domingo, 30 de diciembre de 2007

Huella ecológica, consumo y felicidad

En las fechas que estamos parece como si las palabras consumo y felicidad estuvieran indisolublemente unidas. De forma que en estos días se desata una especie de furor consumista imposible de parar. Y cuando todo ha pasado, y parece que ya no podemos más de tanta felicidad, llegan las rebajas y resulta que todavía podemos ser más felices. Por tanto, hablar y escribir sobre consumo y felicidad parece adecuado en estas fechas. Uno de los indicadores más fiables para medir nuestro nivel de consumo es la huella ecológica. Ya hemos visto en la entrada anterior que en nuestro país la huella ecológica dobla (como mínimo) la media de la Humanidad, lo que debería indicar que somos doblemente felices. Y no digamos en USA o en los Emiratos Árabes Unidos: deberían derrochar felicidad a raudales. Claro que puede suceder que algunos sean más eficientes que otros en convertir consumo en felicidad. Es decir, que se cumpla el tópico de que el dinero (léase el consumo en este caso) no es la felicidad.

Rebajas, la ceremonia sagrada del consumismo  abcsevilla

Esta misma idea (a los economistas les encanta el término eficiencia) la tuvieron los responsables de la New Economics Foundation, que se pusieron manos a la obra y calcularon lo que llaman el Índice de Felicidad del Planeta (The Happy Planet Index “HPI”)que relaciona tres variables: el índice de satisfacción, la esperanza de vida y la huella ecológica. Para el índice de satisfacción utilizaron el Worl Database of Happiness de Ruut Veenhoven, el World Health Survey correspondiente al año 2002 de la Organización Mundial de la Salud, el Latinobarómetro (con datos del 2004) y el Afrobarómetro. Para aquellos países para los que no se tenían datos publicados, recurrieron a calcularlos mediante regresión estadística basada en una serie de variables que incluyeron en un anexo del informe.

Respecto a la esperanza de vida se utilizaron los datos contenidos en el Human Development Report de 2005 que contiene la esperanza de vida al nacer en el 2003. Por último, las huellas ecológicas se tomaron de la Global Footprint Network que ya conocemos. En concreto del informe del 2004. Por cierto, que no coincidirán algunos de los datos de la entrada anterior ya que los que he ofrecido son más actuales (informe del 2006 con datos del 2003). Por ejemplo, a España le asignan una huella ecológica de 4,8 hag/hab, cuando en realidad la cifra que aparece en las tablas del último informe de la Global Footprint Network es de 5,4. El resto de las huellas de los países que no aparecían en la tabla las calcularon mediante el método de las emisiones de dióxido de carbono corregido con algunas variables (tales como el nivel de urbanización o la latitud).

A todos estos datos les aplicaron una fórmula que, básicamente, lo que hace es multiplicar el índice de satisfacción por la esperanza de vida y dividirlo por la huella ecológica (a la que se suma un factor de corrección) y todo ello afectado por un coeficiente. La cosa es algo más complicada (aquellos que tengan interés viene detalladamente descrito en la parte final del informe) pero para tener una idea es suficiente esta explicación.

De esta forma se obtuvo el Índice de Felicidad del Planeta, HPI (The Happy Planet Index) que, en realidad, lo que pretende medir es la eficiencia en convertir huella ecológica en bienestar por parte de cada uno de los países que lo componen. La lista ordenada según este índice de los 178 países de los que se hicieron los cálculos se incluye en el informe final y en parte reproduzco algo más adelante. El informe final lo podéis bajar de de aquí. Existe, sólo para Europa, otro informe del 2007 que podéis bajar aquí. Para desgracia de muchos (y regocijo de otros) ambos están en inglés.

Relación entre huella ecológica y felicidad
Extraída de The Happy Planet Index
Pinchando en el mapa puede verse más grande

Pero no solamente se consideró el índice simplemente como un número, sino que se hicieron grupos atendiendo a cada una de las tres variables (índice de satisfacción, esperanza de vida y huella ecológica) y se representaron con colores: hacia el verde mejor, hacia el rojo peor. Por eso en los listados además del número que corresponde al HPI aparece un color asociado a cada valor de la variable y al resultado total.

Relación entre huella ecológica y felicidad
Extraída de The Happy Planet Index
Pinchando en el gráfico puede verse más grande

El primero de la lista es Vanuatu, un archipiélago del Pacífico con más de 80 islas de las cuales 65 están deshabitadas. Hay que decir que, en general, todas las islas salen muy favorecidas en este cálculo de la eficiencia. Su índice de satisfacción es de 7,4, la esperanza de vida de 68,6 años, la huella ecológica de 1,1 hag/hab y un HPI de 68,2. El segundo, sorprendente, es Colombia (67,2). Y luego: Costa Rica (66,0), República Dominicana (64,5), Panamá (63,5), Cuba (61,9), Honduras (61,8), Guatemala (61,7)…

Los primeros puestos de la lista
Extraída de
The Happy Planet Index

En el lado más negro (en realidad más rojo) de la lista cuatro países africanos: Congo (20,7), Burundi (19,0), Swaziland (18,4) y Zimbawe (16,6). Como en la entrada anterior nos referíamos al Congo voy a dar los datos completos que expliquen su situación en el puesto 175 sobre 178 países. Su índice de satisfacción es de 3,3, su esperanza de vida de 43,1 años y su huella ecológica de 0,7 hag/hab. Creo que estas cifras lo dicen todo y queda poco que explicar.

Los últimos puestos de la lista
Extraída de The Happy Planet Index

España está en el puesto 87 con un HPI de 43.0 con verde en las dos variables de índice de satisfacción (7,0) y esperanza de vida (79,5), y un rojo (rojísimo) en la huella ecológica (4,8). Con lo cual el color global que le corresponde es el marrón.

España y su entorno
Extraída de The Happy Planet Index

Bien, la referencia. Los Estados Unidos de Norteamérica están en el puesto 150 con un índice de satisfacción de 7,4, una esperanza de vida de 77,4 años y una huella ecológica de 9,5 hag/hab. La verdad es que si nos comparamos con ellos no parece que lo hagamos muy mal. Con la mitad de su huella ecológica nos sentimos casi tan felices y vivimos más años. Pero lo podíamos hacer todavía mejor. Por ejemplo, Costa Rica (ver el listado de los primeros puestos) con un índice de satisfacción superior al nuestro y una esperanza de vida muy parecida tiene una huella ecológica de 2,1 hag/hab muy cercana a la que haría el planeta sostenible. Una vez que sabemos que puede conseguirse esa debería de ser nuestra meta.

