jueves, 28 de abril de 2011

Edmund Bacon, el segundo hombre

Hace ya tiempo que no escribo sobre algún libro de los “clásicos”. De esos que todo arquitecto o urbanista debe haber leído alguna vez. Hoy me voy a referir a uno de ellos: Design of Cities de Edmund N. Bacon. No soy muy partidario de recomendar lecturas de las que no haya traducción al español, pero en este caso voy a hacer una excepción porque aunque no he sido capaz de confirmar, a día de hoy, esta posibilidad, el libro merece el esfuerzo de intentar leerlo aunque se sepa poco inglés. La edición que tengo (la revisada de 1975) es, sencillamente, fantástica. No sólo por los textos sino también por las fotografías y dibujos que los completan. Sin embargo, en el artículo de hoy sólo me voy a referir a unas pocas páginas incluidas en el capítulo dedicado al Renacimiento y que titula “Principio del segundo hombre”. En estas tres páginas (de la 108 a la 110 en la edición indicada) y apenas cinco párrafos, ya que lo demás son dibujos, expone uno de los problemas éticos y técnicos más complejos con los que se han de enfrentar el arquitecto: como relacionar su obra arquitectónica con los espacios y edificios ya construidos anteriormente. Por supuesto que no existe ninguna receta para resolverlo pero, por lo menos, ayuda a plantear las preguntas adecuadas. A pesar de que estas páginas tuvieron, en su momento (años ochenta y noventa) una gran difusión, parece que hoy están algo olvidadas. Pero el dilema planteado es intemporal porque atañe a la propia construcción de la ciudad.

Izquierda, portada del libro Design of Cities (ed. 1975)
Derecha, portada del Times con su retrato (número dedicado
a la
renovación de Filadelfia, Nov. 6, 1964)

En el párrafo anterior hablaba de problema ético porque tiene que ver con la autorregulación y con la comprensión de lo ya construido. Hoy no voy a referirme a eso que Unwin llama respeto al terreno (al medio, más o menos natural, en el que se urbaniza y edifica), sino a la consideración de la ciudad como proceso histórico acumulativo en la que van dejando su huella generaciones sucesivas. Estos días he tenido algo de tiempo y he estado revisando qué es, para la gente corriente (es decir, para los mortales que no habitan en el Olimpo de los Arquitectos) la arquitectura “extravagante”, “inusual”, “rara”, “estrambótica”, “fantástica” o “extraña”. Me he encontrado que en Internet hay hasta listas que se votan con los edificios que se salen de lo establecido. Os puedo asegurar, como dios menor del Olimpo (como Arquitecto de a pie que soy) , que un repaso por estas listas es bastante refrescante. Haciendo una lectura abierta, tanto de los edificios en sí como de los lugares en los que se recopilan y, sobre todo, de los comentarios de los lectores, me parece que se aprende bastante más acerca de algunas cosas sobre la realidad cotidiana que asimilando los agudos comentarios de algunos popes arquitectónicos y urbanísticos. Además se puede pasar un buen rato viendo edificios en forma de cesta como el que reproduzco abajo o que asemejan un zapato, bibliotecas cuya fachada aparenta una serie de libros colocados de canto como en Missouri, casitas empotradas en un centro de arte como en Viena, o fachadas rotas simulando el resultado de un terremoto como en Ontario. Al final de la columna he incluido algunos enlaces a páginas de este tipo para que os ayuden a pasar un rato divertido.

Edificio "singular” en un entorno despejado
“The Basked House”, Ohio, NBBJ Architects
(Freshouses)

Dejando aparte todos los edificios situados en entornos “despejados” o en extensiones urbanas muy recientes voy a analizar un par de ejemplos concretos de ¿”extravagancias”? insertas en un tejido específico con una cierta historia conocida. Y, además, voy a elegir aquellos que aparecen en casi todos las listas. Como Frank Gehry es el más reproducido en todas ellas (Guggenheim incluido) he decidido fijarme en la llamada Dancing House situada en Praga, en la República Checa, porque probablemente no sea tan conocida como otras de sus obras. Y sobre todo porque, aunque está en un lugar privilegiado (las orillas de los ríos son siempre lugares privilegiados y todavía más las esquinas con los puentes) está inserta en una manzana "normal" rodeada de un tejido urbano "normal". En el sitio que ocupa el actual edifico de Gehry había otro de finales del XIX que podríamos denominar como neo renacentista casi destruido por los bombardeos de 1945 y, finalmente, demolido. El banco ING decidió que Praga necesitaba un icono y pidió al arquitecto Milunic, implicado en la remodelación de parte de la manzana, que invitara a algún arquitecto de renombre. Jean Nouvele no aceptó (al fin y al cabo el terreno no llegaba a los 500 metros cuadrados, una menudencia), pero Gehry sí. Dancing House se terminó en 1996.

The Dancing House, situación en esquina al borde del río (Yani)

Se supone que representa a Ginger Rogers y Fred Astaire bailando juntos. Para los más jóvenes que no tienen porque saberlo: ambos fueron dos bailarines americanos célebres por formar pareja de baile en muchas películas musicales de los años treinta. Como casi todas las obras de Gehry es de bastante complejidad técnica. La fachada está formada por cerca de cien paneles todos de forma y dimensiones diferentes. Es fácilmente comprensible el agrio debate que se produjo en una ciudad que destaca por el gótico, barroco y Art Nouveau de sus edificios y trazados. En esta polémica tomó parte activa el que fue presidente Václav Havel que vivía muy cerca y apoyaba su conversión en un centro de actividad cultural. En el fragor de la lucha entre unos y otros se la llegó a llamar “casa borracha” y otras lindezas semejantes. En la actualidad entre sus inquilinos figuran varias firmas multinacionales y, en su terraza, hay un restaurante francés. Del centro cultural nunca más se supo. Quince años después la polémica se ha adormecido y el edificio forma ya parte del imaginario de la ciudad, hasta tal punto que en el año 2005 el Banco Nacional Checo emitió una moneda de oro con la imagen de la Dancing House como remate de la serie “Diez siglos de arquitectura”.

