas. Primero, porque nadie las va a hacer por nosotros. Y segundo, porque no importa qué cosas se hagan. Lo público no es otra cosa que el lugar donde se muestra lo que hacen los individuos como tales, sean políticos, actores, profesores y, sobre todo, gente corriente que intenta realizarse individualmente (de ahí este blog y todos los blogs, el Gran Hermano de Tele5 –qué contradicción ese nombre para ese programa-, las revistas del corazón, los escándalos políticos…) Luego Bauman explica como esta compulsión se convierte en adicción y los mecanismos de funcionamiento del consumidor.

El ocaso de la educación para la civilidad

La tercera parte, que llama “Espacio/tiempo”, tiene un gran interés para todos los que estamos de una u otra forma, relacionados con la ciudad. Por esto que le voy a dedicar algo más de atención. Comienza el capitulo con la descripción de la ciudad del arquitecto George Hazeldon. Probablemente nos suene conocida su descripción como fortaleza: cercas eléctricas de alto voltaje, vigilancia electrónica de los accesos, barreras y guardias armados. El que viva en Heritage Park estará lejos de los peligros, amenazas y turbulencias de los “territorios” exteriores ya que tendrá sus propias iglesias, negocios, teatros, restaurantes, bosques, parques, bancos, canchas de tenis… Como dice el propio Hazeldon, por el precio de una casa en Heritage Park el comprador adquirirá, además, la entrada en una comunidad parecida a la de su infancia en Londres donde no hacía nada malo porque todos le conocían y, seguramente, se lo contarían a sus padres. Pero, como dice Bauman, la diferencia es que los ojos, lenguas y manos de la infancia de Hazeldon son ahora las cámaras de TV ocultas, docenas de guardias armados, patrullas y comités de seguridad.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? La ciudad tradicional descansa en la civilidad cuya esencia es la posibilidad de interactuar con extraños sin presionarlos para que dejen de serlo. El problema es que esta civilidad está regida por normas colectivas. Ya hemos visto lo que ha sucedido con este tipo de normas en tiempos de la “modernidad líquida”: han sido barridas por las pretendidas libertades individuales. Por tanto, ¿para qué aprenderlas? Según Zukin, en estas condiciones, ya nadie sabe hablar con nadie. Entonces, si no es posible dejar de tropezar con extraños, la única solución es evitar tratar con ellos. Para ello nos ocultamos en “núcleos seguros”, como veremos más adelante, frecuentemente étnicos, en los que todos son iguales y no hay posibilidad de confrontación.

Espacios émicos, fágicos, no-lugares y vacíos

El problema de la ausencia de educación cívica invalida todo el andamiaje en el que se basó tradicionalmente el funcionamiento de los espacios públicos. De forma que se han inventado otro tipo de lugares. Bauman describe cuatro: émicos, fágicos, no-lugares y espacios vacíos. El nombre de lugares émicos y fágicos los toma de Claude Lévi-Strauss que los usa como nombres de las dos estrategias que los humanos utilizaron para enfrentar la otredad de los otros: la antropoémica y la antropofágica.

(Imagen extraída de sprawlingplaces)

La estrategia émica consiste en vomitar, expulsar a los otros considerados irremediablemente extraños, prohibiendo el contacto físico, el diálogo, el intercambio social y todas las variedades de commercium, comensalidad y connubium. El ejemplo de espacio de este tipo que analiza es el de La Défense de París. Lo califica de lugar inhóspito que inspira respeto pero desalienta a la permanencia. Los enormes edificios están hechos para ser mirados, envueltos en cristal no parecen tener ni ventanas ni puertas ni acceso a la plaza. Están en el lugar pero no pertenecen a él, consiguen, hábilmente, darle la espalda. Regularmente filas de hormigas-empleados emergen en riadas de la tierra desde el metro, se despliegan sobre el pavimento y desaparecen engullidos por los edificios.