Estados Unidos de Norteamérica y su entorno
Extraída de The Happy Planet Index

Además, también podemos aplicarnos a nosotros mismos el invento. Si alguien se siente con fuerzas para calcular su propio HPI puede hacerlo aquí (está en inglés ¡qué le vamos a hacer!, hago lo que puedo pero, a veces, es imposible sustraerse a su dominio). Luego, os recomiendo que os pongáis en la situación de cualquiera de los niños que aparecían en las fotos de Kinshasa de la entrada anterior y comparéis. Probablemente esto nos servirá a todos para ir conociendo el verdadero significado de conceptos aparentemente abstractos y alejados de la vida real como "huella ecológica" o "sostenibilidad".


domingo, 23 de diciembre de 2007

La huella ecológica vista desde Kinshasa

En el año 1996 Rees y Wackernagel proponen el concepto de “huella ecológica” como el área de territorio productivo o ecosistema acuático necesario para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una población definida con un nivel de vida específico, donde sea que se encuentre esta área. La introducción de este concepto nos permitió contar con un instrumento (todo lo rudimentario que se quiera) para cuantificar las relaciones entre territorio y consumo. Se trata justamente del negativo fotográfico de otro concepto muy usado en ecología y que se conoce con el nombre de capacidad de carga, que suele definirse como la población máxima de una especie que puede sobrevivir en un territorio sin deteriorar los recursos de los que se nutre. En el año 2000 un grupo de investigadores encabezados por Wackernagel calculó la huella ecológica de la totalidad del planeta atendiendo a siete indicadores y los resultados fueron significativos: resultó que se utilizaban alrededor de 164 millones de unidades de media pero la bio-capacidad del planeta era sólo de 125 millones, lo que significaba que estábamos consumiendo planeta por encima de su capacidad de regeneración.

La ciudad de Kinshasa  thecommongroup

Esto sólo era posible debido a que, además de consumir todo lo que La Tierra era capaz de producir, estábamos agotando los ahorros que se habían ido acumulando a lo largo de milenios en forma de combustibles fósiles y sumideros de contaminación. Pero no siempre ha sido así. En realidad el problema es bastante reciente. Los cálculos indican que en lo años sesenta del pasado siglo XX la actividad humana consumía el 70% de lo que el planeta era capaz de producir. Pero ya a principios de los años ochenta se alcanzaba el 100%, y en estos momentos estamos consumiendo por encima de nuestras posibilidades. Según la edición 2006 de Ecological Footprint and Biocapacity del Global Footprint Networt (datos de 2003), la huella ecológica de La Tierra es de 2,2 hectáreas globales por persona, con un déficit ecológico de -0,5 hag (hectáreas globales)/hab, lo que indica un sobreconsumo de planeta del 23% (una hectárea global es una hectárea con la capacidad mundial promedio de producir recursos y absorber desechos). Dependiendo de los diferentes sistemas de cálculo este porcentaje es variable pero casi todos los autores lo fijan en un mínimo de un 20%.

Evolución del consumo y biocapacidad de la Tierra
Gráfico extraído de Global Footprint Networt

Con ser grave la situación global todavía se agrava más si le añadimos el hecho de que esta excesiva explotación del medio no se hace de forma uniforme en la totalidad del planeta. Si analizamos los que pasa por países veremos que los Emiratos Árabe Unidos tienen el récord, con una huella ecológica de 11,9 hag/hab y un déficit ecológico de -11,0 hag/hab. Le sigue USA con 9,6 y -4,8 respectivamente. En el lado opuesto, Afganistán tiene una huella de 0,1 y un superávit de +0,2. Otros países, aún con huellas ecológicas algo mayores que Afganistán, tienen balances más positivos. Así Gabón (1,4 y +17,8 respectivamente) o Congo (0,6 y +7,2).

Créditos y débitos ecológicos
Mapa extraído de
Global Footprint Networt

En España es de 5,4 hag/hab y la media de la Unión Europea es de 4,8 hag/hab. Si alguien quiere calcular su propia huella ecológica puede hacerlo aquí (cálculo de la huella personal). Claro que este cálculo es genérico ya que se hace en función de una serie de variables contextuales pero puede darnos una idea de que el problema no se circunscribe a una cuestión de justicia interterritorial sino que también afecta a las diferentes clases socio-económicas dentro de un mismo territorio.

Existen, por tanto, dos problemas diferentes pero perfectamente interrelacionados: el primero se refiere a que hemos sobrepasado la capacidad de carga del planeta. Pero el segundo, cada vez más acuciante, es que esta explotación excesiva se hace de unos terrícolas a costa de otros.

Estos datos, fríos y científicos, es posible que se puedan ver como simples cifras pero, en realidad, esconden dramas personales de millones de personas que viven en determinados países (incluso en continentes casi enteros como el caso de África) a los que sería bueno visualizar y poner por delante de los números. Cuando un cayuco con “inmigrantes subsaharianos” llega a la playa de Los Cristianos llena de turistas acomodados de toda Europa no lo hace porque “les guste la aventura” o por “poner la adrenalina a tope”. Lo hace porque, literalmente, esa Europa que se solaza en la playa está utilizando su huella ecológica. Simplemente vienen a reclamar lo que es suyo.

Piraguas en el río Kalamu

Luego están los que se quedan y no nos incordian. José Manuel Gallego, uno de mis alumnos de doctorado (y, sin embargo, amigo) acaba de llegar de Kinshasa donde ha podido ver de primera mano la situación por la que están pasando los que se quedan. Kinshasa debe rondar en estos momentos los diez millones de habitantes, y aunque es uno de los centros culturales más importantes de África (cuenta con tres universidades), está también asolada con la plaga de miles de chabolas que se construyen casi en cualquier sitio. Le pedí a José Manuel que escribiera unas líneas que nos ayudaran a visualizar el significado real de la huella ecológica, el drama de muchas personas a las que estamos condenando a vivir en el límite del nivel de subsistencia para que nuestros países desarrollados puedan consumir mucho más de lo que necesitan. Las fotos que ilustran esta entrada son también suyas.