The Dancing House, Ginger y Fred (Arquitectura en Red)

He traído este ejemplo en primer lugar porque el caso de Praga es paradigmático. Desde mi personal punto de vista es, sin duda, una de las ciudades más bellas de Europa y, además, cuenta con muy pocos edificios modernos. Por tanto, el contraste producido es mayor que en otros sitios. Además, Gehry, en concreto, tiene un estilo muy particular que se reconoce en cualquier lugar e independientemente del lugar (excepto, quizás, sus Bunkers seguros en California aunque en la construcción de su propia casa hubo tal polémica que incluso una noche fue tiroteada por los vecinos). El edificio tiene bastante parecido con el Stata Center construido en Cambridge, Massachusetts, pero esto es bastante normal en su obra. La diferencia respecto a éste es el revestimiento de cristal en la figura femenina (parecido a lo que quiere hacer con el museo Vuitton en el Bois de Boulogne que, curiosamente, también cuenta con una fuerte oposición vecinal). De los interiores prefiero no hablar porque no son, precisamente, el punto fuerte del arquitecto canadiense, pero la fachada de este edificio es un ejemplo paradigmático que me va a servir para ejemplificar la segunda parte del articulo.

Bucarest, ruinas casa Paucescu (Wikimedia)

Otra de las obras “inusuales” que he elegido es la sede de la Unión de Arquitectos de Rumania que está situada en Bucarest. El sistema es parecido al que siguieron Foster y Asociados en el caso del nuevo parlamento alemán en Berlín que, por ser un caso muy conocido no lo he tomado como ejemplo. Es decir, sobre las ruinas del antiguo edificio (el destrozado Reichstag en el caso de Foster) se encaja otro moderno quedando aquellas como una especie de telón o decorado que recuerda lo que había. En la sede de los arquitectos rumanos se partió también de lo que quedaba de la antigua embajada austro-húngara y se “embutió” (no se me ocurre una palabra más adecuada) entre las fachadas de la ruina, un edificio acristalado que se elevaba por encima de ella. El edificio original, construido durante la segunda mitad del siglo XIX, primero centro de la intelectualidad y luego ocupado por la Securitate (policía secreta de la Rumania comunista), fue destruido y quemado junto con la cercana biblioteca central de la universidad durante la revolución de 1989. Así permaneció durante más de una década como símbolo y recuerdo de lo que había pasado. Se le conocía popularmente con el nombre de Casa Paucescu.

Bucarest, casa Paucescu, estado actual (Valentin Manchade)

Los arquitectos Zeno Bogdanescu y Dan Marin son los encargados, en el año 2003, de colocar en el interior y en la parte superior de estas ruinas, el moderno edifico de cristal al que me refería en el párrafo anterior y que será la sede de la unión de arquitectos rumanos y la compañía ACMS. Inmediatamente se levanta una fuerte polémica entre la población. No solamente por el cambio de “uso” del edificio (el símbolo de la terrible policía secreta de Ceausescu en ruinas lo cual no era una mala imagen) sino también por una estética que, además de modificar el skyline de Bucarest “parecía una auténtica bota militar pisoteando la historia”. El proyecto no está todavía terminado, falta la conexión con el edificio de la calle D. Dobrescu lo que permitirá el cierre del espacio urbano. Sin embargo, dado que lo que resta por construir no va a modificar el aspecto general, las críticas probablemente no amainarán hasta que la población no asimile y haga suya la nueva imagen (si es que lo consiguen) lo mismo que sucedió en el caso de la Dancing House. He elegido estos dos ejemplos para plantear el dilema al que se enfrenta el arquitecto cuando su trabajo tiene que dialogar con lo que otros han hecho antes. En el caso de la Dancing House para ponerlo en relación con el resto de edificios que la acompañan, y en éste para analizar como se produce el complicado acomodo entre ruina y construcción actual. Soy consciente de que he elegido ejemplos extremos y controvertidos pero que todos mis lectores, arquitectos o no, entienden sin dificultades. Ahora creo que ya estoy en condiciones de escribir algo sobre el objeto del articulo.

Bucarest casa Paucescu, detalle (Jaime Silva)

Volvamos a Bacon. Las páginas que he elegido del libro Design with Cities describen el proceso de construcción de la renacentista plaza de la Santísima Annunziata en Florencia. Veamos. Todo empieza con la construcción por Brunelleschi de la arquería del Hospital de los Inocentes (el primer orfanato de Europa). Este elegante soportal organizado en hermoso ritmo de pilares y arcos, decorado con medallones de Andrea della Robia que representan niños en pañales, se va a encargar de fijar el patrón de la plaza. De proporciones típicamente brunelleschianas (ancho del vano y del pórtico igual al alto de la columna) se termina en 1427 cuando Brunelleschi deja las obras en manos de Francesco della Luna que se supone se encarga del segundo piso de la fachada. Aunque en la construcción de la iglesia de la Santísima Annunziata (particularmente en el claustro) Micholozzo sigue los elementos seminales de Brunelleschi, la forma de la plaza se decide realmente en 1516 cuando Antonio de Sangallo el Viejo y Baccio d’Agnolo deciden el diseño del edificio opuesto al Hospital de los Inocentes. Y lo que deciden es continuar la plaza con una fachada en forma de soportal similar a la de Brunelleschi. Para rematarlo, y ya en el 1600, Caccini completando lo comenzado por Michelozzo, termina la arquería de la iglesia siguiendo también el mismo sistema.