(Imagen extraída de sprawlingplaces)

La segunda categoría de espacio público (pero no civil) es el que los consumidores suelen compartir, como salas de concierto o exhibición, sitios turísticos, de actividad deportiva, centros comerciales o cafeterías. Atienden a la segunda estrategia que responde al problema de la ausencia de normas de civilidad. Se puede denominar “desalienación” y consiste en ingerir, en devorar cuerpos y espíritus extraños para convertirlos, por medio del metabolismo, en cuerpos y espíritus idénticos al cuerpo que los ingirió. Los lugares de consumo deben una parte importante de su poder de atracción a la variedad de sensaciones sensoriales. Pero las diferencias están tamizadas, sanitarizadas, con la garantía de no poseer ingredientes peligrosos… y, por tanto, no resultan amenazantes. Ofrecen lo que no se puede encontrar afuera, un equilibrio casi perfecto entre libertad y seguridad. En ellos todos somos iguales, por lo que no hay necesidad de negociar nada ya que compartimos la misma opinión. La trampa es que el sentimiento de identidad común es una falsificación de la experiencia. De este modo, los que han ideado y supervisan los templos del consumo son, de hecho, maestros del engaño y artistas embaucadores, ya que convierten la imagen en realidad.

(Imagen extraída del blog de Enrique Dans)

Los no-lugares comparten algunas características de los émicos, son ostensiblemente públicos, pero no civiles ya que van en contra de cualquier idea de permanencia, pero se diferencian en que aceptan la inevitabilidad de una permanencia (meramente física) de extraños, incluso prolongada. El truco consiste en volverlos irrelevantes durante el tiempo de permanencia. Aeropuertos, autopistas, anónimos cuartos de hotel, el transporte público… Reducen la conducta del individuo a unos pocos preceptos simples y fáciles de aprender por lo que tampoco funcionan como escuela de civilidad. Como son capaces de colonizar más y más parte del espacio público las ocasiones de aprender el arte de la civilidad son cada vez menores.

(Imagen extraída de sprawlingplaces)

Por último, las diferencias también pueden ser borradas. Esto es lo que consiguen hacer los “espacios vacíos”. Estos espacios se caracterizan por estar “vacíos de sentido”. No es que sean insignificantes por estar vacíos, sino que, por no tener sentido y porque se cree que no pueden tenerlo, son considerados no visibles. Son vacíos (invisibles) los lugares de la ciudad por los que no pasamos porque nos sentiríamos perdidos y vulnerables. Aquellos lugares que jamás aparecen en los mapas mentales de algunos ciudadanos.

Toda esta nueva forma de entender las relaciones urbanas se está produciendo muy rápidamente en algunos sitios porque el agotamiento del ideal de un destino común hace que busquemos refugio en nichos que vamos tallando (casi físicamente) en la sociedad. Y los nichos más fáciles de tallar son los nichos étnicos. Y es que la idea de etnicidad tiene una gran carga semántica ya que la supuesta homogeneidad que procura no es un artefacto humano ni tan siquiera de la actual generación de humanos. No es raro, entonces, que la etnicidad sea la primera opción cuando se trata de aislarse del aterrador espacio polifónico donde “nadie sabe como hablar con nadie” ocultándose en un “nicho seguro” donde “todos son iguales” y donde por tanto no hay mucho de que hablar y de lo poco que queda se puede hablar fácilmente.

El resto de este apartado se refiere a las relaciones con el tiempo y de cómo el espacio ha perdido su valor (en el sentido fordista) al liberarse de su dependencia temporal. La parte cuarta trata del Trabajo y la quinta de la Comunidad. Las observaciones y su forma de describirlas son también muy interesantes aunque algo alejadas de la finalidad de este blog.

En la sobrecubierta se dice que los conceptos de emancipación, individualidad, espacio/tiempo y comunidad, como zombis, están vivos y muertos al mismo tiempo. La pregunta es si su resurrección es factible, y si no lo es, cómo disponer para ellos una sepultura y un funeral decentes. Después de leer el libro confieso que no sabría dar una respuesta. Llevo estudiando cuestiones relativas a seguridad ciudadana y espacio público desde hace más de un año, porque pienso que ahí radica el cambio profundo de nuestras formas de convivencia, es decir, de la nueva organización de nuestras áreas urbanizadas. He tratado de encontrar los lugares de encuentro entre desiguales que, aparentemente, han desaparecido del espacio civil. He tratado de entender el significado de la terrible segregación socio-espacial que se está produciendo en los nuevos territorios urbanizados. He tratado se saber en definitiva, hacia dónde se dirigen las nuevas ciudades. Sólo tengo clara una cosa: la ciudad tradicional no volverá. Por lo menos, no de la manera que conocemos hoy. Eso no significa que la ciudad del futuro tenga que ser físicamente muy diferente. Pero su manera de funcionar ha de responder a los cambios profundos que se han producido en nuestra sociedad en los últimos años. Cosa que no hace la ciudad actual que surgió para responder a las necesidades de una Revolución Industrial que ha sido superada.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Santiago: Quintanas (de vivos e de mortos)

Si existieran lugares mágicos en el mundo, uno de ellos sería, sin duda, Santiago de Compostela. Y lo digo no porque yo haya nacido en ella, o porque todos los años tenga que volver, aunque sólo sea una vez, atraído como por un imán. No es porque sea uno de esos escasos ejemplos de rehabilitación que todo urbanista deba conocer. No es porque sea la capital de Galicia, que es como ser la capital del Universo. Lo digo porque lo dicen miles y miles de peregrinos a lo largo de los siglos.