Crónica sentimental de la alienación

Yo aquí rompo una lanza por los discriminados
los que nunca o pocas veces comparecen
los pobres pajaritos del olvido
que también están llenos de memoria

Mario Benedetti

No es fácil pensar en lo que duele y compartirlo es con frecuencia difícil; decidir escribirlo no puede ser otra cosa que un socializado ejercicio de masoquismo en negro sobre fondo en blanco. Me hieren cosas que no acierto a razonar, me atenazan contradicciones y mala conciencia.

Podrá decirse: Pero hombre, ¿a estas alturas de la Transición viene usted a dar la lata y con temas políticamente incorrectos?... (Farfullaría azorado que lo siento, que me excuso, que ya sé que no son fechas, pero… la responsabilidad… es de tod@s; tendríamos que haber hecho algo mucho antes; pararlo; no sé, algo).

Adelanto también que a mí me sangra todavía Bagdad y vengo de zambullirme en Kinshasa (Por cierto: ¿Recuerdan aquello de las Armas de Destrucción Masiva?) También a mí me asusta verme la mirada tras el regreso, Ivo.

El horror en la mirada.

Un horror no tan distinto al de Conrad.
El horror, el horror otra vez.

El que repta desde el oscuro corazón de las tinieblas, fácilmente accesibles ahora desde vuelos lujosos que incluyen comidas y aperitivos con champán francés. El horror sobrevolado desde el confort sibarita; ¿el Desarrollo era esto?


Viviendas con agua ¿corriente?

El horror que prevalece a la bobalicona y culpable inobservancia de la tragedia y su inmediatez evidente. El que persiste por sobre la dulce ensoñación navideña, la publicidad empalagosa, los opulentos escaparates ó la traca final evanescente de esta primitiva Celebración Agraria transformada después en Religiosa, y devenida ahora en doméstica obscenidad consumista.


El horror sobre-colgado a la instalación de tanto vacuo adorno callejero, deslumbrante y subrepticio cómplice contaminador de conciencias. El que se entromete en las campañas preelectorales; el horror terco que persiste y no renuncia, el que vivaquea renovándose, el que muerde: el horror perro. El conocido pero ignorado por "vulgar y ordinario", como dicen l@s pij@s.


La esperanza

Ese horror que quieren confinar en titulares y que solo permiten enseñar de madrugada. El que se utiliza para generar miedos y justificar atropellos y desafueros. El horror solo aplicado al terrorismo como si fuese único (Horror y/o terrorismo). El que no cede y asoma su hocico húmedo por entre las crónicas sociales y los enredos de alcoba que tanto entretienen.

El horror reencontrado en las calles de Kinshasa y reconocible de suyo; estaba en los reguerones de sangre de Iraq cuajados de moscas y ahora inmerso en las charcas del Congo infectadas de mosquitos (ó en esas basuras tan útiles para nivelar caminos y campos de juegos). El que vi en los ojos de aquel "niño de la calle" abandonado a su suerte, que me alargó la mano gritando: ¡Papá, la vie!... ¡Papá, la vie!...



El comedor a la izquierda

El que se sirve con el desayuno en los Papeles Impresos, como aquellos que contaban los muertos no contados del 25 de Octubre, cuando el Dios de la lluvia volvió a llorar sobre Kinshasa llevándoselo todo a los que ya nada tenían. El que anida en la falta de vacunas, sanidad, trabajo, luz eléctrica, agua potable o alimento que llevarse a la boca. ¿Comida?

El horror que me genera comerme un filete en Madrid sabiéndolo de euro-vaca que pació apacible con más subvenciones diarias de lo que media humanidad araña para sobrevivir; ó el de lavarme la cara con un agua del que millones de criaturas no disponen para retrasar su muerte… (Con todo y que conste: Como y bebo).



Primero se compacta la basura con arena
y luego se construye encima
poco a poco, el río se va llevando la basura
(incluída la ¿vivienda? construída encima)

El horror insufrible de ningunear datos patéticos aún sospechándolos: Como saber que el 80% de la población del mundo vive en condiciones infrahumanas; que un 6% de la misma posee el 59% de la riqueza total (todos norteamericanos); que 2.000 millones no podrían leer esto por analfabetos; que si tienes algún dinero en el banco y alguna moneda en el bolsillo, perteneces al selecto 8% del mundo rico; que si dispones de alguna ropa en el armario y/o comida almacenada, eres más rico que el 75% de la población del Mundo y… ¿para qué más?


...y así a cientos de miles

El horror sin solución ó esperanza, asegurado futuro a plazo fijo y sin posible variación Euribor. El de recordar cuando decían: "Viaja menos, y escucha más el No-do". El de ahora en el Congo al verlos tan pobres viviendo en un país tan rico. El de advertir que siguen sirviendo, aún siendo los dueños de todo.

El horror…

El horror otra vez…

El horror de siempre…


El horror de decir, es un ejemplo: …¡Feliz y próspero Año Nuevo!... y al hacerlo y por ensalmo: …olvidar al instante… que todo lo anterior: …es cierto…


J.M.G.G.



Para concluir

En todas las épocas históricas han existido grupos humanos en el límite del nivel de subsistencia. Sin embargo la situación actual es mucho más terrible. Cuando la huella ecológica de la Tierra era inferior a la superficie del planeta ayudar a que otros contaran con lo mínimo para sobrevivir no implicaba la necesidad de que los que estaban por encima de este nivel disminuyeran su consumo. Pero ahora sí. Lo que la Tierra es capaz de producir y los ahorros de miles de años hay que repartirlos (como una tarta) entre los 6.500 millones de personas que la habitan. Y el reparto no se refiere tanto a los alimentos (según los expertos, con los conocimientos y técnicas actuales se podrían alimentar entre 10.000 y 15.000 millones de personas) como a la energía y a las posibilidades de absorber los desechos por la naturaleza.

A veces tampoco es necesario desplazarse miles de kilómetros para encontrarle significado al término huella ecológica porque las injusticias interterritoriales y sociales también se producen en el llamado “mundo desarrollado”. Pero en la mayor parte de los casos se trata, simplemente, de un reequilibrio de riqueza. En muy pocos afecta a los niveles de subsistencia. En realidad, el derecho a una vida digna (aunque sea a mínimos) debería ser un derecho universal que no supiese de la existencia de fronteras. Por desgracia esto no es así y las fronteras de los países “desarrollados” se blindan, como se blindan las urbanizaciones y los barrios de los ricos en las ciudades, para no tener que convivir con los “efectos colaterales” del término “desarrollo”.