Brunelleschi, Hospital de los Inocentes (Roma Antica)

Refiriéndose al diseño de la fachada del edifico de la Hermandad de las Siervas de Santa María, dice Bacon: “La gran decisión de Sangallo fue superar su impulso hacia la auto-expresión y seguir, casi al pie de la letra, el diseño del edificio de Brunelleschi casi noventa años después. Este diseño escenifica la forma de la Plaza de la Santísima Annunziata y establece, en el sistema de pensamiento renacentista, el concepto de un espacio creado por varios edificios diseñados en relación uno con otro. A partir de este planteamiento puede enunciarse el 'principio del segundo hombre' así: es el segundo hombre quien determina si la creación del primero se continuará o será destruida”. El diseño de la plaza no estuvo sometido a una normativa urbanística unificadora, ni fue el resultado de una construcción conjunta de las fachadas como, por ejemplo, en la plaza Vendôme en París. Ni tan siquiera fue la consecuencia de un acto de creación único. En esta plaza se resume, en un corto espacio de tiempo, la esencia de la ciudad como proceso histórico y cómo el hecho de las decisiones individuales en lo que se refiere a las construcciones urbanas afecta de forma determinante a lo colectivo.

La arquería de Sangallo el Viejo (Mashpedia Sangallo)

Esta cuestión es importante ya que incide en el núcleo mismo de la profesión de arquitecto. Porque resulta que tiene que ver, no sólo con la esfera privada del propietario y con la propia libertad del artista, sino también con los derechos de los ciudadanos a mantener su imagen, su identidad y el legado recibido de generaciones anteriores. Precisamente lo que le da trascendencia a la labor del arquitecto es esta componente pública que, a su vez, trae consigo servidumbres morales y obligaciones legales. Por eso al principio del artículo decía que no iba a considerar los “edificios singulares situados en entornos despejados” ni las urbanizaciones de nueva construcción. Porque ese tipo de proyectos son otra cosa. La casa de la cascada de Wright o la Farnsworth de Mies no se enfrentan a este problema ni tampoco una urbanización de nueva creación situada a tres kilómetros de la ciudad. Y, por tanto, desde una perspectiva puramente urbanística no tienen el menor interés. El verdadero dilema ético del arquitecto es compatibilizar su expresión artística con los condicionantes que le impone un lugar ya urbanizado. Y los condicionantes más importantes y complejos (también los más sutiles) se los obliga la proyección pública de su obra, que se concreta en la relación con el resto del espacio edificado y con el proceso histórico que ha dado lugar a la situación actual.

Evolución de la plaza de la Santísima Annunziata
Dibujo del libro de Bacon "Design of Cities"
Señalar en la imagen para ampliarla

Esta relación, en la que Bacon se basa para ejemplificar su principio del segundo hombre, se puede ver de forma diferente. Simplemente para aumentar la complejidad del problema me voy a referir también a otro libro clásico hoy injustamente olvidado. El libro se llama Diseño de núcleos urbanos, escenología y plástica y su autor es Frederick Gibberd (al final de la columna puede encontrarse la referencia completa). Reproduzco parte de un párrafo de este libro relativo a esta misma plaza: “Las loggias, en tres costados de la plaza, con sus motivos simples de columna y arco, unen el diseño en un conjunto arquitectónico, pero, aunque en sí mismas son funcionales en cuanto proveen de sombra contra el sol italiano, ellas ocultan la función de los edificios que se hallan detrás. Lo único que señala la iglesia es la marquesina situada sobre el arco central; y el Hospital de Expósitos sólo está indicado por los famosos medallones de Andrea della Robbia, que representan niños en pañales. Es poco probable que tipos tan diferentes de edificios pudieran, hoy en día, ser ocultados de ese modo, sin gran sacrificio de su forma y función”. Esta lucha entre la expresión propia del edificio y el tratamiento conjunto de la escena urbana es dramática. Normalmente las normas reguladores ayudan a este tratamiento. Es obvio que las ciudades necesitan ser planificadas y que, en el siglo XXI no se puede olvidar este hecho. Pero la realidad es que las ciudades las construyen los arquitectos. Y son ellos, en última instancia, los que han de resolver el problema de cómo cambiar los que sea necesario cambiar y cómo diseñar lo nuevo cuando lo nuevo está rodeado de cosas heredadas.

Caccini, Portada de la iglesia de la Santísima Annunziata (Yahti)

Esta dialéctica entre conservación y renovación es tan antigua como la propia ciudad. En mi libro La protección del patrimonio urbano, instrumentos normativos publicado por Akal en el año 2000 (perdón por la autocita) recojo un párrafo de Alejandro de la Sota de un artículo llamado “De las restauraciones” publicado en 1994 en el número cero de la revista Restauración y Rehabilitación y la “moraleja” de Chueca en La destrucción del legado urbanístico español (Espasa Calpe, 1977): “Cuenta Alejando de la Sota: Un alumno preguntaba al arquitecto Neutra qué debía de hacerse si en una plaza antigua, de viejo cuño y con solera se derrumba una de las casas que la forman. Se podría hacer una copia de la desaparecida, o un pastiche o bien, una casa actual ocupando el hueco. El viejo profesor contestó simplemente: llamar a un buen arquitecto. Como en una dentadura, el diente caído no es sustituido por uno ya gastado, sino más bien por una moderna y cara prótesis que no desentone por bien hecha. El nuevo rico, quizá, se ponga un diente de oro”. El problema es que no debe de ser tan fácil de encontrar ese buen arquitecto que no ponga el diente de oro, cuando un destacado profesional, y a vez maestro de arquitectos, como Fernando Chueca, dice: “Otro enemigo de la conservación de lo antiguo suele ser el arquitecto. La incultura en el arquitecto se cubre con el ropaje engañoso de la originalidad creadora...”

