martes, 26 de febrero de 2008

Sevilla, el edificio de "La Previsora"

En la entrada que escribí el 31 de enero titulada “Sevilla, paisaje desde la orilla derecha” me quedó la sensación de no haber diferenciado bien entre el paisaje de la ciudad visto al otro lado del puente de San Telmo y la arquitectura del edificio de Moneo. Paisaje que se configura mediante una serie de factores distintos y en cuya composición entran la Catedral, la Giralda, la Torre del Oro, el propio río, el perfil de la ciudad y, por supuesto, el edificio de La Previsión. Mi queja no iba dirigida precisamente hacia este último sino hacia una normativa urbanística que permite realizar obras de arquitectura en lugares "sensibles" de la ciudad (como el caso de la Torre de Valencia de Carvajal en Madrid respecto a la Puerta de Alcalá) sin que exista un estudio paisajístico previo de lo que puede suceder y de lo que sería deseable. Y todo ello independientemente del magnifico edificio que Moneo construyó para La Previsión Española (hoy Helvetia Seguros).


Mi buen amigo Federico García Barba que tiene un blog extraordinario llamado “Islas y Territorio” cuya lectura frecuente recomiendo, me envía un artículo que publicó en el año 1988 en el número 7 de la revista BASA del Colegio de Arquitectos de Canarias sobre el edificio de Moneo. El articulo me ha parecido de gran interés y le he pedido permiso para reproducirlo. Además complementa perfectamente la visión más turístico-paisajística que hice en la entrada del 31 de enero con otra más arquitectónica.


La parte gráfica la he organizado con las fotografías que me ha enviado Domingo Sánchez Fuentes, profesor de la Universidad de Arquitectura de Sevilla, que se ha tomado la molestia de realizarlas para ilustrar las palabras de Federico. Además me ha enviado una foto de cómo estaba el lugar antes de la construcción del edificio de Moneo. Imagen que ha conseguido a través del Catedrático de Historia Eduardo Mosquera a quien también le tengo que dar las gracias por su desinteresada ayuda tanto en mi nombre como en el de todos mis alumnos. Sin más reproduzco a continuación el articulo de Federico García Barba sin comillas ni cursivas para facilitar su lectura.


La sede de Previsora Española,
una obra sevillana de Rafael Moneo


El paseante perdido en el dédalo de callejuelas de la ciudad de Sevilla no puede sustraerse al encanto relacionado con la magia y el embrujo de su historia. En el barrio de Santa Cruz coexisten los coches de caballos y sus excrementos con el perfume de jazmín de los múltiples patios ajardinados, reflejando el carácter contradictorio y exuberante de la realidad cotidiana de Andalucía.

Este carácter contradictorio es extensivo a la tradición cultural hispalense, heredera del hedonismo árabe y del catolicismo dogmático posterior a la Contrarreforma, que se debate entre la riqueza de sus herencias y la voluntad de incorporarse a la renovación que está teniendo lugar en el conjunto del país para situarse en línea con el mundo desarrollado.

En este ambiente que impregna a Sevilla se ha producido la última obra de Rafael Moneo, el edificio que alberga a la sede de la compañía aseguradora Previsora Española, situada en el Paseo de Colón al borde del Guadalquivir y frente a la Torre del Oro. Este trabajo es fruto de la síntesis que este arquitecto realiza entre su gran bagaje cultural y la referencia a ciertas impresiones que ha entresacado de la propia ciudad; síntesis a la que, quizás, no son ajenos unos fervientes admiradores suyos, la última generación de arquitectos sevillanos con Ortiz y Cruz, Guillermo Vázquez y Víctor Pérez Escolano al frente.


La gran presencia de la ciudad en los momentos actuales del pensamiento arquitectónico es un campo de reflexión importante al que Moneo no es en absoluto ajeno, impregnando la arquitectura que realiza. La ciudad como soporte físico de la historia donde las distintas tipologías, los sistemas constructivos, las preexistencias y cualquier otro tipo de consideración sobre la urbanidad, tienen una influencia sutil en la conformación y desarrollo de los proyectos que este arquitecto viene construyendo en los últimos años.

En este sentido, el edificio de Previsora Española no podría entenderse sin comprender el peso determinante de su situación concreta dentro de Sevilla sino también, de la cultura de la ciudad en su conjunto, sin por ello renunciar a crear una arquitectura que trascienda este carácter local.


En este caso, la relación con el lugar concreto se establece mediante el rastreo de los elementos determinantes de la forma exterior del edificio, entre los que destaca notablemente la presencia en el paisaje urbano inmediato de los dos monumentos sevillanos por excelencia, la Torre del Oro y la Giralda, con las que trata de establecer un diálogo que rehuye conscientemente cualquier tipo de confrontación. Para ello, se recurre a la contraposición de una horizontalidad muy marcada frente a la verticalidad de las torres.


Cuando se observa desde la orilla del barrio de Triana, al otro lado del Guadalquivir, la inserción del nuevo edificio en el frente urbano es cuando las razones compositivas de la fachada ejecutada se comprenden en toda su magnitud y en la que el mascarón realizado sobre su acceso principal adquiere significado como elemento que establece una conversación con el skyline de la ciudad.