Superficie de los países proporcional a su consumo
Pinchar en la imagen para verla más grande
Mapa extraído de
Global Footprint Networt

La huella ecológica no es más que la simple constatación científica de algo evidente pero que se disfraza de muchas formas para disimular esta evidencia: la Tierra, desde los años ochenta del pasado siglo XX se ha convertido en una tarta a repartir. Y para que a mí me toque el doble me tengo que apoderar de la ración de otro. El dónde se encuentre ese otro, cuál sea el color de su piel o la lengua que hable es indiferente. Lo único que importa es ignorar su existencia. Si no lo veo no existe.


jueves, 13 de diciembre de 2007

El atlas de la seguridad de Madrid

Hace un par de días se presentó el Atlas de la Seguridad de Madrid promovido por el Observatorio de la Seguridad del Ayuntamiento. La coordinación y dirección corrió a cargo de Felipe Javier Hernado, Manuel Correa y yo mismo. El equipo de investigación estaba formado por Juan Carlos García, Roberto Cobo, Elena Escudero, Irene Zúñiga y Miguel Ángel Prieto. El resultado es un libro de casi trescientas páginas donde dibujamos una imagen del riesgo social tanto objetivo como subjetivo de la ciudad de Madrid.


La seguridad objetiva se abordó recogiendo en un SIG dos tipos de fuentes. En primer lugar se georreferenciaron las incidencias en las que intervino la policía municipal durante el período 2003-2006. Esta información fue proporcionada por el CISEM (Centro Integrado de Seguridad y Emergencias de Madrid) y se representa sin agrupar, y agrupada en Distritos, Barrios y Secciones Censales. En segundo lugar las estadísticas oficiales de Seguridad de la Delegación de Gobierno, aunque los datos sólo fue posible obtenerlos agregados por distritos.

Un ejemplo: robo a personas
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El Atlas también incorpora la Primera Encuesta de Victimización realizada en Madrid en el año 2006 que cubre el aspecto de la seguridad subjetiva.

Seguridad subjetiva global
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Por último se realiza un ejercicio de diseño urbano seguro cambiando la configuración de un parque y una plaza de la ciudad (elegidos por el alto número de incidencias con intervenciones policiales que se producen en ellos) con los criterios que proporciona el método CPTED (Crime Prevention Through Environmental Design). Este trabajo se planteó a modo de ejemplo, más para ilustrar una metodología que para hacer un proyecto efectivo. Esto es así porque la metodología no está adaptada a Madrid, porque no se discutieron otras posibilidades alternativas y porque el único criterio utilizado fue el de la seguridad. A pesar de todo los cambios se discutieron en una reunión conjunta entre policías y arquitectos de la que resultó una configuración modificada.

Sesión de trabajo del equipo

Estamos ante el primer paso de un trabajo que se supone permanente. En realidad el Atlas no es nada más que la concreción en un momento temporal específico del mapa de la criminalidad madrileña. Un ejemplo de lo que se puede hacer con los modernos sistemas de información geográfica. En el futuro estos datos se tendrán en tiempo real y permitirán realizar consultas que sirvan para una adecuada planificación policial (por ejemplo: recorridos de las patrullas motorizadas o a pie; establecimiento de prioridades en la asignación de dotaciones, etc.).

Estado actual del parque
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Tampoco ha sido posible en este Atlas establecer correlaciones entre las variables urbanísticas y las incidencias registradas. Probablemente sea este el segundo gran tema de investigación que aborde el Observatorio. Lo único que se incluye, también a modo de ejemplo, son algunas variables urbanísticas del barrio de Embajadores. Cuando se termine esta segunda etapa estaremos en condiciones de preguntarnos (entre otros) por el significado de conceder una licencia para un bar en una zona de copas.

Ejemplos de correcciones a realizar y planta modificada
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En paralelo al establecimiento de correlaciones, sería necesario plantear la realización de manuales de diseño seguro (de arquitectura, de diseño urbano y de planeamiento) que sirvieran de referencia a los profesionales para desarrollar su labor introduciendo también criterios de seguridad en sus planes y proyectos.

Secciones
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Lo cierto es que en la presentación, tanto en la exposición como en las preguntas, se abordaron temas bastante interesantes que iré trayendo a este blog. Para terminar simplemente mencionaré algunas conclusiones de la exposición que hice sobre el diseño ambiental seguro (que ahora no tengo tiempo de argumentar) y que también iré ampliando poco a poco.

a) La gestión del riesgo no es una cuestión exclusivamente técnica sino también social.

b) La prevención de la delincuencia no puede provenir tan sólo de la represión o de los sistemas de vigilancia total de la actividad individual (tipo panóptico de Jeremy Bentham), sino que debe fundamentarse en acciones sociales positivas. El diseño ambiental seguro no es más que un instrumento (ni el más importante ni, probablemente el más efectivo) de ayuda en esta prevención.

c) El diseño seguro, tanto urbano como arquitectónico, parece que reduce de forma objetiva la criminalidad circunstancial (aquella que aparece con la ocasión, pero si no existe ocasión no se produce), ayuda a reducir los demás tipos y aumenta notablemente la percepción de seguridad incrementando de forma espectacular la calidad de vida de los ciudadanos a un coste muy bajo.

d) El paso de la civilidad a la individualidad ha traído consigo dificultades evidentes en la aplicación de determinados principios del CPTED como la vigilancia natural, al desvincularse el individuo de lo colectivo. En las sociedades más avanzadas no es posible confiar la seguridad basándose exclusivamente en el control social. Esta actitud hace recaer toda la responsabilidad sobre los profesionales encargados de la vigilancia al desentenderse el individuo de todo aquello que no le afecte de forma directa.

e) La inseguridad es una característica distintiva de la sociedad moderna y es imposible reducirla a los niveles mínimos, hay que conformarse con niveles aceptables.

f) La planificación y el diseño seguro son, sencillamente, instrumentos que permiten diversificar los métodos de prevención ya que las actuales políticas de seguridad tienden a ir abriendo cada vez más los campos en los que se mueven, desde la prevención represiva tradicional hasta las formas semióticas más modernas.

g) La forma y estructura de las áreas urbanas tiende a aumentar tanto la inseguridad social objetiva como la subjetiva. Sobre todo esta última, ya que la segregación espacial tal y como se está produciendo tanto en la interfase periférica fragmentada como en el interior más compacto, da lugar a que el individuo no se encuentre cómodo fuera de sus nichos socio-territoriales.


sábado, 8 de diciembre de 2007

El concurso del Pertusillo

Mi viaje a Nápoles al que hago referencia en la entrada anterior, surgió de una invitación para ir a Potenza en relación con el concurso de ideas sobre el Lago del Pertusillo. La región de Basilicata está situada al sur de Italia y se compone de dos provincias: Matera y Potenza. Era una de las regiones más pobres del país hasta que se descubrió la mayor reserva de gas y petróleo de la Europa continental.