Vista desde el soportal de Sangallo (Gryffindor)
Derecha: arquería de Brunelleschi; izquierda: la iglesia


El principio del “segundo hombre” de Bacon puede ayudar a plantear el problema. Pero claro, no lo resuelve. La solución debería estar en manos de dos agentes. Uno colectivo, la ciudadanía. Y otro particular, el propio arquitecto. La ciudadanía, a través de la legislación sectorial de protección, del planeamiento o de otros instrumentos análogos parece la instancia más adecuada para defender aquello que deba permanecer y hasta dónde mantenerlo. Es decir, para marcar la línea que no se debe cruzar. Y el arquitecto, siguiendo el mandato colectivo, sería el encargado de introducir los cambios necesarios para adaptar la ciudad a las nuevas necesidades. Pero con este planteamiento el arquitecto no tiene resuelto “su” problema. Conoce los límites impuestos. Pero el ámbito de discrecionalidad de la obra arquitectónica es (y debe seguir siéndolo) tan grande que cuando se trata de completar un espacio público, cosa que sucede en buena parte de los casos con la mayoría de los edificios que tienen fachada a calles, plazas o parques, indefectiblemente se enfrenta al mismo dilema que se enfrentó Sangallo cuando tuvo que realizar su fachada frente a la de Brunelleschi. Sangallo lo vio claro porque Brunelleschi era un genio. Pero muchas veces la fachada de enfrente no la ha diseñado precisamente un genio. Y, en cualquier caso, la contradicción señalada por Gibberd entre la expresión de la función del edificio (y la propia del artista) y el sometimiento a un “orden común” se añade a la complejidad del tema.

Dibujo de la plaza de Giuseppe Zocchi, 1744 (Firenze Stampe)

Desde el punto de vista didáctico el principio del “segundo hombre” me parece de gran interés porque enfoca al sitio adecuado. De todas formas Bacon (Edmun N., la precisión en este caso es importante) no inventó nada nuevo. En el manuscrito Dumfries nº 4 (uno de los textos de la tradición masónica en forma de catecismo) se puede leer: “P: ¿Qué hizo el segundo hombre cuando murió el primer hombre? R: Perfeccionó la obra que proyectó el primer hombre. Por eso el rey David proyectó construir el templo, pero la muerte se lo impidió, y fue Salomón quien lo terminó”. Probablemente en bastantes ocasiones a los arquitectos, y a algunos que no lo son también, nos falte cierto grado de humildad para reconocer que, en determinados casos, la obra del primer hombre está incompleta y que nuestra misión no es empezar una nueva sino terminar la que está inconclusa. Y ahí está la dificultad. Y la grandeza de la buena arquitectura, claro. Pienso que es ya tiempo de volver al comienzo de la columna y mirar con otros ojos los proyectos que he traído como ejemplo. No voy a decir más. Sencillamente que los miréis, primero con ojos de ciudadano (sé que para algunos de vosotros, básicamente los arquitectos, es difícil pero intentarlo es un ejercicio revitalizador) y luego, así, casi sin pensarlo, os preguntéis que haríais en caso de que os hubiera caído en suerte cualquiera de los dos proyectos. Comprendo las dificultades pero, aunque os pueda parecer raro, este artículo va dirigido sobre todo a los no arquitectos, porque son ellos los que tienen que entender la importancia de contar con el “buen arquitecto” al que se refería Neutra, para conseguir una ciudad que sea de todas las generaciones que han ayudado a construirla y no sólo del diosecillo de turno que se cree El Arquitecto.


Materiales utilizados
  • Bacon, E. N. Design of Cities. Revised Edition 1975. London: Thames and Hudson, reprinted 1992. First published in Great Britain in 1967.
  • Gibberd, F. Diseño de núcleos urbanos: escenología y plástica. Jorge Víctor Rivarola (traductor). 2ª edición revisada y ampliada. Buenos Aires: editorial Contémpora, 1961. La primera edición en inglés fue publicada en Londres por The Architectural Press en el año 1956 con el título Town Design.
  • Times Magazine. Urban Renewal, Remaking the American City. Philadelphia’s Edmund Bacon. Vol. 84. No. 19. November, 6, 1964.
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    jueves, 14 de abril de 2011

    Pueblos en transición

    Estos últimos días he oído hasta seis veces (que recuerde) la expresión ciudades resilientes. Tal proliferación no puede ser debida a la casualidad. Por otra parte, uno de mis alumnos se ha interesado por el término permacultura (¡!). Además resulta que me ha llegado (ignoro a través de quién) la convocatoria para unas jornadas en Vitoria-Gasteiz a celebrar en este mes de abril tituladas Jornadas decrecimiento y ciudades en transición. Y para rematarlo todo he tenido que explicar en la asignatura de Introducción al Urbanismo la ciudad medieval. Entonces he pensado que quizás el destino me estaba pidiendo que contara algo sobre las “Transition Towns”. En ocasiones anteriores en que me ha asaltado esta tentación me he resistido a hacerlo porque no sabía como conciliar mi postura ante estos Pueblos en Transición (francamente visceral) con un mínimo de racionalidad. Pero creo que, después de la clase de esta mañana estoy en condiciones de ver el tema con mayor frialdad, incluso con simpatía. Así que me voy a poner a ello. Cada vez tengo más claro que vamos a tener que considerar los años setenta del pasado siglo XX como el momento en el que se confirmaron blanco sobre negro algunas ideas de décadas anteriores y se pusieron en marcha iniciativas que, con el paso de los años, se están revelando como el auténtico semillero de las ideas actuales. Además se intuía que algo estaba a punto de cambiar. Algo importante que, todavía hoy, no estamos en condiciones de valorar con suficiente claridad. De estos años es el informe Meadows, las primeras crisis del petróleo, se termina una de las guerras más atípicas producidas en la historia de la humanidad (la guerra del Vietnam), se empieza a deshacer el bloque comunista y los fundamentalistas musulmanes toman el control de Irán.