El contextualismo que está en la base de esta obra se puede rastrear también en el análisis de los trazados que han pautado el desarrollo del trabajo. Aquí es obligado señalar el completo respeto a las alineaciones definidas en el planeamiento y el tratamiento dado al problema originado por las ruinas de la antigua muralla que conectaba el bastión de la Torre del Oro con las defensas de la ciudad, consistente en una sutil rotura de la continuidad horizontal en la planta baja y un vacío en la entreplanta superior que permitiría el rescate de los restos existentes.


Esta vinculación del edificio con las antiguas defensas es reforzada con el tratamiento dado a la esquina definida por la confluencia entre el paseo de Colón y la calle Almirante Lobo. El uso masivo del ladrillo y el troceamiento del paño que se remata en punta de flecha podrían sugerir nuevamente la representación de las ruinas de la muralla.


El diseño concreto de la fachada, en la cual la definición de su sección y la escala son cuestiones capitales, busca apoyarse en la reinterpretación de ciertos temas tipológicos y constructivos típicos de la cultura local. La presencia recurrente del motivo horizontal es una pauta definida que impregna la formalización de la fachada en la que se alude a los ejemplos de la arquitectura pública sevillana que se basan en la definición de un zócalo con dos plantas superpuestas. Aquí el zócalo se trata con ladrillo visto lo que confiere rotundidad al encuentro del edificio con la calle, mientras que las plantas superiores se aligeran mediante el empleo de enfoscados y la rotura de la fachada que se abalcona.


Al objeto de permitir las aberturas necesarias en la planta baja, sin perturbar su imagen maciza, se recurre al empleo de elementos de cerrajería a la manera local, lo que le confiere a la fachada de una cierta figuratividad. Así, las verjas y las chapas de hierro fundido aparecen en la base del edificio siguiendo una tradición para la protección de los edificios al paso de carruajes que se puede observar en los palacios y casas de la parte antigua de la ciudad. Este zócalo se remata con un paño macizo de ladrillo con esgrafiados horizontales que sirven para enmascarar una entreplanta interior y contribuye a dar una mayor rotundidad al basamento del edificio que queda definido con un juego difícilmente equilibrado entre lo macizo y lo translucido.

El primer nivel es tratado con un cierto carácter monumental para lo que se emplea una magnífica columnata de piezas de mármol de Macael, enmarcadas en pilastrones de ladrillo aplantillado. La tímida monumentalidad así sugerida, quiere destacar la singularidad particular de este edificio al que es obligado dotar de una representatividad propia como sede principal de la compañía en la ciudad. A esta columnata se le contrapone un pequeño alero que arroja una línea de sombra que vuelve a recomponer la horizontalidad de la fachada.


La última planta vuelve a recuperar una formalidad más cotidiana mediante la disminución de la escala según una sucesión de columnas más pequeñas que definen una estructura abalconada en la que el tema horizontal queda definitivamente subrayado mediante el empleo de una potente cornisa a modo de remate.

A la fachada a sí definida en el proyecto se le ha sumado durante la obra un pequeño frente sobre la última cornisa que sirve de soporte al rótulo de la empresa grabado en la superficie de ladrillo, sirviendo más adecuadamente a la transición con la cubierta. Este sistema compositivo de la piel del edificio hace alusión no solo a los edificios públicos sevillanos, sino que atiende a modelos más antiguos que estuvieron en el origen de los tipos palaciegos de la arquitectura del renacimiento florentino. Las fachadas de esos palacios están compuestas en base a la definición de unos órdenes horizontales y una última planta abierta con estructura de columnas bajo tejado de anchas cornisas serían un precedente cualificado y de las que el Palazzo Davanzati es un ejemplo característico.


Este sistema de coronación de los edificios adquiere un relieve particular en la geografía andaluza sometida a la fuerte presencia solar y en la que la relación entre la luz y la sombra es tan patente. Así, la cornisa es un motivo recurrente en alguna arquitectura sevillana última apareciendo como elemento de remate de obras como la casa Uthna Hus de Guillermo Vázquez y el edificio de viviendas de la calle Hombre de Piedra de Antonio Cruz y Antonio Ortiz.

En la Previsora Española, la especialidad interna se caracteriza por la fuerte influencia que han supuesto las vinculaciones urbanas que antes se señalaban. La geometría definida por las alineaciones ha generado una planta irregular en la que resulta difícil entender la disposición compositiva lo que induce a considerar el edificio en cuanto fachada a la que se adosan los espacios necesarios para albergar los usos que demandaba el programa.


En esta organización interior adquiere un carácter preponderante la localización de los accesos en las esquinas, actuando, en el caso del acceso principal situado en la esquina central, como rótula en la que se sitúa el núcleo de las comunicaciones verticales del edificio. Además, el empleo de altorrelieves de bronce en estos mismos accesos contribuye a acentuar la representatividad del edificio en su conjunto, eliminando la ambigüedad en su comprensión.

Esta manera de colocar los umbrales huye de la manera clásica de organización de los planos exteriores en la arquitectura palaciega, evidenciando así su espíritu contemporáneo. La rotula definida por la entrada principal en la esquina, contradictoria hasta cierto punto con los usos y percepciones tradicionales de una puerta, supone la génesis de los espacios interiores de circulación que se interconectan en altura mediante un vacío que recorre todas las plantas tras la fachada.