A finales de los cincuenta y comienzo de los sesenta nace el lago artificial del Pertusillo, en el Espinoso, al represar el río Agri para su uso hidroeléctrico. La construcción de un puente que permita unir de forma más directa la localidad de Espinoso con el resto de los pueblos del fondo del valle se deriva del proyecto “Valle del Agri” basado en el Programa Operativo: Val d’Agri, Melandro, Sauro, Camastra, y pretende que toda el área pueda funcionar de forma conjunta. Además debería servir de elemento aglutinador y de identidad de la zona.

Lago del Pertusillo, imagen de Michele Grieco
extraída de la página del Valle del Agri

A pesar de tratarse de un lago artificial en el momento actual es un área SIC (de importancia comunitaria por sus valores naturales) por lo que la polémica entre conservación y desarrollo está servida. Y no sólo entre conservación y desarrollo. También está la cuestión de reforzar las señas de identidad de un área territorial, de una ciudad, o de un país, a base de grandes proyectos emblemáticos, símbolos que permitan “vender” más fácilmente ese sitio. Estas auténticas operaciones de marketing suelen ser muy costosas y, muchas veces, el rendimiento obtenido no es el esperado. Por eso muchos grupos se cuestionan si estas inversiones no sería mejor hacerlas en escuelas, asilos de ancianos o ayudas para remodelar las viejas viviendas. En el fondo subyace la pregunta: en realidad ¿a qué le estamos llamando desarrollo?

Lago del Pertusillo
Imagen extraída del
foro de Natura Mediterraneo

En este contexto se convocó un concurso de ideas abierto y de carácter internacional para la realización del puente. El resultado fue la inscripción de 121 grupos, casi todos italianos excepto 9 que fueron del resto de Europa (tan sólo uno español). He pensado que podría resultar interesante presentar algunos de los proyectos ya que no siempre es sencillo acceder a la documentación de los concursos (en este caso la tengo de primera mano) sobre todo si se organizan al margen de los circuitos de las revistas de arquitectura o paisaje. Además se trata de una temática muy parecida a la que solemos abordar en la asignatura de Paisaje y Territorio de la Escuela de Arquitectura de Madrid por lo que, probablemente, tengan un interés adicional para los alumnos. La selección que he realizado no está basada sólo en la calidad de los proyectos sino que intervienen otros factores como la adecuación de las imágenes a la estructura material del blog. Pinchando en cada imagen con el ratón puede verse a un tamaño algo mayor.


El primer premio se concedió al grupo de Antonio Galuppo (Eleonora Ferrara, Alfonso Brenna, Guglielmo Losardo, Biagio Tammaro, Alberto Senatore) y toma su inspiración en los restos paleontológicos encontrados en la zona.


Giuseppe Fallacara (Marco Stigliano, Nicola Parisi, Francesco Porco) se centra en conseguir una idea dinámica basada en una planta curva, obtuvo el tercer premio.


Arup Italia srl (Nicholas John O’Riordan, Gabriela Del Mese) que obtuvo un accésit se inspira en la forma del arpa relacionada con el perfil de las montañas de la zona. Esta previsto revestir la estructura de elementos fotovoltaicos para conseguir una autoalimentación energética de la estructura que permita, a costo energético cero, su iluminación nocturna.


Máximo Majowiecki (Vincenzo Ditrani, Nicola Consentino, Sandro Verdone, Ersilia Della Pepa, Giuseppe Afinito) que también obtuvo un accésit propone un elemento central de mucha fuerza iluminado con un generador a coste energético cero.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Spaccanapoli, uso total de la calle

He estado unos días en el sur de Italia, en unas jornadas relacionadas con el concurso de un puente sobre un lago en la región de Basilicata (en cuanto tenga tiempo lo comentaré), y el azar arregló las cosas para que estuviera en Nápoles el primer domingo del mes de diciembre. En medio del centro histórico de Nápoles está Spaccanapoli que va desde la plaza de Gesù Nuovo hasta la calle Duomo. Su espina dorsal es una calle estrecha que recibe distintos nombres a lo largo de su recorrido pero que comienza como Via B. Croce. Dado que me alojaba justamente en la plaza pude observar como, de forma continua, llegaban grupos y grupos que suponía de turistas ya que los comandaba un guía provisto del correspondiente paraguas, pañuelo, etc., y solían llevar algún distintivo que los diferenciaba tales como gorras o bolsos. Al principio eran pocos, pero luego el flujo era continuado y subían la cuesta hasta cuatro y cinco a la vez. Los grupos llegaban a la plaza, se ponían de acuerdo con el guía para una hora de vuelta y desaparecían Spaccanapoli adelante.

Grupos llegando a la plaza

Al principio me pareció algo simplemente curioso la afluencia incesante de gente, pero luego me di cuenta que existían varias particularidades notables: eran todos italianos (luego supe que de pueblos y lugares relativamente cercanos); no se trataba de turistas convencionales porque no se veían demasiadas cámaras de fotos; iban familias enteras, niños incluidos; era muchísima gente, una enormidad de gente. Y todos se metían, todavía no me explico cómo, por la Via B. Croce. Cuando llegó mi amigo Mario nosotros también nos adentramos Spaccanapoli adelante. Como no seguí en la plaza no lo puedo asegurar, pero estoy convencido de que a lo largo de la mañana siguieron afluyendo grupo tras grupo y todos intentando (y consiguiéndolo) introducirse entre la iglesia del Gesù Nuevo y la de Santa Chiara.

La experiencia fue literalmente inenarrable. Una especie de masa de gente se iba desplazando como un fluido viscoso a lo largo de la calle, se desbordaba por los laterales, se paraba por momentos y volvía a circular, como impulsada por los latidos de algún corazón lejano. En los comercios y puestos que flanqueaban la masa humana compacta pude distinguir cientos, miles, de figuras de belenes, molinillos de agua, escenarios bucólicos, estrellas, cintas, musgo, casitas de todos los tipos y tamaños, ángeles, puentes, ovejitas, Berlusconis de madera, un orondo chef, arbolillos, guindillas, cintas, pesebres, cortezas de árboles, retablos de Maradona y y cuernos de renos de navidad para ponerse en la cabeza. Claro, era muy complicado comprar nada porque era materialmente imposible parar a voluntad. Creo que nunca he sentido más fuerte la sensación de la Humanidad como un cuerpo único que funciona de forma casi independiente a los individuos que la forman. Era el espacio público utilizado de forma total y completa.