    Imagen de “Permaculture: A Designers’ Manual”
    Fragmento de la portada, ilustración de Andrew Jeeves


    Pues bien, tenemos que remontarnos a estos años para explicar el concepto de permacultura. En aquella época Bill Mollison y David Holgrem, dos ecologistas australianos, como reacción a la destrucción ambiental a la que estaban llevando las nuevas prácticas agrícolas, publicaron el libro Permaculture One (1978). Este libro, de obligada mención al comenzar un tema como este, tuvo un éxito tremendo en su momento y se tradujo a varios idiomas, entre ellos el español (hoy casi imposible de encontrar). De todas formas probablemente no tenga en la actualidad más interés que el puramente histórico ya que sus planteamientos han sido superados. Y lo han sido porque la permacultura, que en principio tenía que ver casi exclusivamente con otra forma de entender la agricultura, más ligada a las relaciones sostenibles con el medio natural y basada en prácticas tradicionales, fue adquiriendo poco a poco mayor entidad. Después de publicar Permaculture Two, Bill Mollison, con la ayuda de Reni Mia Slay e ilustraciones de Andrew Jeeves, escribe el que se considera como el libro de referencia: Permaculture, a Designers' Manual (1988). Este “movimiento” que empezó más o menos a la vez que la publicación de Permaculture One se originó en una comunidad establecida en ochenta acres de terreno pantanoso en Stanley (Tasmania) creando lo que llamaron Instituto de Permacultura e intentando difundir sus ideas basadas, esencialmente, en una ética. Para conseguirlo han creado una editorial, Tagari Publications, imparten cursos y venden pegatinas o camisetas. Si estáis interesados tenéis el enlace al final de la columna.

    Evolución en 8 años a la permacultura, años 1 y 4…
    Imagen de “Permaculture: A Designers’ Manual”


    El caso es que la idea, ligada en principio a temas puramente agrícolas, pronto adquiere mayores dimensiones y, en la actualidad, se refiere a relaciones más globales entre los seres humanos y el territorio en el que habitan. Por supuesto que son importantes los aspectos técnicos e, incluso teóricos, pero (desde mi punto de vista) lo que distingue a este movimiento de otros es la importancia que se le ha ido dando a las cuestiones éticas. Hasta tal punto que se han producido auténticos debates sobre cómo han ido evolucionando las primitivas ideas expuestas en su texto seminal Permacultura, a Designers Manual. No voy a entrar ahora en esta cuestión porque el artículo no está dedicado a la permacultura, pero si que me gustaría ejemplificarlo para no perderme en puras abstracciones. Así, uno de los principios éticos originales era el de poner límites a la población y al consumo. Este principio, que me habrán oído plantear muchas veces mis alumnos en otros contextos, básico para intentar salir de la situación en la que nos encontramos, según lo puristas de la permacultura se ha reconvertido erróneamente en el de redistribución de excedentes. Ya puede comprenderse la tremenda diferencia entre ambos y la pérdida de profundidad ideológica que significa esta conversión. Luego trataré de hacer un paralelismo entre las respuestas que se produjeron ante el problema planteado por la ciudad de la Revolución Industrial y las que se están proponiendo ante esta otra ciudad global. Pero ahora, para justificar mi planteamiento, sólo quería remarcar el hecho de la recomposición que se produce en las propuestas originales de las comunidades éticas cuando estas “se corrompen” al intentar ampliar su base (puede estudiarse lo sucedido con New Harmony la comunidad creada por Owen en Indiana en 1925, con las sucesivas disidencias, la instalación de una destilería de whisky en comuna…).

    …Evolución en 8 años a la permacultura, año 8
    Imagen de “Permaculture: A Designers’ Manual”


    En el año 2005 Rob Hopkins en un curso de permacultura en el centro de Formación Profesional de Kinsale (Irlanda), y junto a sus alumnos, diseñó un “Plan de acción para el descenso del consumo energético” analizando qué cosas había que cambiar para afrontar dos cuestiones clave en este comienzo de siglo: el pico de producción del petróleo y el cambio climático. Las estudiantes de ese curso Louise Rooney y Catherine Dunne desarrollaron el concepto de comunidades en transición que intentaba conseguir la independencia energética en el seno de una comunidad específica, y se presentó el proyecto en el ayuntamiento de Kinsale. El propio Rob Hopkins completa y adapta el planteamiento teórico y, en septiembre de 2006, plantea el proyecto en su pueblo natal de Totnes. No está claro quién es el primer pueblo “en transición”. Oficialmente el primero de la red de Pueblos en Transición (formada más tarde) es Totnes, el segundo Penwith, ambos en Reino Unido, y el tercero Kinsale. A partir de ese momento la idea de “comunidades en/de transición”, “pueblos en/de transición” o “ciudades en/de transición” (según las traducciones y el sustantivo que adjetiven, en inglés la denominación más corriente es la de “Transitions Towns”) se propaga con gran éxito por todo el mundo. A día 6 de abril de 2011 hay contabilizadas en la página de Transition Network.org hasta 367 iniciativas oficiales aunque las comunidades que siguen estas ideas sin formar parte de la red parece que son muchas más. La primera es Totnes (Devon, United Kingdom) y la última en añadirse a la lista es Barcelona en transiciò (Barcelona, España).