Este espacio iluminado cenitalmente y tratado con la aplicación masiva del ladrillo roturado en horizontal, es heredero en cierto sentido, del carácter ambiental de un anterior trabajo del arquitecto, el Museo de Mérida, en el que los grandes paños de ladrillo, bañados tenuemente por una luz que viene de lo alto, recuerdan a la calidad ambiental del vestíbulo del edificio sevillano. Este vestíbulo de acceso queda configurado, en última instancia, por un pavimento que rememora en su geometría la difícil trama compositiva de la planta.

En su conjunto, la organización de las distintas plantas se diseña atendiendo a la dotación del programa requerido con una gran flexibilidad en la respuesta espacial en la que los lugares de trabajo son ampliamente diversos, desde el pequeño despacho hasta la gran sala de contratación y salón de actos en planta baja, configurando un edificio típicamente administrativo.


El recurso generalizado a los materiales y técnicas tradicionales del lugar es algo evidente en esta obra. Ladrillos aplantillados, cerrajería de fundición, mármoles, tejas, etc. Son materiales que se utilizan para ofrecer una multiplicidad de figuraciones que se comprometen en el ejercicio proyectual con la voluntad de hacer arquitectura marcada, no solo por la impronta del lugar, sino también por el espíritu de la época. Como señala el propio autor en la memoria del trabajo: Se persigue una arquitectura que, reconociendo el peso que todavía tienen algunas estructuras formales del pasado, no renuncia a la incorporación de lo contemporáneo ni en técnicas ni en estética y gustaría ser calificada como de realista y por ende contemporánea actual.

Autor: Federico García Barba



Espero que después de estas dos entradas, cuando vayáis a Sevilla, tengáis todavía más motivos para acercaros a la Torre del Oro, admirar también el edificio de Moneo, cruzar al otro lado por el puente de San Telmo y caminar por Triana al borde del río gozando de un paisaje urbano espléndido (eliminando de vuestra percepción, si podéis, todas esas “pequeñas minucias” en las que estáis pensando y que ahora no vienen al caso).


domingo, 24 de febrero de 2008

Turismo insostenible

Acabo de llegar de unas Jornadas llamadas “Els Nous reptes, economia, desenvolupament sostenible i turisme” a las que fui invitado por el Gobierno de Andorra. En concreto, la sesión en la que tenía que intervenir llevaba el nombre de Desenvolupament Sostenible i Turisme y querría contaros algunas de las impresiones que me produjo el encuentro porque pienso pueden ser de interés para todos los que, de una forma u otra, estamos relacionados con el término “sostenibilidad”.


La primera y destacada, es que el sector turístico, aparentemente, está bastante preocupado con el tema. Y en un país como Andorra en el que, cada vez más, el turismo se está convirtiendo en su única industria de exportación están dispuestos a afrontar el nuevo escenario de forma decidida. Con un precio del barril rondando los 100 dólares, una economía mundial que no está pasando por sus mejores momentos y las evidencias del cambio climático cada vez más persuasivas, parece imprescindible empezar a hacer algo. Es verdad que en un país tan pequeño (unos ochenta mil habitantes) las alertas se perciben de forma mucho más inmediata y la capacidad de reacción es mayor. Pero otros países que obtienen una parte significativa de su renta del turismo deberían también estar reflexionando sobre la agenda que se les viene encima.

Clausura, Albert Pintat, cap de Govern

Hasta ahora, la relación entre turismo y sostenibilidad se entendía como “mantener cuidado su medio territorial”. Este “mantener cuidado” se refería, básicamente, al paisaje, natural y urbano. Luego se empezaron a introducir criterios locales sobre todo de ahorro energético y, en los casos más avanzados, de ecoeficiencia. Surgieron entonces una serie de entidades certificadoras que permitían exhibir etiquetas de “turismo verde” “ecológico” “energéticamente eficiente” “sostenible”, etc. Pero, es mi opinión personal, más como mercadotecnia o sistema de venta del producto turístico que otra cosa. En este sentido Herbert Hamele, de Ecotrans (explicación en castellano de la Fundación Global Nature aquí), en su ponencia llenó la pantalla con más de 60 ecoetiquetas turísticas europeas (sobre este tema podéis leer este artículo de Herbert de hace tres años).

Tomás Azcárate, el Presidente del Instituto de Turismo Responsable también estuvo explicando como es la certificación Biosphere, el procedimiento de certificación de un destino turístico y la Sostenibilidad turística integral.


En cualquier caso estos son pasos imprescindibles que hay que dar pero que, desde mi punto de vista, se quedan muy lejos de las implicaciones reales que supone el producto turístico en la huella ecológica del planeta. Uno de los problemas es que la mayor parte de las certificaciones se limitan a medir los impactos directos de la actividad turística sobre el propio territorio del destino turístico, pero no miden los que producen otras actividades necesarias para el funcionamiento de esta industria y excepto casos muy contados (Herbert me habló luego en la comida que en algún lugar de Austria se hace) tampoco se mide el impacto que produce el transportar al turista desde su lugar de origen al destino y la vuelta. De forma que, se supone por ejemplo, que las infraestructuras como aeropuertos, tanto en los lugares de origen como en los de destino, son ajenas al paquete y, por tanto, a la certificación.