Los belenes napolitanos son famosos en todo el mundo pero no se llega a comprender la fuerza de una tradición como ésta hasta que no se siente uno partícipe de ella. La colmatación y ocupación máxima del espacio ocurrió cuando intentamos subir por la calle San Gregorio Armeno donde suelen exponerse los belenes artesanales. Entonces fue donde, literalmente, levité comprimido por la multitud. Son raras las ocasiones en las que todo un pueblo siente al unísono pero en ellas el espacio público cumple un papel imprescindible.

Dibujo original del Prof. Arch. Mario Coletta

Algo así no es posible en un centro comercial, en un parque temático o en un hipermercado. En estos lugares el sentimiento popular es sustituido por un remedo: el consumo. Aquella gente que venía de toda la región no iba simplemente a comprar el musgo, el molinillo de agua o la caricatura de Berlusconi. Iba, sencillamente, a cumplir una tradición. El musgo, el molinillo o la caricatura eran las disculpa. Porque no iban a comprar (en muchos casos esto era así por la imposibilidad material de hacerlo debido a que la excesiva cantidad de gente lo impedía), iban a manifestarse. A manifestarse como ciudadanos y miembros de una comunidad. En Madrid, en las calles Carmen y Preciados, en la esquina del edificio Capitol o en la salida de metro del cine Avenida la multitud probablemente esté igualmente comprimida que en Spaccanapoli, pero el sentimiento no es el mismo: se trata, sencillamente, de comprar. El intento de conseguir que dicho acto se convierta en una manifestación de toda la sociedad será siempre un remedo porque sólo consume el que puede, de forma que el espacio que se usa para consumir es sólo seña de identidad del consumidor. En cambio, si parece una manifestación como la que he descrito de Nápoles, la de oir las doce campanadas de Fin de Año en la Puerta del Sol.


Probablemente no levité sólo yo. Puede observarse en la foto el lugar donde terminó una bicicleta. La foto es real no es un truco y, verdaderamente, no sé si alguien la aparcó allí, si efectivamente flotó (con o sin multitud) o, sencillamente, cayó del cielo por un milagro de San Genaro. Claro que, como la diferencia entre calzada y acera en esta ciudad es irrelevante, no sería nada extraño que ocupado todo el espacio posible de pavimento, los napolitanos estén tratando de usar también los elementos verticales e inclinados y todo plano horizontal que aparezca en su campo visual. A la vuelta, mientras nos dirigíamos en metro a casa de Mario, pensaba que además de servir para transitar, para facilitar las relaciones entre desiguales, o como seña de identidad de un grupo, había que pensar en estos espacios de ciudadanía también como soporte expresivo de la multitud. A lo mejor, todavía no es la hora de entonar el réquiem por el espacio público.

Ciudad extraordinaria en la que el paisaje urbano es, básicamente, la gente. Mario me trataba de explicar la maravillosa arquitectura que se puede encontrar en casi toda la ciudad, los panoramas que se divisan desde sus laderas, pero una y otra vez mi interés se iba hacia la gente y mis ojos se olvidaban de la arquitectura, del Vesubio o de Sorrento. En cualquier caso parece que nada puede sustituir al espacio público tradicional para esta forma de entender la vida. Y ahí es donde está el nudo de todo. Cada manera de vivir necesita su propio soporte espacial. Pero el soporte en sí es algo irrelevante. Lo que le da sentido es la actividad (o la no actividad) que se desarrolla en su seno. Nos lamentamos de la muerte del espacio público pero esta muerte no viene casi nunca de la inadecuación o de la falta de dicho espacio, viene de una forma de vida que no lo necesita.


viernes, 23 de noviembre de 2007

Réquiem por el espacio público

Las calles y las plazas de la ciudad tradicional han servido durante cientos de años como contenedores de la urbanidad. Sin embargo, en el momento actual, cuestionada la necesidad de esta urbanidad por el abandono de lo colectivo a favor de lo individual, estos espacios probablemente hayan perdido su sentido. Con la disculpa de la seguridad, nuestras ciudades tienden a una segregación feroz, y las clases medias instaladas en un verdadero pavor ante la realidad de una lucha cada vez más dura por el territorio, tienden a refugiarse en simulacros urbanos. Así, los parques temáticos y los centros comerciales se han convertido, los primeros en ideales cinematográficos de vida y los segundos en refugios seguros, donde no hay que preocuparse más que de consumir. Estas tendencias, que se van consolidando en todo el planeta, se advertían con especial nitidez ya hace más de veinte años en la sociedad que, probablemente vaya décadas por delante de las demás: la sociedad norteamericana. Sus elementos básicos pueden rastrearse en una publicación ya con unos años (el original en inglés es de 1992 pero no ha sido traducida al castellano hasta el 2004). Su titulo es ya ilustrativo: Variaciones sobre un parque temático, la nueva ciudad americana y el fin del espacio público. Está publicada por Gustavo Gili y su coordinador es Michael Sorkin.

Ver ficha de la editorial

Pienso que es un libro necesario, muy bien escrito y que complementa perfectamente al de “La Modernidad Líquida” ya comentado. El libro de Bauman indaga sobre los procesos sociales profundos y este ejemplifica casos concretos describiendo algunos fenómenos que todavía son emergentes en las ciudades europeas. En algunos casos (Los Ángeles, Irving o Lincon Valley) ya han cumplido incluso su período vital pero en otros están en plena evolución. Se trata de ocho ensayos y una introducción de Sorkin con una cierta relación que no es otra que el espacio público. De los ocho (si dejamos aparte esta "Introducción") pienso que todavía están de plena actualidad el capitulo que Davis dedica a la militarización del Espacio Urbano, el de Neil Smith sobre la renovación de la ciudad y, por supuesto, el que Margaret Crawfort llama “El mundo en un centro comercial”. En algunos casos, la sociedad europea se ha separado de las tendencias expuestas, sobre todo las casi imposibles en cualquier otro contexto que no sea USA, y en otros sencillamente todavía no ha llegado.