    Totnes, pueblo en transición (Play in de Soup)

    Los proyectos de pueblos en transición se basan en dos pilares: sostenibilidad y resiliencia. Y se resumen en uno: autosuficiencia. Sobre sostenibilidad ya he escrito bastante en el blog, pero no sobre resiliencia. De forma que parece imprescindible dedicarle unas líneas. Y resulta imprescindible porque las expresiones comunidad resiliente o ciudad resiliente tienen diferentes interpretaciones y han sido acogidas con entusiasmo en otros foros que no tienen nada que ver con “Transition Towns”. A los arquitectos nos suena bastante el concepto ya que se estudia en resistencia de materiales. Según el avance de la 23ª edición del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua tiene dos acepciones: la primera es la “capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”; y la segunda, “capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación”. Desde un punto de vista de su aplicación en las ciencias sociales su significado suele derivarse del ecológico. Desde el célebre trabajo de Holling de 1973 (“Resilience and stability of ecological Systems”, Annual Review of Ecological Systems, nº 4) se entiende como la capacidad de los sistemas o los organismos para resistir condiciones adversas particularmente extremas. Se supone que el pico de producción de petróleo y el cambio climático son dos de estas “condiciones adversas particularmente extremas” a las que las comunidades en transición deben conseguir resistir para ser perdurables en el tiempo. Es decir, para ser sostenibles. Y aquí es donde interviene la permacultura, ya que mediante sus métodos las comunidades que los sigan serán más resilientes y, por tanto, sostenibles. Por supuesto que los métodos no son sólo los creados por la permacultura sino que se amplían a otras cuestiones. Pero la base, el núcleo duro, sí. Hasta tal punto que en el documento de Brangwyn y Hopkins Transition Initiatives Primer se puede leer cuando se refieren a los criterios para preparar una iniciativa de transición (criterio 15): “Finalmente, recomendamos que al menos una persona del equipo impulsor de la iniciativa asista a un curso de diseño de permacultura… esto si que realmente establece la diferencia”.

    Bill Mollison (a la izquierda) impartiendo un curso sobre Permacultura
    Imagen de
    Permaculture Research Institute of Turkey

    Sin embargo resiliencia no se puede asimilar directamente a resistencia ya que implica en casi todos los casos una modificación, un cambio en la dirección de la comunidad, una adaptación a nuevos objetivos que permitan al cuerpo social volver a alcanzar el equilibrio roto por el acontecimiento que produjo la perturbación. El concepto de resiliencia aplicado a la ordenación del territorio está ya corrompido (lo mismo que el de sostenibilidad) de forma muy importante por una multivocidad imparable que lo convierte directamente en una simple imagen casi sin significado científico. Y eso a pesar de los intentos, en uno y otro tema, de utilizar indicadores de medición, de precisar el concepto o de explicar una y otra vez su significado para una persona concreta o un grupo determinado. Y eso por no hablar de que, en el caso de la resiliencia, casi nunca se distingue en si el factor desestabilizante es un factor puramente externo o inducido por el comportamiento del propio grupo. Pero desde el punto de vista de pueblos en transición esto no tiene la menor importancia. Se trata de una imagen muy potente y, dado que detrás está la permacultura, con fundamentos esencialmente éticos, es un recurso válido para visualizar de forma rápida y eficaz el objetivo básico a conseguir. Porque este movimiento se basa en lemas como, por ejemplo: “alimentos a pié, no alimentos a kilómetros” que fomentan la creación de huertos comunitarios. O la reparación de objetos en lugar de tirarlos cuando se rompen. O el reciclaje de elementos obsoletos…

    “Porque queremos y necesitamos ser más resilientes en nuestras casas…”
    De la presentación “Zarzalejo en transición 2011”

    Zarzalejo (Madrid) se añadió a la iniciativa el pasado 20 de febrero


    Por tanto, desde mi punto de vista, los conceptos de sostenibilidad o de resiliencia que se plantean son meramente poéticos (lo que no es ningún demérito sino todo lo contrario) y su finalidad es didáctica. Escribía párrafos atrás acerca de la similitud que se empieza a producir respecto a las respuestas sociales frente a una situación crítica del sistema. Según todos los indicios estamos ante un momento de clara desestabilización (el Peak Oil y el cambio climático como manifestaciones de la perturbación), lo mismo que sucedió con la ciudad como consecuencia de la Revolución Industrial. E igual que entonces, las reacciones son de dos tipos. Unas, de carácter utópico, basadas en la necesidad de cambios globales importantes y en planteamientos éticos y, en cierta medida, revolucionarios. Normalmente sustentadas en compromisos sociales y morales, con objetivos radicalmente distintos a los de la sociedad anterior, y que se materializan en un cierto aislamiento de partes de la comunidad que se consideran pioneras e, incluso, son capaces de formalizar una forma de vida distinta. En definitiva, basadas en el voluntarismo pretenden cambios globales en valores y comportamientos que, en principio, afectan sólo a las personas mas “concienciadas”. El otro conjunto de reacciones que se producen, más en la línea de las reformas parciales pero que pretenden afectar a “todos” y no sólo a “una parte” de la sociedad, están basadas en la imposición de las necesidades colectivas sobre las individuales. En el momento de la ciudad producida por la Revolución Industrial un ejemplo del primer grupo sería Owen y su New Harmony, y del segundo la aprobación de las Leyes Sanitarias. Sin embargo hay una diferencia esencial respecto a crisis anteriores: la actual es una crisis global. Una crisis que afecta a la totalidad del planeta y no sólo a los países, a las ciudades o a los territorios que habían hecho la Revolución Industrial. Una crisis en la que, además, todos sus elementos están fuertemente interconectados.