Andorra, el río Valira

Pero no quería hablar hoy de ecoetiquetas e indicadores aplicados al turismo. Al fin y cabo, la industria turística, como cualquier otra, entiende que los que contaminan y consumen son los demás. O por lo menos que la parte más importante les corresponde a “los otros”. Por otra parte, aunque muchas ecoetiquetas son, sencillamente, fórmulas de ventas, a veces tienen un significado añadido, relacionado con la conciencia ecológica del turista y con la competitividad bien entendida. Trataré ahora de explicar esto que era la base central de mi ponencia.

Uno de los elementos fundamentales de la sostenibilidad es la participación. Y para que el turista participe tiene que haber una conciencia ecológica que le lleve a no utilizar, por ejemplo, aquellas instalaciones que no cuenten con una certificación seria de que su grado de insostenibilidad no es desaforado. Por tanto no estoy en contra de la etiqueta “sostenible”. Lo que no me parece normal es que estas etiquetas existan a cientos porque el turista acabará por no creer en ellas. Bastaría una única etiqueta homologada por la Unión Europea (por ejemplo) con entidades certificadoras privadas que realizaran la certificación siguiendo las normas aprobadas y con los adecuados controles a las entidades realizados por el organismo homologador. Se podría también pensar en la existencia de grados diferentes y en la posibilidad, a medio plazo, de que fuera obligatoria. Esto en lo que se refiere a los impactos directos.

La actividad turistica sustituye a la comercial

Desde mediados de los años ochenta del pasado siglo XX la huella ecológica de la Tierra ha sobrepasado la superficie del planeta. Esto quiere decir que es imposible el llamado “desarrollo sostenible” si por desarrollo se entiende consumir más planeta. La razón es que no hay más planeta que consumir ¿qué se puede hacer entonces? Desde el punto de vista técnico la única solución es aumentar la eficiencia. Es decir, conseguir más calidad de vida consumiendo menos energía, menos suelo, menos agua, contaminando menos… Es decir, que la competitividad debería empezar a tener otro significado. En lugar de la lucha con el otro para quitarle su cuota de riqueza y quedármela yo (el botín de guerra al que nos tienen acostumbrados tantos planes estratégicos), la competencia debería ser con nosotros mismos.


Por ejemplo: un paquete turístico sería más eficiente sin con todas las demás variables fijas conseguimos que los turistas vengan desde más cerca. Es por esto que paquetes de vacaciones en los cuales la mayor parte del precio es el de transportar al turista deberían estar fuertemente penalizados. Por lo menos debería de existir una etiqueta obligatoria de sostenibilidad para el que turista supiera que, sencillamente, en ese viaje está quitándole la huella ecológica a un niño de Zambia que apenas tiene para comer. Sigo pensando que son perfectamente válidos los cuatro principios que presenté en el Congreso de Turismo del Mercosur sobre Preservación y Revalorización del Patrimonio Natural y Cultural celebrado en Tucumán (Argentina) en octubre de 2002:

1. La actividad turística, tal y como se entiende en la actualidad, es una de las actividades globalmente más insostenibles que realiza el ser humano.
2. Su justificación más importante es ayudar a la redistribución de rentas entre la población local y la turística. Existe una segunda justificación, cada vez de menor importancia en una sociedad de información global, que es la de ayudar al conocimiento de los pueblos y a su entendimiento mutuo.
3. El valor ambiental y cultural del territorio es siempre superior a su valor turístico y, por tanto, la actividad turística nunca debería impedir a largo plazo el mantenimiento de estos valores.
4. El territorio y la actividad turística que genera deberían permanecer siempre bajo control de las autoridades locales para impedir que la mayor parte de los beneficios se escapen a otros lugares, produciéndose en muchos casos un auténtico neocolonialismo encubierto.


Probablemente parte de la industria turística esté empezando a encontrar (antes que otras industrias menos dependientes del territorio) dificultades derivadas de la insostenibilidad del actual modelo de vida. Y ello es debido a dos de sus consecuencias más evidentes: el cambio climático y la reducción de la biodiversidad. En Andorra es muy claro ya que parte importante de su turismo es de nieve. Y cada vez hay menos nieve. De hecho, según Conrad Blanch director general de Grandvalira, este tipo de turismo ha descendido de forma muy apreciable en los dos últimos años (sobre todo en el último). Probablemente empezará a pasar pronto en los destinos de “sol y playa” (demasiado calor para que estos destinos sean agradables) y en todos aquellos relacionados con la abundancia de especies vegetales y animales.