La importancia de algunas de estas cuestiones en nuestro país es manifiesta. Según un informe de la consultora Cushman & Wakefield titulado “Centros comerciales en Europa” España es el país europeo que más superficie de centros comerciales inaugurará en el período 2007/2008. Y eso en un momento, año 2007, en que Europa bate el record de aperturas con 6,4 millones de metros cuadrados (claro que este record será pulverizado en el 2008 con 10,5 millones). Además, la mayor parte de estos centros se sitúa en las afueras de los grandes núcleos urbanos consolidando una fragmentación del territorio a la que ya he hecho referencia en una entrada anterior. El ranking de inauguraciones es el siguiente, en metros cuadrados de superficie bruta:

01 España 1.929.520
02 Polonia 1.878.780
03 Turquía 1.651.240
04 Reino Unido 1.377.350
05 Italia 1.293.460
06 Francia 1.283.460
07 Alemania 1.143.780
08 Rusia 1.067.590

Luego, por debajo del millón, Rumanía, Portugal, Lituania, Holanda… Así hasta un total de 17.010.200 de metros cuadrados en toda Europa en el período 2007/2008. En el momento actual, resulta que a cada 1.000 españoles nos corresponden 255 metros cuadrados de centro comercial (claro que si se trata de madrileños sube a 415). Son cifras impresionantes que deberían hacernos meditar sobre el profundo cambio que se están produciendo en la organización y funcionamiento de las áreas urbanizadas.

Al tema de la seguridad en el espacio público ya le he dedicado más de un artículo en este blog (ver Espacios urbanos seguros y Manual de diseño urbano seguro) lo que, sencillamente, refleja mi preocupación personal acerca de su importancia. Las palabras de Davis al comienzo de su capitulo son de una rabiosa actualidad incluido el desprecio (que no otra cosa es el silencio) de la teoría urbana contemporánea acerca de esta cuestión.

Imagen nocturna de Los Ángeles
Extraída de you-are-here.com

“Bienvenidos a la posliberal Los Ángeles, donde la defensa del lujo ha generado un arsenal de sistemas de seguridad y una obsesión por la vigilancia de las fronteras sociales por medio de la arquitectura. Esta militarización de la vida de la ciudad es cada vez más manifiesta en todos los lugares que se construyeron en los años noventa. Sin embargo, la teoría urbana contemporánea ha permanecido extrañamente en silencio con respecto a lo que todo esto implica” (pág. 177)

El corazón de Los Ángeles
Extraída de
Wikipedia

A lo largo de las páginas que siguen, realmente demoledoras, se va observando como esta ciudad, paradigma de tantas cosas, va destruyendo los últimos espacios públicos verdaderamente democráticos como son las calles, las plazas o los jardines a base de privatizarlos convirtiéndolos en centros y calles comerciales, centros sociales, etc. También se analiza como este estado de cosas se refleja en la arquitectura y el diseño de la ciudad.

Arquitectura defensiva
"Gemini Gel" de Frank Gehry
Extraída de
you-are-here.com

“La forma urbana obedece a la función represiva. Los Ángeles, como siempre a la vanguardia, es una muestra especialmente perturbadora de las relaciones emergentes entre la arquitectura urbana y el estado policial” (pág. 179)

Arquitectura defensiva
"Biblioteca pública de Los Ángeles" de Frank Gehry

Extraída de you-are-here.com

Esta situación implica, a su vez, tres procesos casi simultáneos. El primero es la segregación y “amurallamiento” de las zonas ricas, tanto residenciales como de negocios o comerciales, a base de barreras físicas, cuerpos de seguridad propios y trabas administrativas y policiales. El segundo es el aislamiento y contención de las zonas pobres y marginales de la ciudad mediante sistemas parecidos. Y el tercero es la transformación arquitectónica de los edificios en artefactos blindados.

Arquitectura defensiva
"Danziger Studio" de Frank Gehry
Extraída de you-are-here.com

El problema, como señala Davis, es “la heterogeneidad de la multitud” enfrentada al sueño de la “igualdad de mentalidades”. Esta característica de la multitud (su heterogeneidad) la solucionan las nuevas pseudociudades seguras, léase por ejemplo los centros comerciales, mediante barreras arquitectónicas, semióticas y policiales que filtran a “los indeseables” y luego

“encierran a las masas restantes y controlan sus movimientos con una ferocidad conductista. La multitud es atraída por todo tipo de estímulos visuales, es atontada con Muzak e incluso a veces, perfumada con aromatizadores invisibles” (claro, hacer esto en las calles es más complicado).

Precisamente al análisis de lo que sucede con los centros comerciales dedica Margaret Crawford el ensayo titulado “El mundo en un centro comercial”. Partiendo de la historia de los grandes centros comerciales, poco a poco, la autora nos va mostrando como han ido evolucionando hasta constituir verdaderos remedos urbanos seguros, ya que la multitud heterogénea de que hablaba Davis se convierte en ellos en “consumidora homogénea”. Y, por tanto, no peligrosa. Para ello se recurre a las técnicas más sofisticadas casi todas basadas en el llamado “principio de atracción adyacente” que dice: los objetos más diversos se apoyan entre sí cuando son colocados uno al lado del otro.

También se analiza su evolución y como fueron aumentando en calidad y cantidad los servicios incorporados hasta el punto que por ejemplo (se señala en el artículo) la Orquesta Sinfónica de Chicago toca regularmente en el centro comercial de Woodfield. Para ver este tipo de cosas ya no es necesario acercarse a USA (cosa por otra parte un tanto incómoda por las medidas antiterroristas en los aeropuertos), ayer en el Centro Comercial Getafe 3 había un concurso de interpretación pianística. En medio del espacio central y rodeado de estantes de gafas, señoras arreglándose las uñas (de las manos y de los pies), el kiosco de Vodafone, un coche usado en venta, los ascensores, las escaleras mecánicas y todas las tiendas que dan a la plaza central, un piano y unos altavoces esperaban ansiosos a los concursantes. La evidencia del principio de atracción adyacente era notoria.