Esperando para entrar por la Puerta Santa  micoleccion

El objeto

Pero es que en la misma ciudad, ya de por sí especial, hay espacios irrepetibles que no encontraréis en ninguna otra ciudad del mundo. Hoy os voy a hablar de mi lugar de Santiago preferido: las escaleras que separan “A Quintana de Vivos da Quintana de Mortos” (la Quintana de los vivos de la Quintana de los muertos). Ambas Quintanas están en uno de los laterales de la Catedral, precisamente en el que se encuentra la Puerta Santa (mira que es casualidad). La parte que está a un nivel más bajo fue, en su momento, un cementerio, de ahí el nombre “Quintana de Mortos”. En el momento actual y desde el punto de vista urbanístico, se ha convertido en un espacio extraordinario. Desde las escaleras se puede observar con tranquilidad el espectáculo que supone la riada de turistas que continuamente lo cruzan.


Las Quintanas aparecen limitadas por la Catedral al oeste, por el Monasterio e Iglesia de San Paio de Antealtares al este, la Casa de la Parra al norte y la de la Conga al sur. En la parte noreste desemboca la Vía Sacra.


Como sucede con las plazas renacentistas italianas de herencia medieval, en realidad se trata de un espacio compuesto de dos, aunque en el caso da Quintana de Mortos no existe ningún elemento de articulación entre ambos como sucede en San Marcos de Venecia (El Campanile) o en la plaza de la Signoria en Florencia (la fuente de Neptuno). Sin embargo este espacio tiene algo más. Cuenta con una plataforma superior que domina la escena. Pero es que, también, están las escaleras. Estas escaleras que simbolizan el tránsito, la bajada de la vida a la muerte y en la que se retratan las grandes peregrinaciones.

En estas escaleras, muy cerca de la pared de la Catedral es donde suelo sentarme para dejar pasar lentamente el tiempo. Podría escribir varios libros con las observaciones que he hecho desde este sitio. Pero en el siguiente apartado sólo voy a contaros una de las que últimamente más me emocionó.

La emoción

Sucedió durante el 2004, el último año Santo (ocurre cuando el 25 de junio, festividad del Apóstol, cae en domingo). Una mañana de abril la cola de peregrinos para entrar por la Puerta Santa daba ya dos vueltas sobre sí misma enroscándose como una serpiente. Aquel día estaba sentado muy arriba, casi en la Quintana de Vivos. Sólo tres escalones más abajo y casi en mi perpendicular, una muchacha de unos veinticinco años dejó la mochila con la que venía cargada. Se veía que acababa de llegar por la Vía Sacra completando el Camino. La chica era de una belleza extraordinaria. Uno de esos especimenes que uno piensa que son, sencillamente, leyendas urbanas pero que en realidad no existen (hasta que, de repente, aparecen y todos los cánones de belleza quedan destrozados).
En la terraza cuyas mesas, sillas y sombrillas se colocan muy cerca de la Casa de "la Parra", un hombre maduro de unos cincuenta años debió de decirle algo a la belleza de la mochila porque rápidamente subió los escalones hasta la Quintana de Vivos y ambos se saludaron efusivamente. Por la forma en que se produjo el saludo quedaba claro que no eran precisamente padre e hija. Hay que reconocer, a pesar de que en él me fijé mucho menos, que el hombre no estaba tampoco nada mal. Era evidente, sin embargo, que no había hecho el camino y que, simplemente la estaba esperando al final del viaje. Dejé de mirarlos mientras tomaban unas cervezas para dedicar un rato a la Quintana de Mortos.