Es imprescindible empezar a pensar en cómo minimizar los impactos en las zonas y actividades más afectadas. Pero, sobre todo, en informar al turista de las consecuencias que, en determinados casos, puede tener su actividad.


jueves, 14 de febrero de 2008

La enseñanza del proyecto urbano

Ahora que vamos a empezar en España otra vez (volvemos al comienzo) el debate en torno al nuevo plan de estudios de la carrera de Arquitecto para su adaptación al espacio de enseñanza europeo, he releído un articulo que había preparado hace casi doce años para el número 21 de Cuadernos de Investigación Urbanística y me ha parecido interesante traer aquí algunas de las ideas que empecé a desarrollar entonces. Cuando estamos a un año (se supone) de implantar un nuevo plan de estudios me parece sencillamente increíble que se desperdicie una oportunidad como esta para poner en cuestión algunas de las cosas que estamos haciendo. Más aún, que (por lo menos en la Universidad Politécnica de Madrid) nadie esté haciendo nada. Nadie esté preparando nada. Nadie esté cuestionando nada. Supongo que en algún momento despertaremos de esa especie de sopor que nos invade. Mi temor es que, cuando lo hagamos, sea con el único objetivo de quedarnos con “las mismas horas que teníamos” en las diferentes disciplinas y áreas de conocimiento. Espero equivocarme.

El espacio desde la participación, taller EASW, ETSAM, 2004   CF+S

El texto, aunque lo he adaptado y reducido notablemente, resulta algo largo para un blog, de forma que no estoy muy seguro de que seáis capaces de llegar al final. Si lo expongo al debate y conocimiento público es simplemente por su oportunidad. Las fotos que lo acompañan sin pie son de mis alumnos de Introducción al Urbanismo en su primer día de taller. Pienso que a ellos (y, por supuesto al resto del alumnado de la Escuela) deberían de estar dedicadas estas reflexiones y otras análogas. La otra referencia (y algunas ilustraciones) lo son al libro de Teodoro de Anasagasti publicado en el año 1923 titulado Enseñanza de la Arquitectura. La reedición es del Instituto Juan de Herrera y va acompañada de una Introducción de Pedro Navascues y una Presentación de Ricardo Aroca realizada en el año 1995 (justo un año antes de aprobarse el actual plan de estudios que ya está muerto antes de extinguirse completamente). Decía Ricardo hace ya doce años:

El libro de Anasagasti, pese a documentar varias polémicas, no provocó ninguna modificación formal (del análisis de los cambios reales, que cada uno concluya su influencia). Cabe lamentar que nuestra actual reforma (ni siquiera la general de toda la Universidad española) no haya ido acompañada de ningún esfuerzo semejante. Tal vez las cosas deban ser así”. No creo que haya que cambiar ni una coma respecto a la situación actual. Pero bueno, es hora ya de empezar. Veamos.


La labor del urbanista se realiza teniendo siempre presente la posibilidad de incidir en lo urbano, lo que implica una relación directa con las técnicas de planeamiento. El planeamiento urbano, como parte y objetivo de la urbanística, nos encamina pues, en una de las direcciones de esta labor. Pero se puede ver también la urbanística relacionada directamente con el hecho arquitectónico. Esta relación entre urbanismo y arquitectura es tan evidente que algunos autores tienden a identificarlos o, como mínimo, a dotarlos de unas metodologías análogas. Ahora bien, la existencia de técnicas diferentes y, sobre todo, la distinta escala en la que se mueven uno y otra, indican una diferenciación evidente (diferenciación, desde luego, indiscutible a efectos didácticos).

Así como el planeamiento considera un tipo de variables esencialmente de previsión, la urbanística en su parte más cercana a la arquitectura las considera de diseño. Para saber qué y cómo se enseña, es importante verificar estas divergencias y establecer la postura adoptada. Tantos títulos ambiguos ("La arquitectura de la ciudad", "Compendio de arquitectura urbana", "Diseño de la ciudad") deben ponernos en guardia sobre la imprecisión de los limites, el campo abarcado y, sobre todo, el enfoque conceptual adoptado.


Podríamos distinguir tres objetivos básicos de las enseñanzas urbanísticas en una carrera de Arquitectura que pretende formar profesionales, tanto en el campo puramente arquitectónico como en el urbanístico. El primero sería de apoyo a la labor del proyecto edificatorio del arquitecto (ayudando a Proyectos). El segundo, de formación para el diseño de los espacios libres/exteriores (entendiendo por espacio exterior algo más que la "arquitectura sin techo" que define Yoshinobu Ashihara) de la ciudad (específico del Urbanismo / compartido con Proyectos y Composición). Y el tercero, de formación para la elaboración de planes urbanos y territoriales (ordenación e intervención), y su ejecución, (específico del Urbanismo)

El segundo objetivo está directamente relacionado con la labor propia e indiscutiblemente arquitectónica, aunque ya con bastantes elementos diferenciales, sobre todo de escala aunque también de entronque con la trama y tejido urbanos. Este enfoque de proyecto es independiente del ámbito espacial, aunque lo normal es que se encuentre más cómodo en áreas pequeñas. No se trata sólo de relacionar funcional o morfológicamente el edificio con el resto de construcciones urbanas, sino más bien de organizar y estructurar los espacios exteriores, como nexo entre edificio y ciudad, considerada ésta como una entidad diferenciada. Es lo que, en la práctica profesional y académica, se ha venido denominando de forma tradicional proyecto urbano. Ahora voy a razonar exclusivamente acerca de este aspecto dejando de lado aquella parte menos compartida con la arquitectura como es el planeamiento urbano o territorial.