Cuando fui a hacer la foto ya no estaba el concurso
pero el contexto seguía igual

Pasar el rato en un centro comercial ha sustituido el paseo por las calles. En la actualidad, los centros comerciales representan, para los chavales, auténticos centros sociales, y muchos de ellos encuentran allí su primer trabajo. Además se están convirtiendo también en centros sociales para los adultos. La Galleria de Houston ha alcanzado gran prestigio como lugar seguro y benévolo para los encuentros entre personas solas y los “paseantes de los centros comerciales” –personas de la tercera edad con problemas afectivos que acuden a un lugar seguro para hacer ejercicio- llegan a los centros comerciales antes de que abran las tiendas, para realizar un calculado itinerario a pie por sus pasillos” (pág. 27).

Además, cuanto mayores son los centros comerciales, las simulaciones que presentan son más variadas y sofisticadas de forma que esta reproducción de la ciudad en un contexto seguro, claro y controlado fue otorgándole cada vez más valor como lugar comunitario y social. Como dice la autora al terminar: “El mundo de los centros comerciales –que no respeta ninguna frontera ni se ve limitado por el imperativo del consumo- se ha convertido en el mundo entero” (pág. 43)

Este mundo de consumo que en otras ocasiones he descrito como el claustro materno (seguro, temperatura constante, suave música de fondo) podría entenderse como un parque temático de la ciudad auténtica. Hasta tal punto que se recrean situaciones que rozan el esperpento. Ayer, en un periódico de esos que dan ahora gratuitamente en los aviones (volvía de dar una charla en Irún) encontré la siguiente noticia (copio textual):

Crean un aparca – maridos en un centro comercial.- El Centro Comercial Gran Vía 2 de la localidad barcelonesa de L´Hospitalet de Llobregat ha puesto en marcha un espacio en el que los clientes pueden descansar y entretenerse, mientras su mujeres realizan las compras, y que se ha bautizado como aparca – maridos (…) La nueva zona está equipada con sofás, televisiones y prensa y se plantea como un espacio para desconectar, descansar o bien empezar a mirar la jornada deportiva del fin de semana. Según fuentes de la dirección del complejo comercial, será una zona en continua evolución, puesto que irá incorporando nuevos servicios”.

Se trata de una noticia extraordinaria. Parece que han conseguido reinventar el bar para hombres en un contexto seguro y de consumo. Supongo que la evolución consistirá en ver el fútbol (en directo o diferido), jugar a las cartas o al dominó, beber un carajillo… Eso sí, el marido está perfectamente controlado y seguro mientras la mujer compra (si existe algún hijo del matrimonio estará en la guardería infantil). Falta poquísimo para que la ciudad cree el parque temático de sí misma y pueda funcionar perfectamente entre iguales. Ni las mentes orwellianas más calenturientas podían haberlo imaginado.

Precisamente el resto de ensayos se centran en el tema del parque temático, una especialidad tópicamente norteamericana, pero que puede servir de metáfora para explicar los deseos subyacentes en las clases medias de todo el mundo. Porque, claro, la cuestión de los parques temáticos no se circunscribe a Disneylandia que, por cierto, aparece magistralmente analizada en el ensayo de Sorkin que cierra el libro: “Nos vemos en Disneylandia” ¿Sabíais que este parque puede recibir al día 100.000 personas, y al año alrededor de 30.000.000? ¡Prácticamente una ciudad entera de población flotante del tamaño de Santiago de Compostela, Cáceres, Parla o Torrevieja!

Una calle en Disneylandia (teatro, puro teatro)
Extraída de
la página de Jeff Keller

Parques temáticos son lo que Christine Boyer llama “tableaux urbanos” en su articulo “Ciudades en venta: la comercialización de la historia en el South Street Seaport”. Auténticos decorados urbanos que conforman parte de los barrios históricos, las zonas temáticas de la ciudad o las potentes creaciones del marketing urbano con las que se “venden” algunas de las ciudades más importantes. El libro se completa con otros ensayos como el de Neil Smith sobre los procesos de renovación urbana o el de Edgard Soja sobre la new town de Irving y todo el conglomerado del condado de Orange, y el de Trevor Body sobre la sustitución de la calle tradicional.

Para terminar esta reseña que me está quedando demasiado larga querría hablaros de “La Casa de los Misterios de Silicon Valley”, el ensayo de Langdon Winner acerca de este valle que se ha convertido en el “parque tecnológico” por antonomasia. Veamos la historia de esta casa.

La casa Sarah Winchester
Extraída de la página web oficial

La mujer del fabricante del rifle de repetición Winchester heredó su inmensa fortuna, pero empezó a temer que los fantasmas de todos los muertos por el rifle que fabricara su marido se vengaran de ella. Después de la visita a una médium interpretó que la casa de nueve habitaciones que había comprado en San José tenía la clave de todo y que mientras durara la ampliación de la casa no podría morir. Así que durante los 38 años siguientes empleó a decenas de artesanos y carpinteros que trabajaban las 24 horas del día para ejecutar unos planos que (decía) había recibido de los espíritus. Todo fue bien hasta que en 1922, a los 83 años y mientras dormía, Sarah Winchester murió y la construcción de la casa se detuvo.

Winchester Mystery House, vista aérea actual
Extraída de la página web oficial

La historia es tan fantástica y alegórica (de las que a mí me gustan) que no me he resistido a contarla. Pero además de esta historia el ensayo, que es realmente bueno, disecciona con la precisión de un cirujano la historia de Silicon Valley y su influencia en la conformación de las nuevas áreas productivas de las ciudades más desarrolladas. La conclusión es casi poética y pienso que merecedora de su reproducción textual:

Con toda seguridad, también la vieja Mrs. Winchester habría comprendido la fuerza motriz que se esconde detrás de este hiperespacio de alta velocidad en desarrollo. Al igual que ella renovaba su mansión, día y noche, en un frenético intento de huir de los fantasmas vengativos de unas ganancias ilícitas, la expansión de la ciudad digital electrónica es impulsada por el miedo, en este caso por el miedo al descenso de los beneficios. Edificios de oficinas por aquí, plantas de producción por allí, hoteles, centros comerciales, redes de conexión vía satélite formando una salvaje metástasis, las empresas informáticas barren el globo de un extremo a otro en busca de un rápido incremento de las ganancias económicas” (pág. 76).

Sea como sea, no debemos preocuparnos. Nuestro destino se vislumbra ante nosotros, más allá de la vieja mansión, más allá del Valle de los goces del corazón, más allá de las preocupaciones de las naciones, incluso más allá de nuestro planeta. Sarah Winchester debería sentirse orgullosa de que su visión haya sido hecha realidad de un modo tan fiel y supersticioso: el secreto está en seguir construyendo” (pág. 76).