    El pico de producción del petróleo según Hubbert

    Al comenzar el articulo decía que, después de haberles contado a los alumnos de Introducción al Urbanismo la ciudad medieval, se habían despejado mis dudas sobre si ya estaría en condiciones de plantear el tema de las “Transition Towns”. Y es que la ciudad medieval, primera recreación urbana después de su invención, resulta ser el modelo en el que, sin decirlo, se miran estos colectivos. La segunda sería la ciudad sanitaria (por supuesto), y la tercera se correspondería con el momento actual: ciudad postindustrial, global, sostenible o como se quiera llamar. La invención de la ciudad ya la he descrito en muchos lugares del blog (es mi tema favorito), tiene que ver con un acto de rebeldía frente a la naturaleza. En realidad un acto de afirmación puramente humano que se concreta en la implantación de un orden diferente en una parte pequeña del planeta y tiene un carácter sagrado (aunque también podría verse como un acto de creación sólo posible por delegación divina). La recreación de la ciudad en la época medieval es diferente. Se trata de la afirmación de lo colectivo sobre lo individual, sea dios, rey, o cualquier ente que encarne el poder unipersonal. Y para hacerlo fue necesario replantear las bases de la convivencia y lograr la libertad, centímetro a centímetro, frente al poder feudal. Paradójicamente lo que se consiguió de forma colectiva fueron libertades individuales: “el aire de las ciudades hace hombres libres”. Pero lo colectivo, en realidad, estaba basado en la autosuficiencia. Hasta tal punto que una ciudad sitiada podía resistir, en algunos casos, casi de forma indefinida sin relacionarse con el exterior. Y era el ejército sitiador el que tenía que abandonar porque era incapaz de mantenerse por si mismo. La ciudad sana fue una reacción en otro momento crítico. Una imposición para limitar estas libertades individuales en nombre de las necesidades colectivas. Todo un correctivo a la ciudad medieval, necesario para poder seguir adelante.

    Rob Hopkins (Transition Books)

    ¿Y ahora? Las reacciones que se están produciendo, aunque aparentemente se pueden agrupar en los dos tipos a los que ya me he referido al hablar de la ciudad producida por la Revolución Industrial (reacción utópica con tintes revolucionarios y reacción reformista), presentan características claramente diferentes. Las globales, utópicas o revolucionarias (Decrecimiento, Transition Towns, Ecoaldeas) se están empezando a organizar en forma de redes a través de la herramienta que es Internet. Esto hace que superen la principal limitación que tenían las propuestas de Fourier, Owen o Saint-Simont: el hecho de su aislamiento, tanto de la inmensa mayoría del tejido social, como entre las mismas comunidades que se formaban. No había forma de que las cuatro gotas de agua que en realidad constituían estas experiencias calaran en la inmensidad del arenoso tejido social. De todas formas esta visión optimista de las posibilidades de expandir su mensaje al constituirse en forma de redes no está clara, porque el hecho cierto es que la mayor parte de mis alumnos no tienen ni la más ligera idea de qué son las "Transition Towns". Y considerando que, en teoría, ellos son los elementos más avanzados de esta sociedad global la cosa da que pensar. Es decir, que en los seis años transcurridos desde la creación de la primera, y a pesar de las 367 iniciativas oficiales que conforman la red, a día de hoy el tema no parece que haya calado demasiado en la mayor parte de la sociedad.

    ¿Sólo el mundo desarrollado se prepara? ¿Sera que el resto
    ya vive en estos momentos en situación de colapso?

    La Red de Pueblos en Transición, de
    Transition Network. Org

    Esto sucede porque, probablemente, se ha tomado de forma errónea (e inconsciente) como modelo a conseguir la relación que se establecía en la sociedad medieval entre la ciudad y el territorio. Si se repasan los lemas, los objetivos y los mantras que se repiten una y otra vez por parte de estos grupos se verá esto con toda claridad. Incluso, en el colmo de la autarquía, en Totnes se ha llegado a emitir dinero propio (más de 10.000 billetes con 65 negocios involucrados). Pero el problema es que la sociedad del siglo XXI no es la sociedad medieval y que la lucha (la afirmación) implícita en toda praxis política sería un milagro que desembocara en los mismos resultados que entonces. A la sociedad actual no se le puede decir que vuelva a la Edad Media, ni aún de forma metafórica, y que su objetivo sea la plantación en su pueblo de “tantos nogales de nuez comestible como sea posible” (como se dice en el Compendio de iniciativas de transición) sin saber si ya los han plantado en los pueblos vecinos o si sobrepasan nuestras necesidades y resulta que, dentro de diez años, vamos a quedar sepultados en un mar de nueces.

    Una libra Totnes, dinero local de un Transition Town (Treehugger)

    A pesar de que el propio Hopkins se da cuenta del problema que plantea la vuelta a lo local y las injusticias que conlleva (George Monbiot las ha analizado de forma magistral) y pretende resolverlo señalando que se trata de ser autárquico sólo “en la medida de lo posible” acaba por admitir que este escenario le parece el más previsible: “Cuando el decrecimiento petrolero se convierta en una verdadera cuesta abajo, la vuelta a lo local ya no será una opción, sino la dirección inevitable hacia la cual nos dirigiremos todos. Unos no harán nada, otros empezarán a trabajar ante las nuevas posibilidades, y algunos se aferrarán a las cosas y al estilo de vida que están a punto de perder. La Era del Petróleo puede verse como un período de 200 años gracias al que pudimos escapar transitoriamente de una economía local enfocada a la producción básica, para luego tener que volver a ella” (Rob Hopkins, The transition handbook). Esta vuelta a la autarquía que se desprende de muchas de estas iniciativas no parece un “momento de transición”, sino la imagen final de lo que ocurrirá si sobreviene definitivamente el colapso. Entiendo que existe todavía la opción de aquellos que no se resignan y luchan por superar el momento crítico en que nos encontramos sin mimetizar modelos que, claramente, no se pueden volver a repetir porque las relaciones sociales, las necesidades, la cultura y la historia producen momentos únicos con soluciones únicas.