Imagen extraída del libro de Anasagasti

La primera dificultad surge a la hora de establecer la mecánica mediante la cual se produce un proyecto. Dificultad que se deriva de su propia esencia: “Un proyecto es, ante todo, una idea, una irrealidad” dice José Antonio Marina en su libro Teoría de la inteligencia creadora. Es decir, se trata de conocer como se producen las ideas, las irrealidades. Lo que no parece precisamente sencillo. De tal forma que no es extraño que sean raros los estudios sobre cómo se produce un proyecto, aunque se adjetive de arquitectura o urbano. Aunque escasas, existen algunas aportaciones referidas al proyecto arquitectónico. Una de las más interesantes se debe a Javier Seguí que tiene publicadas varias cosas. Entre ellas, un libro titulado Escritos para una introducción al proyecto arquitectónico, donde se recoge la experiencia de un seminario de doctorado en el que se han ido recopilando a lo largo de tres años una serie de testimonios, tanto de profesionales como de profesores de proyectos. De sus páginas 9 y 10 se han extraído las siguientes notas:

Imprecisión de la descripción de lo que se hace al proyectar, que suele consistir en la justificación de la solución formal alcanzada. Esta misma imprecisión se detecta en el uso de los términos, en la mayor parte de los casos genéricos y afectados de polisemia, tales como “espacio, idea, estética, necesidad, función...” ... “En general, desprecio o indiferencia ante la propuesta de la necesidad de establecer una técnica o un método sobre la forma de proyectar”.


A pesar de ello, Javier Seguí entiende que se pueden rastrear una serie de pasos en el proceso: el arranque (autoestimulación ante el encargo); la organización de “los datos, requerimientos o condicionantes”; la ejecución de tanteos gráficos como “punto de encuentro entre criterios organizativos y formales”; priorización en los datos y eliminación de soluciones alternativas. El momento decisorio, se entiende en general como de simplificación, tanto de los condicionantes como de las soluciones gráficas posibles.

Respecto a la enseñanza en sí, también extrae una serie de conclusiones, entre las que podemos destacar las siguientes:

La labor docente se entiende, esencialmente, como de acompañamiento al alumno en su viaje a través del desarrollo del proyecto, y el método didáctico se basa en la crítica de los trabajos.

Se refiere también a algo muy importante: “...es común que los profesores de Proyectos no admitan como tarea propia de sus obligaciones el esfuerzo por estimular a los estudiantes y darles claves para generar primeras visiones, ya que suponen que los alumnos deben tener resuelta su voluntad de proyectar y sus estímulos para ser arquitectos”.


Esta sistemática no parece muy alejada de la que relata Teodoro de Anasagasti (en el libro que he citado al comienzo) que al describir la docencia de la asignatura de proyectos en la Escuela de Viena dice lo siguiente:

Lanzado el programa, y antes de que los discípulos corran sobre el papel, se les hace comprender lo que se les exige. Y entablan una discusión, un cambio de impresiones, en el que cada uno comenta el cuestionario, expone sus opiniones sobre la norma que cree que debe seguirse en el desarrollo del tema y contesta a las observaciones que unos y otros le hacen. Tesseron, que ha escuchado las distintas opiniones, formándose juicio sobre el grado de comprensión de los alumnos, comenta la discusión y acaba fijando los términos precisos del problema.

Después, aisladamente, cada uno traza los croquis, y terminados, comienza otro debate análogo al primero, pero más concreto, bajo el examen de los trabajos, que cada autor los explica y los defiende. El profesor, descartando de los esbozos todo aquello cuya realización pueda exigir conocimientos más superiores que los que los alumnos poseen, define la originalidad y características de cada proyecto, y las cualidades que deben mantenerse en el desarrollo definitivo, que constará de plantas, alzados, sección y perspectiva a escalas normales y detalles constructivos y decorativos a grande escala. Sobre estos últimos se reanudan las discusiones en común.

Y se preguntará: ¿Cuándo y cómo interviene el profesor en el desarrollo de los trabajos? El alumno camina solo, sin andadores; el profesor va detrás, siguiendo las vías que aquél escoge, y únicamente le ayuda, como caso excepcional, cuando un agotamiento o cansancio le imposibilita de seguir trabajando
”.

Imagen extraída del libro de Anasagasti

Este largo fragmento del libro de Anasagasti describe de forma bastante aproximada la manera de impartir las asignaturas de proyectos en la actualidad, y es la prueba más fehaciente de la persistencia de determinadas técnicas de enseñanza a lo largo del tiempo. El que en el siglo XXI se sigan utilizando los mismos procedimientos didácticos que en el primer tercio del XX, sin plantear prácticamente ningún tipo de debate sobre su idoneidad, eficacia y eficiencia, es sorprendente. Con ello no estoy cuestionando un sistema que, aparentemente, produce resultados satisfactorios. Simplemente señalo la ausencia de debate y escasa experimentación de nuevos métodos.

Por lo que respecta al proyecto urbano, la situación es todavía peor ya que ni tan siquiera existe, si exceptuamos algunas aportaciones, una descripción del sistema. Me aventuro a afirmar (después de treinta años de docencia) que existen ciertas diferencias con el proyecto de arquitectura.