Pero pasados unos minutos me llamó la atención un muchacho que se había quedado parado ante la mochila de la chica (ella simplemente la había dejado allí, en el escalón, como si fuera lo más natural del mundo). Luego, casi con ansia, repasó con gran atención todas las caras de ambas Quintanas. La buscaba, claro. Pero ella no estaba. Era obvio que no conocía al hombre maduro que, con una silla vacía al lado, bebía lentamente su cerveza, porque su mirada resbaló por su cara sin expresar ninguna emoción cuando le tocó el turno de ser reconocida. Un poco decepcionado por no encontrarla, cogió una flor amarilla de un ramo de xestas que llevaba prendido al cinturón y la dejó, delicadamente, encima de la mochila aparentemente sin dueño. Luego se bajó a la cola de peregrinos de la Quintana de Mortos que, poco a poco, se acercaban a la Puerta Santa.

Cuando la chica volvió, rápidamente se fijó en la flor sobre la mochila. Bajó los escalones, sacó una caja de su interior y guardó la flor. Luego, levantó la vista y lo vio muy cerca del final de la fila, ya formada la tercera vuelta. Corrió hacia él que se dio cuenta de inmediato. El abrazo, bajo la mirada del hombre mayor, en plena Quintana de Mortos fue de esos que sólo se ven en las películas de Hollywood. Conversaron un rato y la muchacha le señaló al bebedor de cerveza de la Quintana de Vivos. La despedida fue un beso protocolario, casi frío. Ella subió a la terraza y la pareja pronto desapareció por la Vía Sacra. Abajo, el muchacho, sólo, esperaba pacientemente para entrar. Eso fue todo. Podrá ser banal, triste, decepcionante, insulso. Lo único seguro es que fue algo real, verdadero. No he inventado ni una coma de la historia. Claro, falta por contar todo, porque yo sólo asistí al final. Intuía lo que había pasado en el camino, incluso la situación anterior. Cualquier día, a partir de este final, haré un guión para un vídeo.

El paisaje

Para aquellos de vosotros que me hayáis leído hasta aquí estoy seguro que, para bien o para mal, vuestra percepción de estas dos plazas ya nunca va a ser igual. Seguramente alguno o alguna, cuando visite la Catedral se va a acordar de este blog y de mí, y no creo que se resista a ver este espacio como algo indiferente (incluso es posible que se siente en la escalera, sencillamente a dejar pasar el tiempo). El paisaje de esta parte de Santiago ya nunca será el mismo para vosotros porque he manipulado vuestra percepción de la ciudad. He creado un paisaje que antes no existía. Y lo he hecho de dos maneras. La primera, estableciendo una analogía entre ambas Quintanas, las escaleras, la vida, la muerte y el tránsito de una a la otra. Se trata de una imagen cargada de simbolismo, de gran potencialidad. Y la segunda, intentando vuestra implicación emocional en este espacio. Para eso os he contado la historia de la chica de belleza imposible, el hombre maduro y el muchacho de la flor. Esta historia ha dejado de ser mía para ser también vuestra. A pasado a ser parte de nuestra memoria de la plaza. Nuestro paisaje de las dos Quintanas es ya distinto al del resto de turistas que suben y bajan las escaleras sin saber que pueden tener un significado no habitual.


De forma que he creado un paisaje nuevo sin mover una piedra, sin dibujar una línea. Porque el paisaje no es más que un acto perceptivo, que no depende tanto del objeto que se mira como del sujeto que mira. El paisaje está en la mirada. Lo he podido crear porque he conseguido separarme del mismo, observar y luego contarlo a alguien que me escucha (o que me lee). Es difícil de hacer esto sin implicarse en un rol activo como ciudadano. En realidad, el auténtico paisaje urbano casi sólo es posible para un turista. El habitante de la ciudad tiende a considerarlo más bien como un escenario en el que desarrolla su papel. Esta actitud de espectador es mucho más fácil de conseguir en el medio natural porque en este medio los urbanitas (la inmensa mayoría) nos sentimos siempre como turistas, como espectadores de un espectáculo en el que no estamos implicados.

Ya termino. Estas líneas las estoy escribiendo el 20 de septiembre después de haber terminado una clase en la EGAP (Escola Galega de Administración Pública), tomando un té con hielo desde la terraza del café bar “El Santiagués” en la Quintana de Mortos, mientras el tiempo transcurre lentamente a la espera de que llegue la hora de tomar el tren que me devolverá a Madrid. La “Berenguela” desgrana monótonamente los cuartos y luego, una tras otra, hasta seis campanadas. La pareja de la mesa que está a mi izquierda se levanta, sube las escaleras y desaparece Via Sacra arriba.


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