    Rob Hopkins: “The Transition Handbook”
    Fragmento de la portada del libro


    Pero todo lo anterior no quiere decir que el movimiento de las "Transition Towns" sea una lucha inútil. El segundo grupo de respuestas, las que corresponden a los reformistas (cuotas de CO2, introducción de energías alternativas, tasa Tobin), no plantean sus reformas con una visión global del problema y necesitan conductores, objetivos holísticos a largo plazo y colectivos que planteen las utopías que les faltan. Incluso experiencias concretas a pequeña escala, porque cualquier equivocación en las reformas planteadas en el mundo global en que nos movemos puede tener consecuencias catastróficas. Resulta imprescindible interiorizar y asumir la obviedad de que la sociedad del siglo XXI no puede relacionarse con el territorio de la misma forma que lo han hecho otras sociedades (como la medieval en su momento o la industrial en el suyo). Aparentemente, un mundo global no debería encapsularse en miles de quistes con sus territorios anejos por muchas razones, pero la más sencilla es que estos territorios son muy distintos unos de otros (con débitos ecológicos diferentes) y esta segmentación encierra una injusticia radical. La nueva ciudad que necesitamos hoy no puede ser el resultado de mirarnos en las ciudades que correspondían a sociedades anteriores. Y mucho menos una copia de las mismas. Pero resulta imprescindible conocerlas, analizarlas y amarlas porque contienen muchas lecciones que aprender. Habréis observado que esto se termina y no me he referido casi para nada al segundo tipo de respuesta: la reformista. Pero es que hoy tocaban Pueblos en Transición (prefiero esta expresión a la de Pueblos de Transición, indica una componente dinámica imprescindible para entender el planteamiento “resiliente”). Las tasas ecológicas y las cuotas de CO2 quedan para otro día.

    Jornadas a las que me refería al comienzo del artículo
    Vitoria-Gasteiz, 1, 8, 12 de abril de 2011


    En cualquier caso, parecen necesarios los intentos que se están produciendo de proponer vías alternativas a la forma de vida imperante en la sociedad actual. Sobre todo si se observa la falta de ideas, la inflexibilidad, la obcecación en persistir en planteamientos económicos imposibles y la total obsolescencia de un neoliberalismo que no funciona en sociedades globales. Cada vez que los responsables económicos de la actual crisis financiera se manifiestan, parece que se oyen los ecos del Economist en aquel célebre párrafo publicado el 13 de mayo de 1848 refiriéndose a la Public Helth Act: “Sufrimientos y males son castigos de la naturaleza. No pueden ser eliminados, y los impacientes intentos de la filantropía por proscribirlos del mundo por medio de leyes, antes de haber descubierto su objeto y su fin, han hecho siempre más daño que bien”. Sobre todo si los sufrimientos y males sólo afectan a “los otros”, que era exactamente lo que pasaba en aquella terrible ciudad industrial en la que la esperanza de vida de los ricos casi duplicaba la de las clases más desfavorecidas. La teoría es: dejemos que el sistema se ajuste solo, tal y como se ha demostrado a lo largo de la historia es suficientemente “resiliente” como para adaptarse. El problema es que “el sistema” se ajusta persiguiendo dos objetivos básicos. El primero es el de la supervivencia de sí mismo sin que importen demasiado los daños colaterales. Y el segundo que el ajuste se haga respetando las canonjías de los poderosos que consisten en un crecimiento ilimitado de sus bienes y de su poder. Lo que sucede es que ahora, en un mundo global, los daños colaterales pueden ser tan importantes e imprevisibles (la sociedad del riesgo) que no entren en las posibilidades de supervivencia del sistema sin cambiar los objetivos. Es decir, sin variar el rumbo. Y ahí tropezamos con una dificultad seria: no hay alternativas por la sencilla razón de que el sistema ha sido tan eficiente que las ha eliminado todas. Y cualquier ecólogo sabe que sin posibilidades alternativas, sin diversidad, hablar de resiliencia es como hablar del sexo de los ángeles. Bienvenidas las Transition Towns.


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      Materiales utilizados:
      • Brangwyn, B. y Hopkins, R.: Transition Initiatives Primer: becoming a Transition Town, City, District, Village, Community or even Island. Version:26. Este documento se actualiza regularmente. Puede encontrarse aquí. También hay una versión no oficial en español.
      • Cohen, Danielle K. M.: Reaching out for resilience: Exploring approaches to inclusion and diversity in the Transition movement. Department of Geography and Sociology / Humanities and Social Sciences. University of Strathclyde, Glasgow. September 2010. Puede bajarse el pdf aquí.
      • Holling, C.S.: “Resilience and Stability of Ecological Systems”, Annual Review of Ecology and Systematics, Volume 4 , pp. 1-23, 1973. Se puede obtener en pdf aquí.
      • Hopkins, R.: Energy Descent Pathways: evaluating potential responses to Peak Oil. University of Plymouth, Transition Culture.org., Totnes, 2006. Este texto en inglés se puede encontrar aquí.
      • Hopkins, R.: The Transition Handbook: From Oil Dependency to Local Resilience (Transition Guides), Green Books, Foxhole, Dartington, UK, 2008.
      • Mollison, B. y Holmgren, D.: Permaculture One: A Perennial Agriculture for Human Settlements, la edición que he consultado es la USA publicada por el International Tree Crop Institute en Junio de 1981. La edición original de Tagari Press y Corgi de 1978 se publicó en varios idiomas, entre ellos el español, pero no he podido acceder a ella.
      • Mollison, B.: Permaculture: A Designers' Manual. 2ª edición, Tagari Publications, Tyalgum, Australia, 2002 (la primera edición es de 1988).