La primera es que normalmente un proyecto urbano (lo mismo que un plan de urbanismo o territorial) se hace en equipo. El trabajo en equipo es, pues, una variable de primera magnitud que tradicionalmente se ha utilizado en las enseñanzas urbanísticas. También ahora se está introduciendo en el proyecto de arquitectura, pero es una aportación en la que nuestra área de conocimiento es pionera, debida al carácter multidisciplinar de la urbanística y reflejada en el hecho de que el urbanista realiza su trabajo profesional en compañía de técnicos de otras disciplinas. Además, la necesidad de posibilitar la enseñanza siguiendo el proceso del proyecto de arquitectura (la descrita en el tratado de Anasagasti), ante unas ratios profesor/alumno mucho más elevadas, también constituye un motivo de peso. De manera que mediante la formación de equipos de tres, cuatro o cinco alumnos, se consigue resolver el problema de la ratio y, además, se inicia al aprendiz en la forma de trabajo que se va a encontrar en la práctica profesional del urbanismo. Este enfoque conecta también con aquellos principios y teorías que insisten en el efecto multiplicador de situaciones de aprendizaje entre iguales.

La segunda es la necesidad de motivar al alumno que, en general, rechaza el profesorado de las asignaturas de proyectos arquitectónicos. La suposición de que los alumnos “deben de tener resuelta su voluntad de proyectar y sus estímulos para ser arquitectos”, no se puede presuponer para los tres objetivos de las enseñanzas urbanísticas. Aunque se puede dar respecto al primero de ellos (ayuda al proyecto arquitectónico), es totalmente descartable respecto al tercero (el alumno estudia la carrera para construir edificios, no para hacer planeamiento), y presenta una cierta ambivalencia en el caso del diseño de espacios libres/exteriores. Por ello la mayor parte de las veces, aunque ciertamente más en las asignaturas de planeamiento que en las de diseño, el profesor dedica de hecho una parte de su tiempo a hacer comprender al alumno las bondades de lo que le intenta enseñar. Y no siempre lo consigue. También este tema debería ser objeto de debate.


La tercera se deriva de la dificultad de comprensión de la escala urbana (mucho más de la territorial, claro), y se plasma en evidentes errores de dimensionamiento que surgen al analizar las soluciones formales adoptadas. Se trata de una cuestión complicada y que exigiría también, una mínima discusión sobre su planteamiento e implicaciones. Las muy diferentes escalas a las que se mueve el urbanismo deberían dar lugar a distintos enfoques del aprendizaje y eso, salvo excepciones, casi nunca se considera.

Pero no se trata solamente de estos tres hechos diferenciales respecto al proyecto arquitectónico. La discusión debería de abarcar, desde las señas de identidad de la disciplina (si es que existen), hasta cuestiones tan elementales como la validez del llamado “taller” para la enseñanza del urbanismo. Por lo menos para la docencia de todo el urbanismo. Aunque esta forma de impartir la enseñanza probablemente parezca la más adecuada para el llamado proyecto urbano debido a su analogía con el proyecto arquitectónico ¿podría decirse lo mismo del estudio del sitio, de la evolución histórica de las formas y las técnicas urbanísticas? Aunque nos queden un tanto lejanas en el tiempo y en el espacio las “expediciones” de los geógrafos radicales americanos en los barrios, difundidas por la revista Antipode ¿no debería estar más implicado un aprendiz de urbanista en la vida real de la ciudad o del entorno? ¿Esto se puede hacer en un taller? ¿Cómo? Probablemente el análisis de esta situación podría dar lugar a una sistemática más definida que potencie la capacidad de aprovechamiento del alumnado y la de enseñanza del profesorado, haciendo real la construcción de significados compartidos.


El debate sobre estas cuestiones, la explicitación de los objetivos subyacentes (el currículo oculto), la reflexión sobre la labor realizada, es investigación educativa ya que lo que pretende es, en palabras de Ángel Pérez, “el perfeccionamiento de quienes participan en concreto en cada situación educativa; la transformación de sus conocimientos, actitudes y comportamientos”. Por desgracia, en buena parte de los casos, tanto el debate como los trabajos de investigación sobre estos temas, sencillamente no existen.


sábado, 9 de febrero de 2008

Momentos cóncavos y convexos

Esta semana hemos empezado otro semestre de Introducción al Urbanismo en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Un poco más caótico que otros años por diversos motivos de variada índole pero con el ánimo alto. En el taller les expliqué a los nuevos alumnos el desarrollo del primer trabajo. Y una parte de la explicación se refería a las divisorias y las vaguadas. La forma en la que el agua modela el territorio siempre me ha parecido fascinante. Como, en un suelo más o menos virgen va creando sus caminos a base de utilizar siempre las mismas hondonadas, que luego son carreteras y más tarde se convierten en autopistas (aunque se les llame vaguadas, arroyos o ríos) es, sencillamente, una maravilla de autoconstrucción. Pero lo más divertido es seguir el camino de una gota de agua y ponerse en su situación cuando va cayendo. Las gotas que caen en las laderas poco pueden hacer más que deslizarse hacia la vaguada que le corresponde y luego seguir adelante, quien sabe si hasta el Mediterráneo. En cambio, aquellas que la suerte ha arrojado en la otra ladera, más allá de la línea divisoria recorren otro camino muy diferente. Es posible que ambas terminen por volver a encontrarse en un río o arroyo común. Pero también es posible que la segunda termine en el Atlántico. Lo más notable es lo que les sucede a aquellas gotas que están a punto de caer sobre la línea divisoria. Casi cualquier cosa, una débil brisa por ejemplo, puede hacer que la gota acabe en el Atlántico o en el Mediterráneo.


Es así como, en momentos críticos, es suficiente cualquier pequeño impulso para conseguir grandes metas. Son estos momentos, que llamo momentos convexos, los verdaderamente importantes tanto a nivel personal como colectivo. Resulta extraordinario encontrarse sobre una divisoria de cuencas y reconocerlo. Cualquier pequeño acto de voluntad y rodaremos sin apenas dificultad en la dirección que nos es más querida. Aunque también hay quien se deja acariciar por la brisa y decidir que ella sea quien tome la decisión. Incluso hay quien pretende caminar permanentemente por la divisoria hasta que tropieza (o se cansa).

En cambio hay momentos cóncavos, momentos que los que hagamos lo que hagamos, y aunque nos esforcemos sobremanera, siempre terminamos en el fondo de la vaguada. Entonces parece lo más práctico dejarse arrastrar, no oponer resistencia y dejar que la corriente termine por llevarnos al Atlántico cuando, en realidad, querríamos haber visto el azul claro del Mediterráneo. Los momentos cóncavos y los momentos convexos tienen mucho que ver el azar, con la teoría del caos, con los fractales, con el aleteo de una mariposa en Madrid que puede hacer llover en Pekín.


Podría haber terminado aquí este artículo. Pero en este caso mis alumnos no habrían conseguido nada leyéndolo porque es lo mismo que les conté en clase. De forma que voy a añadir algo. Que también tiene que ver con la teoría del caos y con la forma más moderna de acercarse al conocimiento científico (que es una manera más humilde de hacerlo, según expliqué en la entrada sobre el libro de Beck). Y lo voy a hacer reproduciendo un artículo que Jorge Bucay (psicodramatista, terapeuta gestaltico, médico y escritor argentino de libros de autoayuda) publicó en El País titulado “Esas ganas de abandonarlo todo”. No creo que me denuncie por utilizar su texto ya que lo cito, cosa que no hizo él con Mónica Cavallé en su libro Shimriti. La verdad es que no he leído ningún libro suyo y la idea del cuento reconoce que se debe a Anthony de Mello pero el relato, que es muy corto, ilustra maravillosamente el hecho de que, aunque estemos aparentemente en un momento cóncavo, nunca debemos de dejar de luchar no sea que, en realidad, el momento sea convexo.

“Este cuento lo escuché por primera vez de boca del sacerdote Anthony de Mello. Había una vez dos ranitas que paseando por el pueblo cayeron en un recipiente lleno de crema. Inmediatamente sintieron que se hundían; era casi imposible mantenerse a flote mucho tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos patalearon en la crema, tratando de nadar para llegar al borde del recipiente, pero fue inútil, solo consiguieron chapotear en el mismo lugar y hundirse como piedras en el lodo. Al tocar fondo se impulsaron con las patas traseras y por un momento volvieron a la superficie y pudieron tomar aire. Pero la tercera vez supieron que cada ida al fondo hacía más difícil volver a respirar. Una de ellas dijo en voz alta:-No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta substancia no se puede nadar.
-No hables, nada. Le dijo su hermana.
-Ya que de todas maneras vamos a morir -siguió diciendo- ¿para qué prolongar este dolor? ¿qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril?

Dicho esto la ranita dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco. La otra rana, más persistente o quizás más tozuda, se dijo:
-¡No hay caso! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Pero yo quiero luchar hasta mi último aliento. No quisiera morir un segundo antes de que llegue mi hora.
Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro. ¡Horas y horas! De pronto… sucedió algo imprevisto. De tanto patalear y patalear y patalear… La crema se transformó en manteca. Sobre la superficie de la manteca la rana sorprendida se deslizó hasta el borde del pote. Desde allí, saltó al suelo y se fue croando alegremente de regreso a su casa.”

Independientemente de la moraleja que se desprende del relato (y lo que sigan este blog ya saben que me alineo con la postura de Víctor D’Ors respecto a las moralejas: “el niño y el anciano deben acostarse muy temprano”), y del hecho cruel de lo poco que se apena la ranita que se ha salvado de su hermana sepultada en el fondo del tarro, podríamos concluir que no todos los momentos que aparentan ser cóncavos lo son. Eso mismo les pasa, por supuesto, a los convexos. Que se lo digan sino a la gota 1 que alegremente se despide de su enemiga del alma (la gota 2) cuando ambas se deslizan por laderas opuestas, ocurriendo que pocos metros más adelante se juntan las dos vaguadas en un único arroyo cantarín volviéndolas a unir (enemigas para siempre).


Todo esto para decir que me parece que estamos en un momento convexo. Momento convexo mundial, se entiende, porque en lo personal la verdad es que no me he parado a analizarlo. Otro día trataré de razonar por qué pienso que esto es así.